
****Mike Hammer, el encargado de negocios de los Estados Unidos, se va a Miami, al nido de ratas de Miami, para balbucear contra Cuba.
¿Pero qué se cree este sujeto?
Con una arrogancia y prepotencia como si fuera un interventor designado en la seudorepública de 1902.
Con superlativo cinismo señala al gobierno de Cuba de ser responsable de las carencias que vive el pueblo cubano, cuando es el gobierno al que él representa, el principal violador de los derechos humanos de los cubanos, sosteniendo un bloqueo económico, financiero y comercial impuesto durante más de seis décadas en un acto criminal e inhumano que ha asfixiado a generaciones enteras, privándonos de alimentos, medicinas y recursos esenciales.
¿Pero cómo puede venir Hammer a hablar de derechos humanos, de dignidad humana, del “apoyo” de los Estados Unidos a los cubanos?
Cuando ese mismo país fue el que nos negó hasta el acceso al oxígeno en los momentos más difíciles de la pandemia de COVID-19.
Mientras en la Habana se pintaba con un rostro “diplomático”, “amable” y “conciliador”, allí en Miami finalmente dejó caer su careta y mostró su verdadero rostro.
¡Todo un cobarde! En sus “recorridos” por la isla, nunca visitó una escuela, un hospital, un consultorio médico o un barrio de la Cuba profunda, allí nunca fue.
Simplemente prefirió reunirse con los mismos “disidentes” financiados por Washington, siguiendo al pie de la letra un guión intervencionista.
Tiene el descaro de decir que habla desde “un país en libertad”, como si Estados Unidos fuera un modelo de derechos humanos.
“Se puede hablar libremente en un país”, afirmó, ignorando que en su “democracia” se reprime brutalmente a estudiantes que protestan por el genocidio en Palestina, se enjaula a migrantes en condiciones inhumanas y se persigue a quienes desafían el sistema.
La “libertad” en Estados Unidos es una farsa, un cuento que no resiste el escrutinio cuando vemos la violencia policial, la desigualdad racial y la criminalización de la disidencia.
Esa “libertad” de la que habla Hammer no es más que un mito sostenido por una estatua envejecida en Nueva York, mientras el imperio decadente ya no se sostiene ni con propaganda.
Lo más indignante es la desfachatez con que defiende la “política dura” de su gobierno contra Cuba.
“Vamos a regresar a una política dura hacia el régimen cubano”, declaró sin tapujos, celebrando sanciones que, según él, castigan a los “represores”.
Pero no, señor Hammer, usted sabe, y bien que lo sabe porque ese es el objetivo, esas sanciones afectan directamente al pueblo cubano.
Admite cínicamente que estas medidas son parte de su estrategia, mientras se atreve a culpar al gobierno cubano por las dificultades que ellos mismos han agravado.
Es el colmo de la hipocresía: el agresor que nos asfixia se presenta como nuestro salvador.
Presume de escuchar al pueblo cubano, pero sus palabras están vacías. “Queremos aproximarnos y acercarnos al pueblo cubano, mostrarles que nos preocupa su situación”, dijo.
¿Preocupación? ¿Dónde estaba esa preocupación cuando su gobierno bloqueó la entrada de ventiladores pulmonares durante la pandemia?
¿Dónde está cuando los cubanos enfrentamos apagones y escasez provocados, en gran parte, por las restricciones que ellos imponen?
Sus recorridos nunca buscaron entender nuestras necesidades, (y muy bien que saben de esas necesidades porque son ellos mismos quienes las provocan con su “máxima presión”), sino alimentar su narrativa de una Cuba “fallida” para justificar más intervencionismo.
Este señor sueña con los tiempos, cuando el embajador yanqui dictaba órdenes en La Habana como si fuera el dueño de la isla.
Pero se equivoca de época. Cuba no es el patio trasero de nadie, y los cubanos no nos dejamos engañar por yanquis prepotentes con delirios de conquistadores.
El bloqueo es la principal causa de nuestras dificultades, y ningún discurso suyo podrá ocultar esa verdad.
A Mike Hammer y a los suyos les decimos claro: No necesitamos que un gringo venga a “salvarnos”. Cuba seguirá resistiendo, como lo ha hecho por más de 60 años, frente a bloqueos, sanciones y agresiones.
Somos un pueblo soberano que decide su destino, y ningún gringo arrogante cambiará eso. Hammer, con su retórica, no es más que otro peón imperialista equivocado, que cree que puede doblegarnos.
¡Se equivoca! En Cuba mandan los cubanos, y los prepotentes como usted se van al carajo. ¡Patria o Muerte, Venceremos!