Desearle el mal a Monseñor Silvio Báez no es correcto y mucho menos ahora que ha sido enviado a Roma a quedarse allá indefinidamente.
Más bien es conveniente pedirle a Dios por él, para que su condición humana encuentre la paz que necesita y deje atrás al hombre cargado de rencores, violento, conspirador, y dañino que hemos conocido.
Yo me alegraría mucho si el Papa lo hiciera Cardenal y lo pusiera en el Vaticano a desempeñarse en un cargo con alguna función vitalicia.
Y me alegraría mucho si alguna vez viniera a Nicaragua a pasar vacaciones, a su Masaya natal, a revolverse con el pueblo en su fiesta en septiembre u octubre, recorriendo la ciudad junto a la gente tirada a la calle que va de casa en casa con sus grupos de bailarines y marimberos, o en una de las procesiones con el San Jeronimito en su camastrón, avanzando zigzagueante como si fuera embriagado por la música de los chicheros, encima de los hombros dolidos de las decenas de cargadores.
Y que venga y que se le vea sonriendo, contento de estar en la Nicaragua creciente, de calles seguras; en la Nicaragua de tranquilidad, paz, armonía, de pueblo sano, festivo y lleno de vida.
Me gustaría que viniera por una o dos semanas y que vaya a alguna de nuestras playas en algun abril como el de estos dias con calor infernal, a correr en la arena o a zambullirse entre las olas de algún paraje del Pacifico, o en las aguas del Caribe con transparencia esmeralda.
Y si no, a caminar tranquilamente en la Avenida de-Bolívar-a-Chávez o por los jardines del Salvador Allende, o por el Parque Luis Alfondo Velázquez, alli por la fuente musical en el momento que se escucha el Ave Maria de Schubert cantada por Bocelli, y que aproveche para darse una vueltecita en bote en el lago artificial.
Que venga y que si quiere vaya a Matagalpa a abrazar a Monseñor Rolando Alvarez, o a Monseñor Abelardo Mata en Esteli.
Pero si viene a Nicaragua - y por favor no me mal entiendan - que sólo sea de pasadita
