La primavera pasada, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU, envió un proyecto de ley al Senado llamado, Ley de Competencia Estratégica de 2021, patrocinado por el demócrata Menéndez de Nueva Jersey y el senador republicano Misch de Idaho, el proyecto de ley es quizás en este momento la pieza de legislación más importante con respecto a la política de Estados Unidos hacia China en el Congreso. Sin duda, es uno de los más beligerantes.
Ron Jacobs
La primavera pasada, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU, envió un proyecto de ley al Senado llamado, Ley de Competencia Estratégica de 2021, patrocinado por el demócrata Menéndez de Nueva Jersey y el senador republicano Misch de Idaho, el proyecto de ley es quizás en este momento la pieza de legislación más importante con respecto a la política de Estados Unidos hacia China en el Congreso.
Sin duda, es uno de los más beligerantes. En resumen, la legislación es un intento de una mayor participación gubernamental, desde el Pentágono hasta las agencias que se ocupan del comercio y la industria, en la rivalidad económica cada vez más intensa entre los Estados Unidos y la República Popular China.
Las quejas enumeradas en el lenguaje del proyecto de ley semejan el gemido de un capitalista cuando se enfrenta a un competidor cuyas prácticas no solo imitan las del querellante, sino que las mejoran. En otras palabras, la mayor parte de lo que argumenta el proyecto de ley de ser prácticas injustas por parte de los actores de la economía china, son prácticas que Estados Unidos utiliza desde hace mucho tiempo.
El proyecto de ley comienza afirmando que Estados Unidos "trabajó activamente" para incorporar a China al orden económico mundial después de la normalización de las relaciones en 1979.
Al leer la lista de afirmaciones, que van desde proporcionar acceso, asistencia económica y colaboración en investigación, uno pensaría que Washington y Wall Street hicieron todo esto y más por la magnanimidad de su corazón.
Además del hecho de que los gobiernos son esencialmente despiadados y el sistema capitalista aún más, estas afirmaciones son, en el mejor de los casos, una broma. De hecho, son mentiras.
Estados Unidos se abrió a China para combatir la influencia de la Unión Soviética y porque el sistema capitalista estadounidense necesitaba otra fuente de mano de obra barata, investigación científica y mercados potenciales.
Ahora que China se ha convertido en una economía capitalista y lo ha logrado satisfactoriamente, Washington se queja amargamente. En gran parte, esto se debe a que China está haciendo lo que Estados Unidos ha hecho durante décadas, si no siglos.
Está empeñada en lo que este proyecto de ley denomina "prácticas económicas depredadoras". Prácticas que, después de todo, son la esencia del capitalismo monopolista y financiero.
Esas prácticas incluyen el avance de varias iniciativas del gobierno chino como la llamada Iniciativa Belt and Road y la iniciativa asociada Silk Road. Obviamente, estos esfuerzos diversos están diseñados para extender el alcance económico de China en el mundo asiático, africano y latinoamericano. Hasta ahora, estas regiones del mundo han sido consideradas por Estados Unidos como en su esfera de influencia. El hecho de que China esté amenazando esta hegemonía queda bastante claro en los párrafos introductorios, que dicen (en parte):
Los objetivos de la República Popular China son primero establecer la hegemonía regional sobre el Indo-Pacífico y luego utilizar esa posición dominante para impulsar a la República Popular China a convertirse en la "potencia mundial líder", dando forma a un orden internacional que favorezca los intereses del PCCh. Alcanzar estos objetivos requiere convertir a la República Popular China en una nación rica bajo el estricto régimen del PCCh mediante el uso de una sólida capacidad militar y tecnológica avanzada para perseguir los objetivos de la República Popular China, independientemente de los intereses de otros países ...
La República Popular China está ejecutando un plan para establecer la hegemonía regional sobre el Indo-Pacífico y desplazar a los Estados Unidos de la región... (Sección 2)
Las quejas continúan. China está acusada de socavar las instituciones democráticas y subvertir las instituciones financieras en países donde se ha involucrado en el comercio.
Además, continúa el documento, China está decidida a convertirse en una superpotencia tecnológica y manufacturera y lo está haciendo socavando los derechos humanos, fusionando usos militares y civiles y participando en prácticas que van en contra de las normas establecidas del comercio internacional. Normas que fueron establecidas por los Estados Unidos y, en consecuencia, favorecieron a los Estados Unidos.
En lo que debe ser descrito como un ejemplo perfecto de proyección, el proyecto de ley acusa al gobierno chino de interferir cada vez más en la economía china. Si bien este es obviamente el caso, ¿qué es esta llamada Ley de Competencia Estratégica sino una interferencia igualmente flagrante en la economía de Estados Unidos? Una economía en la que, por cierto, el lenguaje del proyecto de ley insiste, es libre y abierta, a pesar de que los años de actividad gubernamental demuestran exactamente lo contrario.
Después de que el proyecto de ley termina de acusar al gobierno de China de aplicar políticas muy similares a las que Estados Unidos pensaba que eran de su exclusividad en el mundo, los autores proporcionan una lista de políticas y prácticas diseñadas para garantizar el papel continuo de Washington como el único poder superimperialista en el mundo.
No sorprende que esta lista suene bastante similar a las mismas políticas y prácticas que el lenguaje anterior acusa a la República Popular de China de llevar a cabo en sus esfuerzos por mejorar su economía.
Naturalmente, el lenguaje en la lista de recetas para los Estados Unidos está enmarcado en un lenguaje que ensalza el libre mercado, las normas internacionales, la colaboración y el sector privado. Sin embargo, cuando este lenguaje se depura y reformula en términos más objetivos, describe las mismas acciones de las que China es acusada por los redactores de la legislación.
El proyecto de ley parece bastante claro en su lenguaje con respecto al uso de la fuerza militar por parte de Estados Unidos. De hecho, declara: "Nada en esta Ley podrá interpretarse en el sentido de que autoriza el uso de la fuerza militar". (Sección 6b) Esto refleja un entendimiento de que la guerra con China es una guerra que nadie desea experimentar.
Al mismo tiempo, sin embargo, la sección inmediatamente anterior a la Sección 6 pide la creación de una Iniciativa de Disuasión del Pacífico que, entre otras cuestiones diplomáticas y económicas, establece que la iniciativa "debe priorizar las inversiones militares necesarias para lograr los objetivos políticos de los Estados Unidos en el Indo-Pacífico”.
Entre ellas se encuentran disposiciones que exigen transferencias continuas de equipo militar a Taiwán y que ayudan a Taiwán a desarrollar aún más una capacidad militar asimétrica. Estas capacidades incluyen armamento de largo alcance, misiles, armas submarinas y más. El proyecto de ley incluye un lenguaje similar con respecto a Japón.
Además, existe un llamado a hacer del escenario del Indo-Pacífico una prioridad para la presencia militar estadounidense. Esto incluye "desplegar redes de ataque de precisión de largo alcance de las fuerzas de los Estados Unidos y aliados, incluidos misiles de crucero lanzados desde tierra, capacidades submarinas y navales, y defensa aérea y de misiles integrada en la Primera Cadena de Islas y la Segunda Cadena de Islas". (Sec. 224 (11D).
Además, se solicitan miles de millones de dólares para entrenar y apoyar a los ejércitos extranjeros en las regiones -ejércitos con legados de violaciones de derechos humanos muy propios.
Esta postura aparentemente contradictoria pone de manifiesto el hecho, probado a lo largo de la historia de los Estados Unidos, de que la opción militar siempre está sobre la mesa y, por lo tanto, constantemente actualizada. Es la carta de triunfo de Washington, por así decirlo.
Hay una sección del proyecto de ley que analiza las supuestas prácticas crediticias depredadoras del gobierno chino y los bancos del país. Por supuesto, no se hace absolutamente ninguna mención de la naturaleza enormemente depredadora de los préstamos y prácticas del FMI y el Banco Mundial (dominados por Estados Unidos).
Estas son prácticas conocidas por causar la bancarrota de naciones enteras, el empobrecimiento de millones de ciudadanos que pierden el acceso a alimentos y refugio subsidiados, y la destrucción de los sistemas de salud pública con la finalidad de que los gobiernos de esas naciones puedan calificar para dichos préstamos.
La naturaleza del capitalismo financiero es tal que todos los préstamos que cobran intereses o exigen el desmantelamiento y privatización de los servicios sociales de una nación prestataria son por definición predatorios. No conozco ningún caso en el que los chinos hayan exigido a una nación que deje de ayudar a su gente a que pueda alimentarse para obtener un préstamo. La lista de países obligados a hacerlo por el FMI es larga.
Este artículo es solo un breve vistazo a esta legislación. Como tantas otras legislaciones de esta naturaleza, gran parte es una orden de compra para la industria de la guerra.
De hecho, hay docenas de líneas dedicadas por completo a describir el tipo de armamento que el Congreso espera proporcionar a aquellas naciones que considera que están suficientemente dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos.
Aquí hay poca discusión sobre los costos, pero, de nuevo, ese nunca es un detalle que parezca impedir dar dinero al Pentágono y sus industrias asociadas.
A pesar de la advertencia expresada varias veces en este proyecto de ley de que nada debe interpretarse como un llamado al uso de la fuerza militar contra China, la existencia de tanto lenguaje relacionado con la adquisición y distribución de armamento militar de fabricación estadounidense y la discusión de varios tipos de mejoras de las fuerzas estadounidenses en la región deja en claro que el proyecto de ley pretende ser una amenaza para el gobierno chino.
El otro aspecto de este proyecto de ley que es bastante transparente es la amenaza a la hegemonía estadounidense percibida por el establishment político de los Estados Unidos.
Esta percepción es compartida en todo ese establishment, desde los trumpistas hasta el ala progresista del Partido Demócrata, y es tan bipartidista como cualquier percepción compartida en la política prevaleciente de Estados Unidos.
Está influenciada por un sistema económico que exige competencia, no cooperación; explotación, no sostenibilidad, y lucro por encima de las personas.
Lamentablemente, la economía china también se integra cada vez más bajo estas características, aunque con sus propias particularidades.
Si la historia es algún indicador (y creo que lo es), la desagradable posibilidad de una guerra se asoma detrás de cualquier intensificación de la rivalidad económica y política entre Washington y Beijing.
Sin embargo, incluso si una genuina cooperación es virtualmente imposible mientras ambas economías nacionales coloquen las ganancias por encima de casi todo lo demás, uno espera que se pueda mantener algún tipo de coexistencia pacífica. Este proyecto de ley hace poco para fomentar esa esperanza.
Publicado por La Cuna del Sol