VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

La guerra perdida de Israel


Mis palinuros y atlántidas, unas breves reflexiones lunares sobre el genocidio sionista contra la población de Gaza, que, entendemos mi alter ego y yo, son reflexiones necesarias para entender el fondo último de la guerra de décadas de los sionistas contra Palestina.

 También el por qué Israel -pese a poseer los medios militares que posee y de gozar del apoyo inmoral y total de EEUU y un puñado de países europeos-, nunca puede ganar esa guerra, mate a cuantos mate y destruya todo lo que pueda destruir.

Lo primero, y fundamental, es que no es una guerra por motivos económicos, políticos, geopolíticos o de rapiña. No lo es. Es algo peor, porque es una guerra entre dos pueblos, dos mundos y dos religiones por un mínimo, exiguo territorio, en el que, teóricamente, podrían convivir, pero que, realmente, tienen casi imposible hacerlo.

 Los países, sin excepciones, se han formado por poblaciones asentadas durante siglos en un territorio que tienen y consideran propio, sin que nadie discuta o dispute esta pertenencia.

 Pueden haber (y las ha habido por montones) disputas limítrofes y territoriales -China e India por los límites coloniales; Venezuela y Guayana por el Esequibo; Bolivia y Chile por la salida al mar-, pero nunca se discute la existencia misma del país ni la titularidad del núcleo territorial sobre el que se asienta cada Estado.

Palestina es el único sitio del mundo donde dos pueblos se disputan a muerte el territorio sobre el que se asientan uno y otro pueblo. La división de Palestina en dos Estados pudo hacerse en sus inicios, pero la realidad era que los judíos no querían dos Estados. 

Querían todo el territorio palestino para crear un Estado judío al que pudieran emigrar todos los judíos que así lo desearan. 

No ha sido una idea improvisada. 

El sionismo se impuso a sangre y fuego sobre los palestinos para crear el Eretz Israel, el Gran Israel, una idea influenciada por las teorías geopolíticas imperialistas del siglo XIX, sobre todo alemanas, relativas al "espacio vital", el lebensraum``, entendido como el espacio territorial imprescindible para el desarrollo de un gran pueblo.

 Lo que se haría, claro, sobre pueblos considerados inferiores. Las dos guerras mundiales fueron provocadas, entre otras cuestiones, por la visión expansionista de las potencias imperiales. 

Alemania soñó por siglos con expandirse por Ucrania (sigue soñando) y EEUU hizo del robo de territorios el eje de su política exterior desde sus orígenes. Los eslavos eran subhumanos y los indios ni siquiera personas.

Recientemente se hizo público un proyecto israelí centrado en la idea de que, aprovechando el ataque de Hamás, gobiernos aliados de Israel convencieran a Egipto para que aceptara la expulsión de los palestinos de Gaza y su asentamiento en la península del Sinaí

El plan fue abandonado por el rechazo total de Egipto y la negativa de los países atlantistas consultados a apoyar tal barbarie. 

Ayer, el gobierno de Jordania -sí, Jordania, perrillo faldero de la OTAN-, declaró que la expulsión de la población palestina de Gaza equivaldría a una declaración de guerra. 

La declaración jordana, en todo caso, vino a confirmar que el plan israelí existía y que el gobierno de Israel se había o se sigue moviendo fuerte en esa dirección. 

Desde esta periferia del mundo auguramos que el delirio sionista no se cumplirá, aunque no dejen piedra sobre piedra en la martirizada Gaza. 

La causa última de ese fracaso es que hay, en Gaza, 2,2 millones de seres humanos, cifra que hace inviable absolutamente el plan israelí. Desplazar tal volumen de población es imposible, entre otras cosas porque nadie podría recibirlos sin poner en riesgo la existencia de su propio Estado.

Lo relevante del episodio es que evidencia que Israel no considera, en forma alguna, devolver ningún pedazo de la Palestina ocupada a los palestinos. 

Ocurrirá lo contrario, y lo verán. Se impulsará la llegada de colonos fanáticos, para seguir arañando territorios y seguir reduciendo lo que queda a nada, hasta dejar a Palestina en un remedo trágico del Estado Vaticano y sus 44 hectáreas de extensión, en el corazón de la histórica Roma.

Un relato periodístico ilustra el estado real de la situación.

 Hará dos décadas, Israel estaba en uno de sus tantos bombardeos sobre Gaza. Cerca de allí, una israelí miraba el bombardeo como quien ve las noticias sentado en un sofá. 

El periodista se le acercó y le preguntó si no le importaba ver cómo bombardeaban una ciudad indefensa. La israelí respondió: "No me importa. Son ellos o nosotros". Y es así. O los palestinos o los israelíes. Se trata de escasos 28.000 kilómetros cuadrados para una población de 15 millones de habitantes. 

El Eretz Israel sería como El Salvador, pero con la mitad de población árabe y palestina

Cada año llegan centenares y centenares de colonos y nacen miles de palestinos. Para Israel la existencia de Palestina es la negación de Israel. 

A partir de allí se entenderá toda la política de Israel y EEUU. A los palestinos les salva su número (son casi ocho millones) y el respaldo de decenas de países árabes que no permitirían su exterminio ni una nueva nakba o expulsión masiva de palestinos.

Esta realidad nos lleva al otro tema. 

Siendo una guerra de pueblos, Israel tiene imposible ganar una guerra contra Palestina. Como ya dijimos, los israelitas podrán matar a decenas de miles de palestinos, destruir sus casas, sus ciudades, sumirles en la miseria más inmunda, pero no pueden exterminarlos. 

Esta imposibilidad hace que la guerra contra Palestina una guerra perdida, total y completamente perdida. Seguirán sucediéndose ataques palestinos contra Israel, que responderá con represalias, dramas humanos, carnicerías obscenas y así, hasta que el poder de EEUU se reduzca tanto que ya no pueda sostener a Israel. 

Y cuando ese poder estadounidense se desvanezca, la terca realidad impondrá sus leyes. Son -lo hemos dicho antes-, siete u ocho o nueve o diez millones de israelíes rodeados por 500 millones de árabes o, si se quiere, por mil millones de musulmanes. ¿Adivinan qué pasará?

Hasta el siglo XIX las guerras eran entre ejércitos. Se daban las batallas, pero, en lo general, los países seguían con su vida cotidiana. 

Durante las guerras napoleónicas, las últimas grandes guerras del antepasado siglo, peleaban unos ejércitos contra otros, sin que nadie considerara que eran guerras contra todo y todos. 

A partir de la IGM todo cambió. 

Ya no se trataba de derrotar a los ejércitos enemigos, sino de destruir a los Estados enemigos. Así se empezaron a bombardear ciudades, aniquilar poblaciones, matar en masa a no combatientes... Le llamaron, eufemísticamente 'guerra total'.

La de Israel contra Palestina. De las ruinas y la sangre de Gaza saldrá una nueva y más numerosa generación de combatientes y otra y otra. Israel está equivocado desde su fundación.

No podrá derrotar nunca a Palestina. No ha aprendido nada Israel de los reinos cruzados.

 Nada. Y su misma suerte compartirán, que no hay nada nuevo bajo el Sol, como dice el Eclesiastés, llamado Qohelet.

Fin de las reflexiones, escritas a vuelo de pájaro y en olor a café.

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