Los científicos canadienses han descubierto una relación directa entre la alimentación y el cáncer de próstata, informa el portal MedicalXpress.
El consumo de grasas saturadas causa la reprogramación de las células, contribuyendo a la progresión del cáncer, señalan los especialistas del Instituto de Investigación del Centro Universitario de Salud McGill. Mientras tanto, la reducción de su participación en la dieta hace retrasar el desarrollo del cáncer de próstata en las etapas iniciales.
Los autores del estudio concluyeron que el consumo de grasas saturadas imita una expresión excesiva del oncogén MYC y por lo tanto acelera el desarrollo del cáncer de próstata.
Tras estudiar la dieta de 319 pacientes y la expresión del gen MYC, los científicos revelaron que los participantes con altos niveles de ingesta de grasas saturadas eran cuatro veces más propensos a morir de cáncer de próstata que aquellos que preferían alimentos menos grasos.
¿Qué son las grasas saturadas?
Las grasas están compuestas por moléculas de triglicéridos, a su vez formados por los ácidos grasos, que se clasifican en función de la presencia de dobles enlaces en su molécula. En este sentido, existen esencialmente tres tipos de grasas, las saturadas, las insaturadas y las grasas trans.
Las grasas saturadas son las que no presentan dobles enlaces, y se encuentran en los alimentos de origen animal, como las carnes, embutidos, o la leche y sus derivados; también están presentes en algunos vegetales, como el aceite de palma y el de coco.
Las grasas saturadas son sólidas a temperatura ambiente, y pueden ser visibles (como la que se encuentra en la piel del pollo o alrededor de otras carnes, así como la grasa de la leche), o invisible (contenidas de forma natural dentro de los alimentos o añadida durante su procesado, como en el caso de alimentos preparados, aperitivos y bollería).
Beneficios del consumo de grasas saturadas
Las grasas saturadas no tienen ningún beneficio en sí mismas más allá de las características que aportan las grasas en general, que son nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del organismo.
Su principal función, la de las grasas en general, es la de aportar la energía que el cuerpo necesita para trabajar adecuadamente, pero, además tienen un importante papel en el desarrollo de procesos que tienen lugar en el organismo, ya que ayudan a mantener saludables el pelo y la piel, permiten la absorción de las vitaminas liposolubles (aquellas que se disuelven en grasas y aceites, constituidas por las vitaminas A, D, E y K), y llenan las células del tejido adiposo, lo que ayuda a aislar al cuerpo para mantenerlo caliente.
Los ácidos grasos esenciales contenidos en los alimentos también son necesarios para el desarrollo del cerebro y el control de la coagulación de la sangre y la inflamación.
Perjuicios del consumo de grasas saturadas
El consumo de grasas saturadas incrementa los niveles de colesterol LDL, llamado comúnmente colesterol “malo”, aumentando el riesgo de sufrir enfermedades y problemas cardiovasculares, como ateroesclerosis, accidentes cerebrovasculares o ataques cardíacos.
Se debe evitar en la medida de lo posible el consumo de grasas saturadas, limitando su ingesta a un 10 por ciento de las calorías diarias totales. El consumo excesivo de grasas saturadas está directamente relacionado con la obesidad.
Las grasas trans son incluso más perjudiciales que las saturadas, ya que tiene un doble efecto: además de incrementar los niveles de colesterol LDL, reducen el colesterol HDL, también llamado colesterol “bueno”. Estas grasas se forman en el procesamiento industrial de algunos alimentos, conocido como hidrogenación, mediante el que cambian su configuración y pasan de grasas insaturadas a grasas trans.
Alimentos que contienen grasas saturadas
La mayoría de los productos que contienen grasas saturadas son de origen animal. Entre estos alimentos se incluyen:
Aceite de coco.
Leche y sus derivados.
Chocolate.
Mantequilla.
Carne de vaca.
Carne de cerdo.
Manteca de cerdo.
Margarina.
Carne de pollo.
Carne de pescado.
Yema de huevo.
El hecho de que estos alimentos contengan grasas saturadas no implica que se deba evitar su consumo y eliminar de la dieta.
La cantidad de grasas saturadas que contengan los productos es determinante a la hora de diferenciar si se trata de un alimento saludable o no, ya que mientras la leche entera contiene alrededor de un 60 por ciento de grasas saturadas, el porcentaje en la carne de pollo, el pescado o la yema de huevo está en torno al 30 por ciento.
Además, muchos productos disponen de alternativas bajas en grasas saturadas, como en el caso de la leche desnatada o las margarinas bajas en grasas.
Los alimentos que contienen este tipo de grasas no deben ser suprimidos de la dieta, sino que hay que procurar incluirlos con moderación, dentro de una alimentación equilibrada, como en la dieta mediterránea.
Consejos para reducir el consumo de grasas saturadas
A la hora de cocinar y elegir productos para el consumo, es recomendable seguir una serie de consejos para evitar una ingesta excesiva de grasas saturadas e incorporarlas a una dieta equilibrada que apueste por las grasas insaturadas.
Entre estas recomendaciones se pueden incluir:
Consumir aceites vegetales: Como aceite de oliva y de girasol, ricos en grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas, excepto el aceite de coco o el de palma.
Consumir pescados: La mayoría de los pescados son más bajos en grasas saturadas que la carne. Además, muchos contienen ácidos grasos omega 3, que ayudan a reducir el colesterol.
Elegir carnes magras. Es preferible consumir carne de pollo, pavo y otras aves (mejor sin piel), y de cerdo (eliminando la grasa visible), que otras carnes más grasientas.
Evitar las frituras: A la hora de cocinar, es más recomendable cocinar los alimentos al horno, cocidos, asados, y a la plancha, que fritos.
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