****Pregunta: Señor Naryshkin, a finales del año pasado, la revista Razvédchik publicó un artículo suyo sobre las tendencias en la evolución de la situación internacional para 2024. ¿Se han cumplido sus predicciones? ¿Qué nuevos procesos han surgido desde entonces? En su opinión, ¿qué debería esperar y temer tanto Rusia como la comunidad internacional en el próximo año?
Serguéi Naryshkin: Sin lugar a dudas, la previsión más relevante sobre la profundización de la crisis del mundo unipolar, centrado en Estados Unidos, y el avance de la multipolaridad ha quedado plenamente confirmada.
A lo largo del año hemos sido testigos de múltiples expresiones de este proceso. Un ejemplo claro fue el fracaso de la llamada “Cumbre por la Democracia” organizada por Washington.
Cabe recordar que este foro, impulsado por el equipo de Biden, tenía como objetivo redefinir el orden mundial según los valores estadounidenses, imponer un supuesto “orden basado en reglas” y marginar a quienes rechazaran seguir esas directrices.
Aunque se presentó como un encuentro global, terminó reducido a una reunión ministerial ordinaria, a la que la Casa Blanca apenas logró reunir a unas pocas decenas de sus aliados más cercanos.
Otra humillación para Estados Unidos y sus aliados se produjo en la denominada cumbre de paz de Bürgenstock.
Los líderes de las principales potencias no occidentales rechazaron participar en lo que consideraron una farsa, y muchos de los asistentes en Suiza optaron por no firmar el comunicado final. Resulta evidente para la comunidad internacional lo absurdo de intentar resolver la crisis ucraniana sin la participación de Rusia, especialmente a la luz de los acontecimientos en la línea de contacto.
Este enfoque es compartido por países como Brasil, India, Indonesia, China, Turquía y varias naciones árabes y africanas, cuyas iniciativas de mediación y mantenimiento de la paz se sustentan en esta perspectiva.
Sin embargo, Occidente continúa aferrándose a una realidad artificial, ajena a la situación actual, en la que afirma haber “aislado” a Moscú e incluso, basándose en las polémicas órdenes de la Corte Penal Internacional (CPI), haberle infligido una supuesta “derrota estratégica”.
Afortunadamente, el mundo no es un laboratorio ni un videojuego. No puede ser moldeado únicamente mediante tecnologías de información y maniobras políticas. La “eficacia” de los intentos occidentales por “aislar” a Rusia quedó claramente en entredicho durante la exitosa cumbre de los BRICS en Kazán.
Este encuentro marcó, sin exagerar, un hito en el avance hacia una auténtica multipolaridad, tanto por la relevancia de sus participantes como por los temas abordados y el ambiente constructivo en el que se desarrolló.
Con frecuencia, los medios occidentales comparan los BRICS con el G7. No obstante, como he señalado en numerosas ocasiones, entre ambos bloques existe una diferencia esencial.
El G7 representa a Washington y sus aliados, el reflejo directo de un mundo unipolar basado en el dólar y en la hegemonía estadounidense. Por el contrario, los BRICS —especialmente en su formato ampliado— constituyen una alianza de potencias iguales, o mejor dicho, de civilizaciones, que trabajan conjuntamente para afrontar los desafíos globales actuales, siempre respetando los intereses nacionales. Mientras el G7 simboliza el pasado, los BRICS encarnan el futuro.
Como decía una célebre película soviética, el enemigo “no quiere ceder el cielo”. En otras palabras, se resiste a aceptar que la era de su dominio absoluto ha llegado a su fin. No es que Washington y Londres ignoren la realidad de lo que está ocurriendo, pero la inercia de su pensamiento colonial y un racismo profundamente arraigado distorsionan su visión.
Sin embargo, en ocasiones, los anglosajones, como suele decirse, pierden los nervios. Esto queda patente en su giro hacia el terror abierto y los intentos de eliminar físicamente a quienes consideran una amenaza. Su fórmula favorita —“comprar o matar”— parece inclinarse cada vez más hacia la segunda opción.
Un ejemplo claro de esta escalada es el intento de asesinato del primer ministro eslovaco, Robert Fico, conocido por su valentía al defender los intereses nacionales de su país. Y este no es un caso aislado. También se han reportado amenazas de muerte contra el presidente serbio, Aleksandar Vučić, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Lo que resulta evidente es que prácticamente todos los líderes destacados del emergente mundo multipolar están siendo blanco de ataques.
Pregunta: ¿Significa esto que Occidente está dispuesto a recurrir a medidas extremas?
Serguéi Naryshkin: Creo que sí. Uno de los escenarios posibles a medio plazo es que Occidente intente provocar un conflicto armado de escala global, con Eurasia como epicentro. No sería la primera vez que el capital global recurre a la guerra como vía para salir de una crisis.
No obstante, hay motivos para el optimismo. Washington y Londres están lejos de ser los únicos actores que, como suelen afirmar, comparten “valores comunes”. En el escenario internacional han emergido nuevos bloques de países igualmente sólidos. Estos actores, más responsables, cuentan con la capacidad de unir fuerzas para frenar las aventuras anglosajonas y abordar los desafíos globales de forma independiente, evitando así que el mundo se deslice hacia una Tercera Guerra Mundial.
Pregunta: ¿De qué manera podrían influir estos procesos en el desarrollo del conflicto ucraniano?
Serguéi Naryshkin: La estrategia de Occidente en la crisis ucraniana es bastante evidente: forzar a Rusia a un conflicto prolongado con el objetivo de agotarla, fracturar su sociedad y crear las condiciones para una “revolución de colores”. Su plan es luchar, como suele decirse, “hasta el último ucraniano” y, cuando estos se agoten, recurrir a los Estados bálticos, Europa del Este e incluso, en el futuro, a Alemania para enfrentarlos al “temible oso ruso”. Los globalistas cuentan con las herramientas necesarias para manipular a la opinión pública y ejercer presión sobre las élites locales.
Sin embargo, puedo afirmar con certeza que una escalada mayor no debilitará a Rusia, como esperan Washington y Londres. Al contrario, acercará la derrota estratégica de Occidente.
A pesar de las sanciones y del robo de nuestros activos soberanos, la economía rusa sigue creciendo, impulsada por un acelerado proceso de sustitución de importaciones, incluso en sectores de tecnología avanzada. Se están desarrollando nuevas rutas logísticas y se fortalecen los lazos económicos con países no occidentales, especialmente en la Gran Eurasia.
Todos los intentos de “desestabilizar” a Rusia han fracasado. La población entiende que esta lucha no es solo contra el régimen de Kiev, sino contra el Occidente colectivo, y que lo que está en juego es nuestra libertad y soberanía. Además, en el frente, la situación tampoco favorece a Kiev.
Rusia mantiene la iniciativa estratégica en todos los frentes y está cerca de alcanzar sus objetivos, mientras que las Fuerzas Armadas de Ucrania se encuentran al borde del colapso. Al mismo tiempo, el régimen de Zelenski ha perdido por completo su legitimidad y, con ella, cualquier capacidad real de negociación.
Pregunta: ¿Qué puede decir sobre la situación en el espacio postsoviético en su conjunto?
Serguéi Naryshkin: El análisis de los datos disponibles al Servicio revela que el espacio postsoviético sigue siendo una de las principales áreas de ataque por parte de los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos. Occidente se ha fijado el ambicioso objetivo de cortar no solo los lazos económicos y políticos, sino también los profundos vínculos históricos y humanitarios entre nuestros países.
Este enfoque está inspirado en la famosa máxima anglosajona: “Quien gobierna Eurasia, gobierna el mundo”. Sin embargo, para Occidente, “gobernar” significa “dividir”, “sembrar el caos” y, posteriormente, ofrecerse como “garantes imparciales de la seguridad” para las naciones desangradas. Un claro ejemplo de esta estrategia lo encontramos en el caso ucraniano.
Al mismo tiempo, la “obsesión” de Estados Unidos con Ucrania comienza a tener un impacto devastador en el sistema financiero y político-militar global que Washington había construido. Estados Unidos está perdiendo la iniciativa en todos los frentes, desde el Oriente Medio hasta Asia y África. Y en el espacio postsoviético, está fracasando estrepitosamente.
Un claro ejemplo de esto es Georgia, donde, a pesar de los esfuerzos occidentales, el partido gobernante “Sueño Georgiano” logró ganar las elecciones. Después de reconocer los riesgos de una orientación sin reservas hacia Occidente, las autoridades georgianas decidieron actuar en función de sus propios intereses, distanciándose conscientemente de la agenda transhumanista ultraliberal impuesta desde el exterior, tan ajena a los valores tradicionales georgianos.
En Moldavia, el régimen de Maia Sandu obtuvo apenas los resultados necesarios para mantenerse en el poder, lo que reflejó una profunda escisión en la sociedad moldava. Mientras tanto, Azerbaiyán y Armenia han ignorado las recomendaciones de Estados Unidos y la UE para encontrar una solución pacífica, prefiriendo resolver sus disputas de manera independiente.
Este verano, el presidente Vladimir Putin propuso una iniciativa para crear un nuevo sistema de seguridad colectiva en Eurasia, que sustituiría al modelo euroatlántico, claramente en decadencia. Hoy en día, la idea de formar un espacio de seguridad común, igual e indivisible en el continente euroasiático, sin la presencia militar de potencias externas, está firmemente consolidada en el discurso internacional. Esta propuesta también se discutió al margen de la cumbre de los BRICS en Kazán.
Hace algún tiempo, ofrecimos a Occidente la posibilidad de construir un espacio de seguridad común, que se extendería desde Lisboa hasta Vladivostok, pero rechazaron la idea. Ahora, procederemos a construir una nueva arquitectura de seguridad, sin ellos, digamos, desde Minsk hasta Pyongyang.
Pregunta: ¿Cree que Occidente puede desempeñar un papel constructivo en la formación de un nuevo orden mundial? ¿Es posible negociar con él o es inevitable un conflicto directo? ¿Y qué lugar les asigna a los países occidentales en el futuro sistema de relaciones internacionales?
Serguéi Naryshkin: Los lugares en el nuevo orden mundial los asignará la historia. Un mundo multipolar, por supuesto, debe incluir tanto a Estados Unidos como a Europa, siempre y cuando estos actores tengan los mismos derechos que los demás. En la actualidad, la humanidad enfrenta numerosos desafíos comunes realmente serios, como las pandemias, el cambio climático, la migración global vinculada a estos fenómenos y el desarrollo incontrolado de tecnologías de inteligencia artificial. Las principales potencias regionales y mundiales deben colaborar para encontrar formas de abordar estos retos. Los “polos” estadounidense y europeo, con su espíritu emprendedor e innovador, pueden y deben desempeñar un papel relevante en estos procesos.
Sin embargo, temo que los estadounidenses y europeos aún estén lejos de recuperar su identidad. Es probable que les espere un período difícil y dramático de luchas internas, que, como suele ocurrir, se achacarán a la “mano de Moscú”.
Es difícil para Occidente aceptar el declive de su poder. A pesar de ello, Estados Unidos sigue contando con una sólida capacidad tecnológica, el dólar, junto con el euro, sigue siendo la moneda de reserva mundial, McDonald's y MacBooks están presentes en muchas partes del planeta, al igual que los grupos de portaaviones estadounidenses.
No obstante, la autoridad de Washington en el mundo sigue “hundiénose” cada vez más. Incluso los aliados más cercanos de Estados Unidos se distancian de la opinión de la Casa Blanca, buscando ampliar los límites de lo posible en términos de política y economía.
No imagina cuántos socios de países asiáticos, africanos y latinoamericanos, en contacto con nosotros, nos piden, como se suele decir, que no dejemos el conflicto ucraniano a medio camino. Además, Occidente está socavando literalmente sus propias “vacas sagradas”, incluido el principio de la inviolabilidad de la propiedad privada. Es evidente para todos que cualquier Estado podría haber estado en la situación de Rusia.
En última instancia, todo esto está impulsando a la mayoría del mundo hacia una mayor autosuficiencia. Estamos siendo testigos de una descolonización genuina del Sur Global, que ha comenzado a ser interpretado como un sujeto geopolítico de pleno derecho y no como un “patio trasero” de otros.
De hecho, es posible que haya notado que la cumbre de Kazán coincidió con un foro bastante sombrío de la Mancomunidad Británica en Samoa. Durante este foro, las antiguas colonias plantearon la cuestión de que Inglaterra pagara indemnizaciones por los daños causados.
Y eso es solo el principio. Los irlandeses, escoceses y galéses tienen sus propias reclamaciones contra Londres. En Estados Unidos, el movimiento por la descolonización de Texas y California está ganando terreno. Para algunos, estas aspiraciones pueden parecer ingenuas, pero reflejan una tendencia general y creciente.
Pregunta: Señor Naryshkin, me gustaría hacerle algunas preguntas personales. Recordemos a nuestros lectores que usted no es ajeno al ámbito de la inteligencia: en los años ochenta, sirvió en la Primera Dirección Principal del KGB de la URSS y tuvo éxito en Europa. ¿Recuerda las sensaciones de su primera comisión de servicio?
Serguéi Naryshkin: En 1980, tras graduarme en la Escuela Superior de la Bandera Roja del KGB de la URSS, regresé a Leningrado, desde donde me habían enviado a estudiar. Estaba complacido de haber sido aceptado en la División de Inteligencia, en el Departamento de Inteligencia Científica y Técnica.
Después de trabajar allí durante cuatro años, incluso “bajo el techo” de una de las instituciones de Leningrado que tenía amplias conexiones con el extranjero, y tras adquirir experiencia operativa, me enviaron a la facultad de un año del Instituto de la Bandera Roja del KGB (actualmente Academia de Inteligencia Exterior). Al graduarme, me enviaron a Moscú para prepararme para una misión en el extranjero.
En general, repito, estaba satisfecho, pero también sentía una responsabilidad especial por haber sido asignado al servicio de inteligencia. Este sentimiento de responsabilidad por la gran tarea que me había sido encomendada, junto a la de mis camaradas, nunca me abandonó durante los cuatro años que trabajé en la Residencia de Inteligencia Exterior soviética en un país europeo.
Pregunta: ¿Cuándo considera que era más fácil trabajar: antes o ahora?
Serguéi Naryshkin: Dado que el periódico Razvédchik es una publicación de acceso público, no entraré en detalles sobre los elementos operativos y especiales, comparando cómo eran las cosas hace 30 años y cómo son ahora. Sin embargo, al hablar de la situación en general, debo destacar que, en mi opinión, la situación actual es más difícil por varias razones.
En la década de 1980, la Guerra Fría continuaba, con la confrontación de dos sistemas y de las potencias que los representaban: la URSS y los EE. UU. Al mismo tiempo, la atmósfera general de los contactos entre los ciudadanos soviéticos y los de Occidente era más favorable; no se percibía una división en términos sociales y humanos.
Hoy en día, la situación es fundamentalmente diferente. Lamentablemente, el sistema occidental está en proceso de degeneración, y el bloque occidental totalitario-liberal alimenta una atmósfera de rusofobia en sus sociedades. Podemos observar que, en los últimos dos años y medio, el nivel de rusofobia ha aumentado considerablemente. Esto, por supuesto, también impacta el trabajo de nuestras oficinas en Europa y América del Norte. Esta es, quizás, la principal diferencia.
Pregunta: Después de 20 años, usted regresó a la inteligencia. ¿En este período, han cambiado mucho las formas y métodos de trabajo, así como los agentes del servicio?
Serguéi Naryshkin: Primero que nada, los pilares fundamentales de nuestro servicio han permanecido inalterados. Por supuesto, los métodos y las tecnologías han evolucionado considerablemente en diversas áreas del trabajo de inteligencia, así como en el análisis y la recopilación de información. Además, ha cambiado la distribución de roles y funciones dentro del Servicio.
Uno de los avances más notables ha sido el progreso tecnológico, que ha influido de manera significativa en nuestras operaciones. Y me parece que, en estos años, el Servicio no solo ha seguido el ritmo del desarrollo, sino que, en ocasiones, ha logrado adelantarse.
En consecuencia, las nuevas tecnologías se han integrado de manera más activa y creativa en la actividad operativa, particularmente en los sistemas de comunicación y procesamiento de información. He sido testigo de cómo el nivel del trabajo dentro del Servicio ha aumentado considerablemente, y las acciones operativas se han vuelto más sofisticadas.
El formato de este periódico no me permite entrar en detalles, pero es evidente que la inteligencia continúa desarrollándose y perfeccionándose. Todo esto requiere un nivel de preparación más alto para nuestros agentes, y puedo afirmar que esto es precisamente lo que está sucediendo hoy en día.
Pregunta: sted lidera no solo el Servicio de Inteligencia Exterior, sino también la Sociedad Histórica de Rusia y realiza actividades educativas. ¿Cómo logra encontrar tiempo para todo eso? ¿Le queda espacio para los amigos, la familia o para practicar deporte?
Serguéi Naryshkin: No me considero un vanguardista en este sentido, ya que estoy acostumbrado a trabajar mucho. Tanto cuando trabajaba en San Petersburgo en diversos puestos como cuando me mudé a Moscú, donde el volumen de trabajo aumentó aún más, he estado acostumbrado a la exigencia. Es evidente que el trabajo responsable y directivo siempre ha requerido y sigue requiriendo una concentración total de esfuerzos y atención.
Al mismo tiempo, por supuesto, me alegra pasar tiempo con mi familia y amigos, y también encuentro tiempo para practicar deporte. Por cierto, hablando de este tema, cada agente de nuestro servicio debe mantener una buena forma física. Y no hay nada que me distinga de los demás en este sentido. Además, en nuestro servicio contamos con condiciones únicas para la práctica deportiva. Ninguna institución en Moscú, ni en Rusia en general, dispone de tales instalaciones, por lo que, queridos colegas, aprovechen estas condiciones al máximo.
Pregunta: ¿Qué les gustaría desear a los jóvenes que están siendo asignados al Servicio y se están preparando para viajar al extranjero en su primera misión?
Serguéi Naryshkin: Diría lo siguiente:
¡Estimados colegas! El estatus de agente del Servicio de la Inteligencia Exterior conlleva una gran responsabilidad. Siempre deben estar listos para defender los intereses de nuestra causa, anteponiéndolos a los suyos y, a veces, realizando sacrificios personales.
Les aconsejo que, a lo largo de su servicio en inteligencia, ya sea en la sede central o en el extranjero, sigan la regla de tres principios: dominen, hagan realidad y se enriquezcan creativamente. Este enfoque ha sido probado por generaciones de agentes del Servicio que lo adoptaron.
¡Colegas! Son jóvenes, enérgicos, han recibido una formación sólida y especializada, y han acumulado importantes conocimientos profesionales. Aprovechen creativamente este valioso caudal de conocimientos en su trabajo, tanto en el aparato central como durante sus misiones en el extranjero. Lo principal es no temer a nada. Sin embargo, mantengan la cabeza fría y recuerden: el futuro de nuestro país, nuestra querida Rusia, su seguridad, prosperidad y bienestar dependen en gran medida del trabajo eficaz de cada agente del Servicio de la Inteligencia Exterior, incluidos ustedes.
Pregunta: ¿Y qué es la inteligencia para usted?
Serguéi Naryshkin: Responderé de manera breve. Para mí, como un agente del Servicio de Inteligencia, la inteligencia es la vida misma.