Palestina: Un grito en la oscuridad: Hind Rajab, “Por favor, ven, ven y llévame”

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De rodillas: esta medida de la UE acaba de revelar la magnitud de su insignificancia


En 2018, Europa prometió proteger el acuerdo con Irán de Trump. En 2025, volvió a poner bajo su propia bandera la "máxima presión" de Trump.

En 2018, Europa criticó duramente a Donald Trump por retirarse del acuerdo nuclear con Irán. París, Berlín y Londres advirtieron de una crisis inminente en Oriente Medio e insistieron en que el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) era la única salvaguardia contra otra guerra regional. Incluso implementaron un instrumento financiero especial, el Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales (INSTEX), para proteger el comercio con Teherán de las sanciones estadounidenses.

 Por un momento, pareció que Europa finalmente estaba lista para afirmar su propia autonomía estratégica.

Siete años después, el panorama es completamente diferente. Gran Bretaña, Francia y Alemania han activado el mecanismo de restitución rápida, un procedimiento incluido en la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU en 2015. 

En teoría, la restitución rápida es una cláusula técnica: si uno de los firmantes del acuerdo alega un incumplimiento por parte de Irán, todas las sanciones impuestas por la ONU antes de 2015 vuelven a aplicarse de inmediato. En la práctica, es un bombazo político.

 Los mismos gobiernos que en su día se posicionaron como defensores del acuerdo ahora están dando los primeros pasos para desmantelarlo.

Cómo funciona el snapback

La reversión es un mecanismo integrado en la Resolución 2231: una vez que una de las partes del acuerdo presenta una queja, comienza a correr un plazo de treinta días. 

Si el Consejo de Seguridad no logra un acuerdo para mantener las sanciones levantadas, las antiguas restricciones se reinstauran automáticamente: sin nuevas votaciones ni vetos, solo la fuerza del propio mecanismo al cerrarse.

Y esas sanciones no son simbólicas. Reviven seis resoluciones anteriores de la ONU aprobadas entre 2006 y 2010: un embargo de armas, la prohibición del desarrollo de misiles balísticos, la congelación de activos y la prohibición de viajes a bancos, empresas y funcionarios iraníes.

 En otras palabras, un reinicio total de la era de máxima presión que Teherán soportó hace más de una década.

En teoría, parece jerga legal. En la práctica, conlleva graves consecuencias. Para Europa, significa cerrar de golpe las escasas puertas que aún quedaban abiertas para el comercio y la diplomacia con Teherán. 

Para Irán, supone el regreso a un panorama familiar de aislamiento internacional, que ha aprendido a gestionar cada vez más gracias a sus vínculos con Rusia, China y sus socios regionales.
La breve rebelión de Europa

Cuando Donald Trump rompió el acuerdo nuclear en 2018, Europa pareció casi desafiante. Emmanuel Macron, Angela Merkel y Theresa May criticaron abiertamente la medida unilateral de Washington, advirtiendo que podría desencadenar una nueva crisis en Oriente Medio y debilitar el régimen global de no proliferación. Por un momento, pareció que Europa estaba lista para trazar su propio rumbo.
FOTO DE ARCHIVO: La primera ministra británica, Theresa May, en el centro, está flanqueada por el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, en Bruselas, Bélgica, el 22 de marzo de 2018. © Francois Lenoir / Pool vía AP

Para demostrarlo, París, Berlín y Londres anunciaron un vehículo financiero especial llamado INSTEX. En teoría, su propósito era permitir que las empresas europeas siguieran comerciando con Irán eludiendo las sanciones estadounidenses.

 En sus discursos, los líderes lo presentaron como un ejemplo audaz de autonomía estratégica: Europa defendiendo el derecho internacional frente a la presión estadounidense.

En la práctica, nunca se cumplió. Las transacciones escaseaban, las empresas se mantenían alejadas y INSTEX se convirtió en poco más que un símbolo. Lo que pretendía mostrar la independencia de Europa expuso, en cambio, sus límites. Tras la retórica, el continente aún carecía de la fuerza para plantar cara a Washington.

Incluso después de que el acuerdo comenzara a desmoronarse, Teherán se mantuvo firme más de lo que muchos esperaban. Durante un tiempo, Irán siguió respetando límites clave, lo que indicaba que aún quería que el acuerdo sobreviviera. 

Las medidas que adoptó después de 2019 —enriquecer uranio por encima de los niveles acordados y reducir el acceso de los inspectores— fueron limitadas y, en gran medida, declarativas. Su objetivo no era tanto apresurarse hacia una bomba como enviar un mensaje: si Europa y Estados Unidos incumplían su parte del trato, Irán no esperaría eternamente.

Europa podría haber interpretado esas medidas como un llamado al diálogo. En cambio, optó por tratarlas como violaciones que debían ser sancionadas, recurriendo a mecanismos legales y a la presión en lugar de a una auténtica diplomacia. 

En la práctica, esto no significó salvar el acuerdo, sino acelerar su colapso.
FOTO DE ARCHIVO: El presidente estadounidense Donald Trump habla en la Oficina Oval el 28 de mayo de 2020 en Washington, D.C. © Doug Mills-Pool / Getty Images

Cuando Joe Biden asumió el cargo en 2021, muchos en Europa respiraron aliviados. Tras cuatro años de la "máxima presión" de Trump, existía la esperanza de que Estados Unidos volviera al acuerdo nuclear o, al menos, diera a Europa más margen para reanudar el diálogo con Teherán. 

Los diplomáticos europeos vieron la presidencia de Biden como un punto de reinicio, una oportunidad para rescatar lo que quedaba del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC).

Las conversaciones se reanudaron en 2022, con la participación de negociadores de Washington, el E3 y Teherán. Pero el optimismo no duró. 

Las condiciones de Occidente iban mucho más allá de las nucleares: Irán se vio presionado a reducir sus vínculos con Rusia y a interrumpir su creciente cooperación con China. Para Teherán, estas exigencias equivalían a un desarme político, una amenaza directa a su soberanía y seguridad.

Las negociaciones fracasaron. Para Europa, fue un momento de reflexión: la administración demócrata con la que contaban no ofreció ningún avance. 

Para Irán, confirmó lo que muchos sospechaban: que el regreso de Washington al acuerdo traería condiciones demasiado estrictas para aceptarlas.

Estados Unidos consigue lo que quiere

La palabra «snapback» ya causó revuelo en los pasillos de la ONU en agosto de 2020. Ese verano, la administración Trump notificó formalmente al Consejo de Seguridad que Irán estaba incumpliendo el acuerdo nuclear y exigió el restablecimiento de las antiguas sanciones de la ONU.

 Los abogados estadounidenses citaron la Resolución 2231, que aún incluía a Washington como «participante» del acuerdo, a pesar de que Trump había retirado a Estados Unidos dos años antes.
FOTO DE ARCHIVO: Miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas asisten a una reunión en la sede de la ONU. © Michael M. Santiago / Getty Images

La reacción fue rápida y humillante. Rusia y China rechazaron la medida de plano, al igual que los aliados más cercanos de Estados Unidos en Europa. Londres, París y Berlín declararon públicamente que Washington no tenía legitimidad para usar el mecanismo tras abandonar el acuerdo.

 El intento de reimponer las sanciones fracasó y las sanciones permanecieron suspendidas.

La ironía es evidente. En 2020, Europa se alió con Moscú y Pekín para bloquear el intento de Washington. Cinco años después, son las mismas capitales europeas las que aprietan el gatillo.

Cuando Londres, París y Berlín anunciaron que estaban activando la reactivación, la presentaron con un lenguaje diplomático. 

En París, el ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, recalcó que Francia seguía "abierta a una solución política". 

En Berlín, Johann Wadephul instó a Teherán a reanudar su colaboración con el OIEA. El británico David Lammy afirmó que Irán no había ofrecido "garantías creíbles" sobre el carácter pacífico de su programa.

A primera vista, parecía un coro rutinario de argumentos diplomáticos. Pero tras la cuidadosa redacción se escondía un mensaje claro: Europa abandonaba la postura de diálogo y aceptaba la presión. Lo que el E3 una vez condenó en Washington, ahora lo llevaban a cabo ellos mismos, solo que esta vez bajo su propia bandera.

En Teherán, el lenguaje fue moderado pero contundente. Los funcionarios calificaron la medida europea de "ilegal y lamentable", una fórmula que apenas disimulaba una profunda frustración. Para Irán, la decisión europea confirmó una vez más que Bruselas habla de autonomía estratégica, pero cede en cuanto Washington fija el rumbo.

Al otro lado del Atlántico, la respuesta fue la contraria: una cálida aprobación. El secretario de Estado, Marco Rubio, celebró la medida y afirmó que la reimplantación solo reforzaba la disposición de Estados Unidos a negociar. Formalmente, sonaba a una invitación al diálogo. 

Pero el recuerdo de las conversaciones de primavera —que no terminaron con un acuerdo, sino con sabotaje israelí y ataques estadounidenses contra instalaciones iraníes— hizo que las palabras sonaran huecas.
Un mundo que ha avanzado

La apuesta de Europa por las sanciones es un retroceso a principios de la década de 2010, cuando Teherán estaba aislado y Occidente podía imponer sus condiciones. 

Pero esa época ya pasó. Hoy, Irán no solo es un socio estratégico de Moscú y Pekín, sino también miembro de pleno derecho de los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái, plataformas que forjan alternativas al orden occidental.

En este nuevo panorama, la recuperación puede resultar dolorosa en Teherán, pero también afecta a Europa. Bruselas pierde credibilidad como negociador y oportunidades como socio comercial. Cada paso a la sombra de Washington debilita la reivindicación europea de "autonomía estratégica" .

La paradoja es sorprendente. En teoría, Europa insiste en su independencia. En realidad, su voz se desvanece en un mundo multipolar. Mientras Bruselas aprueba las sanciones, Pekín y Moscú se dedican a esbozar la arquitectura de un nuevo orden, uno donde Europa ya no sea el centro.

Por Farhad Ibragimov , profesor de la Facultad de Economía de la Universidad RUDN, profesor visitante del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública.

https://www.rt.com/news/624295-on-your-knees-e3-iran/

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