La Administración Putin puede gustar más o a ciertos regímenes menos, pero si hay algo que no es, es ser un Estado patrocinador del terrorismo.
La Operación Militar Especial continúa en Ucrania. La desnazificación y desmilitarización prosigue su curso conforme las Fuerzas Aeroespaciales de la Federación Rusa se adentran en los territorios a liberar.
Kiev se mantiene a flote gracias a la abundante ayuda occidental. El jefe del Régimen nazi-fasista, Volodymyr Zelensky, continúa presionado a Occidente para una intervención militar mucho más activa, pero, hasta ahora sin éxito. Su última estratagema ha sido instar a la administración Biden a que declare a Moscú un "estado patrocinador del terrorismo".
Solo hay un problema con la idea descabellada: Rusia no es un patrocinador estatal del terrorismo.
Pero, qué lo lleva al exhumorista a desandar este camino, este patrocinio que intenta endilgar, en este caso, a otro Estado. Llegados a este punto, nos valoremos de la psicología para intentar comprender esta actitud y que ha tenido repercusión favorable en el Congreso de EEUU.
Nos referimos a la "proyección". La proyección es un mecanismo de defensa por el que un sujeto atribuye a otras personas las propias "virtudes o defectos", incluso sus "carencias". Y nos queremos detener en el caso de la proyección negativa, que explica acabadamente la cuestión de Zelenski.
Ésta opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas, objetos o en este caso a todo un Estado, los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto.
De esta forma, se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a ese objeto externo, en este caso a Rusia.
Por esta vía, la defensa psíquica logra poner estos contenidos amenazantes afuera del sujeto en cuestión. En síntesis, el ladrón juzga por su condición.
Por supuesto, que para algunas mentes la Operación Especial pueden -y lo son- mal vista el, inaceptable, contraria a ciertos principios básicos o que Putin es un malvado, pero, no debemos dejar de lado en el análisis que las violaciones aliadas de múltiples garantías de seguridad y el expansionismo de la OTAN hacia la frontera de Rusia ayudan a explicar su decisión. Recordemos que ha sido la propia Organización que había asegurado que no se expandirá hacia los países del este.
Y además la paciencia de Rusia, durante más de 25 años de advertencias, tiene su límite. Sin embargo, eso no significa que sea un estado terrorista.
El deseo de Zelensky de obtener tanto de Occidente para su país hasta resulta entendible. En una situación comparable, cualquier presidente estadounidense debería hacer lo mismo.
De hecho, cuando buscaban la independencia, los colonos estadounidenses presionaron asiduamente a la monarquía francesa en busca de ayuda, lo que resultó ser fundamental para su victoria. (Irónicamente, la guerra de París con Gran Bretaña finalmente fue desastrosa para Francia, sangrando financieramente a la monarquía y contribuyendo así a la posterior Revolución Francesa. Más evidencia de que ninguna buena acción queda sin castigo, que Washington debería tener en cuenta hoy).
La designación de terrorismo es, por un lado, lo que el propio Zelensky es, proyectado hacia el otro y de cómo ha intentado el exterminio de los pueblos del Donbass y las ejecuciones llevada adelante a su propia tropa, pero también a los propios ucranianos, poniendo así su sentimiento más íntimo de implementar el terror. Por otro lado, un sin sentido total para poder aplicaría sanciones económicas modestas en comparación con las ya impuestas.
El proyecto de ley comprometería la inmunidad soberana de Rusia, pero cualquier impacto adicional probablemente sería marginal.
El secretario de Estado Antony Blinken señaló lo siguiente: “Los costos que nosotros y otros países hemos impuesto a Rusia están absolutamente en línea con las consecuencias que se derivarían de la designación como estado patrocinador del terrorismo”.
Llamar a un estado o movimiento “terrorista” es principalmente simbólico, un poco de insultos para desacreditar lo desacreditable.
Todavía podría haber razones para hacerlo si los designados como terroristas fueran, de hecho, terroristas. Sin embargo, la etiqueta se ha aplicado repetidamente a regímenes y movimientos que no cometieron terrorismo o que abandonaron la práctica hace mucho tiempo: Cuba, Corea del Norte, Yemen (Ansar Allah o los hutíes), Siria, Sudán, Irak e incluso Irán.
En estos casos, Washington etiquetó a los Gobiernos que no le gustaban, o no comulgan con sus posiciones extremas o sin sentido. Pero las sucesivas administraciones estadounidenses demostraron que ser llamado estado patrocinador del terrorismo no tiene nada que ver con el terrorismo.
Ha sido el propio EEUU el encargado de vaciar de sentido, de implosiomar el significado y significante sígnico para luego re-configurarlo con nuevo valor y significado del concepto: terrorismo o terrorista.
De hecho, según el nuevo estándar, numerosos países podrían incluirse en la lista negra de EEUU, como Myanmar/Birmania, Eritrea, Turkmenistán, Pakistán, Ruanda, Nigeria o Zimbabue, solo por dar algunos ejemplos. Varios aliados de Estados Unidos también merecen estar en esa lista: Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Turquía, Marruecos o "Israel".
Lo mismo ocurre con Arabia Saudí, encabezada por el príncipe heredero Mohammed “Slice 'n Dice” bin Salman, notable por asesinar y desmembrar a sus críticos. El Reino es más represivo a nivel nacional y ha matado a más personas a nivel internacional incluso que EEUU y sus Agencias de Inteligencia.
Según estos estándares flexibles, podríamos argumentar a tal efecto que, EEUU en estas últimas dos décadas de guerras e invasiones han resultado en muchas más muertes de civiles que cualquier cosa que haya hecho Rusia en ese mismo período, debería estar en esa misma lista.
Después de todo, Washington ayudó y continúa aciéndolo a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en su agresión genocida contra Yemen. O el apoyo irrestricto a "Israel" en el genocidio por goteo que lleva adelante desde hace más de 74 años contra el pueblo palestino.
La administración Bush II invadió Irak con falsos pretextos, devastando el país y desencadenando un conflicto sectario que acabó con la vida de cientos de miles de civiles. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU admitió anteriormente el asesinato calculado de medio millón de niños iraquíes a través de sanciones económicas: "Creemos que el precio vale la pena", declaró infamemente. Lo peor de todo esto es que, encima está justificado y silenciado por los distintos gobiernos de Occidente.
La razón más obvia para no poner a Moscú en la lista es dejar de utilizar una aberración sígnica, de una designación originalmente destinada a aplicarse a lo que la mayoría de la gente entendía como terrorismo. La práctica del terrorismo fue reconocida como un horror especial y se creía que merecía un tratamiento único. La etiqueta pierde su significado cuando se aplica por razones distintas al patrocinio del terrorismo por parte de un país. Sería mejor sencillamente abolir la práctica de nombrar países patrocinadores estatales del terror que continuar diluyendo la etiqueta producto de la política exterior yanky.
Al separar la clasificación del acto, Washington ha convertido el signo re-signifivado en otro concurso de intereses especiales, utilizado para satisfacer a los clamorosos e influyentes. Eso reduce el impacto de la designación aberrante, incluso cuando se aplique correctamente.
Los presidentes republicanos colocan a Cuba en la lista en un intento por ganar votos en el sur de Florida, mientras que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, perpetradores de crímenes de guerra masivos en Yemen, presionan para que los hutíes yemeníes sean incluidos en la lista. Y ahora hay un apoyo sustancial en el Capitolio para anular la discreción presidencial y agregar Moscú por decreto legislativo.
Entre los defensores más ávidos de atacar a Rusia se encuentra el senador Lindsey Graham, quien declaró : “Para mí, Putin ahora está sentado en la cima de un aparato terrorista estatal”. Graham debería saberlo, ya que quería que Estados Unidos interviniera en todas las guerras que espiaba, incluidas las de Irak, Libia y Siria.
Incluso habló positivamente sobre atacar a Corea del Norte y desencadenar un conflicto nuclear; al menos las muertes serían “allá”, declaró, y no en América. Por supuesto, el total de bajas podría ser de cientos de miles o incluso más. ¿Quién es el verdadero terrorista?
Incluir a Moscú en la lista tendría dos impactos negativos significativos en la política imperialista yanky. Primero, profundizaría las relaciones ya dañadas con otras naciones que tratan con Rusia. Graham parece entusiasmado con la posibilidad de declarar la guerra económica al mundo entero, proclamando: “Significa que hacer negocios con Rusia, con esa designación, llega a ser extremadamente difícil”. Imbuido de la arrogancia de años pasados, trataría al resto del mundo como una provincia conquistada.
Washington se encontraría de inmediato en un cruce con los países europeos que todavía tratan con Moscú en materia de energía. Además, dada la negativa de la mayor parte del mundo fuera de Estados Unidos, Europa y los aliados de EEUU en Asia a sancionar a Moscú (los reticentes incluyen estados tan notables como China, India, Indonesia, Pakistán, Sudáfrica y Brasil), Washington podría encontrarse en combate financiero en casi todas partes.
En este tema, el Sur Global probablemente se mantendría unido. Sus miembros hace mucho que se cansaron de la hipocresía yanky. Muchos culpan a Washington por sus dificultades económicas actuales y probablemente resistirían restricciones adicionales, lo que obligará a la administración Biden a decidir cuántos adversarios está dispuesto a enfrentar a la vez.
La designación también dificultará un arreglo negociado de la Operación Militar Especial en curso. Después de todo, ¿quién quiere hablar con “terroristas”? Incluso los acuerdos humanitarios, como el alcanzado para llevar el grano ucraniano al mercado, serían más difíciles de redactar y promover.
Cualquiera que intente llegar a un acuerdo con Moscú sería más vulnerable al tipo de demagogia que habitualmente emplean los republicanos desde la campaña deshonesta pero efectiva de la administración Bush para la invasión de Irak.
La posterior exposición de las múltiples y costosas mentiras de la administración no reparó el daño causado a la reputación de los opositores políticos de Bush.
La paz a menudo requiere hacer compromisos difíciles con personas y movimientos desagradables. Sin embargo, las negociaciones con Moscú podrían verse obstaculizadas aún más por la ruptura casi total de las relaciones si Rusia actuara ante las amenazas de cerrar la embajada de Estados Unidos o romper las relaciones diplomáticas. Ni siquiera sucedió durante los peores días de la Guerra Fría. Sin embargo, los lazos bilaterales continúan deshilachándose.
En Ucrania, los funcionarios estadounidenses se han atribuido el mérito de matar a generales rusos y hundir barcos rusos. Han declarado que su objetivo es debilitar a Moscú; con ese fin, han calificado al presidente Vladimir Putin de "criminal de guerra" y han pedido su "destitución". Llamarlo terrorista, la peor designación en el vocabulario oficial de Washington, lo empujaría aún más hacia la ruptura total de la relación entre Estados Unidos y Rusia.
Algunos defensores de aplicar la designación de terrorismo a Rusia parecen ignorar las consecuencias prácticas de tal acto. En su opinión, es solo otra forma de mostrar solidaridad con Kiev. Pero el Congreso podría lograr eso aprobando una resolución.
El presidente podría emitir una proclama de eterna amistad. Desafortunadamente, designar a Rusia como un estado terrorista drenaría aún más el significado del concepto y haría más difícil negociar el fin del conflicto. Las únicas personas que se beneficiarían son las de Occidente que esperan luchar contra Rusia hasta el último ucraniano, independientemente de las devastadoras consecuencias para Ucrania.
Finalmente, es importante que los estadounidenses recuperen sus procesos políticos y legislativos de los forasteros que buscan capturar la política estadounidense.
Actuando como si fuera un colega del Senado de Graham, Zelensky de Ucrania declaró en junio “la necesidad urgente de consagrar [la designación de terrorismo] legalmente”. Hacerlo podría ser del interés de Kiev, pero el interés de Estados Unidos es lo que el presidente y el Congreso deberían defender.
Zelensky y sus demandas políticas, han sobrepasado los límites de cualquier estado soberano. Graham y sus colegas deberían pensar primero a la hora de hacer la política estadounidense. La designación de terrorista debería estar restringida a los tterroristas.Que vuelva el cause al sol lingüístico y semántico. Por su parte, la administración Biden debería poner fin al conflicto que ella misma ha iniciado en Ucrania, en el 2014 con el golpe de estado, y propiciado con el expansionismo de la OTAN la reacción desde el hartazgo de la Federación Rusa.
Fuente: American Conservative
https://telegra.ph/Es-Rusia-patrocinador-estatal-del-terrorismo-08-13