Pasó casi inadvertida la sentencia virtual de Washington al periodista australiano perseguido desde hace más de una década por develarle al mundo sus trapos sucios.
Así lo reportó Patrick Martin en el portal WSWS: “El periodismo no es un delito”, dice Joseph Biden, salvo para Julian Assange.
El periodista titula así su reporte de la cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, “ocasión para que la élite de los medios de comunicación y los principales políticos de Washington charlen y declaren su solidaridad mutua”.
Expone que en esa tradicional cita se suele referir a la defensa de la Primera Enmienda, la que establece la libertad de prensa, “aunque esa disposición constitucional ha sido sistemáticamente pisoteada por administración tras administración en interés del imperialismo estadounidense”.
Y añade: “El espionaje ilegal del gobierno, la violencia policial y la violación de preceptos democráticos tan básicos como la separación de la Iglesia y el Estado son prácticas cotidianas en Estados Unidos, y los medios de comunicación corporativos suelen pasarlas por alto en silencio mientras sus propios intereses financieros no se vean perjudicados”.
Duras críticas a realidades bien conocidas pero ignoradas a la hora de resguardar los sacrosantos pilares del sistema al que responden.
Relata Martin que el pasado sábado por la noche, en esa cena anual, el presidente Biden y los miembros de la élite política y mediática reunidos “fingieron defender la libertad de prensa, pero sólo cuando sirve a los intereses de la política exterior del imperialismo estadounidense”.
Significa el reportero que la mayoría de las apariciones presidenciales en la cena —a la que han asistido todos los mandatarios de los últimos años excepto Donald Trump— “se han caracterizado por comentarios en los que se burlaban del público, de los oponentes políticos y críticos del presidente, y del propio presidente”.
Biden dedicó la mayor parte de su intervención a una larga declaración de su oposición a las medidas represivas adoptadas contra los periodistas en Rusia, China, Irán, Siria y Venezuela, y prometió dedicar los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos a conseguir la liberación del periodista del Wall Street Journal Evan Gershkovich, detenido recientemente en Rusia por cargos de espionaje, y de otros estadounidenses.
Observa Martin que era obvia la coincidencia entre “la lista de países culpables de violar la libertad de prensa y la de países en la mira del imperialismo estadounidense para sus operaciones de subversión y cambio de régimen”.
El caso más evidente de doble rasero fue uno que implica directamente a la Administración de Biden: la persecución de Julian Assange: “a los tres minutos de su intervención en los festejos…, Biden declaró: “El periodismo no es un delito”.
La formulación parecía una perversa reformulación de una declaración emitida por media docena de los principales periódicos del mundo, incluido el /New York Times/, el pasado diciembre, cuando pidieron al gobierno de Biden que retirara los cargos contra Assange porque “publicar no es un delito”.
Martin destaca que, en su cobertura de la cena de corresponsales, “ni el Times ni el Washington Post ni ninguna otra publicación “mainstream” hicieron mención alguna a Assange o a la contradicción entre la declaración de fidelidad de Biden a la Primera Enmienda y el continuo impulso de su administración para extraditar y encarcelar a Assange.
Tampoco ningún corresponsal o directivo de los medios de comunicación, el grueso de los asistentes a la cena, trató de plantear allí la cuestión”.
Recuerda que siete miembros demócratas del Congreso, incluidos los cinco miembros de los Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA), enviaron recientemente una carta al fiscal general Merrick Garland, instándole a abandonar el enjuiciamiento de Assange.
Ninguno de estos representantes trató de plantear la cuestión en la cena de corresponsales, que tuvo lugar sólo cuatro días antes del Día Mundial de la Libertad de Prensa (designado por las Naciones Unidas).
Continúa el reporte: “Más adelante en su discurso, Biden halagó a la prensa, declarando: “Vosotros hacéis posible que los ciudadanos de a pie cuestionen la autoridad”.
En realidad, los medios corporativos estadounidenses han abandonado incluso un compromiso simbólico con esa postura de oposición al gobierno de Estados Unidos”.
Afirma que “el Times, que marca la agenda de la cobertura diaria en los medios de comunicación estadounidenses, es poco más que un adjunto de la CIA y el Pentágono en cuestiones de seguridad nacional, especialmente en la guerra de Ucrania”.
Y abunda sobre esa publicación al exponer que cuando el aviador de la Guardia Nacional y especialista en informática Jack Teixeira publicó en Internet documentos secretos del Pentágono, ese medio “lo localizó y publicó su nombre, lo que permitió al FBI intervenir y detener al soldado de 21 años sólo unas horas después”.
El elogio de Biden a los medios de comunicación estadounidenses y su declaración de devoción a la Primera Enmienda fueron seguidos de una serie de chistes obvios y banales, en gran parte a costa de Fox News, así como de algunas referencias a su avanzada edad, como si ése fuera el único problema que se interpone en su campaña de reelección.
No hizo ninguna mención a la guerra de Ucrania, que cada día amenaza con convertirse en un intercambio nuclear entre Estados Unidos y Rusia, ni a la pandemia de COVID, que sigue siendo una amenaza mortal para la población mundial.
Source www.cubaperiodistas.cu