VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

Nicaragua: Román “Chocolatito” Gonzáles – Un revolucionario en el cuadrilátero



Los revolucionarios sabemos disfrutar de los logros individuales y colectivos de nuestros gobiernos, figuras literarias, deportivas, etc. Ha sido la educación, la salud, la disminución de la pobreza, la equidad de género, el deporte, etc. algunos de los logros más importantes de los procesos revolucionarios en nuestra América Latinoamericana y Caribeña. 

Por ejemplo, hablar de la selección de Beisbol de Cuba es poner en el estandarte de los inmortales la moral de un pueblo que no se rinde ante las brutales agresiones del imperialismo norteamericano, 60 años de agresiones (terrorismo, sanciones, bloqueos inhumanos) son la prueba fehaciente de la voluntad inquebrantable de un pueblo y una vanguardia revolucionaria que se mantiene imperturbable.

En Nicaragua, nuestro beisbol nos ha dado emociones: nos hemos alegrado, enojado, llorado y vivido cada instante, como un único ser, cada vez que nuestra selección nacional pisa el terreno de juego. Pero hay otro deporte, aunque aparentemente individual requiere de un trabajo colectivo impresionante para lograr que nuestro representante brille ante el público, el boxeo. 

Los méritos de nuestros boxeadores a lo largo de nuestra historia boxística han sido impresionantes por sus capacidades para vencer las adversidades (viviendo en la pobreza, entrenando con pocos medios, etc.). 

Desde antes que el FSLN, en el año 2007, regresará a representar al pueblo, con el Comandante Daniel Ortega a la cabeza del gobierno revolucionario, las alcaldías sandinistas fomentaron en la niñez y la adolescencia el amor al deporte y al esfuerzo a través de la restauración de campos de juego (Futbol, Beisbol, etc.) y la creación de gimnasios. Fue en uno de esos gimnasios donde se forjó una de las figuras más relevantes de nuestra actualidad deportiva Román “Chocolatito” Gonzáles de la mano de nuestro inmortal Tri Campeón Alexis Argüello. 

Román “Chocolatito” Gonzáles ha forjado su historia deportiva cobijado de humildad, de su fe en Dios y de su convicción revolucionaria. Él nunca ha hecho a un lado su militancia por la opción de los empobrecidos, por el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

 Derecho que cada nicaragüense tiene a una opción política, religiosa o de cualquier índole. Este derecho ha sido, únicamente, respetado por el gobierno del FSLN. Román Gonzáles es un patriota en todo el sentido de la palabra. 

Él levanta la bandera de Nicaragua, de forma adecuada y a la par la bandera del FSLN, como símbolo inequívoco que la bandera de Sandino protege la patria en contra del imperialismo y entreguismo burgués.

 Román es un verdadero representante del pueblo trabajador de Nicaragua, es un guerrillero en el cuadrilátero, dando siempre lo mejor de sí para servirnos de ejemplo, para seguir construyendo una patria libre, llena de amor y solidaridad, manteniendo el legado de nuestros próceres, héroes y mártires.

Un revolucionario en el cuadriláteroSe anuncia el combate,
la música comienza, es una alabanza, un canto de amor.
Caminan los contendientes acompañados de su equipo de trabajo,
cada uno, cual hormiga, hace su trabajo pequeño, pero importante.

Se suben al cuadrilátero, en dos de las esquinas dos equipos, dos personas al centro.
Se anuncian a los contendientes, se entonan los himnos.
En el anuncio del nuestro, él de nosotros se menciona su procedencia,
su barrio, como símbolo de que los pies los tiene en la tierra,
con los de a pie, con los que alguna vez fueron descalzos o mejor dicho descalzados.

Los aplausos inundan la estancia, el lugar haciendo palpitar los corazones.
En la radio todo es emociones, entre el temor y la incertidumbre.
En la televisión se divisa al hermano, al amigo, al compañero,
cuya gloria nos ha de pertenecer a todos por igual.

Tres en el cuadrilátero, suena la campana,
la coreografía perfecta en los pies y manos del nuestro.
Entre raund y raund los equipos, en las esquinas, atienden a los pugilistas.

Nuevamente tres en el cuadrilátero las manos se mueven,
cual ráfagas de viento, difuminando al otro.
Pudiese alguien caer y tal vez levantarse, pero no cae ninguno.

El nuestro, él de nosotros, él de corazón de guerrillero, estremece al mundo
más que con sus golpes con su convicción y tenacidad.

Una y otra vez divisa los flancos débiles del contendiente y ataca,
a una velocidad espeluznante, rompiendo al aire, cual flecha de obsidiana.
Danzan ágilmente sus pies y manos,
como pinceles buscando espacios descoloridos 
y con ligereza el cuadrilátero se convierte en su lienzo.

El centro, los laterales, las cuerdas misma son instrumentos del arte,
teoría puesta en práctica,
práctica teorizada en la marcha de las necesidades.
El nuestro, él de nosotros castiga al cuerpo al otro
sin misericordia alguna, cae al suelo el contrario.

En voz alta se entona un canto unisonó del uno hasta el diez.
La campana suena una y otra vez alguien esta noqueado,
se anuncia al ganador y con su corazón agradecido,
el nuestro camina hacia su contrario, lo abraza y le desea lo mejor.
Muestra inalterable que se ha de ser:
“Implacables en el combate, generosos en la Victoria (Tomás Borge).”


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