VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

El día que en Nicaragua se impusieron la traición y la felonía


Al día siguiente de “El día que triunfó la Democracia” Lacayo-Arnoldo-Churruco-Somociana, el Lunes 26 de Febrero de 1990, fue un día de LUTO NACIONAL, aunque no oficialmente declarado, pero si rigurosa y trágicamente observado.

El pueblo se dio cuenta inmediatamente que,no solo había vendido su primogénitura por un plato de lentejas, sino que había capitulado ante sus verdugos históricos, ante los lacayos ancestrales del águila calva.

El imperialismo no dio tregua hasta ver vencido al pueblo.

Las cocorocas de Waslala silenciaron su algarabia, los pájaros del monte ya no nos dieron sus melodías, los guises y zenzontles apagaron su canto, los quiebra plata se estremecieron, como cuando la tierra tembló ante el asesinato de Sandino.

Un pueblo avergonzado de sí mismo se encerró en sus aposentos para llorar su suerte decidida por ellos mismos. MANAGUA era un gigantesco cementerio. Nadie salió a celebrar nada en ninguna ciudad del país, porque no había nada que celebrar.

El pueblo se dio cita en la Plaza Omar Torrijos, plaza de Los No Alineados, para encontrarse con el líder histórico de la Revolución Popular Sandinista, el presidente Daniel Ortega Saavedra. 

Daniel consoló al pueblo, Daniel le dio esperanzas al pueblo, Daniel salió en defensa aún de esa parte del pueblo que creyó en los cantos de sirena del imperialismo y se había auto inflingido la estocada mortal el día de las elecciones del 25 de Febrero de 1990.

El comandante Daniel Ortega Saavedra, dejo de ser el líder guerrillero de una Revolución Triunfante, para transformarse en el dirigente político de la trilogía histórica nicaragüense del siglo XX, Augusto Cesar Sandino, Carlos Fonseca Amador y Daniel Ortega Saavedra.

Al aceptar la derrota de una contienda electoral y transferir pacíficamente el poder a la Oligarquía a pesar de que se trataba de un sangriento chantaje, contra un pueblo que votó con una pistola apuntándole a la sien, Daniel se convirtió en estadista.

Atrás quedó el uniforme del guerrillero y Daniel lucio el traje del estadista. Y el líder político comenzó a crecer en la adversidad. Su grito de combate en la adversidad fue “a gobernar desde abajo.”

Los débiles, los cobardes y los pusilánimes lo abandonaron, no así los humildes, los despreciados de la tierra, cumpliendo al pie de la letra la profecía política del más ilustre de todos los nicaragüenses, Augusto Cesar Sandino, “sólo los obreros y campesinos irán hasta el final, solo su fuerza organizada logrará el triunfo.”

Cuál Moisés en el antiguo Israel, Daniel Ortega Saavedra guió con carisma y firmeza a ese pueblo humilde. El Moises sandinista guió a su pueblo por el desierto con la promesa de conducirlo a la tierra prometida, la tierra que fluye leche y miel.

A mitad del camino el comandante enfrentó “la contradicción de Core , “...“Designemos un capitán y retornemos a Egipto.” (Números 14:4).

Así nació ese cáncer social que pretendió metastizarse un 19 de Abril de 2018, con una violenta propuesta de retornar al Somocismo.

Durante la “naciente democracia” de los 90, un millón y medio de nicaragüenses votó con los pies contra esa democracia salpicada de cocaina, emigrando en busca de empleo ante el retorno de los brujos. Era la evocación de la primera estampida migratoria histórica inmortalizada en las huellas de Acahualinca, perdida en la profundidad de nuestra historia.

Pero los traidores se dividieron, los adoradores del becerro de oro se confundieron, se impuso la codicia, el egoísmo y el individualismo permitiendo que el supuesto cadaver politico del comandante resucitara de entre los muertos.

El pueblo cruzó el Niagara en taburete e instauró luego la segunda etapa de una Revolución Triunfante, la Revolución Polular Sandinista, la más noble expresión histórica organizada del pueblo de Nicaragua.

Sandino vive, la lucha sigue. Los Angeles, California, 26 de Febrero de 2020, a 42 años de la masacre de Monimbo y El Paso a la inmortalidad de Camilo Ortega Saavedra.

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