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El increíble caso de Kurt Sonnenfeld

Cuando el 11 de septiembre de 2001 Kurt Sonnenfeld recibió el llamado en el que le comunicaban que debía presentarse a trabajar con su cámara en el World Trade Center, ya había impactado contra las torres el 1er. avión, pero los medios de comunicación más importantes de USA todavía estaban lejos de suponer que se trataba de un atentado.


Para testigos y comentaristas, se había estrellado una avioneta.



Kurt trabajaba como camarógrafo documentalista para una agencia federal, a la que sólo se recurría cuando la capacidad operativa de las fuerzas locales se veían desbordadas.



Al momento de la llamada, nadie sabía (¿nadie sabía?) que un 2do. avión impactaría contra otra de las torres, ni que se derrumbaría su estructura, y que esto haría colapsar la capacidad de una ciudad como Nueva York, sin embargo, Kurt ya había sido enviado al lugar para documentar lo que ocurría allí.



Cuando él pisó los escombros, empezó la pesadilla.



Minuto tras minuto, día tras día, año tras año, esas imágenes sobrevuelan su cabeza y lo marcaron para siempre, porque vio cosas que no debía, y lo que es peor, las inmortalizó con la lente de su cámara.



Entre hierros retorcidos descendió a los sótanos que ocupaban el subsuelo del lugar. Lo conocía porque trabajaba para una agencia Federal, y sabía que allí, había un depósito idéntico al de las mejores películas de acción y trama seudo paranoica: puertas reforzadas, ingreso con clave, y mucha vigilancia, porque en su interior se guardaban documentos, pruebas y elementos confiscados. Bajaron allí porque imaginaron que podía haber alguien atrapado, sin embargo, no sólo no había nadie, sino que tampoco había nada.



Para su sorpresa, en el depósito que alguna vez guardó cosas tan importantes que mereció tener medidas de seguridad extremas, no había nada más que paredes y una puerta entreabierta.



La intuición de Kurt fue alertada de que algo no andaba bien, pero siguieron más advertencias.



La torre 7, en la que funcionaban agencias federales, sin explicación lógica alguna (porque allí no impactó ningún avión, y no presentaba daño estructural que lo justificara) se desplomó sobre sí misma.



No cayó hacia un lado ni cayó un poco, sino toda, y hacia abajo. Igualito que cuando se produce un derrumbe controlado, una suerte de implosión.



Allí, sin embargo, no hubo víctimas. Y la torre cayó varias horas después de los atentados, cuando ya el personal había sido evacuado.



En medio de la vorágine de la tarea, Kurt se percató tarde, que sus zapatos se derretían. Caminaba sobre los escombros, y las suelas de goma de las botas que supuestamente son especiales, no resistían una alta y también inexplicable temperatura que emanaba de los escombros y los hierros retorcidos.



Tampoco comprendió, por qué su país asegura que las cajas negras de los aviones (construidas para resistir todo) “se pulverizaron” en el aire, pero él pudo filmar partes del fuselaje, los asientos y hasta caucho de las ruedas del tren de aterrizaje.



El vallado de la escena también fue digno de una película porque abarcó varias manzanas a la redonda, y la explicación fue que era necesario preservar la escena del crimen.



Quizá por eso pocos sepan que luego, partes de los hierros fueron sometidos a la búsqueda de muestras de ADN en el lugar, y luego trasladados en camiones, pero no para guardarlos como evidencia, tal cual indica el procedimiento norteamericano en estos casos, sino para enviarlos a China donde aparentemente, fueron desguazados y vueltos a fundir.



Las dudas, los interrogantes, los conflictos internos fueron creciendo y empezaron a mostrar una trama difícil de digerir. No es el relato de la serie 24, ni Kurt Sonnenfeld es Jack Bauer (el papel de Kiefer Sutherland), pero al escucharlo se parecen.



Kurt no cree que su país haya atentado contra sí mismo.



No, ese capítulo de la conspiranoia no es para él.



¿Qué cree Kurt?



Él está convencido de que funcionarios federales conocían que Al Qaeda tramaba un atentado pero nada hicieron para impedirlo porque buscaban modificar el rumbo de los intereses geoestratégicos estadounidenses.



¿Pero dejar morir a más de 3.000 personas? ¿Se les escapó el asunto de las manos?



En cualquier caso, “son daños colaterales”, según la respuesta de quien conoce demasiado bien cómo pensaba el gobierno de George W. Bush.



“Después del 11 de septiembre vino la invasión a Afganistán y, en cadena, a Iraq en busca de armas químicas que nunca se pudo comprobar que tengan, y se amplió la guerra con la excusa de un eje del mal, con el terrorismo en primer plano”, explica a Urgente24 Paula, la esposa de Kurt.



Las horas de filmación y las imágenes capturadas por el documentalista están en la Argentina, al igual que él, donde reside desde hace varios años en carácter de refugiado pero con asilo provisorio.



Apenas 3 meses después de la tragedia de las torres, la que encendió la luz de alerta en Kurt, se produjo otra tragedia, pero personal.



En la madrugada del 1º de enero de 2002, Nancy (la primera esposa de Kurt) toma la trágica decisión de suicidarse. Él se encontraba en la habitación contigua cuando escuchó el disparo y corrió a socorrerla. La sostuvo entre sus brazos y llamó al 911 pidiendo asistencia, pero nada pudo hacerse.



Nancy había acabado con su vida, abatida por una adicción y una tendencia a la depresión que ya venía de mucho tiempo atrás, con intentos anteriores, y con antecedentes de suicidios en su entorno más cercano.



Allí comenzó el calvario para Kurt.



Aunque todas las pruebas apuntaban a comprobar que se trató de un suicidio, fue encarcelado, golpeado, torturado y sometido a tratos inhumanos, acusado del supuesto homicidio de su esposa, mientras curiosamente, la policía revisaba palmo a palmo mucho más que la supuesta escena del crimen: buscaban los videotapes que tenía guardados el camarógrafo.



Antes de la muerte de Nancy, a Kurt se le encargó la tarea de editar imágenes para un video homenaje a los bomberos que trabajaron en el lugar, por lo que llevó consigo todo lo grabado durante los días que estuvo trabajando a las órdenes de las agencias Federales.



Cuando fue encarcelado, su familia e inclusive un amigo fueron interrogados acerca de dónde podría tener él guardados los cassettes, que aunque revisaron la casa no pudieron encontrar porque buscaban tapes de tamaño generoso, y no supieron que Kurt había grabado en formato mini, cuyo cassette es de un tamaño similar a una caja de fósforos pequeña, y guardó todo en un portacosméticos que pasó inadvertido.



Meses más tarde fue liberado y se levantaron los cargos en su contra, porque fueron contundentes las pruebas de que su esposa tenía rastros de pólvora en las manos. Y las lesiones en los dedos de Nancy coincidían con quien ha jalado del gatillo. Los forenses también establecieron que los rastros de sangre indicaban un suicidio.



Y la carta que dejó antes de suicidarse. Y las anotaciones en su diario personal, elementos que habían sido descartados por los oficiales que se empeñaban en encarcelarlo.



Sin embargo, y aunque lo pidió insistentemente, Kurt nunca fue sometido (como él quería) a la prueba del polígrafo.



Al salir libre, realizó declaraciones públicas en contra de las autoridades; demandando al Denver Police Department, Chief of Police; Sheriff of Denver County; City Clerk, City of Denver, Colorado; Mayor, City of Denver, por falso arresto, apremios ilegales y torturas, falso encarcelamiento, difamación, excesivo uso de la fuerza, daños económicos y violación de derechos civiles, entre otros ítems.



Dolido, deprimido y con dudas, deambuló por USA en busca de una paz que nunca llegó, porque adonde fuera, sufría acoso, ingresaban a su domicilio o recibía amenazas, hasta que alguien le sugirió viajar al otro extremo del continente, a un país llamado Argentina, donde los amigos de unos amigos tenían departamentos en alquiler, en una ciudad tranquila y con playa.



Así, con sus pertenencias más preciadas y las cenizas de su esposa muerta bajó de un avión en Ezeiza y se hospedó en un hotel de la Ciudad de Buenos Aires, donde permanecería unos días hasta que estuviera desocupado el departamento en el balneario atlántico San Bernardo, en el que pensaba aplacar sus penas al menos, durante el mes que había planificado permanecer en nuestro país.



Pero el destino quiso que, antes de partir rumbo a la playa otoñal, conociera a Paula.



Abogada, pero con preferencia por la psicología, emprendedora, y voluntaria en hogares y tareas solidarias, Paula fue, en palabras de Kurt, “el ángel” que lo ancló a estas tierras.



Como era de imaginar, las playas solitarias del otoño de San Bernardo en las que cumplió su cometido de arrojar las cenizas al mar no lo retuvieron demasiado tiempo, y regresó a Buenos Aires para pocas semanas después, proponerle matrimonio a Paula, aquella bella mujer que lo había rescatado de su dolor, de su encierro y que le permitía creer que segundas oportunidades sí existen.



Más tarde llegaron las mellizas, y la familia Sonnenfeld se acostumbró a vivir su rutina rodeada de custodia; con la posibilidad de que los sigan para fotografiarlos, y con mensajes que intentaron amedrentarlos, pero no lograron torcer la voluntad del hombre que hoy necesitaría que la Argentina le conceda la categoría permanente de asilo y refugio.

Pero conocerla a Paula no fue el final de los problemas, sino quizá el apoyo necesario para sobrellevarlos.



Cuando ya creía que su futuro era argentino, dejando atrás su pasado en FEMA (U.S. Department of Homeland Security), donde fue Jefe de Operaciones de Transmisión y Difusión (Broadcast), y su trabajo para el Grupo de Respuesta a Emergencias Nacionales (ERT-N), empezó a buscar trabajo exhibiendo parte de su currículum-vitae.



Así pautó una entrevista laboral con una importante productora donde se conoció que todavía obraban en su poder, imágenes inéditas del atentado del 11 de septiembre.



Misteriosamente, después de esa reunión, llegó una nueva citación de la justicia estadounidense, que había decidido reabrir la causa, y que pedía su extradición pero con una cláusula un tanto extraña si lo que se investiga en realidad es la muerte de Nancy: la extradición pide “el secuestro del material” que permanece en poder del documentalista.



Según el pedido, Kurt es un fugitivo, aunque en realidad, se lo había declarado inocente, dando por cerrado el caso, y salió de su país e ingresó a la Argentina con su pasaporte.



También mantuvo abierto el pasaje de regreso en la aerolínea que lo depositó en estas tierras, siempre utilizando su nombre, con lo cual, no cuadra dentro de la categoría “fugitivo”.



No obstante, se puso a derecho y en agosto de 2004 fue encarcelado varios meses en la Argentina, ocasión en que la Embajada de USA insistió con su pedido de “embargo de todos los artículos, documentos y evidencia” que obrasen en poder de Kurt.



Finalmente, el juez Daniel Rafecas decidió que no debía continuar preso y desde entonces, sigue viviendo con la espada de Damocles sobre él y su familia.



El punto es que el 11/09/2001, no es lo único importante que filmó Kurt.



Antes había estado documentado locaciones secretas del gobierno norteamericano; instalaciones científicas y militares relacionadas con el almacenamiento, desarrollo y transporte de Armas Nucleares, Biológicas y Químicas o sus componentes “y el precario y real estado en que en algunos casos éstas se encuentran”, señala.



“El material es valiosísimo, y creemos que es lo que las autoridades estaban buscando en el 2002 y no han podido localizarlo hasta el día de hoy. Es obvio, que el objeto de esta búsqueda explicaría perfectamente todo el siniestro accionar por parte del gobierno

norteamericano en relación al caso”, relatan los Sonnenfeld.



Hoy (miércoles 12/05), organizaciones creadas por familiares de las víctimas del 11/09/2001 piden que Kurt cuente lo que vio; que declare judicialmente porque consideran que tiene “información valiosa”.



Desde USA exigen que se desclasifiquen todos los archivos, algo con lo que los argentinos nos sentimos identificados, sobre todo cuando se juntan las palabras archivos, secretos, muertos, víctimas y objetivos político-militares.



Mientras tanto, la familia Sonnenfeld, acá, pide ayuda para que el Estado conceda a Kurt la calidad de refugiado con asilo permanente.



Si bien se han acercado a ellos una cantidad de ONG’s y funcionarios representativos de los derechos humanos, se necesitan firmas, para peticionar con más fuerza ante las autoridades argentinas y que escuchen su caso, y firmen los documentos necesarios para que se termine al menos, con el acoso judicial.



Para iniciar la campaña de firmas estarán hoy (miércoles 12/05) entre las 12:00 y las 15:00 en el Obelisco.



Quienes no puedan pasar por allí a colaborar, pueden igualmente ingresar al sitio web http://elperseguido.wordpress.com/como-ayudar/, imprimir el formulario para firmas, completarlo y enviarlo a la dirección consignada.



Puede firmar toda persona mayor de 18 años de edad, todos los miembros de una familia, empleados públicos, integrantes de una misma empresa, grupos de estudiantes y todo aquel que desee ayudar.



Kurt, Paula, sus hijas y probablemente miles de familiares de las víctimas del 11 de septiembre estarán agradecidos.

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