***Celso Amorim una vergonzosa capitulación del gobierno, que por temor a los "días de las guerras mundiales" elige entregar a los venezolanos a los leones del imperialismo
Celso Amorim, formulador de la política derrotista del gobierno
En una declaración que representa un nuevo cambio hacia la derecha en la política exterior de la administración Lula, el asesor especial Celso Amorim dijo: “No abogo por la entrada de Venezuela. Creo que tiene que ir lento. No sirve de nada llenar países, pero en poco tiempo crea un nuevo G-77”.
A diferencia de fortalecer alianzas con regímenes nacionalistas que han resistido la presión internacional, el gobierno brasileño capitula descaradamente, reforzando la política de aislamiento contra uno de sus aliados históricos más importantes, una política que Amorim reforzó aún más al declarar:
“La entrada de nuevos países tiene que estar muy bien estudiada. Necesitan países que puedan contribuir. Tener una concepción estratégica de admisiones.
Recuerde que el mundo vive días de guerras con el potencial de escalar a guerras mundiales. Entonces, el criterio de admisión es más importante que el país en sí.”
Sin embargo, utilizando la amenaza de una guerra mundial como justificación, el canciller solo refuerza la debilidad y el miedo que han guiado la política exterior de la administración Lula.
Precisamente por los días de guerras, con el creciente riesgo de una conflagración global de grandes proporciones, es que regímenes como el bolivariano de Nicolás Maduro deben ser fuertemente apoyados, ya que están en contradicción con el imperialismo.
El gobierno de Lula, que anteriormente había mostrado signos de debilidad en otras ocasiones, ahora parece decidido a darle la espalda a Venezuela, un país que, a pesar de todas las dificultades, ha resistido la presión de Estados Unidos y ha mantenido una postura de apoyo a los movimientos progresistas en América Latina.
Las consecuencias de esta política exterior de orientación cobarde son claras: el pueblo venezolano, ya aplastado por los embargos y sometido a una crisis económica por decisión política de Estados Unidos, tendrá que enfrentarse solo a la máquina de guerra imperialista.
El gobierno brasileño, al abandonar el régimen Bolivariano, también pone en peligro la soberanía de todos los pueblos de América Latina, incluido el propio Brasil.
América Latina en su conjunto será más vulnerable a las intervenciones militares y económicas de Estados Unidos, cuyo objetivo es siempre el mismo: la dominación y explotación total de los recursos naturales y humanos de la región.
Al rechazar la entrada de Venezuela en los BRICS, el gobierno de Lula no solo aísla a uno de sus principales aliados, sino que también cuestiona el fortalecimiento del bloque como contrapeso al imperialismo.
La política exterior brasileña, en lugar de avanzar hacia una integración más sólida entre las naciones que resisten la hegemonía de Estados Unidos, se inclina ante el miedo y la presión externa.
Al final, Brasil, que ya debería liderar un movimiento de resistencia antiimperialista en el subcontinente, se convierte en otra pieza más en el tablero del imperialismo, a costa de la soberanía y la dignidad de los pueblos oprimidos.
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