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EEUU: ¿Cuál será la política exterior del ‎próximo presidente?‎


Los programas de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump y ‎Joe Biden, no se parecen a los programas de los candidatos anteriores.

  Ya no se trata ‎de adaptar Estados Unidos a los cambios del mundo sino de definir lo que ese país ‎será en adelante. Por tratarse de una cuestión existencial es muy posible que las cosas ‎degeneren y acaben por llegar a la violencia. Uno de los dos bandos estima que su país ‎deber ser una nación al servicio de los ciudadanos, mientras que el otro cree que ‎Estados Unidos tiene que recuperar su estatus imperial.‎
En la campaña electoral con vista a la elección presidencial estadounidense de 2020 se enfrentan ‎dos visiones radicalmente diferentes de lo que Estados Unidos debe ser: ¿Un imperio o ‎una nación? ‎

Por un lado está la pretensión de Washington de dominar el mundo “conteniendo” a los ‎competidores potenciales –se trata de la estrategia conocida como «containment», enunciada ‎por George Kennan en 1946 y aplicada por todos los presidentes de Estados Unidos hasta el año ‎‎2016.

Del otro lado tenemos el rechazo al imperialismo y la voluntad de facilitar el ‎enriquecimiento de los estadounidenses en general –estrategia enunciada por el presidente ‎Andrew Jackson (1829-1837), pero que el presidente Donald Trump (2017-2020) ha sido el único ‎en tratar de aplicar.‎

Ambos bandos utilizan una retórica que esconde su verdadera práctica. Demócratas y republicanos ‎se proclaman heraldos del «mundo libre» ante las «dictaduras», enemigos de toda ‎discriminación racial, de género y de orientación sexual y campeones de la lucha contra el ‎‎«calentamiento climático».

 Por su parte, los jacksonianos denuncian la corrupción, la ‎perversidad y en definitiva la hipocresía de los anteriores y exhortan los estadounidenses a ‎luchar, pero no por el imperio sino por su nación. ‎

Ambos campos sólo tienen en común el mismo culto de la fuerza, independientemente de que esa ‎fuerza sirva al imperio (en el caso de los demócratas y de los republicanos) o de que esté ‎al servicio de la nación (como quisieran los jacksonianos). ‎

El hecho de que los jacksonianos se hayan hecho súbitamente mayoritarios a través del país y ‎de que hayan logrado hacerse con el control del Partido Republicano hace que la situación sea ‎todavía más confusa, pero no debe confundirse el trumpismo con la ideología republicana ‎posterior a la Segunda Guerra Mundial. ‎

En la práctica, los demócratas y los republicanos son más bien personas acomodadas ‎o profesionales vinculados a las nuevas tecnologías, mientras que los jacksonianos –como los ‎‎“chalecos amarillos” en Francia– son más bien pobres y están vinculados a la explotación de ‎la tierra, actividad de la que no logran escapar. ‎

En la campaña para la elección presidencial de 2020, demócratas y republicanos ‎cierran filas alrededor del ex vicepresidente Joe Biden. Este último y sus partidarios ‎se muestran extremadamente volubles en cuanto a sus intenciones:‎

ver 

The Power of America’s Example”, por Joseph R. Biden Jr., Voltaire ‎Network, 11 de julio de 2019;‎
Why America Must Lead Again. Rescuing U.S. Foreign Policy After Trump”, por Joseph R. Biden Jr., Foreign Affairs, marzo/abril de 2020;‎

y sobre todo la declaración de los altos funcionarios de la seguridad nacional que se proclaman ‎‎republicanos pero se pronuncian por el demócrata Joe Biden:‎

A Statement by Former Republican National Security Officials”, Voltaire ‎Network, 20 de agosto de 2020.‎

Por el contrario, Donald Trump se mantiene evasivo por escrito:‎
Donald Trump Second Term Agenda”, por Donald Trump, Voltaire ‎Network, 24 de agosto de 2020 (la política exterior aparece en el corto párrafo que se halla ‎al final del texto).

En mi opinión, los principales litigios no están enunciados, aunque están constantemente ‎implícitos. ‎

‎Donald Trump, animador de televisión y hombre de negocios, sueña con devolver el país ‎al pueblo, como quiso hacerlo el presidente Andrew Jackson. ‎

El programa de los jacksonianos

Desde su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump cuestionó la estrategia Rumsfeld/Cebrowsky ‎‎ [1]‎ de destrucción de las estructuras mismas de los Estados en absolutamente todos los ‎países del «Gran Medio Oriente» (también designado como «Medio Oriente ampliado») y anunció su intención de «traer de regreso a casa» las tropas estadounidenses dispersas y ‎empantanadas en la «guerra sin fin». En 2020, ese objetivo sigue ocupando el primer lugar ‎entre las prioridades de Donald Trump («Detengan las guerras sin fin y traigan nuestras tropas ‎a casa» – Stop Endless Wars and Bring Our Troops Home). ‎

De paso, Trump excluyó de las reuniones regulares del Consejo de Seguridad Nacional al director ‎de la CIA y al jefe del Estado Mayor Conjunto. Con esa medida privó a los partidarios del ‎imperialismo de su principal herramienta de conquista. ‎

Ver:‎

y «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017.

‎Vino después una verdadera batalla por la dirección de esa instancia –el Consejo de Seguridad ‎Nacional– con la inculpación del general Michael Flynn –el primer designado por Trump para esa ‎función, en manos del consejero presidencial para la seguridad nacional–, el posterior reemplazo ‎del general Flynn por el general H. R. McMaster, reemplazado a su vez por el excepcionalista ‎John Bolton, quien fue sustituido finalmente por Robert O’Brien, actualmente en el cargo.

En mayo de 2017, Donald Trump ordenó perentoriamente a los aliados de Estados Unidos ‎poner fin de inmediato al respaldo que aportaban a los yihadistas encargados de aplicar la ‎estrategia Rumsfeld/Cebrowski. Lo hizo en su discurso de Riad a los jefes de Estado sunnitas y ‎luego repitió la orden al dirigirse a los jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros ‎de la OTAN. Anteriormente, el presidente Trump había declarado la OTAN obsoleta, pero acabó ‎echándose atrás. 

No logró que se abandonara la política de “contención” (containment) ‎aplicada contra Rusia pero al menos obtuvo que los fondos utilizados con ese fin se redujeran a ‎la mitad y que los fondos así ahorrados se destinaran a la lucha contra el yihadismo. Así dejó, ‎al menos parcialmente, de utilizar la OTAN como instrumento del imperialismo para convertirla ‎en una alianza defensiva, exigiendo además que los demás países miembros de esa alianza ‎reforzaran su contribución al presupuesto. Sin embargo, los partidarios del imperialismo ‎continuaron el apoyo al yihadismo con el concurso de fondos privados, fundamentalmente ‎a través del fondo de inversiones KKR. ‎

Ver:‎

Presidential Memorandum: Plan to Defeat the Islamic State of Iraq and Syria”, por Donald Trump, Voltaire Network, 28 de enero de 2017;‎

Donald Trump’s Speech to the Arab Islamic American Summit”, por ‎Donald Trump, Voltaire Network, 21 de mayo de 2017;‎

Remarks by Donald Trump at NATO Unveiling of the Article 5 and Berlin Wall Memorial”, por Donald Trump, Voltaire Network, 25 de mayo de 2017.

‎Esto explica consignas de Trump como «Erradiquen los terroristas mundiales que amenazan con ‎hacer daño a los estadounidenses» (Wipe Out Global Terrorists Who Threaten to Harm ‎Americans) y «Exijan a los aliados que paguen una contribución justa» (Get Allies to Pay their ‎Fair Share).‎

Tan obcecado como los demócratas y los republicanos por la cultura de la fuerza, ‎el jacksoniano Donald Trump ha decidido restaurar las capacidades de los ejércitos ‎estadounidenses, de ahí su consigna de «Mantener y desarrollar la fuerza militar sin igual de ‎Estados Unidos» (Maintain and Expand America’s Unrivaled Military Strength). Sin embargo, ‎Trump se diferencia de sus predecesores en que no ha tratado de transformar la absurda gestión ‎del Pentágono privatizando uno a uno los servicios sino que ha elaborado un plan de ‎reclutamiento de investigadores para lograr rivalizar otra vez con los ejércitos de Rusia y China ‎en el plano tecnológico. ‎

Ver:‎


‎y «La estrategia militar de Donald Trump», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 26 de diciembre de 2017.
La única política de Donald Trump que cuenta con el apoyo de demócratas y republicanos es ‎su deseo de restaurar la supremacía de Estados Unidos en materia de misiles, aunque no están ‎de acuerdo sobre cómo lograrlo («Construir un excelente sistema de defensa de ciberseguridad y ‎un sistema de defensa antimisiles» – Build a Great Cybersecurity Defense System and Missile ‎Defense System): el actual inquilino de la Casa Blanca quiere que Estados Unidos trabaje ‎en solitario para dotarse de esas armas, que posteriormente podrá desplegar en los países ‎aliados, pero sus opositores quieren implicar en el proceso a dichos aliados, para mantener la ‎influencia de Estados Unidos sobre ellos. 

Desde el punto de vista de los demócratas y los ‎republicanos, el problema no reside –claro está– en la decisión de sacar a Estados Unidos de ‎los tratados sobre el desarme adoptados durante la guerra fría sino en la pérdida de medios de ‎presión diplomática sobre Rusia. ‎

‎Como político profesional, la intención de Joe Biden es recuperar el estatus ‎imperial de la que fue la primera potencia mundial. ‎

El programa de los demócratas y de los republicanos fuera del partido

El candidato demócrata Joe Biden propone concentrarse en 3 objetivos:
1) revigorizar la democracia;
2) dar formación a la clase media para enfrentar la globalización;
3) recuperar el liderazgo global. ‎

‎- Revigorizar la democracia: según palabras del propio Joe Biden, se trata de basar la acción ‎pública en el «consentimiento informado» (informed consent) de la ciudadanía. Biden retoma ‎así la terminología de Walter Lipmann (1922), quien afirmaba que la democracia consiste en ‎‎«fabricar el consentimiento» (manufacturing consent), teoría que Edward Herman y Noam ‎Chomsky discutieron ampliamente en 1988. Por supuesto, eso no tiene nada que ver ‎la definición formulada por el presidente Abraham Lincoln: «La democracia es el gobierno ‎del pueblo, por el pueblo, para el pueblo.» ‎

Joe Biden estima que logrará su objetivo restaurando la moral en la acción pública mediante ‎la práctica de lo establecido como «políticamente correcto». Por ejemplo, Biden condena «la ‎horrible práctica [del presidente Trump] de separar a las familias y poner los hijos de inmigrantes ‎en cárceles privadas».

 Pero Biden no dice que al actuar así el presidente Trump sólo aplicaba ‎una ley de los demócratas para demostrar el carácter inhumano de la medida. Biden también dice ‎querer reiterar la condena de la tortura, supuestamente justificada por el presidente Trump, pero ‎no dice que tanto el presidente Trump como el presidente Obama prohibieron el uso de la ‎tortura... pero mantuvieron el encarcelamiento de por vida sin juicio previo que todavía ‎se practica en la base naval estadounidense de Guantánamo. ‎

Biden dice que quiere organizar una “Cumbre por la democracia” para luchar contra la corrupción, ‎que quiere defender el «mundo libre» ante los regímenes totalitarios y hacer avanzar los ‎derechos humanos. Pero su definición de la «democracia» en realidad consiste en unir a los ‎aliados de Estados Unidos para denunciar algunos chivos expiatorios de lo que no funciona (los ‎‎«corruptos») y cuando habla de promover los derechos humanos se refiere a la particular ‎definición anglosajona de esos derechos, sin pensar ni remotamente en la definición de los ‎derechos humanos inicialmente enunciada por los pensadores franceses. Para Biden se trata de ‎poner fin a los actos de violencia policial y en ningún caso de ayudar a que los ciudadanos ‎participen en la toma de decisiones. 

La cumbre de Biden sólo llamaría el sector privado a que las ‎nuevas tecnologías no estén al alcance de los Estados que Washington considera ‎‎«autoritarios», pero Estados Unidos y su Agencia de Seguridad Nacional (NSA) sí podrán seguir ‎utilizando esas tecnologías para “proteger” el «mundo libre». ‎

Joe Biden concluye ese capítulo subrayando su propio papel en la Comisión Transatlántica para la ‎Integridad Electoral, donde también están sus amigos el ex secretario general de la OTAN ‎Anders Fogh Rasmussen, quien utilizó la OTAN para derrocar la Yamahiriya Árabe Libia, y Michael Chertoff, ex secretario del Homeland Security (el Departamento de Seguridad de la Patria de ‎Estados Unidos), el hombre puso bajo vigilancia a todos los estadounidenses. También aparece ‎en esa comisión el estadounidense John Negroponte, organizador de los Contras que ‎protagonizaron la célebre «guerra sucia» contra Nicaragua –en los años 1980-1991– y más ‎recientemente también padre del Emirato Islámico (Daesh) en Irak.

Formar a la clase media para enfrentar la globalización. Habiéndose comprobado que la ‎política aplicada desde la disolución de la URSS ha provocado una rápida desaparición de las ‎clases medias, Joe Biden afirma que garantizando la formación de lo que queda de la ‎clase media en el uso de las nuevas tecnologías, él evitará la deslocalización de sus empleos.

Renovar el liderazgo estadounidense. En este punto se trata, en nombre de la democracia, ‎de detener el avance «de los populistas, los nacionalistas y los demagogos». 

Esta formulación ‎nos permite entender que para Joe Biden la democracia no es sólo la fabricación del consenso, ‎sino también la erradicación de la voluntad popular. En efecto, es cierto que los demagogos ‎pervierten las instituciones democráticas, pero los populistas sirven la voluntad popular y ‎los nacionalistas predican las virtudes de la colectividad. ‎

Joe Biden afirma que él pondrá fin a las guerras «para siempre». Con esa formulación Biden parece ‎perseguir el mismo objetivo que los jacksonianos, aunque recurre a una terminología diferente.

En realidad se trata de validar la adaptación actual del sistema a los límites impuestos por ‎el presidente Trump: o sea, ¿por qué enviar soldados estadounidenses a morir en el extranjero ‎si se puede seguir aplicando la estrategia Rumsfeld/Cebrowski utilizando a los yihadistas? que ‎cuestan más barato, sobre todo teniendo en cuenta que, cuando era senador de la oposición, ‎el mismo Joe Biden dio su nombre a un plan de división de Irak que el Pentágono trató de ‎imponer. ‎

Viene después la canción sobre la ampliación de la OTAN para acoger en ella aliados ‎latinoamericanos, africanos y de la región del Pacífico. Después de haberse dicho que era ‎obsoleta, la OTAN se convertiría así en el corazón mismo del imperialismo estadounidense. ‎

Joe Biden aboga por la renovación del acuerdo 5+1 con Irán y de los tratados de desarme ‎con Rusia. El acuerdo firmado bajo la administración Obama con el gobierno del presidente iraní ‎Hassan Rohani busca fundamentalmente instaurar la división clásica entre los países musulmanes ‎sunnitas y chiitas, mientras que los tratados de desarme sólo tenderían a confirmar que una ‎eventual administración Biden no se plantearía desatar una confrontación planetaria sino “sólo” ‎continuar la política de «contención» (containment) de su adversario electoral. ‎

El programa del candidato del Partido Demócrata y de los republicanos que ahora se apartan de ‎su propio partido termina con la afirmación de que Estados Unidos volvería al Acuerdo de París y ‎encabezaría la lucha contra el cambio climático.

 Joe Biden precisa, sin embargo, que no tendrá ‎contemplaciones con China, país que redistribuye sus industrias más contaminantes a lo largo ‎de la nueva ruta de la seda.

 Pero Biden omite recordar que fue precisamente su amigo Barack Obama ‎quien redactó los estatutos de la Bolsa creada en Chicago para el intercambio de los derechos de ‎emisiones de carbono. Más que una cuestión de ecología, la lucha contra el recalentamiento ‎climático es un asunto de banqueros. ‎
Conclusión

El hecho es que todo se opone actualmente a una clarificación sobre la pregunta que da título a ‎este trabajo. 

Cuatro años de cambios introducidos por el presidente Trump sólo han logrado ‎reemplazar las «guerras sin fin» por una guerra privada de baja intensidad, que ciertamente ‎genera mucho menos muertes pero que sigue siendo una guerra. ‎

El otro hecho concreto es que las élites que se benefician con el imperialismo no están dispuestas ‎a renunciar a sus privilegios. ‎

Por eso es de temer que Estados Unidos tenga que pasar finalmente por un conflicto interno, por ‎una guerra civil o que llegue a dislocarse, como sucedió con la Unión Soviética. ‎


[1] ‎«El proyecto militar de Estados Unidos para el ‎mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 ‎de ‎agosto ‎‎de 2017.‎

https://www.voltairenet.org/article210761.html

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