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Fidel: Los revolucionarios y los destinos de la revolución


“Una vez dije que el día que muera de verdad nadie lo iba a creer, podía andar como el Cid Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo ganando batallas.”

Desde la sucesión de las etapas de las sociedades humanas representadas por la comunidad primitiva, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo con su fase imperialista y el socialismo, a lo largo de milenios la humanidad ha vivido experiencias propias de los distintos pueblos que han enriquecido el conocimiento y la práctica filosófica, social, política, histórica, cultural sobre los regímenes diversos en esos estadios de menor o mayor permanencia o preeminencia y de menor o mayor territorialidad.

La humanidad, como parte de los conocidos cambios en el proceso de civilización, no se ha cansado de buscar nuevos caminos hacia lo que podría ser una alcanzable utopía, y ha persistido en abrirse paso hacia lo conquista de un mundo y una vida mejores. Al respecto se pueden seguir las huellas de los grandes pensadores de todas las épocas y naciones.

En su obra La Política, el filósofo griego Aristóteles (384 – 322 a.n.e), describe lo socialmente conocido hasta entonces sobre los tipos de regímenes. Perseguido, se refugió en Calcis, donde murió a los 62 años.

Una síntesis de sus reflexiones en torno a determinadas situaciones y condiciones sobre la sucesión de los regímenes sociales, expresan lo siguiente:

“Todos los regímenes se destruyen desde dentro, ya desde fuera cuando hay un régimen contrario cerca, o lejos pero fuerte. Queda dicho pues, en general, como se producen los cambios y las revoluciones en las repúblicas.”

“Los regímenes cambian también, sin sublevaciones, a causa de aumentar en las democracias el número de ricos o acrecentarse su fortuna. Cambian también por negligencia cuando permiten el acceso a las magistraturas (cargos superiores) de los que no son amigos (partidarios) del régimen. Cambian también por no darle importancia a las minucias, quiero decir con esto que no se advierte que el desdeñar una pequeñez trae consigo una gran revolución en las leyes y las costumbres.

Así pues, las discordias civiles nacen de minucias: los intereses que en ellas luchan son grandes. Sobre todo es grande la influencia de las cosas pequeñas cuando se producen entre los que ocupan los puestos más altos…”

Los cubanos viven y luchan desde el 1 de enero de 1959 con la revolución triunfante que derrocó a una tiranía sangrienta entronizada durante casi siete años. Durante más de sesenta años se habían frustrado los sueños de los precursores y fundadores de la república cubana en un tránsito del estado colonial al neocolonial.

Por todo lo anterior, en su definición más generalizada la Revolución es un cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional (país), y por añadidura cabe extender el término a todo cambio rápido, profundo, fundador, creador, innovador, que todo eso entraña en los diversos campos sociales la repercusión de una verdadera revolución social en una etapa y país dado.

Y el revolucionario es el rebelde, gestor, impulsor y el partidario de la revolución, que solo alcanza su triunfo pleno cuando ese espíritu y esa lucha se convierten en la esencia vital de un pueblo.

En Cuba la patria está ligada indisolublemente a la conquista de la independencia, soberanía, libertad, justicia, igualdad y equidad, primero frente al poder colonial de España, y más tarde de los Estados Unidos y sus servidores internos. De ahí que Fidel señalara, desde bien temprano, que la Revolución Cubana era una sola, con sus altibajos por supuesto, que se iniciara el 10 de octubre de 1868, bajo la guía de Carlos Manuel de Céspedes, aquel Padre de la Patria que dijera en versos: “Todo en mí era fuego, era viveza/…/ yo aspiraba a vencer por la victoria, / era la lucha para mí la gloria.”

“Quise ser el apóstol de la nueva / religión del trabajo y del ruido, / y ya lanzado a la tremenda prueba / a un pueblo quise despertar dormido, / y ponerlo en la senda con presteza / de virtud, de la ciencia y la riqueza.”

Y en la otra etapa siguiente de la revolución, liderada por José Martí, éste era claro en reconocer que “las revoluciones, por muy individuales que parezcan, son obra de muchas voluntades”. Y la definición de su significado: “La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución.” Y pensando en su continuidad señalaba la aspiración “que contemplemos la obra de la revolución con el espíritu heroico y evangélico con la que iniciaron nuestros padres, con todos y para el bien de todos.”

Después del triunfo de la Revolución el asunto de su defensa y de su carácter irreversible frente a sus enemigos internos y externos siempre ha estado presente.

Ahora rememoro que en el programa radial La hora rebelde de Radio Baracoa, órgano municipal del Movimiento 26 de julio, el sábado 22 de agosto de 1959, expresábamos lo siguiente:

LOS PELIGROS DE LA REVOLUCIÓN

La Revolución tiene que acertar, tiene que ver lo que no se ve, y tiene que repeler los brotes personalistas. El Dr. Fidel Castro ha afirmado que el peligro de la Revolución está en los mismos revolucionarios. No es esta una afirmación que resta méritos a los mismos, sino que pone de manifiesto en manos de quiénes está el triunfo o la derrota de la causa.

Otra frase que corrobora lo que decimos, es la de Louis Saint Just, revolucionario durante la revolución francesa (25 de agosto de 176728 de julio de 1794): “Están talladas todas las piedras del edificio de la libertad, podéis construirle un templo o una tumba con las mismas piedras.”

Por lo tanto, hay peligros que es necesario ver y prever, que no se pueden dejar de tener en consideración, so pena de cometer una falta indisculpable y grave.

Esta consideración en dicho programa estaba fundada en las palabras contenidas en el discurso de Fidel del 8 de enero de 1959 en Columbia (luego Ciudad Libertad), en que expuso estas ideas esenciales.

“Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo. ¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.

Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”, censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a cualquier otra tropa. No sucedía así con las compañías del Ejército. Distintas tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados jamás se les decía la verdad.

Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo sistema: el de decirle siempre al pueblo la verdad.

Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas. Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.

La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate. ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los enemigos de la Revolución? ¿Quiénes pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la Revolución? Los peores enemigos que en lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.

Es lo que siempre les decía yo a los combatientes rebeldes: cuando no tengamos delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la Revolución podemos ser nosotros mismos, y por eso decía siempre, y digo, que con el soldado rebelde seremos más rigurosos que con nadie, que con el soldado rebelde seremos más exigentes que con nadie, porque de ellos dependerá que la Revolución triunfe o fracase.

Hay muchas clases de revolucionarios. De revolución hemos estado oyendo hablar hace mucho tiempo; hasta el 10 de marzo se dijo que habían hecho una revolución, e invocaban la palabra revolución, y todo era revolucionario; a los soldados los reunían aquí y hablaban de “la Revolución del 10 de marzo” (RISAS).

De revolucionarios hemos estado oyendo hablar mucho tiempo. Yo recuerdo mis primeras impresiones del revolucionario, hasta que el estudio y alguna madurez me dieron nociones de lo que era realmente una revolución y de lo que era realmente un revolucionario. Las primeras impresiones del revolucionario las escuchábamos nosotros de niño, y oíamos decir: “Fulano fue revolucionario, estuvo en tal combate, o en tal operación, o puso bombas”, “Mengano era revolucionario…”, incluso se creó una casta de revolucionarios, y entonces había revolucionarios que querían vivir de la revolución, querían vivir a título de haber sido revolucionarios, de haber puesto una bomba o dos bombas; y es posible que los que más hablaban eran los que menos habían hecho. Pero, es lo cierto que acudían a los ministerios a buscar puestos, a vivir de parásitos, a cobrar el precio de lo que habían hecho en aquel momento, por una revolución que desgraciadamente no llegó a realizarse, porque estimo que la primera que parece que tiene mayores posibilidades de realizarse es la Revolución actual, si nosotros no la echamos a perder… (EXCLAMACIONES DE: “¡No!” Y APLAUSOS).

El revolucionario aquel de mis primeras impresiones de niño andaba con una pistola 45 en la cintura, y quería vivir por sus respetos; había que temerle: era capaz de matar a cualquiera; llegaba a los despachos de los altos funcionarios con aire de hombre al que había que oír; y en realidad se preguntaba uno:

¿Dónde está la revolución que esta gente hizo, estos revolucionarios? Porque no hubo revolución, y hubo muy pocos revolucionarios.

Lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una “cola de pato”, si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios (APLAUSOS PROLONGADOS). Esa pregunta hay que hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo.

Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo! (APLAUSOS.)

Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede ningún ejército. Si a mí me preguntaran qué tropa prefiero mandar, yo diría: prefiero mandar al pueblo (APLAUSOS), porque el pueblo es invencible. Y el pueblo fue quien ganó esta guerra, porque nosotros no teníamos tanques, nosotros no teníamos aviones, nosotros no teníamos cañones, nosotros no teníamos academias militares, nosotros no teníamos campos de reclutamiento y de entrenamiento, nosotros no teníamos divisiones, ni regimientos, ni compañías, ni pelotones, ni escuadras siquiera (APLAUSOS PROLONGADOS).

Luego, ¿quién ganó la guerra? El pueblo, el pueblo ganó la guerra. Esta guerra no la ganó nadie más que el pueblo —y lo digo por si alguien cree que la ganó él, o por si alguna tropa cree que la ganó ella (APLAUSOS). Y por lo tanto, antes que nada está el pueblo.

Pero hay algo más: la Revolución no me interesa a mí como persona, ni a otro comandante como persona, ni al otro capitán, ni a la otra columna, ni a la otra compañía; la Revolución al que le interesa es al pueblo (APLAUSOS).

Quien gana o pierde con ella es el pueblo. Si el pueblo fue quien sufrió los horrores de estos siete años, el pueblo es quien tiene que preguntarse si dentro de 10 o dentro de 15, o de 20 años, él, y sus hijos, y sus nietos, van a seguir sufriendo los horrores que ha estado sufriendo desde su inicio la República de Cuba, coronada con dictaduras como las de Machado y las de Batista (APLAUSOS PROLONGADOS).

Al pueblo le interesa mucho si nosotros vamos a hacer bien hecha esta Revolución o si nosotros vamos a incurrir en los mismos errores en que incurrió la revolución anterior, o la anterior, o la anterior, y en consecuencia vamos a sufrir las consecuencias de nuestros errores, porque no hay error sin consecuencias para el pueblo; no hay error político que no se pague, más tarde o más temprano.

Circunstancias hay que no son las mismas. Por ejemplo, estimo que en esta ocasión existe más oportunidad que nunca de que en realidad la Revolución cumpla su destino cabalmente. Es quizás por eso que sea tan grande el júbilo del pueblo, olvidándose un poco de lo mucho que hay que bregar todavía.”

«(…) y si algún día hay que pelear contra un enemigo extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán cuatro gatos, peleará el pueblo entero».


“… y agradezco a la vida haber seguido, a lo largo de todo el tiempo, siendo rebelde, aun hoy, y tal vez con más razón, porque tenga más ideas, porque tenga más experiencia, porque haya aprendido mucho de mi propia lucha…”

Después de tantas luchas nacionales e internacionales en la defensa de la revolución y en la construcción de la sociedad socialista que soñaba, fue en su discurso en Tribuna abierta el 1 de mayo del 2000 en la batalla de ideas por el rescate del niño Elián, que Fidel se proyectó ideológica e integralmente sobre la naturaleza de una revolución verdadera y sui géneris. Expresó entonces:

“Estamos viviendo días de intensa y trascendental lucha. Cinco meses llevamos batallando sin tregua. Millones de compatriotas, todos casi sin excepción, han participado en ella. Nuestras armas han sido la conciencia y las ideas que ha sembrado la Revolución a lo largo de más de cuatro décadas.

Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.

En términos reales y concretos, nos hemos enfrentado durante 41 años a la más poderosa potencia que jamás haya existido en el mundo, vecina nuestra a sólo 90 millas, que en la actualidad asume carácter unipolar y hegemónico.

Esta vez la lucha adquirió un matiz especialmente agudo. Lo motivó el secuestro de un niño. ¿Ha sido acaso el único? ¡No! Muchos niños cubanos han sido separados de uno de sus progenitores y conducidos a Estados Unidos de forma ilegal sin la más remota posibilidad de recuperarlos acudiendo a las autoridades norteamericanas.

Sería sabio que los actuales y futuros gobernantes de Estados Unidos comprendieran que David ha crecido. Se ha ido convirtiendo en un gigante moral que no lanza piedras con su honda sino ejemplos, mensajes e ideas frente a las cuales el gran Goliath de las finanzas, las riquezas colosales, las armas nucleares, la más sofisticada tecnología y un poder político mundial que se sustenta en el egoísmo, la demagogia, la hipocresía y la mentira, está indefenso.

Los pueblos de un mundo ingobernable, que sufren la pobreza y la miseria, al que explotan y saquean cada vez más, serán nuestros mejores compañeros de lucha. Para cooperar con ellos no disponemos de recursos financieros. Contamos en cambio con un extraordinario y abnegado capital humano, del que no disponen ni dispondrán jamás los países ricos.”

Las ideas expresadas por Fidel en su discurso del 8 de enero de 1959 en Columbia, La Habana, (luego Ciudad Libertad), en que expuso las ideas esenciales sobre el papel de los revolucionarios y la revolución fueron retomadas 46 años después en la Universidad de la Habana, en que analizó los problemas relacionados con la caída del campo socialista y las alertas indispensables teóricas y prácticas a los revolucionarios y a los jóvenes en el caso de Cuba.

Fidel volvió a la carga analítica de las ideas en su discurso del 17 de noviembre del 2005 en la Universidad de la Habana, cuyas ideas raigales valdría la pena citar, pero por la síntesis obligada, solo seleccionaré algunas con la recomendación que se haga una lectura entera de los asuntos mundiales y nacionales, con énfasis especial en las interrogantes a los revolucionarios de todas las épocas y a las juventudes presentes y futuras.

“Por ahí se habla de los rebeldes sin causa; pero a mí me parece, cuando recuerdo, que era un rebelde por muchas causas, y agradezco a la vida haber seguido, a lo largo de todo el tiempo, siendo rebelde, aun hoy, y tal vez con más razón, porque tenga más ideas, porque tenga más experiencia, porque haya aprendido mucho de mi propia lucha, porque comprenda mucho mejor esta tierra en que nacimos y este mundo en que vivimos, hoy globalizado y en minutos decisivos de su destino…Ese es el mundo en que estamos viviendo…”

“Y si de confesiones se trata, cuando terminé en esta universidad yo me creía muy revolucionario y, simplemente, estaba iniciando otro camino mucho más largo. Si yo me sentía revolucionario, si me sentía socialista, si había adquirido todas las ideas que hicieron de mí, y no podía haber ninguna otra, un revolucionario, les aseguro con modestia que hoy me siento diez veces, veinte veces, tal vez, cien veces más revolucionario de lo que era entonces (Aplausos). Si entonces estaba dispuesto a dar la vida, hoy estoy mil veces más dispuesto a entregar la vida que entonces (Aplausos).

Resulta asombroso que, a pesar de la diferencia entre los seres humanos, puedan ser uno en un momento o puedan ser millones, y solo pueden ser millones a través de las ideas. Nadie siguió la Revolución por culto a nadie o por simpatías personales de nadie. Cuando un pueblo llega a la misma disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través de principios, a través de ideas.”

“Son las ideas las que nos unen, son las ideas las que nos hacen pueblo combatiente, son las ideas las que nos hacen, ya no solo individualmente, sino colectivamente, revolucionarios, y es entonces cuando se une la fuerza de todos, cuando un pueblo no puede ser jamás vencido y cuando el número de ideas es mucho mayor; cuando el número de ideas y de valores que se defienden se multiplican, mucho menos puede un pueblo ser vencido.”

“Eso es (…) resultado de la historia en la larga marcha de la especie por una sociedad de justicia nunca alcanzada a lo largo de miles de años, que es la brevísima historia relativamente conocida de la especie buscando una sociedad justa. Y siempre estuvieron tan lejos como tan cerca nos sentimos hoy de esa sociedad justa, y para demostrar que es posible, se trata precisamente de la sociedad que queremos construir; pero me atrevo a añadir, por encima del montón de defectos que tenemos todavía, de errores, de faltas, es la sociedad en la historia humana que está más cerca de poder calificarse como sociedad justa. Sí, hay que tomar estas cosas muy en cuenta y no olvidarlas, porque estamos frente a una gran batalla que debemos librar, que empezamos a librar, que vamos a librar y vamos a ganar. Es lo más importante.”

“En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena. El mundo está desesperadamente necesitado de una unidad, y si no conseguimos conciliar el mínimo de esa unidad, no llegaremos a ninguna parte.

A mí me ha hecho pensar en estos temas la idea, para mí clara, de que los valores éticos son esenciales, sin valores éticos no hay valores revolucionarios.

Yo he pensado mucho en el papel de la ética. ¿Cuál es la ética de un revolucionario? Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de ética, por un poco de valores…

Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga. No crean que no hemos pensado muchas veces en ese fenómeno increíble mediante el cual una de las más poderosas potencias del mundo, que había logrado equiparar su fuerza con la otra superpotencia, un país que pagó con la vida de más de 20 millones de ciudadanos la lucha contra el fascismo, un país que aplastó al fascismo, se derrumbara como se derrumbó.

¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? (Exclamaciones de: “¡No!”) ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad?

Pero vamos llegando —yo he llegado, y hace mucho tiempo— a plantearnos esta pregunta, frente a ese superpoderoso imperio que nos acecha, nos amenaza, tiene planes de transición y planes militares de acción, en determinado momento histórico.

Ellos están esperando un fenómeno natural y absolutamente lógico, que es el fallecimiento de alguien. En este caso me han hecho el considerable honor de pensar en mí. Será una confesión de lo que no han podido hacer durante mucho tiempo. No hay que confiar nunca en el imperialismo, es traidor y capaz de cualquier cosa…”

Les hice una pregunta, compañeros estudiantes, que no he olvidado, ni mucho menos, y pretendo que ustedes no la olviden nunca, pero es la pregunta que dejo ahí ante las experiencias históricas que se han conocido, y les pido a todos, sin excepción, que reflexionen: ¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos.

Es tremendo el poder que tiene un dirigente cuando goza de la confianza de las masas, cuando confían en su capacidad. Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios.

Son cosas que uno medita. Estudia la historia, qué pasó aquí, qué pasó allí, qué pasó allá, medita lo que ocurrió hoy y lo que ocurrirá mañana, hacia dónde conducen los procesos de cada país, por dónde marchará el nuestro, cómo marchará, qué papel jugará Cuba en ese proceso.”

“Fue por eso que dije aquella palabra de que uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo. 

Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas dirigidas a ustedes, que son los responsables, acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo.

¿Qué sociedad sería esta, o qué digna de alegría cuando nos reunimos en un lugar como este, un día como este, si no supiéramos un mínimo de lo que debe saberse, para que en esta isla heroica, este pueblo heroico, este pueblo que ha escrito páginas no escritas por ningún otro en la historia de la humanidad preserve la Revolución?”

“Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.

He tenido el privilegio de vivir muchos años, eso no es un mérito, pero es una excepcional oportunidad para decirles a ustedes lo que les estoy diciendo, a ustedes, a todos los líderes de la juventud, a todos los líderes de las organizaciones de masa, a todos los líderes del movimiento obrero, de los Comités de Defensa de la Revolución, de las mujeres, de los campesinos, de los combatientes de la Revolución, organizados en todas partes, luchadores durante años que en número de cientos de miles han cumplido gloriosas misiones internacionalistas, estudiantes como ustedes, inteligentes, preparados, saludables, organizados, que están en todas partes, en cada una de esas novecientas y tantas sedes, y en las mil y tantas y dos mil y tantas que iremos teniendo aceleradamente, y seguirá creciendo, hasta más de 500 000, 600 000, y no será mucho mayor porque irán graduándose cada año. 

Y los que vayan graduándose, como nuestros médicos allá en Venezuela, todos estarán estudiando con las computadoras, los videos y los casetes, los medios audiovisuales necesarios, en busca de un título científico, una maestría o un doctorado en ciencias médicas, todos, el ciento por ciento… Pero qué nivel de arraigo tienen determinados vicios.”

Pronto la revolución cumplirá su 64 aniversario en el poder, a pesar de todas las medidas contra ella de la potencia imperial más grande la de la historia.

¡Qué bueno y hermoso es que el presidente de México Manuel López Obrador, en un gesto de sinceridad y valentía expresara lo siguiente el martes 20 de diciembre del 2022, en reunión en el Palacio Nacional con legisladores de Morena y sus aliados: “Soy idealista, y entonces sí, admiro a los hombres del poder, a los que ejercen el poder, es el caso de Fidel (Castro) y el Che (Ernesto Guevara). “Si le dice uno a los jóvenes, dicen el Che, sí, por el idealismo; pero Fidel fue el que condujo, estemos o no de acuerdo, ese proceso de independencia, porque es un ejemplo, es de los pocos países en el mundo donde no han permitido la intervención extranjera.”

López Obrador ha sido consecuente ya que ha reiterado antes que Cuba es paradigmática en la lucha por la defensa de su soberanía. Por ejemplo, en julio de 2021 valoró que el pueblo cubano “ha sabido, como pocos en el mundo, defender con dignidad su derecho a vivir libre e independiente, sin permitir la injerencia en sus asuntos internos de ninguna potencia extranjera”.

En esa oportunidad señaló: “Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su Gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento es una indiscutible hazaña histórica”.

A partir de ello, López Obrador destacó que “el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia. Y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”.

¡Qué bueno y qué alentador y estimulante es el hecho de que este 20 de diciembre del 2022 haya mantenido su esencia y misión como organización revolucionaria al cumplir su centenario la Federación Estudiantil Universitaria, siendo leal a la constelación de héroes y mártires que han jalonado toda su historia como parte intrínseca de la revolución.

Y fue claro el presidente cubano Díaz-Canel Bermúdez al recalcar en su discurso de clausura del X Congreso de la FEU lo siguiente:

“Fidel repetía sin cansarse que en la Universidad se hizo revolucionario. Heredero y continuador de una tradición de compromiso con el destino de la Heredero y continuador de una tradición de compromiso con el destino de la nación que viene desde el Padre Varela hasta nuestros días: en las aulas universitarias supo ver y sentir las venas del futuro latiendo, y hasta ellas llegó en 2005 para recordarnos una elevada responsabilidad con la existencia de la Revolución, que equivale a la existencia misma de la nación.”

Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular, Consultante y Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

https://rebelion.org/fidel-los-revolucionarios-y-los-destinos-de-la-revolucion-ii/

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