Una generación de pretenciosos niños bonitos, ridículos metrosexuales que se desmayarían al ver una gota de su propia sangre, ha surgido a lo largo del mundo occidental, lanzando ridículas y vacías amenazas a Rusia e intentando iniciar guerras en todas partes.
¿De dónde vienen todos estos pequeños y ridículos héroes de pacotilla?
¿Son todos ellos clones de Marco Rubio?
¿Los clonó la CIA en Langley?
En París, el pretencioso presidente Emmanuel Macron gasta a manos llenas millones de euros para rodearse de un esplendor más a la altura de Luis XIV que un líder del siglo XXI elegido democráticamente.
Mientras tanto, cientos de miles de personas continúan estremeciendo a la nación en las protestas de los Chalecos Amarillos a causa de las severas medidas de austeridad que Macron continúa imponiendo a los franceses.
En Londres, el secretario de Defensa Gavin Williamson insulta a las principales figuras de Francia y Alemania, de Rusia y China, mientras que el Reino Unido se desintegra a su alrededor.
Juan Guaidó sigue afirmando de manera absurda que él es el Presidente de Venezuela a pesar que los grupos políticos que, él dice representar, obtuvieron solo una quinta parte de los votos en las elecciones más recientes.
En Canadá, el Primer Ministro Justin Trudeau, tuvo que suspender sus sermones al resto del mundo sobre los supuestos valores democráticos que deberían seguir debido a un embarazoso y sórdido escándalo de influencia política que ha provocado dos exasperadas renuncias de su Gabinete.
Y en los Estados Unidos, el senador Rubio, el modelo perfecto de los niños bonitos, mostró su verdadera naturaleza con una fea, incluso obscena, amenaza contra el legítimamente electo presidente venezolano, Nicolás Maduro, a quien le advierte del asesinato por medio de la inserción anal de una botella rota si no dimite y le cede el paso a Guaidó.
Hay un elemento sorprendente de similitud con todas estas figuras.
Todos tienen más de cuarenta años, excepto Guaidó, el verdadero niño entre ellos, con solo 35 años. Todos podrían pasar como adolescentes.
Todos ellos intentan proyectar un aire de sano y serio idealismo que sus credenciales revelan como completamente fraudulento.
Ninguno de los niños bonitos tiene un historial destacado en asuntos internacionales o en la promoción de un desarrollo constructivo en sus propias naciones. Sin embargo, cada uno de ellos está ansioso por fomentar conflictos civiles en todo el mundo, o imponer políticas que desgarren a sus propios países (Macron, Williamson y Guaidó).
Cada uno de ellos busca proyectar una imagen poco convincente de un liderazgo firme, dinámico y valiente, sin embargo todos ellos patéticamente dependen de las fuerzas armadas de los Estados Unidos o de la voluntad del gobierno de los Estados Unidos para intervenir descaradamente en sus propios asuntos internos para defender sus posiciones y métodos.
A veces es difícil olvidar que Rubio hace solo dos años era un representante novato en el Senado de los Estados Unidos, sin embargo ahora parece que ha estado con nosotros toda una eternidad.
Williamson en el Reino Unido, Macron en Francia y ahora Guaidó en Venezuela todos fueron sacados de la nada, todo sobre la base de nada más profundo que su voluntad de absorber la misma línea internacionalista, liberal y de libre comercio que se les exigía.
Todos los niños bonitos se asemejan, en las maravillosas palabras que Alice Roosevelt Longworth utilizó en 1948 para repudiar al candidato presidencial estadounidense Tom Dewey, al pequeño objeto sexual encima de un pastel de bodas gigante.
Es esta imagen la que revela, incluso más que la seria pero falsa sinceridad que todos ellos buscan proyectar, como el más inescrupuloso vendedor de automóviles de segunda mano, el vacío interno de todos estos ridículamente llamados "líderes".
Ellos representan los últimos días del consenso liberal de Occidente, tres cuartos de siglo después de su gran momento de triunfo en 1945: una victoria que en realidad se ganó a través de las vidas, la sangre y el sacrificio de millones de soldados soviéticos.
¿Hay algún significado para el rápido y simultáneo ascenso a la eminencia y fama de los niños bonitos en todo el mundo occidental? Creo que lo hay
Hace un cuarto de milenio, Edward Gibbon, el gran historiador de "La decadencia y la caída del Imperio Romano", observó que cuando las clases gobernantes habían perdido todo vestigio de decencia y confianza en el escrutinio público, recurrieron a la designación de mediocridades como figuras públicas, como las únicas figuras lo suficientemente débiles como para no amenazarlas con algún indicio de independencia.
Rubio y su legión de contemporáneos y no muy convincentes niños bonitos, se ajustan perfectamente a este requisito.
Son los sucesores naturales de Romulus Augustulanus, el ridículo último emperador legal de Roma (por menos de un año) en 475-6 DC.
Como dijo Gibbon, "los príncipes suspicaces a menudo promueven lo último de la especie humana".
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