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Si algo hemos aprendido en este mar de tormentos y lágrimas que es Guatemala, es a no confiar en lo legal, ni asumir lo lógico. Aquí pasa cualquier cosa por imprevisible, extrema, ilegal y contradictoria que parezca.

José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista político

Falta mes y medio para conocer si Bernardo y Karin asumen formalmente, al igual que los candidatos de Semilla que fueron electos. Las opiniones van desde las expectativas más cándidas, hasta las premoniciones más oscuras y fatalistas. Algo lógico en este terruño tan dado al maniqueísmo de: todo blanco o todo negro.

Si algo hemos aprendido en este mar de tormentos y lágrimas que es Guatemala, es a no confiar en lo legal, ni asumir lo lógico. Aquí pasa cualquier cosa por imprevisible, extrema, ilegal y contradictoria que parezca.

La historia está plagada de ejemplos que lastimosamente no se aquilatan ni dimensionan para formar criterios serios sobre lo que pasa y lo que podría pasar en el futuro inmediato.

La inocencia de un Jacobo Árbenz en 1954 quien creyó que, con su renuncia, los norteamericanos no invadirían ni reprimirían a la población, dándose con ello un retroceso espantoso que aún no hemos logrado superar. Los lodos de hoy, provienen de aquellos polvos.

Qué decir de la ilusoria expectativa del Partido Revolucionario (PR) y su candidato, después presidente, Julio César Méndez Montenegro, cuando se atrevieron a mercadear un “tercer gobierno de la revolución”. 

Sin embargo, los resultados en sangre por la violencia desatada en esa época (1966-1970), así como el descubrimiento del famoso “Concordato”, dejaron uno de los peores gobiernos que, utilizando una fachada civil, consolidaron la continuidad militar. 

Ya he mencionado cómo el “Concordato” fue un pacto que los militares habían obligado a suscribir al partido y candidatos ganadores (presidente y vicepresidente) mediante el cual el control principal se mantenía en manos castrenses, quienes decidirían (y así fue) todas las cuestiones importantes, dejando al gobierno civil para actos administrativos intrascendentes.

Otro pasaje que muchos creyeron podría haber cambiado la historia política de este territorio, lo constituyeron los dos golpes de Estado seguidos del 23 de marzo de 1982 y el 8 de agosto de 1983. 

La continuidad militar se consolidó por medios civiles y preparó el terreno para lo que se dio en llamar la apertura democrática desde 1984 (Asamblea Nacional Constituyente) y 1985, nueva constitución y victoria del primer gobierno civil después de una larga dictadura militar de 1954 a 1985.

También se generaron expectativas cuando fracasó el serranazo y la ilusoriamente aglutinadora Asamblea de Sectores Civiles, la cual apoyó la llegada del único presidente que asumió sin partido y sin elecciones: Ramiro De León Carpio.

 No está demás indicar que los empresarios manipularon –como sucede siempre– tanto el serranazo, su fracaso, la fusión de sectores del poder económico con los civiles y luego el “vacío”; todo lo cual concluyó con una reforma constitucional a la medida del gran capital y un presidente gris que allanó el camino de las reformas estructurales impulsadas por Washington e implementadas en Guatemala por Álvaro Arzú (1996-2000) con el Partido de Avanza Nacional (PAN).

Ni qué decir de la gran decepción con los Acuerdos de Paz que se suscribieron en 1996 pero tardaron 9 años en convertirse en Acuerdos de Estado hasta 2005, y que nunca llegaron a implementarse. Luego vino La Plaza en 2015 y como todo movimiento basado en emociones, su efervescencia cedió muy pronto.

La gran lección aprendida fue que el Estado oligárquico no está dispuesto a ceder un ápice, así se trate de movimientos reformistas light, representados en el socialcristianismo o la socialdemocracia.

Hoy estamos ante una sorpresa que ninguno previmos, pero que desató –nuevamente– los temores del capital tradicional monopólico y ultra conservador. En contubernio con sus operadores políticos de alto nivel (los 3 poderes del Estado) han financiado e impulsado todo tipo de agresiones en contra del voto democrático, el cual fue ejercido dentro de un sistema que ellos mismos diseñaron y han patrocinado por muchas décadas.

Toda la experiencia histórica acumulada debiera servirnos para enfrentar lo que se viene, con base a los tres escenarios/planes que visualizo:La alianza criminal seguirá presionando de tal forma que, si bien permitiera la toma de posesión de los legítimamente electos, estos lleguen totalmente debilitados y la gobernabilidad se vuelva inviable, debiendo ceder ante el poder económico, como es costumbre. Esta “aceptación” para que asuman respondería al plan macabro de asestar el golpe final mediante la Lawfare, ya con Arévalo como presidente. 

Algunas fuentes ligadas al empresariado afirman que Giammattei les habría comunicado esta “solución final” mediante la frase: “Dejemos que asuman, pero en marzo los bajamos”.

Por increíble que parezca, muchos todavía no dimensionan lo que sería un nuevo gobierno sin partido oficial. Y, dentro de la estrategia general, la táctica es cancelar otros partidos, para que no se vea como un ataque directo a Semilla.

El desgaste sufrido hasta el momento, habrá alcanzado para sembrar dudas y distraer en torno a una insulsa transición que solo legitimó a los golpistas, desviando los esfuerzos principales sobre las cuestiones torales para hacer gobierno y agenda legislativa. 

Se insiste en desgastar y debilitar sin perjuicio del plan inicial para que no asuman.

Sigue en marcha el golpe y lo concretan. Consolidan el escenario tipo Nicaragua.

EE. UU. somata la mesa, se distancia de su postura diplomática y mediante fuertes sanciones económicas y persecución penal internacional, doblegan a las narcoélites y sus operadores.

Ahora bien, las grandes preguntas que se derivan de estos escenarios aún no tienen las sólidas respuestas que se requieren, por lo que solo dejo una provocación general: ¿Responderemos como pueblo organizado y articulado a lo que se viene o dependeremos de lo que haga o deje de hacer EE. UU.?

Publicado por La Cuna del Sol

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