Palestina: Un grito en la oscuridad: Hind Rajab, “Por favor, ven, ven y llévame”

-Palestina: Un grito en la oscuridad: Hind Rajab, “Por favor, ven, ven y llévame”

Europa se desvanece. Debemos acoger una nueva élite para una nueva Rusia.

La fase aguda de la confrontación de Rusia con Occidente en Ucrania está llegando a su fin. Moscú ha optado por no emplear sus armas más formidables, actuando en cambio para preservar la vida de sus soldados y la población civil.

 Sin embargo, a diferencia de los triunfos de 1812 o 1945, este conflicto no traerá décadas de tranquilidad. 

La derrota de Napoleón otorgó a Europa 40 años de paz; la destrucción de Hitler, sumada a la disuasión nuclear, le dio al mundo 70. 

Hoy en día, no se vislumbra un desenlace similar.

La lucha continuará en oleadas hasta que Europa Occidental experimente un relevo generacional. 

Sus élites actuales —globalistas y compradoras por naturaleza— están fracasando moral, política y económicamente. Antaño una potencia cultural y económica, la región sobrevive ahora aferrándose a un enemigo externo. 

La guerra y la rusofobia son las únicas herramientas que quedan para justificar el control del poder de la clase dominante. Mientras estas élites dominen Europa Occidental, Estados Unidos y Ucrania, la paz duradera seguirá siendo difícil de alcanzar.

Aun así, Rusia debe buscar la paz, pero desde una posición de fuerza. Es necesaria una disuasión estratégica rigurosa y el aislamiento selectivo de quienes promueven valores fascistas e inhumanos.

 Sin victorias de la magnitud de las de 1815 o 1945, el mundo corre el riesgo de caer en una tercera guerra mundial. Es deber de Rusia, tanto consigo misma como con la humanidad, evitar ese desenlace y asegurar una victoria decisiva.

Pasando de Europa a Eurasia

El declive de Europa Occidental es evidente. La rusofobia, antes latente, es ahora su principal divisa política. Rusia debe dejar de mirar hacia Occidente en busca de su futuro. 

Nuestro periplo de 300 años por Europa ha terminado; quizás hubiera sido mejor si hubiera terminado un siglo antes, antes de que tantas tragedias azotaran nuestro país en el siglo XX. Casi todas esas calamidades vinieron de Europa.

Ha llegado la hora de "regresar a nosotros mismos": a nuestra patria y a los orígenes de nuestro Estado. 

Esa patria es Siberia. 

Sin el asombroso empuje de los cosacos, que avanzaron desde los Urales hasta Kamchatka en menos de un siglo, anexionando Siberia a la Rus, Rusia podría no haber sobrevivido a las repetidas invasiones en la llanura central rusa.

“Volver a nosotros mismos” también significa abandonar el espejismo del eurocentrismo. El ADN espiritual y político de Rusia nunca fue puramente europeo. Nuestras religiones —cristianismo ortodoxo, islam, budismo, judaísmo— provienen del sur. 

Nuestra cultura política —autoridad vertical, lealtad a un líder, devoción al Estado— se forjó durante siglos de contacto con el imperio de Gengis Kan y las tradiciones de Bizancio. Sin esta herencia, Rusia jamás se habría convertido en el país más grande del mundo.

La estrategia futura debe redirigir el desarrollo económico, científico, espiritual y político de Rusia hacia el este, hacia los Urales y Siberia. Estas regiones son la fuente de nuestro futuro poder y prosperidad.

El imperativo Norte-Sur

Para la próxima década, una prioridad se impone: la construcción de corredores de transporte Norte-Sur que conecten a Rusia con Asia, Oriente Medio y otros países. Esta labor no solo debe fortalecer los lazos externos, sino también cimentar la cohesión y el desarrollo internos.

La vieja tesis occidental de que las potencias marítimas y las rutas marítimas son inherentemente superiores se está volviendo obsoleta. 

Las rutas marítimas son cada vez más vulnerables, y es necesario revitalizar la logística continental. 

Durante siglos, las potencias occidentales destruyeron deliberadamente el comercio interior para mantener su dominio. La Gran Eurasia debe ahora reconstruirlo.

Los debates actuales suelen centrarse en las rutas que atraviesan el Caspio e Irán hasta el Golfo Pérsico. Otros proponen corredores a través de Afganistán o nuevos pasos a través de Georgia, Armenia y Turquía. 

Todos tienen mérito. Sin embargo, la necesidad más estratégica es anclar este marco en Siberia, conectando el territorio ruso directamente con los mercados asiáticos en rápido crecimiento.

Principios para un nuevo marco

Nueve principios deberían guiar esta estrategia Norte-Sur.

En primer lugar, la seguridad y el desarrollo a largo plazo deben primar sobre los cálculos económicos a corto plazo. 

La logística a gran escala es responsabilidad del Estado, no solo de la empresa privada. Cuando Serguéi Witte luchó por construir el Ferrocarril Transiberiano, financieros y comerciantes se resistieron.

 Sin él, Rusia no habría sobrevivido a las mayores dificultades del siglo XX, incluida la Segunda Guerra Mundial.

En segundo lugar, el desarrollo debe centrarse en el este. Desde los Urales hasta el Pacífico, Siberia debe convertirse en el centro del transporte, el crecimiento espiritual y cultural. 

Las empresas y los ministerios deberían reubicarse en consecuencia, un proceso que ya se inició con la orden del presidente Vladimir Putin de trasladar las sedes de casi 150 empresas a sus regiones operativas.

 Con el tiempo, Rusia debería establecer una tercera, una cuarta e incluso una quinta capital más allá de los Urales.

En tercer lugar, Rusia no es principalmente una potencia marítima, sino fluvial. Durante siglos nos esforzamos por alcanzar los mares, y con razón.

 Pero ahora, ríos como el Yeniséi, el Lena, el Ob y el Irtysh deben ser reutilizados e integrados en corredores logísticos más amplios. 

La reactivación de pequeñas flotas de rompehielos y la ampliación de las temporadas navegables podrían transformar la economía del transporte de Siberia.

En cuarto lugar, la estrategia debe preservar las pequeñas localidades e inspirar una nueva ola de asentamientos siberianos. Este es un proyecto tanto civilizacional como económico.

En quinto lugar, los corredores de transporte deben revitalizar la unidad euroasiática. Las carreteras y los ferrocarriles no son solo para el transporte de mercancías: son canales de cultura, intercambio y entendimiento mutuo.

En sexto lugar, el programa debería reflejar el New Deal de Franklin Roosevelt. En la década de 1930, Estados Unidos construyó infraestructura no solo para impulsar el crecimiento, sino también para dar trabajo y propósito a sus ciudadanos. 

Hoy, los soldados que regresan del frente ucraniano deben encontrar empleos cualificados y bien remunerados en los proyectos de construcción de Siberia, estableciéndose allí y fortaleciendo la región.

Séptimo, la nueva infraestructura debe cultivar una nueva élite rusa. Una élite libre de occidentalismo y eurofilia, que ahora empobrecen el intelecto y corroen la moral. Esta élite, y la nación que dirige, deben verse como los constructores de una «Rusia siberiana» dentro de una Gran Eurasia.

En octavo lugar, la cooperación con los socios asiáticos es vital. La Franja y la Ruta de China suele considerarse una competencia para el Transiberiano. 

Debería, en cambio, considerarse complementaria. Al conectar los corredores Norte-Sur de Rusia con esta iniciativa, se abrirán nuevas oportunidades para Irán, Pakistán, India e incluso África.

En noveno lugar, la logística debe transformar la mentalidad, así como el transporte. Construir nuevas rutas también implica construir una mentalidad soberana, libre de los marcos occidentales obsoletos. Los grandes proyectos siberianos del pasado crearon nuevas élites y una nueva confianza. Deben volver a hacerlo.

Un proyecto de civilización

El desarrollo de un marco logístico Norte-Sur no es un simple ejercicio económico. Es un proyecto de civilización para Rusia y la Gran Eurasia. 

Se nutre de la historia: Witte y el Transiberiano, la línea principal Baikal-Amur, la Ruta del Mar del Norte, las imponentes presas y las ciudades industriales de la Siberia soviética. Cada uno de estos proyectos proporcionó a Rusia no solo infraestructura, sino también confianza e identidad.

El reto actual es hacer lo mismo. Reorientarnos desde una Europa en decadencia hacia una Eurasia en ascenso. Desplazar nuestro centro de gravedad hacia el este, a Siberia. 

Unir nuestro vasto territorio con modernas vías de transporte, a la vez que lo conectamos al sur con los mercados en auge de Asia. Formar una nueva élite y una nueva Rusia que se considere no una periferia de Europa, sino el corazón de Eurasia.

Occidente tuvo siglos de dominio marítimo. Esa era está llegando a su fin. Comienza la era de las potencias continentales, de los corredores Norte-Sur y Este-Oeste a través de Eurasia. Rusia debe liderarla.

https://www.rt.com/russia/624422-sergey-karaganov-europe-is-fading/

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