En esta entrega el Catedrático de la UNA, Rogelio Cedeño, se refiere al origen de los términos "izquierda" y "derecha" y como estos son empleados por la derecha, junto a un concepto comprometido de "democracia"
El uso dentro del lenguaje político de los términos o expresiones izquierda y derecha se remonta por lo menos a dos siglos atrás, cuando en los momentos iniciales de la revolución francesa sucedió que:“ El 28 de agosto de 1789, los diputados de la Asamblea Constituyente de la Francia revolucionaria, actuando en Versalles, debaten la posibilidad del veto real.
Por una cuestión de procedimiento legislativo, el discutido privilegio real de oponerse a las leyes votadas por la Asamblea se convierte en la definición del régimen que está naciendo: un sistema constitucional o una monarquía restaurada. Los diputados que se resisten al veto real se agrupan a la izquierda de Clermont-Tonnerre, el presidente de la sesión. Los partidarios del absolutismo real se reagrupan en el lado derecho.
Es símbolo gráfico durará desde entonces hasta hoy como una referencia con múltiples y sucesivos significados.“ (Revista Filosofía Hoy n°8 España p.18 sf) A lo largo de los siglos XIX y XX el término reaparecerá, de manera reiterada, para significar y resignificar posiciones políticas a partir de esa ubicuidad, dentro de lo que viene a ser una constante que, lo mismo se emplea como una herramienta para el análisis político, como también para denostar o simplemente identificar al adversario, situado por así decirlo, en la posición contraria o en la acera de enfrente.
Los de la derecha política asumiendo siempre, en cada coyuntura histórica, las posiciones más reaccionarias, legitimistas o en pro de un cierto statu quo que beneficia a las elites más tradicionales, rechaza la democracia y las prácticas que implican su materialización, sobre todo cuando implican algo más que las meras consultas electorales, al principio muy restringidas en beneficio de las clases altas y excluyentes hacia las clases obrera y campesina, cuyos integrantes eran en su mayoría personas iletradas, además de que tuvo que pasar mucho tiempo para que dieran fruto las luchas para que la mitad de la población pudiera votar: las mujeres que comienzan a hacerlo, de manera gradual, en distintos países a partir de la primera mitad del siglo XX.
Serán, sobre todo, las luchas de la clase obrera las que permitirán ir ensanchando el nicho de las libertades públicas, a veces erróneamente llamadas burguesas por parte de algunos sectores de la izquierda.
A pesar de todo lo anterior, no hay nada más impresionante que la manera como las gentes de la derecha asumen el término democracia, desde luego sin entrar en grandes consideraciones acerca de su significación y mucho menos sobre cuáles serían las prácticas políticas que implican, ni más ni menos, un verdadero ejercicio democrático.
Se trata de un término y unas prácticas sociales restringidas a los integrantes de las viejas clases oligárquicas, presentes en nuestras sociedades latinoamericanas, las que se sienten siempre amenazadas por la irrupción en los ámbitos de la lucha política de los excluidos del poder y la riqueza, sobre todo como el resultado más visible de la dominación capitalista.
A raíz del referéndum realizado recientemente en Bolivia, acerca de una posible nueva reelección del presidente Evo Morales Ayma se publicó en el diario La Nación de Costa Rica, una fotografía en que unos jóvenes mestizos, cuyos rostros parecen evidenciar también su procedencia de las clases sociales más acomodadas de ese país andino, quienes portaban un cartel que decía “Democracia Sí, Dictadura No” cuya significación no puede asumirse literalmente.
En realidad, lo que querían decirnos es que todo lo que no sea la acción política en términos del capitalismo neoliberal, basada en la realización de elecciones periódicas para escoger entre unos candidatos que harán siempre la misma política: la que dictan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, les resulta indigerible dado el hecho de que la otra Bolivia, la campesina quechuayamarahablante, está formada por gentes, cuya participación política les es ajena, y por lo tanto, no democrática.
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