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Brasil. El colapso


Datos de fuentes especializadas arrojan que al cierre del 22 de abril la nación suramericana rebasa los 14 millones de infectados y 381 mil fallecidos por la Covid-19.


Con sus graves consecuencias sanitarias, sociales y económicas para Brasil, la pandemia de la Covid-19 echó sombras sobre el segundo año de gobierno del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.

Qué esperar de un gobernante convencido de que, aunque lo acusen de “genocida”, “el daño de las cuarentenas” es superior con “una generación sin escuela, gente muriendo por depresión y quiebra económica”.

Brasil es hoy el país de América Latina con más contagios y mayor número de muertes, y está entre las 10 naciones más afectadas a nivel mundial por la letal enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2.

Datos de fuentes especializadas arrojan que al cierre del 22 de abril la nación suramericana rebasa los 14 millones de infectados y 381 mil fallecidos por la Covid-19.

En materia política, quizás la señal más inequívoca del impacto de la emergencia sanitaria y su mal manejo por un presidente que se burló de los protocolos y asumió una actitud negacionista de la Covid-19 resultó el fiasco en las elecciones locales de noviembre.

Los votantes no apoyaron a gran parte de los candidatos del excapitán del ejército, lo que no pocos interpretaron como un posible freno al “bolsonarismo” de cara a los comicios de 2022.

Hay que recordar que durante su campaña electoral el candidato populista de derecha se presentó como antisistema y obtuvo la victoria con el 55  por ciento de los votos en la segunda vuelta contra Fernando Haddad del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), pese a sus posiciones racistas, misóginas y homofóbicas.

A mitad del camino recorrido en su mandato lo que hay para mostrar es una crisis política y social que, sin dudas, “es un desastre total”, advirtió la intelectual brasileña Marilia Guimarães en entrevista para la sección A Profundidad de Al Mayadeen Español.

“El pueblo está muriéndose de hambre y muriéndose por el virus”, expresó Guimarães al señalar que su país “llegó a ser una de las mayores economías del mundo” y en la actualidad “vive en una situación de calamidad lamentable”.

En este escenario de pandemia ganó terreno la polarización; aunque Bolsonaro opinó en algún momento que Brasil “está bien y todo es maravilloso”.

Sin embargo, el gobierno de Bolsonaro ha fracasado en el cumplimiento de sus promesas en cuanto a ofrecer soluciones a los grandes problemas por los cuales atraviesa el gigante suramericano y en el objetivo explícito cambiar el país.

Ante todas estas dificultades, Ilona Szabó, directora ejecutiva del Instituto Igarapé, alertó a medios locales que “crisis como estas requieren de un liderazgo enfocado y competente. Bolsonaro y sus colegas populistas demagogos alrededor del mundo son incapaces de eso, y entre más tiempo permanezcan en el poder, más gente morirá”.

Para Guimarães, autora, entre otros, del libro Nuestros años en Cuba, hay un estado de “calamidad lamentable”.

Hasta la fecha, la campaña de vacunación cubrió a unos 23 millones de personas, solo el 10.9 por ciento de la población del país.

De la gripezinha a la emergencia

Desde el principio, el foco del presidente estuvo puesto en la economía, a la que dio prioridad sobre la protección de la salud. De esta manera Bolsonaro se refirió repetidamente la Covid-19 como una “gripezinha” y han sido constantes sus actitudes de confrontación con los gobernadores estaduales.

Tenemos un país con unos dirigentes que, además de no implementar medidas de control, minaron las medidas que teníamos, como la distancia social, el uso de mascarillas y, durante mucho tiempo, también las vacunas. 

Nos convertimos en una amenaza global, opinó Denise Garrett, epidemióloga brasileña que trabajó durante más de 20 años en el Centro para el Control de Enfermedades del Departamento de Salud de Estados Unidos.


La actual vicepresidenta del Instituto de Vacunas Sabin (Washington) argumentó que “un año después, estamos en el peor lugar en el que podríamos estar, con una transmisión altísima, con una variante extremadamente alarmante y con un sistema de salud al borde del colapso".

Sencillamente, el presidente Bolsonaro es aliado del coronavirus, no es aliado de la resiliencia, el pueblo, de la vida ni tampoco de la Organización Mundial de la Salud, sentenció Alexandre Conceição, de la Coordinación Nacional del Movimiento Sin Tierra (MST).

Acá en Brasil hay un genocidio administrativo con el tema de la pandemia, ratificó el dirigente del MST.

No es secreto que desde que comenzaron a conocerse en diciembre de 2019 los primeros contagios en Wuhan, China, Bolsonaro aseguró que el poder del virus SARS-CoV-2 estaba “sobredimensionado” y que era más bien una “fantasía”.

Tras la detección del primer caso de una persona infectada en Sao Paulo (en febrero de 2020), el estadista subestimó la noticia y consideró que él, por su historial de atleta, no debía preocuparse con esas cosas, porque “no sentiría nada, como mucho una gripecita o un constipadito”.

Transcurridos más de 12 meses, abril se proyecta como el más oscuro de Brasil en la pandemia, al punto que en varias ciudades del gigante sudamericano las muertes superan a los nacimientos.

Expertos en salud pública culpan a Bolsonaro por negarse a promulgar medidas estrictas para detener las infecciones y por enfrentarse a los gobernadores y alcaldes que lo hicieron.

La Integrante de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad apuntó que tales actitudes del presidente y su gobierno fueron “una puerta totalmente abierta para que se tornara un caos la gran pandemia que azotó al mundo”.

Dijo que en la actualidad el sistema de salud en Brasil "está totalmente colapsado, la crisis llegó a un punto tal que los propios ministros que hacían parte del gobierno salieron”.

Hay falta de profesionales sanitarios. Desde el inicio de su gobierno, Bolsonaro empezó a agredir de una manera brutal a los médicos cubanos que prestaban un servicio inestimable al pueblo brasileño, añadió Guimaraes.

“Cuba con toda su dignidad inmediatamente retiró sus médicos porque no iba a dejarlos que fueran agredidos. Con eso –enfatizó- la población brasileña quedó totalmente abandonada” y eso hizo que el personal de salud que tenemos “también esté en una situación de calamidad absurda, cansancio, de estrés y desesperación”.

Otros controvertidos puntos

La deforestación en la región amazónica y los incendios en el Pantanal han adquirido dimensiones dramáticas durante el mandato de Bolsonaro, quien estima que la protección del ambiente y del clima son obstáculos para el desarrollo económico.

Si bien Brasil no se retiró del Acuerdo Climático de París a pesar de las múltiples amenazas, algunos altos funcionarios niegan la crisis climática y dificultan la lucha contra la destrucción de la selva tropical, opinan centros especializados.

También le critican las respuestas tardías a la pandemia que ha provocado daños irreparables, en particular, en las comunidades indígenas. 

La crisis sanitaria de los pueblos nativos de Brasil —305 en total, que hablan 274 lenguas propias y que se distribuyen mayoritariamente por la región amazónica— fue minimizada por las autoridades nacionales, de acuerdo con reportes de prensa

Así las aldeas han visto morir a más de 200 ancianos, víctimas de la Covid-19, lo que traza una catástrofe social: la presencia de los indígenas más longevos es condición inseparable de la gobernabilidad de esas comunidades; e incluye la transmisión de conocimientos sobre plantas y curas de enfermedades, sus historias comunitarias, sus lenguas propias y rituales, explican las reseñas.

La ruptura de esa configuración significará el fin de muchas de las comunidades menos numerosas. Datos oficiales indican que hay 114 grupos de indígenas que aún permanecen aislados de la modernidad y el contacto con “el hombre blanco”.

Al jefe de Estado critican también su orientación de la política exterior. Miembro del G20, Brasil tradicionalmente ha tenido voz en foros e instituciones multilaterales, que ejerció diez veces como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Pero después de dos años de Bolsonaro en el poder todo “se ha vuelto mucho más impredecible”, plantean los analistas.

Entretanto, comentan que, en el plano interno, aparte de la reforma del sistema de pensiones y seguridad social, es difícil identificar logros gubernamentales significativos. “Brasil podría tener por delante en 2021 tiempos muy difíciles tanto en términos de política de salud como económicos”, puntualizan.

Guimarães tiene claro que Bolsonaro desmontó el estado, privatizó, destruyó todas las instituciones, creó un clima de odio brutal. “Pienso que un Brasil post Bolsonaro con certeza será como si hubiese pasado una guerra mundial, destrucción, pero existe la esperanza, la esperanza de Lula, que vuelva a ser presidente para recuperar el pueblo, para recuperar las instituciones, para recuperar nuestro país y hacer que el pueblo pueda sonreír de nuevo”, subrayó.

Luiz Inácio Lula da Silva regresó con fuerza al escenario político después que un juez del Supremo Tribunal Federal anulara el 8 de marzo sus condenas y por ende recuperara sus derechos para su eventual participación en la carrera presidencial el próximo año.

Mientras, el 4 de marzo último Bolsonaro reiteró su posición de no "acobardarse” ante el SARS-CoV-2, llamó a los gobiernos locales a no confinar a la población y preguntó hasta cuándo el país va a seguir llorando.

 “Ahora todo es pandemia, hay que acabar con ese tema” y a fin de cuentas “morir es parte de la vida”.

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