Andar hurgando en sitios inadecuados permite, más veces de las que uno cree, encontrar cosas curiosas e, incluso, inteligentes.
Tal nos ha ocurrido leyendo un artículo publicado en The American Conservative –derecha yanqui, dura y hasta trumpista-, titulado Viktor Orbán’s Ukraine Realism (El realismo ucraniano de Viktor Orbán), escrito por Rod Dreher y publicado el pasado 26 de julio.
Dreher, en esencia, se limita a reproducir un discurso improvisado de Orbán, que había traducido del húngaro un amigo, siendo, lo que a continuación sigue, una traducción de una traducción.
Para evitar la malas lenguas (también las que pasan por buenas), dejamos claro que nadie puede estar más en las antípodas de nuestro pensamiento que el primer ministro húngaro; pero, dicho eso, que el señor Orban derrape –según nuestros criterios- en tantos temas no quita que no pueda tener una visión lucida de otros.
Como decía Hegel, “no hay lo falso, como no hay lo malo”. Dado que el cerco informativo impuesto en esta Europa del gallinero impide que se filtren ideas opuestas a la línea oficial, serviremos de contrabandistas informativos, transcribiendo la exposición verbal de Orban tal cual, y que cada inteligente lector saque sus propias conclusiones.
Esto piensa, mis damitos, el Orbán de ‘lo’ de Ucrania:
“Toda guerra puede considerarse desde muchas perspectivas, pero el aspecto primordial de toda guerra es el hecho de que las madres llorarán a sus hijos y los hijos perderán a sus padres. Esta consideración debe prevalecer sobre todas las demás, incluso en el ámbito de la política.
Para el gobierno húngaro, esto significa que nuestro principal deber es garantizar que los padres húngaros y los niños húngaros no se encuentren en esa situación. Aquí puedo mencionar que hay países que nos critican porque piensan que no estamos suficientemente comprometidos con los ucranianos.
Pero esos países están muy lejos, y a lo sumo prestan apoyo en términos de dinero o armas; mientras tanto, hoy los húngaros somos los únicos, aparte de los ucranianos, que estamos muriendo en esa guerra.
Según nuestros registros, hasta la fecha ochenta y seis húngaros han perdido la vida en esa guerra. Esta es una perspectiva completamente diferente.
Los húngaros hemos sido los únicos que hemos derramado sangre en esa guerra, mientras que los que nos critican no han derramado ninguna. Por eso, como país vecino, Hungría tiene derecho a decir que la paz es la única solución que salvará vidas humanas, y el único antídoto contra la inflación y la crisis económica de la guerra.
“¿Cómo pensaremos en esta guerra en el futuro?
Mantendremos nuestra opinión de que esta no es nuestra guerra. Hungría es miembro de la OTAN y nuestro punto de partida es que la OTAN es mucho más fuerte que Rusia, por lo que Rusia nunca atacará a la OTAN.
La afirmación de que Rusia no se detendrá en Ucrania es un débil -pero comprensible- argumento propagandístico utilizado por Ucrania. Lo entiendo, porque su objetivo es involucrarnos, implicar al mayor número posible de países de su lado en esta guerra; pero carece de toda base en la realidad.
Al mismo tiempo, como somos miembros de la OTAN y queremos mantenernos al margen de esta guerra, nuestra situación se ha vuelto delicada. Esto se debe a que la OTAN y la Unión Europea han decidido que, aunque no se conviertan en beligerantes, suministrarán armas e impondrán severas sanciones económicas; y nos guste o no, esto significa que son de facto -no de jure, sino de facto- partes en este conflicto.
Ahora nos encontramos en la peligrosa situación de tener que ayudar de algún modo a los ucranianos siendo al mismo tiempo parte de facto en el conflicto, pero asegurándonos al mismo tiempo de que las autoridades de Moscú no vean esto como una situación en la que nosotros -la OTAN y la Unión Europea- nos hemos convertido en beligerantes formales.
Esta es la posición en la que la Unión Europea y la OTAN se equilibran cada día, al tiempo que asumen enormes riesgos.
“Ya que se puede leer mucho sobre la guerra, si todavía tengo su atención, me gustaría decir unas palabras sobre cómo se produjo esta guerra y cuáles fueron las razones de la misma.
Por supuesto, todo el mundo sabe que Rusia atacó a Ucrania. Eso es lo que ocurrió. Ahora veamos la razón de ello. Observemos también el problema de que una vez que se entiende algo, se está a un paso de aceptarlo. Pero es muy importante hacer una distinción moral entre entender algo y aceptarlo.
Lo que esto significa en términos concretos es que es importante entender por qué los rusos hicieron lo que hicieron; pero de esto no se deduce que si entiendes lo que hicieron, aceptas lo que hicieron. Los rusos han planteado una demanda de seguridad muy clara, e incluso la han redactado de una forma poco habitual en la diplomacia, enviándola a los estadounidenses y a la OTAN.
Han escrito su exigencia de que Ucrania no sea nunca miembro de la OTAN, que Ucrania lo declare, que la propia OTAN se lo asegure a Rusia, y que nos comprometamos a no colocar nunca armas en el territorio de Ucrania que puedan golpear el territorio ruso.
Occidente ha rechazado esta oferta y se ha negado a negociar al respecto. Han dicho que la OTAN tiene una "política de puertas abiertas": la puerta está abierta, cualquiera puede solicitarlo y nosotros decidiremos si queremos acogerlo o no.
Y la consecuencia de esta negativa es que hoy los rusos intentan conseguir por la fuerza de las armas las demandas de seguridad que antes habían intentado conseguir mediante la negociación.
Tengo que decir que esta guerra nunca habría estallado si hubiéramos tenido un poco más de suerte y en esta hora crucial el presidente de los Estados Unidos de América se llamara Donald Trump, y si antes hubiéramos conseguido convencer a Angela Merkel de que no dejara el cargo: si Donald Trump hubiera sido el presidente de Estados Unidos y Angela Merkel la canciller de Alemania. Pero no tuvimos suerte, y por eso ahora estamos en esta guerra.
“La estrategia occidental en esta guerra se basa en cuatro pilares.
Es una estrategia sensata sobre el papel, y quizás incluso tenga números que la respalden.
El primero es que Ucrania no puede ganar una guerra contra Rusia por sí sola, pero puede hacerlo con el entrenamiento de los anglosajones y con las armas de la OTAN. Esa fue la primera afirmación.
La segunda afirmación estratégica era que las sanciones debilitarían a Rusia y desestabilizarían a los dirigentes de Moscú.
El tercer elemento estratégico era que -aunque también nos afectaría a nosotros- podríamos hacer frente a las consecuencias económicas de las sanciones, de modo que ellos saldrían más perjudicados y nosotros menos.
Y la cuarta consideración estratégica era que el mundo se alinearía detrás de nosotros, porque teníamos la razón.
“Sin embargo, como resultado de esta excelente estrategia, la situación, hoy, es que estamos sentados en un coche con cuatro ruedas pinchadas.
Está absolutamente claro que la guerra no se puede ganar así.
Los ucranianos nunca ganarán una guerra contra Rusia con el entrenamiento y las armas estadounidenses.
Esto es simplemente porque el ejército ruso tiene una superioridad asimétrica.
“El segundo hecho que debemos afrontar es que las sanciones no están desestabilizando a Moscú.
“El tercero es que Europa tiene problemas: económicos, pero también políticos, con gobiernos que caen como fichas de dominó. Sólo desde el estallido de la guerra han caído los gobiernos británico, italiano, búlgaro y estonio. Y el otoño aún está por delante.
La gran subida de precios se produjo en junio, cuando los precios de la energía se duplicaron. Los efectos de esto en la vida de la gente, que están creando descontento, apenas están llegando, y ya hemos perdido cuatro gobiernos.
“Y, por último, el mundo no sólo no está con nosotros, sino que se ha demostrado que no está con nosotros. Históricamente, los estadounidenses han tenido la capacidad de elegir lo que identifican como un imperio malvado y de pedir al mundo que se sitúe en el lado correcto de la historia, una frase que nos molesta un poco, ya que esto es lo que siempre decían los comunistas.
Esta capacidad que tenían los estadounidenses de poner a todo el mundo en el lado correcto del mundo y de la historia, y que el mundo les obedezca, es algo que ahora ha desaparecido.
Es evidente que la mayor parte del mundo no está de ese lado: ni los chinos, ni los indios, ni los brasileños, ni Sudáfrica, ni el mundo árabe, ni África.
Una gran parte del mundo simplemente se niega a participar en esta guerra, no porque crea que Occidente esté en el lado equivocado, sino porque, para ellos, hay más cosas en el mundo que esta guerra, y tienen sus propios problemas con los que están luchando y quieren resolver.
Es muy posible que esta guerra sea la que ponga fin de forma demostrable a esa forma de ascendencia occidental que ha sido capaz de emplear diversos medios para crear una unidad mundial contra determinados actores en una cuestión concreta elegida. Esa era está llegando a su fin y, como se dice en el lenguaje rimbombante de la política, un orden mundial multipolar está llamando a nuestra puerta.
“Y si hablamos de la guerra, puedo utilizar un estilo apropiado para plantear una pregunta importante: Chto delat? [en ruso: "¿Qué hay que hacer?"] Existe el problema de que, en comparación con los demás, el ejército de Hungría no parece ser muy grande. Existe el problema de que, comparado con el PIB de, por ejemplo, los grandes países europeos y Estados Unidos, el de Hungría también parece modesto.
Así pues, podemos tener una visión clara de la situación, podemos tener una visión excelente en lo que respecta a la guerra, podemos tener una visión clara, podemos tener una propuesta estratégica; pero saben que cuando se trata de la guerra todo esto importa muy poco, porque la guerra es un preludio. Es la palabra del fuerte la que será decisiva.
Hungría no “debe albergar la ilusión de que con nuestros excelentes consejos podremos influir en los acontecimientos de la guerra y en la estrategia de Occidente.
Sin embargo, en cualquier debate considero una cuestión de honor y un principio moral que debemos tratar de exponer nuestra posición e intentar persuadir a Occidente para que desarrolle una nueva estrategia que sustituya a los informes vacíos de victoria.
Si tu coche tiene cuatro neumáticos pinchados, tienes que cambiar las ruedas, las cuatro. Se necesita una nueva estrategia; y su enfoque -el objetivo en su punto de mira- no debe ser ganar la guerra, sino negociar la paz y hacer una buena oferta de paz.
Hablando en sentido figurado, tengo que decir que ahora la tarea de la Unión Europea no es ponerse al lado de los rusos o de los ucranianos, sino situarse entre Rusia y Ucrania. Esta debería ser la esencia de una nueva estrategia.
“¿Qué ocurrirá? Los rusos hablan un idioma antiguo.
Por eso, cuando les escuchamos, es como si oyéramos los sonidos del pasado: el sistema de gestos, las categorías, las palabras. Cuando escucho al Sr. Lavrov, es como lo que escuchábamos hace treinta o cuarenta años.
Pero esto no significa que lo que dicen no tenga sentido: sí lo tiene, y vale la pena tomarlo en serio. Hace dos días, por ejemplo, un funcionario ruso dijo que avanzarán en Ucrania hasta que la línea del frente esté tan avanzada que desde allí las armas que posean los ucranianos no podrán golpear el territorio ruso.
En otras palabras, cuantas más armas modernas suministren los países de la OTAN a los ucranianos, más avanzarán los rusos en la línea del frente. Esto se debe a que son una nación militar que sólo piensa en términos de seguridad y sólo está interesada en asegurarse de que no es atacada desde el territorio ucraniano. Así que, en este momento, lo que estamos haciendo es prolongar la guerra, queramos o no.
Esto significa que no habrá conversaciones de paz ruso-ucranianas. Es una idea a la que debemos acostumbrarnos. Cualquiera que espere tales conversaciones estará esperando en vano.
Dado que Rusia quiere garantías de seguridad, la guerra sólo puede terminar con negociaciones ruso-estadounidenses. No habrá paz hasta que haya conversaciones ruso-estadounidenses.
“Podría rebatir esta afirmación diciendo: "Pero míranos a nosotros, los europeos, aquí". Pero, por desgracia, amigos míos, tengo que decir que los europeos hemos desperdiciado nuestra oportunidad de influir en los acontecimientos.
La desaprovechamos después de 2014, cuando dejamos a los estadounidenses fuera del primer acuerdo de Minsk creado durante el conflicto de Crimea, y en su lugar formulamos un acuerdo de Minsk con una garantía franco-alemana. Así debería haberse aplicado, pero, lamentablemente, los europeos -o los alemanes y los franceses que nos representaban- fuimos incapaces de hacerlo cumplir.
Por eso ahora los rusos no quieren negociar con nosotros, sino con quienes pueden obligar a Ucrania a hacer lo que acordó. Así que la situación es como la de después de la Segunda Guerra Mundial: Europa se encuentra de nuevo en una situación en la que no tendrá voz en su cuestión de seguridad más importante, que volverán a decidir los estadounidenses y los rusos.
“Demografía, migración, género, guerra. El quinto conjunto de retos a los que nos enfrentamos está relacionado con la energía y la economía.
Se trata de una cuestión compleja. Lo mejor es volver a la casilla de salida, como se hace después de que un paso de baile haya salido mal, y empezar de nuevo en un intento de comprender la situación. Hay que plantear las preguntas más sencillas.
En este caso, la pregunta más sencilla es la siguiente: ¿Quién se beneficia de esta guerra? La respuesta es que la parte que se beneficia es la que tiene sus propias fuentes de energía.
A los rusos les va bien. Hemos calculado mal, pensando que si no compramos energía a los rusos ellos tendrán menos ingresos. Esto es un error, porque los ingresos se determinan no sólo por la cantidad vendida, sino también por el precio unitario.
Y la situación actual es que los rusos venden menos energía, pero tienen unos ingresos mucho mayores. Así que a los rusos les va bien. Las importaciones de la Unión Europea procedentes de Rusia han caído un 23%, pero en el mismo periodo los ingresos de Gazprom se han duplicado.
A los chinos les ha ido bien. En términos de energía, los chinos solían estar a merced de los árabes, obteniendo toda su energía de esa zona del mundo. Pero ahora que no compramos a los rusos, hemos desplazado efectivamente la energía rusa hacia China, y ésta ha eliminado así su dependencia energética.
Y, por supuesto, las grandes empresas estadounidenses se están beneficiando. He recopilado esta lista: en 2022 los beneficios de Exxon se duplicaron, los de Chevron se cuadruplicaron y los de ConocoPhillips se multiplicaron por seis. Sabemos a quién le va bien económicamente.
¿A quién le va mal? A la Unión Europea le va mal, porque su déficit energético -la diferencia entre sus exportaciones e importaciones, o su valor- se ha triplicado, y ahora presenta un déficit de 189.000 millones de euros.”
Dreher termina su artículo reproductivo con estas preguntas, que podemos confiscar:
“[Todo] esto -lo que han leído arriba, y lo que leyeron ayer- no estaba preparado. Fue el primer ministro quien habló improvisadamente. Puede que no te guste el hombre, pero es profundo, y es un extraordinario estadista.
¿Puedes imaginar a Joe Biden hablando así? ¿Se imaginan a cualquier político nacional estadounidense capaz de hablar así de forma improvisada, dirigiéndose a un público?”
Eso mismo. ¿Se imagina usted, lector, a algún dirigente del gallinero hablando con tal coherencia y claridad, de forma improvisada? Usted no. Nosotros tampoco.
Dejamos una inquietud. La derecha transpirenaica –la pirenaica, para suerte de los países, sigue en las cavernas- tiene, en las circunstancias actuales, un mensaje, simple, pero efectivo: gas y paz. Suena bien. Gas barato y paz en Europa. La izquierda no tiene ninguno.
No se extrañen, entonces, que la derecha gane terreno. “Las sanciones occidentales contra Rusia son la política más mal concebida y contraproducente de la historia internacional reciente”. No lo dijo Orbán, sino Simon Jenkis, en The Guardian. Sólo haga números.
El gas, en febrero pasado, costaba 260 dólares los mil metros cúbicos. Hace pocos días estaba a 2.300 dólares. ¿Qué economía aguantará eso? ¿Y por cuánto tiempo? Que disfruten las vacaciones. Puede que sean las últimas (baratas).
Augusto Zamora R.