El 15 de junio 1979 se da lo que conocemos como la “Masacre de Batahola”. Centenares de jóvenes combatientes populares, de los barrios Monseñor Lezcano, La Ceibita, Santa Ana, Colonia Morazán, Linda Vista, Acahualinca, replegándose hacia el barrio San Judas, son emboscados y masacrados por la Guardia Nacional, que estaba en las instalaciones de la Nicalit y otra parte en los predios de la Embajada Americana.
Más de cien jóvenes que se insurreccionaron en los barrios occidentales de la capital fueron masacrados cruelmente por la Guardia Somocista un 15 de junio de 1979, en el lugar donde hoy existe el Barrio Batahola, en Managua.
Luego de ser asesinados, sus cuerpos fueron recogidos por palas mecánicas y luego enterrados en enormes fosas comunes; logrando identificarse posteriormente a 80 personas cuyos nombres están exhibidos en un obelisco ubicado contiguo al Centro de Convenciones Olof Palme.
“Esta historia refleja lo cruel y lo sanguinaria que era la Guardia Nacional, y que había razón histórica justificada para tomar las armas.
La mayoría de quienes tomaron las armas eran jovencitos entre 15 a 27 años”, recuerda el periodista e historiador Pablo Emilio Barreto.
Carlos Rayo sobreviviente de la masacre, recuerda que la Guardia Nacional dejó pasar a los combatientes con el objetivo de entramparlos en un campo de lo que es hoy Batahola Sur y luego dispararles sin piedad con ametralladoras M-50.
Los sobrevivientes señalan que en ese entonces Batahola Sur era un “montarascal”, y que los jóvenes que iban cayendo inmediatamente eran levantados por palas mecánicas para luego arrojarlos en fosas comunes sin que las familias le pudieran dar cristiana sepultura.
“No sabíamos de dónde venían los tiros, y comenzamos ver caer a los compañeros en grandes grupos”, recordó Martha Rosales. “Los que quedaban vivos, los sobrevivientes, los iban rematando con tiros a quema ropa”, agregó.
La masacre de los compañeros en Batahola, no detuvo la lucha de los combatientes sandinistas.
“Tomamos conciencia de todas esas cosas, sacamos unas fuerzas que nos hizo permanecer en la lucha revolucionaria, más cuando sabíamos que seguían cayendo compañeros dentro de los mismos barrios”, dijo Martha Rosales, sobreviviente de la masacre.