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Estados Unidos contra China: una batalla de muchos frentes


Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016, Estados Unidos ha emprendido una política más asertiva respecto a China. En un contexto de ascenso progresivo del gigante asiático como potencia mundial, Washington ha intentado reducir su proyección internacional presionando a Beijing económica, política y militarmente en múltiples frentes, originándose una creciente disputa entre ambas potencias especialmente en lo relativo a Hong Kong, Huawei, la región Asia-Pacífico, la guerra comercial y la crisis del coronavirus.

Estatus especial de Hong Kong

El último episodio de enfrentamiento sino-estadounidense se ha producido entorno a la aprobación de la controvertida Ley de Seguridad Nacional centrada en combatir el terrorismo, secesionismo y la intervención extranjera en Hong Kong. 

Si bien Beijing asegura que no limitará la política “un país, dos sistemas” establecida en el marco de los acuerdos sino-británicos en 1984, muchos consideran que es el último movimiento de Xi Jinping para controlar definitivamente la excolonia.


En este escenario, la respuesta de represalia de Estados Unidos no se hizo esperar. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, comunicó al congreso el pasado miércoles que Hong Kong “ya no es autónomo de China” y que la nueva legislación supondría su “sentencia de muerte”. 

Estas declaraciones se complementaron con el anuncio de Donald Trump de nuevas sanciones a oficiales chinos involucrados en la “represión” contra los hongkoneses y la amenaza de suspender el estatus económico especial de la excolonia británica.

Este estatus fue concedido en 1992 bajo la United States-Hong Kong Policy Act, en el cual se establecía, entre otras cosas, lo siguiente:

Hong Kong opera como un territorio aduanero separado de China continental y recibe de Estados Unidos un trato comercial no discriminatorio, lo que significa bajos o inexistentes aranceles u otros costos,

El dólar estadounidense se puede intercambiar libremente con el dólar hongkonés,

Washington impulsa el acceso de HKSAR a tecnología sensible, siempre que esté protegida del “uso o la exportación inadecuada”.

El ultimátum de Trump, de cumplirse, podría afectar negativamente al papel que tiene Hong Kong dentro de la economía global, donde se ha consolidado como un importante centro financiero. 

De este modo, Estados Unidos pasaría a tratar a Hong Kong bajo las mismas condiciones que el resto de China continental; los productos exportados desde la región administrativa especial podrían verse afectados por los aranceles impuestos al gigante asiático a raíz de la guerra comercial y Washington podría obstaculizar las inversiones de empresas hongkonesas en territorio estadounidense, así como la transferencia de tecnología.

Manifestantes en Hong Kong piden ayuda a Donald Trump para “liberar” Hong Kong.

Cabe recordar también que Donald Trump, en 2019, firmó la Hong Kong Human Rights and Democracy Act para posibilitar las sanciones a los “responsables de violaciones de derechos humanos” en HKSAR.

El Partido Comunista de China (PCCh), por su parte, ha denunciado la “mentalidad de Guerra Fría” de la administración Trump y ha advertido que cualquier movimiento que perjudique a sus intereses “encontrará un firme contraataque”. 

Asimismo, el gobierno chino presentó su ambicioso plan de convertir la provincia insular de Hainan en un importante puerto de libre comercio para 2035 con la finalidad de competir con -o incluso reemplazar a- Hong Kong.

Sanciones a Huawei y empresas chinas

Estados Unidos ha intentado frenar los avances que Huawei ha desarrollado en el 5G y evitar, de esta forma, que el gigante asiático lidere una tecnología que será esencial en las próximas décadas. 

Si bien el Comité de Investigación del Congreso ya calificó en 2012 a Huawei -y ZTE- como amenazas para la seguridad nacional, la confrontación ha entrado en una nueva dimensión desde la llegada de Donald Trump al poder.

Así, en enero de 2019, el Departamento de Justicia presentó 13 cargos criminales contra la compañía, acusada de espionaje industrial contra empresas estadounidenses. 

Poco después, Trump daba un paso más al firmar una orden ejecutiva para declarar la emergencia nacional y añadir a Huawei en la lista negra –Entity List- de compañías que no pueden operar en el país, alegando que es contraria a los intereses de seguridad nacional por sus supuestos vínculos con el gobierno de Xi Jinping. 

En consecuencia, varias marcas estadounidenses como Google, Intel y Qualcomm decidieron romper los vínculos que mantenían con la empresa china.

 Asimismo, el 15 de mayo de 2020, el Departamento de Comercio amplió las restricciones a Huawei impidiendo su acceso a los semiconductores y componentes fabricados con tecnología y software estadounidenses.

En el ámbito internacional, Washington ha presionado a sus aliados para que se unan al boicot contra Huawei y veten su acceso a la red 5G. 

El Departamento de Justicia también ha pedido la extradición de Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei e hija del fundador de la compañía, que en la actualidad se encuentra bajo arresto domiciliario en Canadá. 

Del mismo modo, Trump ha aprovechado sus denuncias para presionar a Beijing y conseguir más concesiones en las negociaciones de la guerra comercial que ambas potencias están llevando a cabo.

Meng Wanzhou abandonando el Tribunal Supremo de Vancouver, Canadá. Foto: Reuters

Asimismo, en los últimos cuatro años la administración Trump ha sancionado a numerosas empresas estatales y privadas chinas, así como a oficiales del partido comunista. 

La última medida de este estilo fue adoptada el pasado 23 de mayo, cuando el Departamento de Comercio comunicó que aplicaba nuevas restricciones a 33 compañías e instituciones del gigante asiático por colaborar en las “violaciones y abusos de los derechos humanos” cometidos contra la minoría musulmana uigur en Xinjiang o por sus vínculos con el ejército chino y programas de armas de destrucción masiva. 

Otro motivo por lo que Washington ha sancionado firmas del gigante asiático ha sido por colaborar con Irán y Corea del Norte a eludir las sanciones internacionales -como ocurrió en 2019 por participar en el transporte de petróleo iraní.

 Estas medidas suponen, entre otras consecuencias, la congelación de activos en territorio estadounidense, la prohibición de la entrada al país de personajes chinos o la limitación de venta de bienes o productos con tecnología estadounidense.

Por otro lado, Trump también anunció el viernes pasado que restringirá el acceso a los estudiantes e investigadores chinos que tengan vínculos con el Ejército Popular de Liberación (EPL), a los que acusa de robar tecnología y violar los derechos de propiedad intelectual. 

Según el medio estadounidense The New York Times, esta medida podrá afectar hasta 3.000 chinos que se encuentran en la actualidad en el país norteamericano.

Disputas en la región Asia-Pacífico

El Mar del Sur de China y el Mar de la China Oriental se han convertido en un escenario recurrente de confrontación entre Washington y Beijing. 

Esta coyuntura se ha intensificado en los últimos años tras las estrategias llevadas a cabo por ambas potencias orientadas a satisfacer sus propios intereses y detener las del oponente. 

El ejército chino ha aplicado una política más asertiva en la región Asia-Pacífico a través de la modernización de su Armada y la construcción de islas artificiales con la finalidad de hacer valer sus reclamaciones territoriales e impedir, en un hipotético conflicto futuro, la entrada de buques estadounidenses más allá de la “Segunda cadena de islas”. 

Asimismo, el 18 de abril de 2020 China anunció el establecimiento de dos unidades administrativas en las islas Paracel y Spratly, además de nombrar 25 islas, bancos de arena, arrecifes y 55 montañas y crestas oceánicas en la región, decisión que no tomaba desde 1983.


Washington, en cambio, ha elaborado su propia táctica, articulada en el marco de la política Pivot to Asia de Barack Obama y acentuada por la administración Trump. El objetivo último es debilitar la influencia de la República Popular y detener su expansión naval en una región de creciente importancia geoestratégica. 

Para ello, el ejército estadounidense ha aumentado su presencia en Asia-Pacífico: en lo que llevamos de año ha realizado 39 vuelos sobre los territorios en disputa, tres veces más que en el mismo periodo de 2019, ha llevado a cabo más de diez operaciones de libertad de navegación (FONOP) y tiene intención de desplegar misiles de crucero de largo alcance para contrarrestar la ventaja militar china. 

Del mismo modo, la estrategia de Donald Trump contempla el apoyo a Taiwán, a quien ha defendido en más de una ocasión frente a la narrativa de oficiales del PCCh.

La guerra comercial

Donald Trump ya mostró su disconformidad con la política comercial de la administración Obama respecto al gigante asiático con declaraciones como estas: “no podemos seguir permitiendo a China que viole a nuestro país” o “es el mayor robo en la historia del mundo, vamos a cambiarlo, tenemos las cartas”. 

El mandatario norteamericano también advirtió con aplicar aranceles del 35 al 45% sobre productos chinos con la intención de reducir el amplio déficit comercial.

Reunión entre Xi Jinping y Donald Trump en la cumbre del G20 en 2017. Foto: la Casa Blanca

Dos años después Trump cumplió con su promesa y anunció un arancel del 25% sobre bienes por valor de 53.000 millones de dólares, que se amplió a 200.000 millones de dólares a mediados de 2018, medida que recibió una respuesta recíproca por parte de Beijing. 

En este escenario, Estados Unidos obligó a China a negociar y, tras numerosas reuniones y declaraciones, ambas potencias acordaron una tregua gracias a la firma de la Fase Uno en enero de 2020. 

No obstante, el deterioro de las relaciones bilaterales amenaza con empezar de nuevo la guerra comercial. 

China, por ejemplo, habría ordenado a las empresas estatales Cofco y Sinograin detener las importaciones de productos agrícolas a pesar de haberse comprometido a aumentar las adquisiciones. 

Esta medida, según informa Bloomberg, se mantendría mientras las autoridades chinas evalúan la creciente escalada de tensión con Washington respecto a Hong Kong.


La crisis del COVID19

La pandemia del coronavirus ha empujado a la élite política estadounidense a endurecer su narrativa respecto a China para desmejorar la imagen internacional de Beijing y desviar las críticas originadas por la mala gestión frente a la pandemia, que hasta la fecha ha dejado más de 100.000 fallecimientos y casi dos millones de casos confirmados. 

Esta disputa sino-estadounidense se ha trasladado incluso a la Organización Mundial de la Salud (OMS), de donde Donald Trump anunció su salida después de acusarla de ser “una marioneta de China”. 

La Casa Blanca también denunció al PCCh por ocultar información durante las primeras semanas de la pandemia y difundió la idea de que el virus fue liberado por error de un laboratorio de Wuhan.


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