
***Hace aproximadamente entre 150.000 y 200.000 años, en algún lugar del África subsahariana, vivió una mujer que hoy conocemos como la “Eva Mitocondrial”. No era la única mujer de su época, ni la primera humana, ni mucho menos la madre de toda la humanidad. Entonces, ¿por qué le dieron ese nombre?
Porque la Eva Mitocondrial es la última mujer de la que todos los seres humanos vivos hoy en día hemos heredado nuestro ADN mitocondrial (ADNmt).
Y esto significa que hubo una línea continua de hijas, hijas de hijas, hijas de hijas de hijas… que nos conecta con ella a través del tiempo. Pero esta conexión es sólo por línea materna, y no significa que todos nuestros genes vengan exclusivamente de ella.
El ADN mitocondrial es un tipo especial de ADN que no está en el núcleo de nuestras células (donde se encuentra la mayor parte de nuestro material genético), sino en unas estructuras llamadas mitocondrias, que son como pequeñas fábricas de energía dentro de nuestras células, y tiene estas características:
- Se hereda solamente de la madre.
- No se mezcla con el ADN del padre.
- Por eso, es ideal para rastrear la línea materna directa.
Este ADN nos permite seguir el rastro genético hacia atrás en el tiempo, y ver de qué mujer proviene esa línea de herencia ininterrumpida. Y esa mujer es la que llamamos “Eva Mitocondrial”.
Pero aquí viene la gran confusión: la Eva Mitocondrial no fue la única mujer viva en su época, ni mucho menos la única antepasada que tenemos. Ella en realidad vivió en una población con miles de individuos.
Lo que ocurre es que todas las demás líneas de ADN mitocondrial se extinguieron con el tiempo, porque esas mujeres no dejaron hijas, o porque sus hijas no tuvieron hijas, y así sucesivamente.
Esto no significa que sólo descendamos de esta mujer. Cada uno de nosotros tiene decenas de miles de ancestros, tanto hombres como mujeres.
Algunos nos dejaron el ADN mitocondrial, otros nos dejaron otras partes del genoma. Pero todos ellos forman parte de nuestro árbol genealógico.
¿Y hay también algún hombre antecesor nuestro que podamos llamar el “Adán”? – Sí, existe también un varón del que todos los hombres vivos actuales han heredado el cromosoma Y, que se transmite exclusivamente por línea paterna. Este hombre es conocido como el “Adán Cromosomal-Y”.
Pero atención: la Eva Mitocondrial y el Adán Cromosomal-Y no vivieron juntos, ni en el mismo momento, y ni siquiera se conocieron. Incluso podrían haber estado separados por decenas de miles de años.
Y el hecho de que en ambos términos se usen nombres bíblicos, es lamentablemente como una estrategia de marketing científico malinterpretada, que ha causado más confusión que claridad.
Porque el relato bíblico de que todos los humanos descendemos de una sola pareja llamada Adán y Eva y creada por un dios, es científicamente insostenible.
¿Por qué? Porque una única pareja fundadora no podría haber generado la inmensa diversidad genética que hoy observamos en los seres humanos.
Si toda la humanidad hubiera comenzado con sólo dos personas, el resultado habría sido un desastre genético: enfermedades hereditarias, malformaciones, y una pérdida total de variabilidad biológica.
La genética de poblaciones ha demostrado que nunca hemos sido menos que varios miles de individuos reproductores.
Por lo que nuestra especie se desarrolló y evolucionó dentro de comunidades, no de parejas solitarias. Y pensar lo contrario no es sólo absurdo, sino peligrosamente ignorante.
Los mitos religiosos, como el del Génesis, han distorsionado profundamente nuestra comprensión del mundo natural. La idea de un “diseño divino” o de un “creador” que moldea al ser humano a partir del “polvo de la tierra” (Génesis 2:7), no es más que una fantasía mítica, no una explicación válida.
Pero lo más grave es que incluso hoy, en pleno siglo XXI, se pretende imponer estos relatos como verdades académicas en las escuelas, negando el método científico y entorpeciendo la educación de generaciones enteras. Incluir la Biblia como si fuera un libro de biología o historia natural, es definitivamente un retroceso inadmisible y una ofensa a la razón.
La historia de la “Eva Mitocondrial” no debería usarse para reforzar creencias religiosas caducas.
Al contrario, nos muestra lo profundamente conectados que estamos los seres humanos, no por milagros ni mitos, sino por la evidencia tangible que nos da la ciencia. Definitivamente no descendemos de una sola mujer ni de una sola pareja.
Descendemos de muchas personas, de muchas poblaciones, de una compleja red evolutiva tejida durante miles de generaciones. Y la verdadera historia de nuestros orígenes es mucho más fascinante —y real— que cualquier mito antiguo.
[Godless Freeman]