Pablo Gonzalez

Nicaragua: Fundadores del Derecho Internacional

Por Moisés Absalón Pastora
Siempre he referido, como un nicaragüense orgulloso de lo que nos distingue y caracteriza, que esta es la mejor Patria de todo nuestro tiempo como nación, en consecuencia, la mejor Nicaragua de toda nuestra historia.

Decirlo y reconocerlo es posible por la nacionalidad, por el patriotismo, por el vínculo íntimo que nos impone el ideal acumulado de tantos pensamientos agigantados en el tiempo, que desde sus proezas nos entregaron un país sostenido en una dignidad espartana que se construyó desde la memoria más remota de aquel indígena que venció al colonialismo para depositar la estafeta de la resistencia en Darío, en Zelaya, Zeledón, Sandino y desde una dimensión más contemporánea en Carlos Fonseca, el profeta ideológico de un proceso que nos condujo al 19 de julio de 1979 y ahora en Daniel Ortega Saavedra, el gran transformador de la Nicaragua de hoy.

Hago esta introducción para recordar que un 9 de abril de 1984, hace 40 años atrás, la naturaleza ofendida de nuestro país, asistida de la razón contra la fuerza irracional de todo lo que representaba el imperio norteamericano en ese momento, casi dueño absoluto del mundo, se daba el privilegio, la satisfacción libertaria, de acusar ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya a Estados Unidos, al Águila Imperial, a ese enemigo de la humanidad que tenía licencia para matar, para invadir, para intervenir, para promover golpes de estado, para amamantar dinastías y apadrinar dictaduras, hasta ese momento, sin que nadie osara levantar la frente en ningún organismo y menos con uno que tuviera que ver con la justicia para sentar en el banquillo a los criminales y asesinos que construyeron el todavía poder económico que ostentan con la sangre de los pueblos inocentes del planeta.

Pues bien, este pasado 9 de abril, que ahora es nuestro abril de paz, celebramos y conmemoramos la decisión valiente -loca decían los sirvientes nacionales del imperio en nuestro país- de haber sembrado una victoria que más tarde cosechamos como el haber sido reconocidos como el David que llegó a vencer a Goliat.

Hace 40 años Nicaragua puso sobre la mesa del máximo tribunal de justicia del mundo, la HAYA, un expediente que goteaba la sangre de un pueblo lacerado por la explosión y expansión de minas que hicieron volar puertos, minas y estructuras relevantes que se convirtieron en el objetivo terrorista de aquel que había sido vencido desde la prosa literaria de Rubén, desde la revolución liberal y nacionalista de Zelaya, desde el Coyotepe y la Barranca dónde Zeledón dijo aquí muero y no me rindo, desde el Sandino en las Segovias que hizo clavar el pico del águila en nuestra montañas, desde el 19 de Julio de 1979 y hasta nuestros días porque desde entonces Estados Unidos jamás pudo con una Nicaragua que lo único que siempre quiso y querrá es vivir en paz, pero afirmando con la gallardía de sus próceres y de sus héroes que somos un pueblo libre y que vamos a seguir siendo libres.

¿Hay quienes se preguntan y qué logró Nicaragua con introducir 40 años atrás la acusación que más tarde nos resultó en un fallo victorioso, irreversible, irrenunciable e innegociable?

Hay traidores que se cuadran a la bandera imperial, como lacayos que son, que con sorna preguntan y ¿dónde están los 17 mil millones de dólares que por entonces se calculaban eran los daños ocasionados por los terroristas de la Casa Blanca?

Hay desvergonzados y traidores a la patria que siempre esgrimen que la conservadora y ex presidenta Violeta Barrios en 1990 lo primero que hizo fue perdonar al imperio la sentencia y el cálculo de la deuda acumulada a cambio de unos maletines de dólares que terminaron en las manos de su yerno Antonio Lacayo ¿y que si eso había sido así que para qué insistir?

Déjenme decir lo siguiente Nicaragua logró desde aquel momento, hace 40 años, convertirse en la nación fundadora que hizo del derecho internacional el arma más poderosa de su razón y aquel paso, que sigue generando victorias, es irreversible, irrenunciable e innegociable porque eso fue el instrumento que también nos hizo vencer contra Colombia, contra Honduras y contra Costa Rica.

Los vende patria deben saber que ya a estas alturas del juego ya no son 17 mil millones de dólares lo que Estados Unidos nos debe indemnizar, sino que esa cifra sigue creciendo, que el interés y el lucro cesante son una factura a cobrar y que en algún momento lo nuestro volverá a las manos ofendidas de la patria, porque esa deuda sigue siendo legítima, porque los nicaragüenses no la hemos perdonado, porque la locura de haber creído que eso se podía hacer, se estrella contra la sangre inocente de quienes sufrieron el espanto y el dolor de una agresión, que como todas las de Estados Unidos por el mundo son de lesa humanidad.

Nada que se pueda recibir de todas formas regresará de la muerte a los inocentes que fueron víctimas de aquellos actos terroristas, pero no hay duda que existe una razón que todos los días nos asiste para no declinar en el propósito de cobrar esa deuda y es que los crímenes de la Casa Blanca contra nuestro pueblo no paran.

Ya hablaba en el introito de este tema que tenemos el mejor país de todos los tiempos porque tenemos memoria histórica y todo ese recorrido nos hace un país distinto a todos los demás, que escasamente conocen su presente, porque nosotros estamos llenos de historia, de epopeyas, de actos heroicos, de juventudes que en cada una de sus generaciones, devoraron las páginas escritas nuestro republicanismo con la avidez de entender, comprender y emular los actos que nos proyectan internacionalmente como una nación forjada en la dignidad.

La dignidad amigos y amigas, compañeros y compañeras, es el respeto que por sí mismo tiene una persona, es el que distingue a una sociedad, es el de un país que lo demanda y exige desde la determinación emanada de un pueblo y es capaz demandarlo al más encumbrado y ensoberbecido poder militar o económico del planeta y eso es lo que hemos impuesto a los enemigos de la humanidad, una raya y una frontera, que separa nuestra estoicidad de la cobardía de aquellos indigentes morales que gritan frustrados porque no saben hacerse oír ante aquellos que hemos sido sus agredidos.

La desesperación de los que han sido vencidos por nuestra razón es siempre estar reeditando sus sanciones, sus absurdos de declararnos como una nación peligrosa para la seguridad nacional del imperio. 

Ellos ven en la justicia que nos asiste y en el poder de nuestros argumentos los submarinos nucleares que no tenemos, pero que rodean sus costas, los hipersónicos Mig, que tampoco tenemos, sobrevolando su espacio aéreo y atacando los centros de poder de un imperio decadente que comienza a verse disminuido porque hay otras naciones en el mundo que ahora dicen que si Nicaragua pudo entonces ellas también y que junto a nuestro país hoy celebran un hito histórico en el planeta y abrazan en profundidad el significado y alcances de la demanda histórica de Nicaragua en contra de Estados Unidos.

Por si fuera poco Estados Unidos no es solo un delincuente que se ríe del derecho internacional sino que pretendiendo esconder la ejecutora mano criminal que lo distingue utiliza a sus perros de pelea en la OTAN para asesinar pueblos y naciones como los hermanos Palestinos condenados a muerte por el gobierno sionista de Israel, el mejor aliado del Pentágono, la CIA y el Establishment en el oriente medio; como lo hacen contra Rusia usando a un comediante que en Ucrania juega a las pistolitas y que está desahuciado por un mundo que ve en él a un comediante de poca monta, que tiene los días contados por los que fueron los grandes vencedores de Napoleón y de Hitler o simplemente quien desde la Casa Blanca y la profundidad de su bunker, nos quiere conducir a una terrible tercera guerra mundial donde el poder de la pólvora es ahora nuclear, seguramente con niveles de extinción para la humanidad, que como juez inequívoco señala a norte américa como el inquisidor que hace escuchar sus ladridos provocadores desde Taiwán para hacer oír el rugido del Tigre Asiático, China, al que tocan con vara corta ignorando que es ahí donde está la cuna de fuegos que no son artificiales.

Cuando digna y soberanamente hace 40 años se decide acusar formalmente a Estados Unidos ante la Corte Internacional de Justicia, antes se pasó por un proceso de estudio, documentación, selección de los actores protagónicos que nos defenderían y de la misma forma las consideraciones geopolíticas de aquellos tiempos en que el imperio era de hecho el dómino del mundo y controlaba absolutamente todo.

Aquello fue nadar contra la corriente, era como una aventura, arriesgada y atrevida porque éramos un país agredido por una guerra, que consumía sus propios recursos en defenderse de aquel agresor que además siempre tuvo en sus cálculos volver a invadirnos directamente.

La acusación introducida por Nicaragua contra Estados Unidos el 9 de abril de 1984 ante la Corte Internacional de Justicia dio paso a que el 26 de noviembre de ese mismo año con una votación de 15 votos a favor y 1 en contra, la HAYA determinara admisible la acusación y que el 27 de junio de 1986 la corte fallara respecto al fondo del asunto y sentenciando a favor de Nicaragua y la respuesta inmediata del imperio fue negar la jurisdicción del máximo tribunal planetario.

¿Por qué acusamos a Estados Unidos? ¿qué nos hizo en aquella coyuntura en lo particular?

El Gobierno de Estados Unidos mediante la CIA y otras estructuras de su plataforma terrorista, desde 1983 planificaron ataques y destrucciones de instalaciones en Puerto Sandino, el aeropuerto internacional, varios oleoductos, ataques de helicópteros estadounidenses sobre objetivos nicaragüenses, voladura de depósitos petroleros, minado de Puerto Corinto y otras de sus instalaciones, ataque en Potosí, minado del Puerto el Bluff y San Juan de Nicaragua en Río San Juan, dónde no quedó piedra sobre piedra.

El sobre vuelo constante del “Pájaro Negro” sobre espacio aéreo nicaragüense para recoger información sobre nuestras posiciones; el retiro de apoyo económico del Gobierno de Estados Unidos hacia el Gobierno de Nicaragua en 1981, que apenas entraba; se redujo significativamente la cuota de importación de azúcar desde Nicaragua hacia Estados Unidos de un 90 al 100 por ciento y se impuso un embargo comercial general de parte de este último el 1 de mayo de 1985, al igual que hubo bloqueos de préstamos hacia Nicaragua mediante influencia de Estados Unidos en el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (uno de los grupos conformantes del Banco Mundial); y en materia jurídica, se violaron el Artículo 2, párrafo 4 de la Carta de las Naciones Unidas relativo a la prohibición de la amenaza y uso de la fuerza, el principio de no intervención interna y de la no violación de la soberanía nacional de los miembros conformantes de la Carta de la Organización de los Estados Americanos.

Ante los hechos ilícitos cometidos contra Nicaragua, el 9 de abril de 1984 se entregó a la Corte Internacional de Justicia en La Haya, de parte del Embajador de Nicaragua en Países Bajos, una solicitud formal de acusación contra Estados Unidos, invocando el Artículo 36, párrafo 3 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia.

Era tal la evidencia que acuerpaba esta acusación, la de un país pequeñísimo contra el más grande imperio que conozca la humanidad hasta nuestros días, que de previo había certeza de su admisión y fue tan impactante que la misma sociedad norteamericana quedó estupefacta y avergonzada de lo que su gobierno fue capaz de hacer contra una nación como la nuestra a la que además le habían impuesto la guerra.

Tristemente la soberbia imperial no solo no responde al fallo de acuerdo a lo que dicta el derecho internacional, sino que además en su loca obsesión contra Nicaragua continúa agrediéndonos bajo el disfraz de sanciones que persiguen someternos a sus dominios de conquista.

Los misiles de odio del imperio continuaran contra nosotros, pero también los nicaragüenses con la sentencia y el derecho que nos asiste continuaremos diciendo en altas voces que el cobro de la demanda por los daños ocasionados a nuestro país no se olvida y que aun cumpliendo en algún momento con lo que le corresponde este caso no se cierra porque ante los pueblos libres del mundo este es un tema de antología que además es materia de estudio en las más encumbradas universidades del mundo donde se forman y preparan a los más avezados estudiosos del derecho internacional.

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