Pablo Gonzalez

¿Por qué una absurdidad religiosa tiene que ser más respetable que otra?


Como sabemos, según los musulmanes Mahoma se trasladó en una ocasión de la Tierra al Cielo montado en un equino mitológico, con cabeza de mujer y cuerpo de yegua, llamado “Buraq”.

  Y todavía los musulmanes creen en este raro animal descrito como de color blanco, con cola de pavo real y una bella cabeza humana femenina [1].

Pero la creencia de los cristianos no es para nada menos absurda. 

Para ellos Jesús, para empezar, resucitó, es decir, volvió a la vida después de morir, lo cual no es posible. 

Luego se apareció a sus discípulos y los llevó hasta Betania, donde los bendijo. Entonces “se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.” (Lucas 24: 50-51). 

Mientras que según Hechos de los Apóstoles (que se supone es del mismo autor), Jesús “fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba…” (Hechos 1: 9-10).

¿Llevado al cielo? ¿Por quién? ¿Alzado? ¿Se fue en una nube que lo recibió? ¿Para dónde?

Sí, los cristianos creen que efectivamente Jesús subió más allá de la atmósfera, y lo hizo en una nube que lo recibió, que era tan densa que podía soportar su peso.

 Pero, ¿cómo pudo Jesús autopropulsarse, o su nube, venciendo la fuerza de la gravedad, y sin llevar siquiera un traje espacial? Si Jesús estaba vivo y con su mismo cuerpo, tenía necesidad de respirar, ¿cómo lo hizo?

Obviamente los primitivos redactores de los evangelios no sabían que para escapar de la gravedad terrestre todo cuerpo tiene que alcanzar una velocidad llamada “velocidad de escape” o “velocidad de liberación”.

 Hoy lo sabemos gracias a la ciencia, y sabemos que sin importar que el cuerpo sea liviano o pesado, e independientemente de su masa, la velocidad de escape media es de 11,19 km/s, que equivale a 40 280 km/h [2] [3]. Sí, ¡más de cuarenta mil kilómetros por hora!… Y por supuesto, no es de una sola vez, sino acelerando hasta alcanzar unas tres veces y media el valor de la gravedad.

Para los cristianos, Jesús se alejó de sus discípulos soportando esa aceleración que experimentan los astronautas, hasta alcanzar esa enorme velocidad, y sin que siquiera se le quemara la ropa por la fricción del aire. Y esto, sin oxígeno y soportanto temperaturas extremas.

Pero además los cristianos creen en otro personaje bíblico, el profeta Elías, quien igual que Jesús habría subido al cielo ocho siglos antes (2 Reyes 2: 11). Y todavía los creyentes, sobre todo los judíos, esperan su regreso según lo pronosticado por otro profeta (Malaquías 4: 5-6).

Y esto no termina allí. Los cristianos católicos creen también que María, la madre de Jesús, fue elevada a los cielos, porque así lo decidió el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950.

Así que, ¿por qué se burlan los religiosos de otras creencias y no de las suyas?

Por cierto, la presencia de al menos tres personajes religiosos “en el cielo” con su cuerpo físico (Elías, Jesús y María), genera muchas otras preguntas: ¿En qué parte del universo se encuentran?, ¿cómo hacen para respirar?, ¿qué comen?, ¿dónde duermen?, ¿dónde hacen sus necesidades fisiológicas? ¿Se enferman?, ¿qué hacen para no envejecer?… ¿Qué hacen para entretenerse?

¡Vamos! La respuesta sólo es una: Todo eso no es más que ficción.


Referencias:

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