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Costa Rica: ¿Habrá un mañana?

Luis Paulino Vargas Solís (especial para ARGENPRESS.info)
jueves 17 de diciembre de 2009
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Las últimas semanas han visto proliferar, aquí y allá, manifestaciones de un proceso de decadencia social que encuentra en el actual torneo electoral una culminación momentánea. 
 
Es, principalmente, una evolución regresiva de las clases dirigentes, de esas oligarquías criollas que, de tan angurrientas, apátridas y avariciosas, han ido perdiendo todo contacto con la realidad y, cada vez más, se adhieren a fórmulas que son una apuesta segura por el desastre. Lamentablemente, el retroceso arrastra a algunos sectores del pueblo costarricense, que, con escaso juicio, se dejan embaucar en ese juego de insensateces y corruptelas.

Hagamos un breve recuento de hechos recientes, bien conocidos:

1) Una marcha convocada por la ultraderecha religiosa –con directa participación de la jerarquía católica- traza una ruta: la religión quiere marcar el terreno de la política e indicarle a su feligresía por quién votar y por quién no, lo cual se adereza con una exhibición impúdica de odio e intransigencia. El fundamentalismo religioso aparece así maridado con la caverna política, y define un programa de anulación de la democracia y conculcación incluso de derechos humanos muy básicos.

2) El Partido Libertario y su candidato Guevara ganan adhesiones (al menos al nivel de las encuestas) con una propuesta fascista de militarización y mano fuerte frente a la inseguridad. 
 
Su propaganda –archimillonaria según todas las evidencias- es tan poderosamente demagógica como insondablemente vacía. No comunica una sola idea o propuesta racional o coherente. 
 
Es, íntegramente, una convocatoria primitiva –aunque tecnológicamente sofisticada- a los instintos más básicos. Y, sin embargo, algunos sectores parecen sentirse atraídos, lo cual abre múltiples interrogantes: 
 
¿es un problema de la educación?
 
¿Acaso sea el reflejo de la desinformación sistemática promovida por los medios comerciales que produce un estado de estupidización en segmentos importantes de la población? 
 
¿La desesperación frente al deterioro social produce un retroceso ético e intelectual capaz de asesinar en esas personas su sensibilidad y su conciencia?

3) El mensaje de tintes fascistoides es magnificado de forma cómplice por la prensa y amplios sectores de la intelectualidad oligárquica y conservadora. Refuerzan la imagen de un país donde la delincuencia se hizo reina gracias a la permisividad de la policía, las leyes y los tribunales. 
 
Enseguida afirman que esto admite una única solución: más fuerzas represivas; más armas en manos de los “ciudadanos de bien”; leyes más fuertes; jueces más duros; más y más cárceles. Esta es una invitación al desastre. 
 
Primero, porque garantiza poner en marcha una espiral de violencia cuyos alcances son imprevisibles. 
 
Segundo, porque es una fórmula que en el mundo entero se ha demostrado inútil frente a los problemas de la delincuencia e inseguridad. 
 
Tercero, porque al garantizar el ascenso en la criminalidad, con ello renuncia a que sectores completos de la población –en especial hombres jóvenes- no tengan otro destino que no sea la cárcel o el convertirse en carne de cañón. 
 
Cuarto, porque esto tendrá un costo económico altísimo cuya manifestación más directa –pero ni de lejos la única- se dará en las finanzas públicas.

4) La campaña política misma, incluso cuando no adquiere los tonos violentos y chillones que le imprime Guevara, en todo caso es, con pocas excepciones, un monumento a la banalidad y un martillazo a la inteligencia. Es fatigoso encontrar al menos un mínimo rastro de debate inteligente. En el proceso se dilapidan millones y millones. La prensa comercial y sus analistas-sabios-oficiales, son partícipes entusiastas en esta gigantesca farsa.

5) Por lo demás, el mecanismo opera como un sistema de restricciones que deja por fuera –de forma sistemática y estructural- cualquier opción crítica o alternativa. 
 
Los partidos “grandes” son los únicos a los que llega el financiamiento bancario y las grandes donaciones; los únicos que gozan de gran despliegue publicitario; los únicos que la prensa visibiliza. 
 
Luego las encuestas vienen a confirmar lo que ya había sido preparado con meticuloso detalle: los partidos “grandes” son “grandes” porque son los únicos que los porcentajes de las encuestas registran ¿Pero cómo no si son los únicos que reciben financiamiento bancario, cuentan con dinero, se publicitan a gran escala y gozan del favor de la prensa? 
 
Una muerte anunciada. Tenemos entre manos un sistema intrínsecamente perverso, que de forma incestuosa se reproduce a partir de su propia simiente enferma mientras excluye, invisibiliza y virtualmente liquida cualquier alternativa.

Y mientras tanto, la enorme mayoría de la población se mantiene lejana e indiferente frente a todo este despliegue aparatoso de la publicidad electoral y los grandes y amañados titulares de la prensa. 
 
Si fuera posible obtener un índice que reflejara el grado de impacto emocional (ya que lo intelectual no interesa) en la población por cada colón (o dólar) de tal forma gastado, fácilmente se vería que el costo económico de este sistema resulta extremadamente alto. Por lo tanto, su eficiencia está en niveles de catástrofe y su eficacia en la alcantarilla.

En resumen, los discursos de segregación y exclusión entonados por la derecha religiosa se han entrelazado en semanas recientes con los del fascismo de la mano dura, y acompañan el río dispendioso de una publicidad absolutamente banal (y venal) y el manejo superficial y tendencioso de la información. Alguna gente es atraída por esta convocatoria pulsional y primitiva. La mayoría parece mantenerse fría, como si nada tuviese que ver con sus vidas.

Esta campaña electoral es ya asunto consumado. Gane quien gane en todo caso esta enorme operación de falsificación es ya asunto irreversible.

La pregunta realmente importante es: ¿habrá un mañana para la democracia de Costa Rica? 
 
Intentaré ser optimista y decir que la última oportunidad se tendrá en 2014. 
 
Pero ello depende crucialmente de un detalle: la unificación de las fuerzas sociales y políticas que sí poseen vocación democrática y de inclusión.

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