Gonzalo Lira, Javier Milei y Gabriel Boric

Gonzalo Lira, Javier Milei y Gabriel Boric

El golpe de Estado en Perú y las movilizaciones


¿Cómo evoluciona la situación en Perú, donde el presidente electo en 2021, Pedro Castillo, ha sido víctima de un golpe de Estado? Entrevistamos a Romain Migus, quien vive allí y sigue de cerca las movilizaciones. 

Según nos ha contado, las manifestaciones se han reanudado hoy en el país andino. 

También se organizó una concentración de apoyo en Bruselas, frente a la estación central.

¿Cuál es el estado de la movilización en Perú? 

Los medios de comunicación francófonos dan la impresión de que la movilización se ha calmado. 

Como si el adelanto de las elecciones de 2026 a 2024 hubiese frenado las manifestaciones…

El 95% de los medios de comunicación peruanos son propiedad de tres personas, tres multimillonarios. 

La situación en Francia, con nueve multimillonarios, es un sueño en Perú, ¡pero aquí sólo hay tres! 

Estos grandes medios de comunicación fueron uno de los enemigos acérrimos de Castillo desde el principio, uno de los poderes fácticos que buscaron derribar a Castillo desde el inicio de su mandato. 

Las manifestaciones en Lima, la capital, fueron sostenidas pero no masivas. Lima tiene 12 millones de habitantes, las manifestaciones congregaron a unas 10 mil personas, lo que no es demasiado, teniendo en cuenta la población de la capital. 

Por otra parte, todo el sur del país, así como las zonas rurales del norte, estaban en movilización permanente. 

Ahí están las fracturas que dividen a la sociedad peruana, en primer lugar económicas, pero no solamente eso, también étnicas.

La mitad de Perú habla quechua, aymara u otra lengua indígena: la mitad de Perú tiene una lengua distinta del español. 

Hay divisiones geográficas, entre la costa y la sierra, entre Lima y las regiones. Creo que esto es lo más importante, las regiones se sienten humilladas, marginadas frente a la capital gobernada por élites que no prestan ninguna atención a las provincias, y que las saquean. 

Toda la riqueza mineral y agrícola está en las provincias, especialmente en el sur de Perú. Tenemos una situación en el sur que no es comparable a la de Lima, que ha estado cerca de la insurrección y, yo diría, de la indignación general. 

Les han robado la narrativa democrática. Ya les habían robado su narrativa económica con años de neoliberalismo, que se hizo añicos con la crisis del Covid.

Los peruanos se dieron cuenta de que no había servicios públicos, ni servicios sanitarios, ni un Estado que pudiera apoyar al setenta por ciento de las personas que viven en la economía informal y que tuvieron que recluirse en sus casas para morir. 

Esto ya era un mito que estalló con el Covid y esta crisis explicó en parte la llegada de Castillo al poder. Ahora se ha roto el mito democrático. 

Pensaron que votando por uno de los suyos podrían gobernar y cambiar Perú. Pero no, por desgracia. Este Perú profundo que votó por un maestro de escuela fue sometido desde el primer día a una coalición liderada por el sistema para derribar a Castillo.

Era previsible que la derecha neoliberal se implicara en el golpe y reconociera a Dina Boluarte desde el principio, pero no que también lo hiciera la izquierda progresista, urbana, desarrollada, vinculada a las ONG…

Hoy, esa izquierda está en apuros porque ha reconocido la dictadura y sufre las consecuencias de lo que aplaudió al principio. 

Aplaudieron este giro porque hay una desconexión total con la población rural, y más en general con las provincias. Y entre estas personas la movilización continúa. 

Sólo hubo una tregua, digamos, una tregua de Navidad, porque muchas de las personas que se manifiestan se dedican al comercio informal y necesitaban ingresos económicos para poder sobrevivir. 

El 4 de enero, muchas regiones convocaron una movilización indefinida. No tiene fin, ¡ya veremos cómo acaba todo!

¿Qué queda de la izquierda?

Eso no es tan importante. Estamos más bien en un movimiento nacional popular lejos de la camisa de fuerza de la izquierda intelectual como podría formularse en Europa. Las principales reivindicaciones giran en torno a la libertad de Castillo, la dimisión de Dina Boluarte y una asamblea constituyente. 

Pero al mismo tiempo hay exigencias centradas en la convivencia. Lo que se daba por sentado ya no se acepta. 

Ahora estamos en un proceso constituyente en el que la gente discute si quiere vivir junta o no. Porque también hay deseos separatistas que empiezan a surgir en el sur del país. 

Este proceso constituyente puede durar varios años y acabar con la refundación de la República y un nuevo pacto social. Como vimos en Venezuela entre el Caracazo de 1989 y la nueva Constitución de 1999. 

Pero también en Bolivia con la guerra del agua, la guerra del gas y la nueva constitución en la década de 2000. También como hemos visto en Túnez e Islandia.

 La reflexión colectiva y la construcción de un nuevo pacto social van mucho más allá de lo que llamamos izquierda.

¿Cuál es la posición de Estados Unidos? Y en el lado progresista, México y Colombia, ¿han desempeñado algún papel?

Nos olvidamos un poco de Perú porque Colombia estuvo en el foco mediático durante años, pero Perú es un país muy, muy grande, con ocho bases militares y un biolaboratorio en la selva, tal como se descubrió en Ucrania hace unos meses.

Perú tiene cinco fronteras en América Latina, es un país muy grande, con riquezas fundamentales, y obviamente Estados Unidos no quiere ver cómo se le escapa un país de tanta importancia en la región. De 2023 a 2028 se renegociarán las concesiones petrolíferas, por treinta años. 

Castillo, aunque no constituía una amenaza para los intereses estadounidenses en su país y en la región, no se consideraba lo suficientemente seguro como para volver a comprometer las concesiones sobre la explotación de los recursos naturales. 

Hemos visto que los primeros en reconocer a Dina Boluarte fueron la embajada de EE.UU. y después Luis Almagro, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, llamado “Ministerio de las Colonias”.

Por último, en lo que respecta a México y Colombia, tienen una posición digna. Perú ha catalizado y unido a las dos izquierdas que se han dado en América Latina; México, Colombia, Bolivia y Argentina han denunciado este golpe. 

Después, una izquierda más revolucionaria en torno al Alba, con Nicaragua, Cuba, Venezuela y algunos países del Caribe, también denunció el golpe. 

Hay un encuentro de intereses geopolíticos, de integración regional, en torno al caso de Perú. En Brasil, en el momento del golpe, Lula no estaba en el poder. 

Al final, quienes reconocieron la llegada al poder de Dina Boluarte fueron los países con gobiernos de derecha de la región.

Foto de portada: Protestas en Perú tras la destitución de Pedro Castillo. (Crédito: Alessandro Cinque / Reuters)

Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action

Related Posts

Subscribe Our Newsletter