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Alfonso Alexander Moncayo: “Un colombiano con Sandino”: la intervención de Estados Unidos en Centroamérica

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****A principios del siglo XX, las empresas estadounidenses dominaban las economías de las repúblicas centroamericanas, incluida Nicaragua, y controlaban la mayor parte de la producción bananera, los ferrocarriles, las instalaciones portuarias, las minas y las instituciones bancarias. 

Estados Unidos intervino en Nicaragua en repetidas ocasiones para proteger sus intereses económicos. 

En 1912, los marines estadounidenses desembarcaron una vez más para mantener un gobierno proestadounidense; esta ocupación duró hasta 1925. 

Augusto César Sandino, un nacionalista y líder de los campesinos y trabajadores nicaragüenses, se negó a aceptar el tratado de paz patrocinado por Estados Unidos que mantenía intacta la influencia y el poder económico de Estados Unidos. 

Organizó un ejército de campesinos, trabajadores e indígenas para resistir a miles de marines estadounidenses y a la Guardia Nacional nicaragüense entrenada por Estados Unidos. 

De 1927 a 1933, Sandino libró una exitosa guerra de guerrillas contra Estados Unidos con el apoyo de antiimperialistas mexicanos y de otros países latinoamericanos. La solidaridad interamericana fue fundamental para el éxito de Sandino y un gran temor de Estados Unidos.

 Un partidario no nicaragüense de Sandino fue el periodista colombiano Alfonso Alexander Moncayo

En estas memorias de Moncayo se describe la profunda admiración que Sandino sentía por el líder independentista latinoamericano Simón Bolívar. (Traducción al inglés del texto original en español).

Yo estaba en ciudad de México, trabajando como columnista de planta en El Universal. El diario había mandado más de 10 corresponsales para tomarle un reportaje a Sandino, pero esté no los había admitido, pues tenía la sospecha de que bajo el pretexto de tomarle un reportaje, cualquier asesino vendido al imperialismo llegara y lo matara. 

Y es que la penetración imperialista en este aspecto había sido tan excesiva, que hasta un hombre de toda su confianza, el coronel Caracas, se vendió al enemigo por trescientos mil dólares.

A mí me mandaron a tomarle un reportaje a Sandino. Entonces alguien me indicó en el mismo México que la mejor forma de entrar a Nicaragua no era llegando por mar, sino entrando por tierra a través de Honduras. No tuve ninguna dificultad en llegar hasta Danli, frontera con Nicaragua. 

A veinte kilómetros de allí, en plena selva, me encontré con el primer destacado guerrillero, comandado por un señor Bellorín, un campesino común y corriente, de unos cuarenta años. 

Yo iba bien vestido, con mis botas altas, camisa de caki y casco, además de mi tipo americano.

 Al verme llegar vestido en esa forma me capturaron inmediatamente y solo me salvó de que me mataran el hecho de que hablara tan bien el castellano.
Sirviente de un sirviente

Me desnudaron completamente y me ataron a un pino. Cerca de las once de la noche llegó un muchacho rubio, fornido, que tenía algo que ver con el jefe de la guerrilla (después supe que era hijo), quien luego de leer mis papeles ordenó que me soltaran y me dieran una cama y buena comida, con lo cual mejoró mi situación.

Bellorín decidió entonces mandarme donde su jefe, el general Colindres, quien luego de conversar conmigo por más de media horo y de evaluarme como un individuo inteligente, me dijo sonriendo: 

“Hombre, usted se ha salvado por un pelo, ahora va a permanecer aquí, conmigo, bajo vigilancia, naturalmente”. 

Luego me mandó como ayudante de Chente, su cocinero, con lo cual comenzó la brillante carrera por la revolución, para Alfonso Alexander, de sirviente de un sirviente. 

Como era tanto el odio que se tenía hacia todo lo americano, me suprimieron el apellido, y como yo les había dicho que era de Columbia, me dieron mi apodo, el apodo que llevaría siempre: “Colombia”.

Un día fuimos rodeados por las tropas de ocupación. 

Eran más de 1,000 americanos y nosotros somos unos 200. Cuando el centinela vino a avisar a estabámos rodeados. 

Entonces Colindres ordenó el ataque, con bombas de dinamita que hacían allá con cuero de vaca. 

Como no tenía otra alternativa, brinqué donde el general y le dije: “General, deme un arma para probarle que estoy con la revolución y no soy un espía gringo como ustedes han creido”

El general me dio una pistola y yo me coloqué detrás de un tronco a disparar, cuando se me apareció Dietre, un gigantón de unos 22 años, y me dio una bomba de esas de cuero de vaca, con una mecha tan pequeña que si uno se demoraba una décima de segundo para lanzarla, le estallaba a uno en la mano.

Lancé la bomba contra una ametralladora de trípode que tenían los gringos, con tan buena suerte que cayó exactamente al pie de la misma, dejando intacta la máquina.

 Dietre y yo corrimos y enfilamos la ametralladora contra los gringos y al final ganamos la batalla. 

Entonces Colindres me ascendio a cabo alli mismo, sobre el terreno; Después ya fue fácil conseguirlo.

Por fin Sandino

Al cabo de varios meses de estar con Colindres llegó el coronel Ramón Raudales a llevar gente escogida para un ataque a la ciudad de León y me llevó con él. 

Al fin iba a conocer a Sandino. Cuando llegamos al campamento, Raudales nos hizo formar en fila. Yo llevaba una medallita que mi madre me había regalado en Pasto cuando era pequeño. 

Al salir Sandino, y luego de revisarnos a todos, llega frente a mí y me arranca la medalla con cadena y todo diciendo: “Maldita sea, yo no quiero aquí espías de los jesuitas”, y me mandó a encerrar.

Más tarde vino el General Salgado, un hombre anciano y sereno y me dijo: “El no cree en nada ni en nadie, animal, cómo te pusiste a exhibir eso, qué tal si yo no vengo, pues te acaba”.

 Fue y habló con Sandino y al cabo de un rato volvió con él. 

Venian sonriéndose a carcajadas y después de soltarme se puso a conversar conmigo, preguntándome qué sabía hacer. Le dije que conocía un poco de mecanografía y de ortografía; entonces me hizo una pregunta que posiblemente decidió mi destino: “¿Conoce usted la vida de Bolívar?” 

Yo había sido un especialista en la vida de Bolívar y así se lo dije. El quedó muy contento y me respondió que desde ese día tenía que desayunar, almorzar y comer con él, hasta que le contara toda la vida del libertador.

Cuando empecé a contar la historia, un ese hombre, que nunca lloraba por nada, se le soltaban las lágrimas de la emoción. 

Era un adorador loco de Bolívar, y eso sirvió para que me tuviera mucha más confianza. Desde entonces comencé a figurar como uno de sus secretarios; Tenía cuatro secretarios y les dictaba sobre materias distintas a la vez, en lo cual se mejaba con Bolívar.

El ascenso a general

Posteriormente, y cuando Sandino se propuso Tomar Puerto Cabezas, capital del imperio económico y político de la United Fruit Company, me nombró corresponsal de guerra, a órdenes del mayor Pancho Montenegro, y con el grado de capitán

En esa incursión nos tomamos Kisalaya, ciudad estratégica de unión entre el Atlántico y el Pacífico. 

A Pancho lo mataron ya mí me tocó dirigir la acción. Esto me valió un nuevo ascenso, y desde entonces esto continuaron. 

La verdad es que no puedo probar que llegué a mayor general, pues en el último combate que sostuve en Saraguasca perdí parte de mis papeles, hace algunos años, cuando Fidel estaba todavía en la Sierra Maestra en compañía del Che Guevara, Blanca Segovia Sandino, una hija del General que había nacido en mi presencia y que también acompañaba a Fidel, hizo una llamada a los generales superstites de la revolución de su padre para acompañarlos en la Sierra. 

Entre los generales me incluyeron a mí, lo cual conserva como un grato recuerdo, y como una cueva sentimental, digamos.

En total, estuve en 86 batallas y perdí solamente 3. Realmente honré a mi país, porque el nombre de Colombia lo repetían a cada momento. En el anuario del ministerio de guerra de 1933, el ejército me hace figurar bajo el epígrafe de ciudadanos colombianos que han honrado a su patria en el exterior. 

En dicho año me colocó al lado de personajes tan importantes como el general César Conto, quien batalló en Guatemala, Honduras y Nicaragua, y el general Benjamín Herrera, célebre por sus intervenciones en Honduras y México.

Sandino era ante todo un gran, militar y un gran estadista. 

De su genio militar da cuenta el hecho de que durante mucho tiempo, y creo que aún lo hacen, se ha dictado en la academia militar de West Point, en Estados Unidos, un curso sobre las tácticas de Sandino, obligatorias para todos los cadetes norteamericanos. 

Como estadista, cuando nadie hablaba de la unión indoamericana en un solo cuerpo, con el objeto de que pudiera entenderse como Norteamérica de igual a igual, él escribió “El supremo sueño de Bolívar”, en busca de ese objetivo. 

Ese pequeño folleto de 22 páginas autografiadas me lo dictó a mí, y yo le obsequié el original a mi compadre Darió Echandia en Bogotá.

Sobre su disciplina y personalidad, además de su espíritu de compañerismo, habla claramente la siguiente ley que él impuso: “En el combate, quien no respeta un grado irá a consejo de guerra; fuera de combate, quien trate a los demás con un grado será degradado, allí todos serán hermanos y compañeros.”

Era muy común verlo riéndose con todos nosotros y tratándonos de tú y vos, pero en el combate era distinto, nadie podía retroceder, todo el mundo tenía que avanzar, no admitíamos cobardes y no los teníamos.

Amor a primera vista

Era también muy humano. Recuerdo que cuando Sandino entró victorioso en su primera campaña a San Rafael del Norte llevó a sus tropas de caballería frente a la oficina de telégrafos, descabalgó, pistola en mano, y al entrar quedó sorprendida por una belleza en flor de 17 años, Blanca Aráuz.

 Más tarde me contó que se había enamorado a primera vista y, por supuesto, ella también. El caso es que apenas nos demoramos ocho días en la población, pero cuando regresó a las montañas de las dos Segovia, la nueva y la vieja Segovia, llevaba a Blanca Sandino al lomo de su caballo.

En una carta que me envió Sandino en julio de 1933 me dice: “Paso a contestar con el mayor placer su atenta del 4 de junio del corriente año, donde me expresa su más sentido pésame por el desaparecimiento de mi adorada esposa Blanquita, quien al morir me deja como recuerdo amorosa una preciosa muchachita, que he convenido llamarla Blanquita Segovia Sandino en conmemoración de esa mujer que con valor heroico nos acompañara en tan difícil y larga compañía en las regiones donde usted mismo tan valerosamente cooperó al éxito.” 

Esa muchachita, a la que se refería Sandino fue quien estuvo años más tarde al lado de Fidel en la Sierra Maestra.

Otro aparte de la misma carta, la cual conservo con especial cariño, nos da una imagen de cuáles eran los intereses de Sandino: “Estamos organizando en este puerto fluvial del Coco una sociedad de trabajo y ayuda mutua, basada en la fraternidad que usted conoce y practicó en nuestro ejército, denominada ”Cooperative Rio Coco”. 

Estamos haciendo casas, cuartel, hospital, comedor, oficina, Radio y todo lo necesario para vivir; estamos talando y cultivando enormes extensiones de terreno, haciendo lavaderos de oro, etc., el asunto es trocar estas vírgenes regiones en centros de vida y de cultural para todo ser humano acosado por la clase explotadora y la misería.

Ese ideal por el cual se luchaba en Nicaragua exigia una gran fe espiritual. 

Nunca se realizaba una reunión especial para celebrar alguna victoria importante porque materialmente no teníamos tiempo.

 Estábamos siempre luchando; Había ocasiones en que luchábamos 2, 3, 4, 7 veces al día. Luchábamos a cualquier hora, la guerra de guerrillas es algo verdeleramente dolorosa, morboso, se puede decir. 

Uno se descontrolaba; yo anduve dormido por plena selva, y mis compañeros también, fisicamente dormidos, topeteándonos contra los árboles, comiendo raíces de cualquier hierba, era una vida durísima, pero de todas formas a mí me ha dejado grandes satisfacciones.

El regreso a Colombia

Cuando yo me vine para Colombia no pude despedirme personalmente de Sandino, porque él se encontraba en San Rafael organizando su ejército y yo estaba en Managua, precisamente en los últimos arreglos de paz. La despedida fue ideal, pero sí recuerdo que él dio orden al señor Sacasa de que se me despidiera con todos los honores. 

Entonces en la campa de Marte se izaron simultáneamente las banderas de Colombia y Nicaragua, mientras sonaban los himnos nacionales de ambos países y los cadetes de la Escuela Militar se formaban en dos alas para que yo pasara acompañado por un alto funcionario del Ministerío de Reláciones Exteriores del señor Sacasa, hasta llegar al hidroavión que debía conducirme a mi país.

La causa de mi venida, como ya lo mencioné, fue la iniciación de la guerra entre Colombia y Perú. 

Yo venía de Nicaragua con un gran fervor, y todavia creía en la patria, por eso decidí ofrecer mis servicios al comandante de la cuarta zona militar, con el resultado de que fueron rechazados. La respuesta que se me dio fue que el gobierno no necesitaba gente.

Después de entender que la guerra entre Colombia y Perú fue un simple arreglo entre Sánchez y Olaya Herrera para poder consolidar sus propios gobiernos.

 La verdad es que Olaya Herrera estaba luchando contra todo el conservatismo de los Santanderes y su gobierno se encontraba bastante débil, entonces tenía que inventar, un pretexto para aglutinar a toda la gente con su gobierno, y que mejor pretexto que la defensa de la Patria. Por el otro lado, Sánchez se encontró en circunstancias idénticas en el Perú.

Con esta reflexión, en la cual se refleja la decepción de un hombre que arriesgó su vida por la liberación de una nación hermana y no pudo hacerlo por la suya propia, termina el relato de Alfonso Alexander, no sin antes apersonarse de la lucha que actualmente libra el pueblo nicaragüense y decir: “Estoy seguro, hablando como militar, no como político, que en vista de la situación actual de nuestras fuerzas y las fuerzas somocistas en todo el territorio de Nicaragua, no pasarán muchos días sin que logremos la victoria final”.

Fuente: Nuevo Amanecer Cultural , 12 de agosto de 1983, Archivo Nacional de Nicaragua. (Traducción de Félix Cortés.)

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