Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Nicaragua: Francisco Xavier Aguirre Sacasa, Por quien repican las campanas


Apenas hace dos semanas atrás hablaba sobre el Karma que es todo lo que uno genera y hace, cada situación, cada actitud, cada pensamiento, cada emoción, cada palabra, cada impulso es una energía que genera una reacción en el universo y en nuestro existir.

El Karma es una reacción a nuestras acciones, es una especie, digo yo, de justicia invisible, que responde de acuerdo a la magnitud o tamaño de lo que hacemos para bien o para mal.

Todo lo que sube baja y cuando subimos mal la vida la velocidad de caída será es tan veloz que el golpe de impacto en tierra firme nos va a reventar porque los errores se pagan caro y de la noche a la mañana, en un segundo podemos realizar que estamos acabados y así hemos visto a muchos vestidos de elegantes trajes y apariencias respetables caer por el peso de vidas y conductas privadas que al ser descubiertas dejaron en evidencia que la proyección pública era uno de esos muchos sepulcros blanqueados que no terminamos de conocer y que solo eran imágenes de exportación pulidas mediáticamente. 

Yo no quiero hacer leña del árbol caído. No quiero lanzarme, empujado por ningún espíritu político, contra ninguna persona que haya tenido alguna importancia, prestigio o reputación y que de repente, sin que algo así estuviese en nuestro radar cayó en desgracia, independientemente de los por qué. 

No quiero que se me escuche o que me lean complacido por lo que atraviesa aquel por quien hoy repican las campanas, por quien gozó de autoridad y respeto en un determinado contexto político que lo llevó a ser canciller de la república y candidato a la vicepresidencia, no quiero ser de esas personas que buscan beneficiarse de esto por el hecho de que hoy él está en una acera y yo en otra, a pesar de nuestras raíces liberales y por tal me deba ser propicio ayudar a terminar de destruir su imagen porque de todas formas su situación es como la de un cristal partido en mil pedazos.

Sin embargo, sobre el tema, que es imposible dejar de abordar, tengo que hacer algunas precisiones porque ante tantos decires sobre la realidad del país lo primero que tenemos que tener en cuenta es desde donde se dicen. 

Francisco Xavier Aguirre Sacasa fue detenido este fin de semana por la policía Nacional por el delito confeso de adquirir dos campanas que habían sido robadas de la iglesia San José obrero de la ciudad de Granada, piezas sobre las cuales reconoce haber pagado cien dólares y que según advierten los que las robaron que no era lo primero que el ex funcionario les había comprado y que como medio de prueba fueron encontradas colgadas en los campanarios de su finca en las afueras de Managua y por tanto el ex canciller fue fichado como Tope y aunque posteriormente fue liberado, me imagino que por problemas de salud, le tendría que sobrevenir un juicio, por ser autor del delito de compra de piezas robadas. 

En muchos de mis comentarios editoriales he referido a los “fatólogos”, especialistas en la fatalidad, para señalar a aquellos que desde una seriedad cuasi marcial solo saben augurar tragedias para el país y lo hacen bajo la proyección de una autoridad moral tan transparente que según ellos no dejan la menor duda que cada palabra que dicen es la Biblia y donde por supuesto ellos son los buenos y todos los demás somos los malos.

Uno de los más conspicuos o sea ilustre y destacado sumo pontífice de la fatología criolla en Nicaragua ha sido Francisco Xavier Aguirre Sacasa, que siempre vio la realidad actual del país de la peor manera posible, aunque siempre calificó como un paraíso a la administración de Arnoldo Alemán de la cual fue canciller y tiempo sobre el que no tengo espacio para detallar él inmenso expediente que representa y es su derecho y no es criticable por ello, porque al final es su acción política, pero cuando lo hacía era desde un poltrón de honestidad inmaculada y nos hablaba de la moral, de la conducta de los seres humanos, de la capacidad y de un montón de aspectos que tenían que ver con la probidad y era tal el predicado virtuoso sobre el tema, que algunos le miraban hasta una aureola en la cabeza y lo que decía era tan “profundo” que las trincheras mediáticas del terrorismo golpista, lo presentaban como el “non prosulta” la última palabra en materia económica y de relaciones internacionales. 

Francisco Xavier Aguirre Sacasa proviene de una familia acaudalada y fue realmente impactante verlo, aunque sin traje azul, atado de manos y exhibido como cualquier reo y creo que si algo de sentido común tienen aún aquellos que nadan contra corriente lo mejor que pueden hacer es callar para no lastimar más a aquel que en su desesperación alcanzó a balbucear, desde el callejón sin salida donde se encuentra, que esto era un ardid montado para afectar su imagen, reacción que por estar fuera de lugar ante la evidencia presentada, no merece ningún comentario de mi parte por aquello, repito, de no hacer leña del árbol caído. 

No obstante, sí tengo que decir, apropósito de la pregunta sobre por quien repican las campanas, que la autoridad moral no tiene que ver con lo que vendemos de nosotros hacia afuera, sino más bien es una distinción que desde afuera otros perciben por lo que hacemos en conexión ineludible con lo que predicamos. La autoridad moral es un bien y valor en toda persona que convence a los demás de lo que es, únicamente en la medida que esté lo más cerca posible de la verdad y de la transparencia.

La autoridad moral es una especie de licencia en el ser humano para plantear y cuestionar, para predicar y convencer, para reclamar y ser oído, porque si se carece de ella no es posible someter temas que nos van a rebotar, no vamos a poder criticar porque estaremos siendo lo que pretendemos aborrecer, no vamos a poder demandar porque seremos la negación de lo que queremos y no vamos a ser oídos porque estamos faltos de credibilidad. Es decir, nadie de la boca al labio puede ponerse, solo porque se le ocurrió, el traje de la autoridad moral porque por requerir medidas especiales esta lo viste a todo el mundo.

Hay personas que son especialmente respetadas porque mantienen un comportamiento ejemplar que irradian el deseo en otros de ser como ellos y que destacan por la conexión indisoluble entre lo que dicen y lo que hacen. Este tipo de gente se convierten en paradigma y en referentes de bien para las personas que le rodean en la familia, en el hogar, en el trabajo o en el conjunto de la sociedad.

La autoridad moral no se impone por el hecho de tener poder político o económico, ni porque seas agente de entidades financieras internacionales o hayas sido un alto funcionario público aunque hayas salido aparentemente limpio, tampoco se hace efectiva porque seas jefe y bajo el organigrama se tenga cualquier cantidad de subordinados que deban obedecerte, tampoco se logra a través del refinamiento mediático que periodistas pagados para ese fin hagan con el objetivo de construir algún perfil generoso sobre alguien, porque la autoridad moral no depende de ninguna escala jerárquica o de nada que se le parezca, pero sí emana de las cualidades humanas del individuo donde los ingredientes válidos son el don de gente, la humildad, la solidaridad, la franqueza, las actitudes, la sinceridad en el servicio, la solidaridad con los demás y por supuesto una visión cristiana de la vida sin que se pretenda necesariamente ser un santo.

La fuerza de la autoridad está en la moral y eso es un poder que se conquista o se obtiene no por decretos o investiduras externas, ni mucho menos por imposiciones o castigos, sino por la coherencia que hay entre el decir y el hacer y entre el hacer y el ser y cuando eso, en uno u otro sentido se rompe se recogen del suelo solo los fragmentos hechos pedazos sin que exista manera de volverlos a juntar.

La autoridad moral no se fabricada y tampoco la puedes exigir porque ella es el resultado de un proceso interior donde habitan los valores que se desean transmitir y que fluyen de una manera transparente y bajo un halo que muchas veces es tan irradiante que llegas a verlo y que tiene como fin encarnar un ideal que, por supuesto está obligado a ser noble porque cuando tiene, aunque sea una micro partícula de maldad, de mentira, de malicia o de hipocresía, ya se evidenció totalmente falto de autoridad moral. 

Alguien con autoridad moral es quien compromete sus ideas y valores hasta las últimas consecuencias en procura de lo que es correcto para la inmensa mayoría y significa asumir ante los demás todo lo que derive de sus acciones pues tejer la auténtica autoridad moral representa riesgos y sacrificios que son los que no todo el mundo asume cuando falta a la imagen de bien y de probidad que se quiso construir para sí. La autoridad moral es un estatus que alguien posee por su trayectoria ética y se consigue siendo justos en las decisiones tomadas, adoptando conductas honorables y realizando acciones orientadas al bien común y no el personal.

Un individuo corrupto, hipócrita y sin principios puede llegar a tener éxito en su vida personal y profesional, conozco a muchos, y lo han logrado estafando a la gente que no los conoce, pero ellos mismos por sus actos a la postre quedan en evidencia y lo estamos viendo ahora con el excanciller Francisco Xavier Aguirre Sacasa cuyo caso tiene efectos colaterales porque gentes interesadas en hacer del delito el pasto de su politiquería llegaron a endosar al sandinismo, con una ligereza pasmosa, la culpa del robo de estas famosas campanas o del incendió de la imagen de la Sangre de Cristo y después de haber hecho afirmaciones irresponsables me gustaría escuchar a Leopoldo Brenes, como líder del clero católico, qué tiene que decir al respecto porque su pretendido no fue otra cosa que una mal intencionada acción política para abonar a la reedición del fallido golpe de estado de 2018.

Aquí el que se quiera engañar que se chupe el dedo porque siendo éste un país pequeño, donde el que menos corre laza un venado, nadie nos puede venir a decir que ahora los diablos son dioses o que los murciélagos son angelitos o simplemente que la guerra tiene el mismo valor que la paz.

Aquí hay unas gentecitas que no saben que quedándose calladas se hacen un gran favor y créanme que podría pasar horas hablando de sus andadas porque los expedientes están ahí. Seguramente el momento de desempolvar los baúles del recuerdo llegarán porque lo peor que le puede pasar a la lengua suelta, que para colmo te sostiene que tiene autoridad moral para decir lo que le ronque, es creer que porque el tiempo pasó la gente olvidó.

 Hoy todo se sabe porque los medios para agarrar en la maturranga a un mentiroso y aún delincuente son múltiples y sofisticados y que por estar en manos de una eficiente y profesional policía como la que tenemos, todos, absolutamente todos, debemos pensar dos veces antes de creer que el crimen paga. 

Joaquin Absalon Pastora

Related Posts

Subscribe Our Newsletter