El 16 de mayo es el Día de la Resistencia Romaní, en recuerdo al día que en 1944, seis mil gitanos prisioneros en Auschwitz enfrentaron a las SS.
El holocausto perpetrado por los nazis acabó con la vida de 800.000 personas del pueblo romaní. Pero no fue el primero ni el más extenso: el organizado por España en 1749, duró 14 años y era continuación del iniciado por los Reyes Católicos dos siglos atrás. Tampoco han cesado las persecuciones en el siglo XXI: en 2010, el presidente francés Sarkozy ordenó la que ya se conoce como La Gran Deportación, una expulsión sistemática y expeditiva de gitanos, que superó a la de 2009 que ya había afectado a unas 9000 personas de etnia romaní.
Protestó la ONU, el Parlamento Europeo, el Papa Francisco, Amnistia Internacional y los partidos de izquierda. Hubo manifestaciones contra las expulsiones en las principales ciudades europeas, pero la popularidad de Sarkozy subió y el 79% de los franceses estaba de acuerdo con la medida.
Los activistas señalan que el racismo actual contra los gitanos consiste en presentarlos como un «exogrupo», como un colectivo cuyas diferencias son consideradas como «déficits culturales», lo que conduce a la deshumanización de todo un pueblo.
Apuntan también hacia la responsabilidad de los medios, las redes y el periodismo en la difusión de una imagen negativa de los gitanos. M. Mestre
Antigitanismo: memoria histórica y reparación
El 16 de mayo, Día de la Resistencia Romaní, se recuerda la noche de 1944 en la que las gitanas y gitanos confinados en la sección romaní de Auschwitz-Birkenau se enfrentaron a las SS para evitar ser gaseados. Pero el holocausto gitano de la Segunda Guerra Mundial no es el primer genocidio que diezma a este pueblo.
Activistas apuntan a recuperar la memoria histórica del exterminio y la persecución para avanzar hacia la reparación.
SARAH BABIKER / elsalto.com
Cuando el 16 de mayo de 1944 los 6.000 gitanos encerrados en el Zigeunerlager —la sección donde retenían a los prisioneros de esta etnia— del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau supieron que aquella noche serían gaseados, tomaron una determinación: evitarían a toda costa su exterminio. A tal fin se pertrecharon de todo lo que encontraron para preparar su levantamiento contra las SS y así, insurgiendo, lograron escapar.
No fue por mucho tiempo. Aunque menos conocido que el genocidio judío, el holocausto del pueblo gitano —al que se ha llamado Samudaripen o Porraimos— supuso la aniquilación de hasta 800.000 romaníes. De hecho, pocos meses después de aquel 16 de mayo, la noche del 2 de agosto de 1944, 4.000 gitanos murieron en las cámaras de gas del mismo Auschwitz-Birkenau por orden del comandante en jefe de las SS Heinrich Himmler. Aquella matanza se recuerda como “La noche de los gitanos”.
«La gran redada»: el plan de exterminio de los gitanos en España
La persecución al pueblo gitano no es monopolio de los nazis. “El primer genocidio gitano que ocurre en la historia no es el de la segunda guerra mundial”, remarca Celia Montoya integrante de las organizaciones Rromani Pativ y Ververipén. Esta activista recuerda cómo casi dos siglos atrás, el 30 de julio de 1749, miles de gitanas y gitanos fueron capturados en la península, en un episodio que ha quedado registrado como “La gran redada” o “La prisión general de gitanos” y que supuso un salto adelante en un proceso iniciado dos siglos y medio atrás, cuando en 1499, bajo el reinado de los Reyes Católicos, se decretaron las primeras leyes contra el pueblo Roma. Así, aquel 30 de julio de 1749, relata Montoya, “decidieron que nos querían exterminar físicamente y borrarnos del mapa”.
El Marqués de la Ensenada fue quien ordenó La gran redada, “un dirigente al que se estudia hoy en día en los libros de texto como el gran modernizador del estado español”, denuncia por su parte Cayetano Fernández de la organización Kale Amenge. “Separaron a los niños mayores de siete años de sus madres, a quienes apresaron y aislaron con el fin de impedir la reproducción de nuestro pueblo. Mientras, los hombres fueron encadenados y forzados a trabajar levantando los puertos de Ferrol, Cartagena y la Carraca”, describe.
Como los gitanos retenidos en Auschwitz-Birkenau, en aquella ocasión las mujeres se resistieron a los planes de exterminio, cuenta Montoya: “En Zaragoza, en el Palacio Pignatelli —que ahora curiosamente es la sede de la diputación— metieron presas a las mujeres y a los niños gitanos. Ellas hicieron una resistencia brutal con lo único que tenían que eran sus cuerpos y sus manos, se desnudaban para llevar al infierno a esos monjes que las tenían prisioneras”.
El plan de exterminio del Marqués de la Ensenada continuó durante 14 años más, hasta que en 1763 se dictaminara la puesta en libertad de las gitanas y los gitanos presos. Fue la resistencia la que permitió que el pueblo gitano sobreviviera. Siglos después, los descendientes de aquellas personas cazadas y apresadas durante años aún pueden leer el nombre de quien planeó su extinción en las placas de las calles: “Imagínate la violencia simbólica: la sede del Consejo General del Poder Judicial está en la calle Marqués de la Ensenada”, denuncia Iñaki Vázquez, también de Rromani Pativ y Ververipén, “cada vez que se nos cita ahí porque tenemos interlocución para aclarar temas judiciales se nos revuelve el estómago”.
Han pasado 75 años desde aquel 16 de mayo de 1944, 270 desde La gran redada y el antigitanismo sigue manifestándose en Europa y en España. Siguen frescas en la memoria propuestas como la del censo de gitanos de Salvini, o la gran deportación que Sarkozy puso en marcha en el 2010. Mientras, en los países del este, se escuchan discursos explícitamente antigitanos, como los que provienen del gobierno del Jobbik en Hungría, liderado por el actual presidente Viktor Orban.
Medios y redes propagan el racismo contra el pueblo gitano
“Somos quienes ponemos el dedo en la llaga del sistema”, declaró la abogada Pastora Filigrana en la presentación del Informe sobre el Antigitanismo Informativo 2018 , publicado por Rromani Pativ, plataforma que desde hace dos años hace un seguimiento de los medios de comunicación y las redes sociales facilitando las denuncias cuando sus contenidos denigran al pueblo gitano. La activista apuntaba así a lo que considera la razón última por la que las personas gitanas se han visto perseguidas y estigmatizadas: porque nunca se han adaptado a las exigencias que impone el capitalismo.
El racismo ya no es como antes, es más sutil. Se trata de asignar algunas características a un grupo social y a partir de ahí excluirlo «porque no se puede integrar”.
Joan Oleaque, periodista y profesor universitario, es otra de las voces que se sumó a la presentación del informe «Informe sobre antigitanismo informativo 2018» Desde las redacciones lleva muchos años dando la pelea por una representación más justa del pueblo gitano, al que pertenece. De hecho, centró en este tema su tesis doctoral.
El estereotipo del gitano es muy concreto, señala Oleaque, y aparece asociado a la criminalidad, a la violencia, a la amenaza, entre otras características negativas.
Cuando una gitana o gitano se sale de ese estrecho margen, deja de ser considerado como tal, afirma. El periodista identifica un desarrollo preocupante “en los años 80, al menos, los medios también se ocupaban del pueblo gitano en relación con lo cultural, con el folklore, ahora hasta esa aproximación está en retroceso”.
En el informe de la asociación Rromani Pativ se muestran malas prácticas muy concretas. “‘Me cargo a todos los de blanco’: Pánico en el hospital tras la muerte de un bebé gitano”, reza uno de los titulares denunciados de El Confidencial. Otro de ABC: “Los policías heridos por una familia gitana: ‘se lanzaron como perros de presa, casi nos matan’”. Pese a que el código deontológico de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) indica en su artículo 7 que el periodista debe abstenerse de citar etnia u origen “salvo que guarden relación directa con la información publicada”, estas prácticas se dan con regularidad.
Otro fenómeno común es el uso de ‘marcas’, términos que remiten directamente a una imagen negativa del pueblo gitano sin necesidad de mencionarlo, entre ellas ‘reyerta’, ‘clan’, ‘patriarca’. De las comunicaciones de Rromani Pativ a medios de comunicación sobre coberturas consideradas incorrectas, el 40% fueron contestada pero sólo el 10% de los medios se avino a modificar contenidos.
Prácticas periodísticas como las mencionadas sustentarían lo que Oleaque llama “nuevo racismo”. “Los gitanos han sufrido todo tipo de racismo, el nuevo, el antiguo y el más antiguo”, ironiza el periodista, “pero el actual parte de que no hay diferentes razas humanas. Se basa en diferencias culturales que acaban siendo presentadas como déficits sociales”.
De hecho, denuncia, las y los gitanos siempre son representados como “exogrupos” y, a partir de ahí, como una “etnia maldita, condenada” o como gente que acelera su propia desgracia. En definitiva, argumenta Oleaque, “no se habla de raza pero se usa etnia como si hablaran de raza”.
Este racismo conlleva la deshumanización de todo un pueblo, la idea profundamente asentada de que no es igual de humano un gitano que un “nosotros” definido como normal, concluye Oleaque. Para ello se alude a “diferencias culturales insalvables”, poniendo como ejemplo que «el pueblo romaní lleva 600 años entre nosotros y no han sabido integrarse”.
El periodista por último subraya que estas ideas se construyen desde arriba: “Las élites blancas son las que impulsan y modulan el racismo que se reproduce abajo”.
En su tesis comprobó cómo había correlación entre la importancia que le otorgaban los gobiernos a la lucha contra el racismo, y el modo en el que se manifestaba en la sociedad: “Es que no es lo mismo hacer un comentario racista y quedar mal, a que no pase nada, que esto se acabe naturalizando”.
Una identidad para la emancipación
“En muchos debates nos acusan a las personas gitanas de que luchamos por el reconocimiento, de que estamos luchando por lo simbólico, para que en las noticias nos traten bien, y se nos olvida lo material.
Pero lo simbólico y lo material van unidos”, defendió vehemente la activista Pastora Filigrana, para quien “el racismo es un mecanismo de distribución de la riqueza en el mundo”.
Así, continuó diciendo, el maltrato simbólico del pueblo gitano forma parte de una lógica cuya función es justificar el sistema socioeconómico, discursos que “dicen que hay gente de primera y gente de segunda, gente que es pobre por su propia idiosincrasia”.
“No es posible conseguir mayores derechos en vivienda, en sanidad, en educación para las personas gitanas si a la vez no estamos desmontamos el imaginario que dice que son peores y que merecen sus condiciones”, insistía.
Para la abogada hay algunos debates urgentes que han de afrontarse. El primero, el de las alianzas para enfrentar el sistema capitalista y la ultraderecha que avanza.
Por un lado estarían los grupos que “desde la lógica de la decolonialidad, mantienen que tenemos que hacerlo desde nosotras y para nosotras” hasta encontrar un nivel de representación importante para desde allí poder ya hablar sobre con quién aliarse.
“Yo soy de la opinión de que necesitamos esas alianzas”, defendió Filigrana apuntando a las personas racializadas y a las feministas como colectivos que se enfrentan al mismo “monstruo”. También aludió a la experiencia de las personas presentes en materia de alianzas. La Red Antidiscriminatoria Gitana, suma de hecho a 38 ciberactivistas, 20 comunicadores, 8 medios y 17 organizaciones.
Otro debate sería el de la identidad. Frente a los discursos desde la izquierda “que exigen que nos desprendamos de la identidad para aliarnos, yo reivindico nuestra identidad como una identidad emancipatoria”, afirmó la activista.
“El mundo que tenemos que construir no tiene que ser de competitividad sino de cooperación, colaboración, solidaridad y horizontalidad. Y esto es lo que han sido históricamente los gitanos y ahí siguen resistiendo», afirmaba Filigrana.
“Hay que ser gitano para poder cambiar este mundo”, concluyó.
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