Doce años de edad tenía yo cuando en Jinotepe, de camino a mi escuela con mis compañeritos, vimos un yipón verde olivo parqueado junto a la carretera que viene de Nandaime.
Sobre el camastro estaba el cuerpo de un guardia ensangrentado que los mirones adultos decían que esa madrugada había sido muerto por disparos de unos guerrilleros del Frente Sandinista.
Ya en mi aula de clases le pregunté al profesor qué o quienes eran el Frente Sandinista. Mi maestro puso en perpendicular sobre su boca el dedo índice ordenándome silencio.
Esa misma tarde -siempre curioso- le hice la misma pregunta a mi padrastro (que había disparado su pistola contra la guardia un 22 de enero, frente al Gran Hotel en Managua), el viejo me dijo que el Frente Sandinista “era un misterio”.
Cuando por la noche mi mama llegó del mercado de trabajar, insistí en saber por qué el Frente Sandinista era un misterio. Ella -que nunca se asustaba de nada- me jaló una patilla y mandó a acostarme diciendo, “No andés preguntando esas cosas, chavaló”.
Tres años después murió mi hermano combatiendo a la guardia entre Zinica y El plátano y entonces la vida me empezó a develar qué era esa cosa misteriosa que todos llamaban en voz baja Frente Sandinista e inclusive quiénes podían aspirar a ser parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
A principios de los años setenta del siglo pasado, la mayor parte del pueblo nicaragüense y en el resto del mundo, la gente más informada, sabían de la existencia “allá en lo profundo de las montañas” y en la penumbra de la clandestinidad urbana, de una organización guerrillera llamada Frente Sandinista de Liberación Nacional o abreviadamente, Frente Sandinista.
Eso ya era bastante para la propia organización clandestina, pero dado el cuidadoso manejo mediático que la dictadura somocista daba a tan delicado tema y el temor natural de una ciudadanía, sumida en el terror que infundía la guardia nacional y los aparatos de inteligencia del régimen, como es natural, los vacíos de información se llenaban con mitos y leyendas tan propios de la cultura popular.
Desde 1856 cada intervención yanqui a suelo patrio ha encontrado la resistencia de hombres que, aunque no muchos, demostraron ser persistentes en su patriotismo.
Así aparecen en nuestra historia en 1912 con brillo cegador la gesta del General Benjamín Zeledón y quince años más tarde, el inicio de la epopeya del General Sandino y sus valientes, cada uno en diferentes circunstancias, con distintos resultados, pero con el mismo amor por nuestra tierra y odio al invasor yanqui.
La imposición yanqui en Nicaragua de Somoza García como jefe de la guardia nacional y poco después en dictador (y que iniciaría una dictadura militar y dinástica) generó, durante los veintisiete años posteriores al asesinato del Héroe de las Segovias, un oleaje constante de levantamientos y todo tipo de acciones militares en su contra, desde el sector más patriota de las clase política tradicional, exmilitares y civiles republicanos y de antiguos jefes guerrilleros sandinistas sobrevivientes de la feroz represión de la dictadura en las Segovias.
Todos, aunque dejaron una valiosa estela de sangre redentora, fracasaron por la fortaleza de las armas del sátrapa, los éxitos iniciales de la incipiente burguesía o los propios errores de la oposición armada.
A finales de los años cincuenta, un grupo de jóvenes estudiantes universitarios, apertrechados del conocimiento de la teoría revolucionaria del Marxismo-leninismo, claros de los errores de los luchadores antisomocistas que les precedieron, animados por la gran victoria de la Revolución cubana y sobre todo, armados con el enorme hallazgo del entonces joven intelectual Carlos Fonseca (el legado político e ideológico nacionalista y antiintervencionista de la gesta del General Sandino), integrando a ese núcleo fundacional a otros jóvenes de procedencia obrera y campesina, emprendieron la tarea de construir una verdadera organización revolucionaria de izquierda que a tiempo completo iniciara una lucha a muerte contra la dictadura somocista y que encaminara la construcción de una Sociedad más incluyente en Nicaragua.
Aunque existe la fecha oficial de fundación del FSLN que hoy celebramos, como escribió el Comandante Tomas Borge Martínez, el acto fundacional no se circunscribe a una fecha, un lugar único y especifico, sino que es un proceso que llevo años y que incluyó a personas que ya no están, por distintos motivos, en el Frente Sandinista.
El comandante, inclusive, dá el ejemplo de qué uno de los fundadores, el Comandante José Benito Escobar, no estaba en esa reunión que se toma como fundacional oficialmente y que el nombre de Frente Sandinista de Liberación Nacional, se empieza a utilizar en 1963, después de Bocay.
Hoy en día se habla de otras personas (vivas o ya muertas) como parte de ese proceso de creación del Frente Sandinista, pero en realidad eso ya no es importante, pues lo trascendental es la existencia misma del FSLN y su gloriosa historia.
El mito de cientos y hasta miles de guerrilleros activos y bien armados en las montañas, en campos y ciudades de Nicaragua (que en realidad en aquellos tiempos, eran solo un puñado de jóvenes mal comidos, enfermos, casi desarmados y acosados por la guardia y sus espías) se fue alimentando por la necesidad objetiva del pueblo nicaragüense de sacudirse a una dictadura asesina, por los ocasionales pero definitivos actos de heroísmo como los combates en que murieron el Comandante Julio Buitrago y tantos guerrilleros y combatientes clandestinos a lo largo de décadas de lucha desigual, de las espectaculares operaciones de asalto de comandos sandinistas a objetivos importantes de la dictadura, la toma de poblaciones en la montaña, las emboscadas y la toma de pueblos y ciudades en los periodos insurreccionales.
El mito se acrecentó, llenando de cariño de la ciudadanía hacia esos muchachos envueltos en la neblina y la penumbra con el sacrificio o encarcelamiento de tantos jefes, cuadros intermedios, colaboradores y simpatizantes del Frente Sandinista.
La historia del Frente Sandinista es quizá la más larga, sufrida pero la más gloriosa y exitosa de todos los movimientos guerrilleros de liberación nacional de América Latina y del mundo, encabezado en cada una de su etapas por hombres excepcionales, grandes jefes y seres humanos entregados a la búsqueda del bien común y el Socialismo, principalmente por el Comandante en Jefe Carlos Fonseca, los Comandantes Silvio Mayorga, Oscar Turcios, José Benito Escobar, Germán Pomares, Pedro Arauz,… Y nuestro Comandante Daniel Ortega Saavedra.
Ya no hay misterio.
Edelberto Matus.