Doris María Tijerino recuerda a Julio como un compañero de carácter firme y rectilíneo. Lo conoció en el Instituto Nacional Ramírez Goyena donde ambos estudiaban y desde entonces conoció de su origen humilde. Tuvo una niñez marcada por las dificultades y creció en un hogar donde su madre, madre soltera, trabajó duramente para sacarlo adelante.
"Él me contaba cómo su madre había sufrido las consecuencias de tener un hijo sin estar casada, incluyendo el rechazo de la familia, más las carencias materiales. A los 10 años, Julio tuvo que vender periódicos o chicles y dulces a la entrada de los cines. Su mamá, Doña Santos Buitrago, siempre se esforzó al máximo para que él pudiera estudiar y es así que, en medio de tanta pobreza, logra bachillerarse".
Doris recuerda que durante sus estudios en el Ramírez Goyena se entregó totalmente al estudio siendo uno de los mejores alumnos y también destina tiempo a la organización estudiantil. Desde su ingreso a secundaria fue dirigente del Instituto y al poco tiempo empieza a militar en Juventud Patriótica.
Cuando pasa a estudiar a la universidad se dedica al movimiento estudiantil universitario sin descuidar el trabajo con los estudiantes de secundaria. Su esfuerzo iba encaminado a organizar una Federación de Estudiantes de Secundaria.
Siendo muy joven ingresa al FSLN y en pocos años gracias al compromiso con que asumía todas las tareas y a sus cualidades de organizador y de formador de cuadros llega a ser miembro de la Dirección Nacional.
"En mis conversaciones con Julio me di cuenta del respeto y admiración que sentía hacia la mujer. Para Julio en toda mujer, máxime si era una compañera, veía la imagen de su madre y por eso él decía que no podía ver sufrir a una mujer o pasar necesidades porque pensaba en su madre".
"Una de sus preocupaciones y temores mas persistentes era que su madre, Doña Santos, no iba a resistir el dolor cuando el muriera. Pensaba que ella también se iba a morir"
Dice Doris que también se quejaba de que su madre era un poco egoísta porque había hecho todo lo posible, abiertamente, para evitar su participación en la lucha antisomocista. A ella le parecía bien que Julio no fuera somocista, que fuera opositor pero rechazaba que se comprometiera a fondo. "De esto me hablaba Julio y me decía que él hubiera querido que su madre participara junto a él."
No obstante esta posición, cuando Julio se va a la clandestinidad, al darse cuenta que su hijo jamás va a abandonar la lucha, doña Santos respeta la determinación de su hijo. Para Doris, ese es uno de los rasgos más positivos de la madre de Julio Buitrago, el respeto por la decisión de su hijo.
El 15 de julio de 1969 Julio Buitrago se enfrenta heroicamente a centenares de guardias, tanques y helicópteros y cae heroicamente conmoviendo la conciencia del pueblo nicaragüense que asombrado constata que un solo hombre, ¡un solo hombre! ha desafiado a la jauría asesina combatiendo hasta el último tiro antes de caer cantando el Himno del FSLN y gritando vivas Sandino.
Para Doris, ese 15 de julio la madre de Julio Buitrago también se agigantó como su hijo. "Cuando Julio muere, doña Santos sobrevive. Y no solo sobrevive y soporta el dolor de la muerte de su hijo si no que actúa como la madre digna de un mártir sandinista. Doña Santos empieza a luchar también. Participa en asambleas, en la lucha por la libertad de los presos, en reuniones con las madres de los presos políticos, en la planificación de las campañas populares, asiste a congresos estudiantiles donde se rinde homenaje a Julio, entre muchas otras actividades. Es decir, Doña Santos toma en sus manos la bandera de lucha de su hijo para que Julio siga vivo y siga luchando a través de ella".
Julio Buitrago amó entrañablemente a doña Santos. Fue un excelente hijo que siempre llevaba consigo el recuerdo de su madre y asumía como parte de los objetivos de la lucha la mejoría de las condiciones de vida de las mujeres para que ninguna tuviera que pasar las dificultades que atravesó su mamá.
Por esa razón por el orgullo que Julio Buitrago sentía por su madre, Doris quisiera que "Julio pudiera darse cuenta que su madre no solo no murió ni permaneció tranquila en su casa sino que se dedicó por completo a hacerlo vivir, a mantener viva la imagen de Julio por medio de su dedicación por entero a la lucha por la que murió su hijo".
Por Margine Gutiérrez, reelaborado a partir del libro «Somos millones. La vida de Doris María, Combatiente nicaragüense», de Margaret Randall
"…hablaba de las mujeres y como luchan…"