Durante meses, la pandemia mundial manufacturada de coronavirus o COVID-19 ha dominado los titulares de los medios corporativos mientras las políticas adoptadas por los gobiernos han cambiado drásticamente la vida de miles de millones de personas en todo el mundo, destruyendo la economía global e imponiendo restricciones sin precedentes a los derechos humanos fundamentales de las personas.
Desde el principio, muchos han cuestionado la respuesta de gobiernos e instituciones mundiales como la Organización Mundial de la Salud.
Ahora, los CDC admiten que la tasa de mortalidad del virus es mucho más baja de lo que se había proyectado anteriormente, pero la pregunta sigue siendo ¿por qué todavía seguimos todos confinados?
En los Estados Unidos se está presenciando un descontento civil masivo. Pero, ¿se trata de protestas espontáneas? ¿O hay una fuerza externa que facilita los disturbios?
¿Se convertirá la etapa intermedia entre la fase uno y la fase dos del brote en un “verano caótico”?
En un año electoral, todo esto se parece cada vez más al inicio de una “revolución de color” como la que predijo Daniel Estulin desde hace años y que desmenuzó conceptualmente en un videocast en octubre de 2019.
Estados Unidos, entre muchas otras naciones, se encuentra en medio de una operación de desestabilización rápida que evidentemente tiene por objetivo crear suficiente caos de cara a la reelección de Donald Trump, para impedir entre otras cosas su reelección. Se trata de un golpe de estado y no debería permitirse.
Pero antes de tomar partido e inclinarse hacia uno u otro bando en la contienda, hay que recordar que si bien todo conflicto contiene fuerzas e ideologías antagónicas reales, históricamente siempre es la nobleza negra la que controla —desde la sombra— los hilos de los dos bandos y de las dos ideologías en todo conflicto en occidente (por ejemplo: guerras de Reforma/Contrareforma, Guerras de Independencia, Segunda Guerra Mundial, etc.).
Es decir, no porque los industrialistas-nacionalistas estén peleando contra el modelo en decadencia de la élite liberal-financista hay que creerse que los primeros son los “buenos” y que esta confrontación no es meramente dialéctica y manufacturada; pues detrás de Trump también opera una facción de la nobleza negra internacional que históricamente no se trata precisamente de un grupo de “angelitos”.
“El esquema de desmontaje económico sigue el mismo patrón de siempre: de Venecia a Inglaterra, de Inglaterra a EE.UU., y ahora de los EE.UU. a China (del petrodólar al yuan/oro). Esta transición es uno de los principales objetivos de Trump, quien está apoyado por los Rothschild (cabalistas)”. (Fuente: Daniel Estulin)
En este sentido, lo único que explicaría la razón más profunda de esta crisis es la necesidad de las élites de destruir el modelo civilizatorio actual —que ya no les sirve ni a ellas mismas— para instaurar a través del caos el sexto paradigma tecnológico en el cual quieren ubicar a la nueva humanidad.
Para ello tienen dos actores abanderando dos modelos lo suficientemente antagónicos como para lograr dividir a la gente a favor de uno u otro bando.
Pero ambos paradigmas provienen de diferentes facciones de la élite, y son sus intereses los que están en conflicto, no los de la mayoría de la humanidad.
Así que por más que la propaganda de una de estas facciones incorpore al eslogan de sus operaciones psicológicas el mote de “liberación”, eso no significa que en realidad sea así a largo plazo, pues sus representantes a menudo también respaldan reformas que van en contra de la libertad de la mayoría.
Es por eso que la gente más despierta debería limitarse a defender la libertad del individuo y de su integridad biológica sin entregarse incondicionalmente a un bando u otro, pues si bien es cierto que uno de ellos se inclina más a los valores nacionalistas (al menos en apariencia) la realidad es que ambos bandos son controlados por algún PROYECTO GLOBAL DE ÉLITE.
Así ha sido durante toda la historia de la humanidad, y no hay indicios reales de que esta vez se trate de una excepción.
Por último, dos citas que pueden ilustrar mejor lo que hemos dicho anteriormente, una es de Souto Alves y la otra del historiador revisionista Michael Hoffman:
“Mientras que los saduceos, que controlaban el Sanedrín, pasaban por colaboracionistas con el poder extranjero romano a ojos del resto de judíos, los fariseos se declaraban enemigos de Roma.” (Souto Alves, ¿Quiénes eran los fariseos?)
“La ilusión de una fisura entre el talmudismo y el cabalismo se sembró deliberadamente, utilizando la figura de Moisés Maimónides para pretender que estos dos ‘pilares’ de apoyo del Tercer Templo son enemigos. Sin embargo, busqué en los textos de Maimónides simpatías cabalistas ocultas, y encontré evidencia clara de la doctrina cabalística (…)
Cuando un investigador informado documenta que el judaísmo es “A”, entonces se convierte en “B”. Cuando “B” es comprendido por el público como una antítesis de la tesis del judaísmo “A”, entonces el «judaísmo se transforma en la síntesis “C”, y así sucesivamente, en una metamorfosis histórica interminable y desconcertante que ha engañado y desgarrado generaciones.
Por lo que he tratado de hacer añicos este juego recurrente de sombras.” (Michael Hoffman, Judaísmo al Descubierto)
Fuentes:
Daniel Estulin — La revolución de color que azotará a los Estados Unidos.