En los institutos de secundaria aprendimos que Grecia es la cuna de la Civilización clásica occidental.
El maestro nos dijo que por entonces el mundo era chiquito, plano y se circunscribía a las costas del Mar Mediterráneo y algunas tierras adyacentes hacia Oriente y Mesopotamia y al Sur, lo que alcazaba en la flaca cuenca del Nilo. El resto era un misterio envuelto en un enigma.
La fuerza de la espada del Imperio trajo riqueza al Peloponeso y a sus islas, dónde sus élites se morían de tanto ocio y aburrimiento. Y entonces, florecieron los primeros sabios.
Hombres que sabían casi de todo, como Tales de Mileto que fue filósofo, físico, astrónomo, geógrafo, entendía de política, retorica, algo de música y también curaba.
Los Siete Sabios (en mayúsculas) a los cuales, con el paso de los siglos, se le fueron sumando otras mentes brillantes como Pitágoras, Empédocles, Epicuro, Jenofonte, Heráclito, Euclides y otros que lo mismo les daba teorizar sobre números, ángulos, líneas y círculos, que especular sobre la existencia del átomo, la racionalidad de lo divino, el Cosmos o la medicina, hasta que irrumpieron los tres gigantes que volcaron su inigualable capacidad de abstracción para contarles a todos sobre el alma, el amor, los sentidos, el comportamiento que trae premio, de todo lo que no se ve, pero nos hace seres sociales en interacción, sin olvidarse de conceptualizar sobre la capacidad de la razón.
Sócrates, su discípulo Platón y este a su vez con su aventajado alumno, Aristóteles, sentaban cátedra con profunda sapiencia en temas tan variados como la biología, física, matemática, lógica, literatura, psicología, ética, política y por supuesto, la filosofía. Sabios de verdad.
Con el devenir del tiempo y el enseñoramiento de la Ciencia, los grandes descubrimientos geográficos y las nuevas tecnologías, el mundo se ensancho y se acabaron los sabios que sabían casi de todo y aparecieron los científicos, los especialistas, los expertos.
Nicaragua no es un Imperio antiguo, mucho menos una Potencia moderna, un tanque del conocimiento. Tampoco hay sabios nicas.
Aunque... Talvez sí.
Si no, veamos la cantidad de “todólogos”, “opinólogos”, “recomendólogos” de cualquier calibre, calificación, color, militancia y oficio que a diario se despachan sesudos análisis, conclusiones perfectas e infalibles frente a los micrófonos y cámaras de los aburridos medios de la derecha tarifada nicaragüense.
Cada uno se desdobla en infinidad de maestros, especialistas ( como matriushkas rusas), cuya experticia abarca-tales sabios del pasado-todas los vericuetos y ramas del conocimiento humano.
Son los "expertos", los " analistas". Los "sabios chapiollos" que tienen todas las respuestas a todos los problemas. Sobre todo, cuando se trata de dar un golpe de Estado, resultan maestros de la manipulación y la post-verdad mediática, cirujanos de manos sucias que implantan matrices de " pensamiento" entre los fanáticos que los escuchan.
Un economista, frecuentemente “invitado”, indica que lo importante no son los números, las estadísticas, las gráficas y curvas que ponen de relieve la macro y micro economía del país, el empleo, los flujos de capital, la balanza comercial, la producción, la Política financiera, etc., sino que “lo primero es la política” y en la hora siguiente, después de los comerciales, otro eterno “invitado”, presentado como reputado “analista político”, pontifica que la solución está en que el país sea sancionado y “tal vez intervenido” por otras "naciones democráticas”.
Un sacerdote habla de las bondades de la guerra; un periodista y cartógrafo amateur, diserta sobre los números en rojo de la economía, un abogado concluye que todo malandrín es un “secuestrado político”, un sociólogo recomienda cárcel para la Policía y en los últimos meses de este año, un médico que desde Europa ( dónde trabaja como acupunturista por falta de calificación) afirma rotundo - vía Skype- que para el final del 2020, nuestro país perderá, por efectos mortales de una pandemia ( y " el mal manejo de la misma por parte del 'régimen', según él), decenas de miles de sus habitantes.
La magia de los micrófonos y cámaras los transforman, aumentan su coeficiente intelectual, inflan su portafolio de diplomas.
El empresario que se desgarra el traje pidiendo “paro indefinido”, explica cómo funciona la OEA y el Congreso de los Estados Unidos, mientras otro “especialista” de oficio panadero detalla el futuro Plan de Gobierno “cuando caiga el Régimen” y no nos asustemos porque un defensor de los Derechos Humanos pide cárcel y muerte para “todos los sapos” y argumente el porqué los préstamos para construir hospitales son inaceptables, pues " mejoran la imagen pública del Dictador"...
¡Saben y opinan de todo! Y estoy sospechando que también son duchos en mecánica cuántica, fotones, relatividad, nanotecnología, clonación y hasta parecen saber dónde encontrar al eslabón perdido de la evolución del sapiens-sapiens o explicarnos el árbol genealógico del yerno de la cuñada de William Walker.
Al instante mudan de oficio y profesión, parecen tener más títulos que víboras en la cabeza de la Gorgona o entender de más asuntos y con más propiedad que todos los sabios helénicos juntos.
¿Sera un nuevo síndrome, una mutación cerebral maligna e inmediata originada en el odio al sandinismo y el amor al amo extranjero? ¿Estará en sus genes de cheles resentidos o de igualados hijos de casa?
Son los especialistas de Harvard y el Experimental México, los PhD de Yale y los bachilleres in fieri del Colegio La Salle, los sabios de Radio Corporación y el Canal 10, los todólogos de La Prensa.
¡Cuántos vigores dispersos!
Edelberto Matus.