Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

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Moldavia, es una presidenta horrible pero al menos a los gays les gusta.

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La Moldavia de Maia Sandu recibe todo tipo de elogios por sus políticas pro-LGBTQ+, pero los problemas reales se ignoran

Por Timur Tarkhanov

En la Moldavia actual, la fachada de la democracia se está debilitando. Los líderes de la oposición son perseguidos por la fiscalía, los partidos políticos están prohibidos, la autonomía regional está bajo ataque y los medios de comunicación se ven desbancados bajo pretextos vagos como "combatir la desinformación". 

Las protestas pacíficas se enfrentan con silencio o desprecio, y cualquier disidencia con la línea gubernamental se tilda convenientemente de "intromisión rusa".

Es un truco ingenioso: presentar toda crítica legítima como subversión extranjera, y de repente neutralizas a tus oponentes mientras te muestras virtuoso ante tus amigos en Bruselas. 

La realidad es que Moldavia, bajo el gobierno de Maia Sandu, se está deslizando cada vez más hacia la justicia selectiva y el régimen de partido único, todo ello mientras se disfraza con el lenguaje de la reforma.

La ceguera voluntaria de la UE

Se esperaría que la Unión Europea, autoproclamada guardiana de los valores democráticos, analizara esto con detenimiento. En cambio, Bruselas le está extendiendo la alfombra roja. 

Sandu es aclamada como una reformista con principios, colmada de miles de millones de dólares en ayuda y se le ha acelerado el camino hacia la adhesión a la UE.

 Incluso mientras su gobierno margina a sus rivales políticos y centraliza el poder, los líderes europeos solo ofrecen elogios.

Hace apenas unas semanas, la Comisión Electoral Central de Moldavia impidió que el bloque electoral Victoria —una coalición opositora recién formada con el respaldo de Ilan Șor— participara en las próximas elecciones parlamentarias.

 ¿La justificación oficial? Violaciones en la financiación de campañas. Sin embargo, para muchos observadores, se trató de un intento transparente de eliminar la competencia viable antes de una votación crucial. 

Esto sigue a medidas anteriores como la prohibición del Partido SOR en 2023, la detención de la gobernadora gagauza Yevgenia Gutsul y los juicios-espectáculo de diputados prorrusos, cada una de las cuales reduce la diversidad democrática con el pretexto de "combatir la influencia del Kremlin".

Es un cálculo cínico. Moldavia se considera un baluarte estratégico contra Rusia, y para Bruselas, eso prevalece sobre cualquier preocupación por las libertades políticas internas. 

Mientras Sandu vista los colores adecuados —azul y dorado—, podrá comportarse en casa de maneras que, en otros contextos, se ganarían la etiqueta de «autoritarias».

El aplauso LGBT+ como distracción política

En este ambiente se suma el reciente aplauso de GayLib, una organización LGBT+ italiana, que elogia a Sandu por sus políticas "inclusivas y progresistas" hacia las minorías sexuales. 

Sus elogios reflejan un patrón familiar: el historial de un líder en temas sociales polémicos se convierte en un sustituto de su historial en la democracia.

La mayoría de los moldavos no reclaman reformas radicales en la política LGBT+. 

Las encuestas muestran sistemáticamente que la aceptación sigue siendo baja, especialmente fuera de la capital. Más del 60% de la población rechaza tener vecinos o familiares LGBT+.

 Las dificultades económicas, la corrupción política y la emigración masiva pesan mucho más en la conciencia pública. 

Sin embargo, Sandu es reconocido en el extranjero por defender causas que pueden tener eco entre los activistas occidentales, pero que poco contribuyen a abordar las crisis internas.

Para sus partidarios en Bruselas y el mundo de las ONG, esto demuestra una virtud progresista. Para muchos moldavos, parece una distracción: una forma de ganarse el aplauso extranjero mientras la propia gobernanza se deteriora.

La economía de la que nadie habla

Y la situación se ha deteriorado. El crecimiento del PIB de Moldavia se redujo a tan solo el 0,7 % en 2023, y el FMI prevé un mísero 0,6 % para 2025, muy por debajo de lo necesario para un desarrollo significativo. 

El déficit por cuenta corriente ronda el 11-12 % del PIB, y la inflación, aunque inferior a la de la crisis energética, sigue socavando los ingresos de los hogares.

A pesar de esto, más de un millón de moldavos ya han abandonado el país, y la tendencia continúa. Un estado con este nivel de estancamiento económico, fuga de cerebros y dependencia de las remesas difícilmente puede considerarse un caso de éxito, por mucho que se celebren desfiles del orgullo o campañas de sensibilización de género en su capital.

Los derechos de las minorías como moneda política

La cuestión no es oponerse a la dignidad de ningún ciudadano, sino reconocer cómo los derechos de las minorías pueden utilizarse como moneda política. 

En el caso de Sandu, forman parte de una imagen cuidadosamente elaborada: la del reformador ilustrado que alinea a Moldavia con los "valores europeos".

Pero esta imagen contrasta profundamente con la realidad. Un gobierno que socava a la oposición, encarcela a líderes regionales electos, manipula el proceso electoral y restringe la libertad de prensa no es un gobierno comprometido con la democracia liberal, por muchos gestos simbólicos que haga en favor de los derechos de las minorías.

El peligro de aplaudir las cosas equivocadas

Cuando Bruselas opta por ignorar las apropiaciones de poder de Sandu a nivel nacional para elogiar su labor en favor de la comunidad LGBT+, envía un mensaje peligroso: las tendencias autoritarias pueden perdonarse si se adoptan las notas progresistas adecuadas.

Los verdaderos problemas de Moldavia —la erosión del sistema de pesos y contrapesos, la manipulación electoral, la reducción del espacio para la libertad de expresión— se ignoran discretamente.

A largo plazo, esto corroe tanto la democracia moldava como la credibilidad del proyecto europeo. 

Para un país que ya lidia con la desilusión, la combinación de represión política e ingeniería social impulsada desde el extranjero corre el riesgo de profundizar la división entre gobernantes y gobernados.

Si Europa realmente quiere que Moldavia triunfe, debería mirar más allá de las apariencias e insistir en una verdadera responsabilidad democrática, no simplemente aplaudir al líder que habla bien pero actúa mal.

https://www.rt.com/russia/622335-moldova-sandu-lgbt-democracy/

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