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11 signos de fascismo según Humberto Eco

Según un pensador italiano, el culto a la tradición; la repulsión hacia lo moderno; machismo; el racismo; La guerra permanente es típica del “fascismo eterno”. En otras palabras, la amenaza ya está implantada entre nosotros, aunque no siga su nombre.
He reflexionado y escrito sobre la pérdida de vitalidad de la democracia. 

Pero creo que ahora hemos entrado en un camino peligroso de deconstrucción de la democracia, una amenaza que surge tras el golpe de impeachment y se expresa hoy en nuestro gobierno híbrido civil-militar, con su agenda anti-derechos. 

Por supuesto, la institucionalidad democrática formal se ha mantenido hasta ahora, pero algo en su interior ha ido corroyendo los principios y valores éticos y políticos vitales de la democracia: el respeto incondicional a la libertad de ser, pensar y actuar, la búsqueda del mayor igualdad posible, con derecho a la diversidad, viviendo en solidaridad colectiva y basando todo en la participación ciudadana activa. Tales principios constituyen el sustrato de cualquier democracia con potencial para transformar contradicciones y divergencias, con potencial destructivo,

Hoy reconozco un virus implantado entre nosotros que podría acabar con la democracia y llevarnos al fascismo como régimen político.

 Estamos ante signos inequívocos de tal virus en el campo de las ideas y valores que quedaron revelados y condensados ​​en la victoria electoral y en los discursos del presidente y miembros del gobierno inaugurado. Me inspiró la lectura de un discurso de Umberto Eco, pronunciado el 24 de abril de 1995, en la Universidad de Columbia, Nueva York, publicado en español por Bitacora, bajo el título Los 14 síntomas del fascismo externo. 

Según Eco, las características típicas del “ur-fascismo” o del “fascismo eterno” no encajan en un sistema, “…pero basta que uno de ellos esté presente para coagular una nebulosa fascista” (en traducción libre) .

Culto a la tradición, como si toda la verdad ya hubiera sido revelada hace mucho tiempo y lo que necesitáramos es ser fieles a ella. El tradicionalismo es una especie de manual básico en la disputa por la hegemonía fascista sobre los corazones y las mentes. 

El pensamiento del principal gurú de los “dueños del poder”, las predicaciones de las iglesias pentecostales y los discursos -cuando dicen algo- están impregnados de una veneración a la verdad ya revelada en las escrituras sagradas y en los valores espirituales más tradicionales del cristianismo. . “Dios, la patria, la familia y la propiedad”, con la fuerza que están de vuelta como predicación, no dejan lugar a dudas. El fascismo y el fundamentalismo siempre van juntos.

Repulsión hacia el modernismo –que lleva a considerar los logros humanos en términos de derechos y emancipación social como perversidades del orden natural. En consecuencia, se niega la racionalidad y, con ella, toda ciencia y tecnología. No faltan personas con esta forma de pensar sobre el gobierno y sus seguidores. Para ellos, la igualdad de derechos es absurda. El cambio climático es una “invención comunista”. Y por ahí va.

Culto a la acción por la acción misma: hacer y actuar, sobre todo. Como dice Eco, para los fascistas “pensar es una forma de castración”. De ahí la actitud suspicaz hacia la cultura, vista como algo crítico. Como resultado, todos los intelectuales son sospechosos. Según Eco, “el mayor esfuerzo de los intelectuales fascistas oficiales consistió en acusar a la cultura moderna y a la intelectualidad liberal de haber abandonado los valores tradicionales”.

No aceptación del pensamiento crítico: pensar críticamente es hacer distinciones y esto es un signo de modernidad, ya que el desacuerdo es la base para el avance del conocimiento científico. El fascismo eterno considera la disidencia como traición. Hay que aceptar la verdad del orden establecido. De ahí, “escuela sin partido”, sin iniciación al pensamiento crítico y a la libertad de expresión y acción.

Racismo en esencia: según Eco, temeroso de la diferencia, el fascismo la explota y la realza en nombre de la búsqueda e imposición del consenso. Los que son diferentes no son bienvenidos. Por tanto, el fascismo eterno es esencialmente racista y xenófobo. Por lo tanto, identificar a diferentes personas como delincuentes es una línea recta.

El llamamiento a los precarios y frustrados: todos los fascismos históricos apelaron a grupos sociales que sufren frustración y se sienten abandonados por la política. Los cambios en el mundo del trabajo, promovidos por la globalización económica y financiera, son terreno fértil para el fascismo.

El nacionalismo como identidad social – la nación como lugar de origen, con sus símbolos. Quienes no se identifican con esto son enemigos de la nación. Por tanto, deben ser excluidos. Pueden ser aquellos nacidos fuera de la nación, como los inmigrantes, o porque se articulan con fuerzas externas –el llamado “comunismo internacional”– o, incluso, porque no encajan en el estándar “normal” de nacionalidad. El nacionalismo vulgar es el cemento que une cualquier fascismo.

La vida como guerra permanente: en el fascismo no luchamos por la vida, la libertad y el buen vivir, sino que vivimos para luchar. La violencia se acepta como norma y la búsqueda de la paz es un disparate. Los más fuertes, los armados, ganan. Hay un culto a la muerte en la lucha.

El heroísmo como norma: el héroe, un ser excepcional, sin miedo a la muerte, está presente en todas las mitologías. Baste aquí recordar la explotación que se hizo de aquel atentado en Juiz de Fora. El héroe se convierte en un verdadero mito.

El machismo como una especie de virtud: como la guerra permanente y la demostración de heroísmo son difíciles, el fascismo potencia las relaciones de poder en materia sexual, según Umberto Eco. 

Tampoco faltan aquí manifestaciones de patriarcalismo y machismo, con intolerancia hacia lo que se considera desviarse de la norma en materia sexual. No hay lugar para la libertad de opciones sexuales y de género.

El líder se presenta como el único intérprete de la voluntad común: el pueblo es su pueblo, su comprensión de lo que es el pueblo y su voluntad común. Como dice Eco, estamos ante un populismo ficticio.

Llamé aquí la atención sobre los signos de fascismo total señalados por Umberto Eco – no todos, para no aburrir y tal vez distorsionar lo que el autor quería decir – con la preocupación de prestar atención a ideas e imaginarios que están adquiriendo movilización. legitimidad entre nosotros. 

Inspirado por el actualmente renegado Antônio Gramsci, precisamente por el fascismo político y cultural emergente, creo que el logro de la hegemonía en el sentido de dirección intelectual y moral precede al poder del fascismo a través de la fuerza estatal. En otras palabras, la amenaza del fascismo ya está implantada entre nosotros, incluso si el régimen todavía no parece fascista.

Fuente
https://outraspalavras.net/outrasmidias/onze-sinais-do-fascismo-Segundo-umberto-eco/

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