Entrevistamos a Manuel Barcia, profesor de historia latinoamericana en la universidad británica de Leeds, sobre el pasado esclavista de España y la demanda del presidente mexicano al rey Felipe VI para que pidiese perdón por los crímenes cometidos durante la “llamada Conquista”.
El 20 de marzo, menos de una semana antes de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), hiciera público que había pedido por carta al rey de España y al Papa que pidiesen perdón a los “pueblos originario de México por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos” durante la Conquista, en la onubense Asociación de Estudios Iberoamericanos y Colombinos Rábida se presentaba un libro titulado Gestación, perspectivas e historiografía del descubrimiento de América.
El comunicado publicado sobre el evento subrayaba que los investigadores participantes en el estudio abordan la cuestión del término ‘descubrimiento’ “sin esconderse detrás de ambigüedades”, y planteando objeciones al discurso “políticamente correcto”.
En el acto de presentación de “un libro que no ha dejado al margen ni siquiera el debate sobre la posible existencia de protonautas”, es decir, anteriores navegantes que llegaran a las orillas de las Américas, participaron autoridades políticas de la Diputación de Huelva y los ayuntamientos de Moguer y San Juan del Puerto, las instituciones financiadoras de la publicación.
Fuera de España, y desde luego en ningún caso en Latinoamérica, se admitiría desde el rigor académico el concepto de ‘descubrimiento’, porque como explica el reputado profesor de historia latinoamericana de la Universidad británica de Leeds, Manuel Barcia, “nada se descubrió, ya habían estado allí los vikingos, los amerindios de Asia…
El problema es esta mentalidad eurocentrista e hispanocentrista que recicla el pensamiento neocolonial, basado en una superioridad moral sobre los continentes americano, africano, asiático… En España hay hasta centros de estudio y museos que emplean el término de ‘descubrimiento’. Uno se esperaría más del ámbito académico”.
El cubano Manuel Barcia, nacido en 1972, es uno de los mayores expertos mundiales en el tráfico de esclavos, así como en sus rebeliones y formas de resistencia en el área atlántica. También son reconocidas sus investigaciones sobre las transferencias culturales de una a otra orilla del Atlántico, especialmente durante el siglo XIX en Brasil y Cuba.
Por todo ello fue galardonado en 2014 con el Premio Philip Leverhulme en Historia, que se otorga anualmente a investigadores cuyo “trabajo ha atraído el reconocimiento internacional y cuya carrera futura es excepcionalmente prometedora”. Sus artículos de divulgación se publican en medios como The Washington Spectator, The Huffington Post, The Independent, The Daily Telegraph, and Al Jazeera en Inglés.
Le preguntamos a Barcia por la polémica suscitada en España por la petición del presidente mexicano. “La demanda de AMLO puede tener una dimensión política, pero no le falta razón. En cuanto a la respuesta de España, la verdad, da pena. Es como si las masacres de indios a plomo, hoguera y enfermedades, todo por el oro, no hubieran ocurrido. Y eso por no hablar de la esclavitud de los africanos y toda la violencia que conllevó durante cuatro siglos”.
Más allá de las chanzas que ciudadanos y ciudadanas españoles compartieron en sus redes sociales, la respuesta del gobierno de Sánchez a lo que AMLO recordó, fueron “matanzas, imposiciones. La llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz”, fue “rechazar con toda firmeza” su contenido.
Conversamos con Barcia sobre ese pasado esclavista de España y su continuum con la economía neoliberal actual.
El relato que nos ha llegado en España a través de los libros de texto y de las películas, representa a las personas esclavizadas como sumisas, que aceptaban sin ningún tipo de resistencia su situación, como seres sufrientes que aceptan sin más su destino.
Es muy fácil decir que eran sumisos, pero hay diferentes niveles en las formas en las que se puede resistir frente a la dominación y al poder, y no siempre tomar las armas y arriesgar la vida es la prioridad. La urgencia es seguir vivos, proteger a sus familias, alimentarles…. Las rebeliones y los suicidios eran eventos extraordinarios.
Las personas esclavas, a veces, se coordinaban para no trabajar o simulaban que trabajaban; cantaban en la misma cara de los mayorales y dueños, pero en sus idiomas africanos. También tenían formas violentas de resistir: meter fuego a los cañaverales o matar al dueño sin que nadie se enterase. A la manera de Fuenteovejuna: en coordinación para que no se supiese quién lo había hecho y así o salían todas perjudicadas, o ninguna.
España es la única expotencia esclavista que no ha pedido públicamente perdón por el origen de gran parte de su riqueza. ¿Cómo explicaría la relación que sigue teniendo este país con América Latina, con la que reivindica lazos históricos, a la vez que mantiene estatuas en sus calles de esclavistas, celebra el Día de la Hispanidad…?
Es claramente neocolonial y existe en todas las sedes imperiales. Cuando aquí, en Reino Unido, se publicó un estudio sobre las compensaciones que recibieron los propietarios británicos de esclavos en el Caribe en 1833 por la abolición del tráfico, hubo revuelo porque hubo quienes sintieron que no habían sido suficientes.
En España, hay familias de la nobleza que no abren sus archivos privados porque su dinero viene del tráfico o de las plantaciones de esclavos. Muchas de ellas consiguieron sus títulos nobiliarios en Cuba y aunque hay suficientes documentos públicos para saber quiénes son, ocultan esta información para que no se conozcan más detalles de lo que ocurrió.
¿Cómo era el tráfico español de mujeres para su esclavitud?
Hay que separar el tráfico de la esclavitud, son dos momentos diferentes. El tráfico sería probablemente la parte más traumática porque estas personas eran trasladadas hacinadas en las bodegas de los barcos, apenas les daban de comer o beber, morían en grupos, había muchas enfermedades que les mataban o debilitaban hasta el punto de que ya no volvían a servir para nada. En los documentos ves cómo las mujeres eran violadas de manera habitual, y cómo muchas veces daban a luz en medio del Atlántico.
Esa violencia también llegaba a los hombres y a los niños. El último periodo de tráfico de esclavos lo llevaron a cabo, sobre todo, españoles y norteamericanos. Y compraban mayoritariamente niños y adolescentes para asegurarse de tener esclavos durante muchos años porque sabían que el tráfico estaba llegando a su fin. Además era más improbable tener un levantamiento en un barco lleno de críos.
Una vez que llegaban al continente americano, eran destinados al trabajo esclavo. Y hay gente que a día de hoy sigue defendiendo lo que hizo España porque ‘además de civilizarlos, cristianizarlos, les daban manutención, y a veces tenían vías para comprar su libertad, algo que no existía en otras partes de Latinoamérica…’ Todas esas boberías de comparar formas de esclavitud entre sí. Esclavitud es esclavitud.
El sistema capitalista se desarrolló contando durante cuatro siglos con mano de obra esclavizada y, en la actualidad, personas en situación de trata con fines de explotación laboral y trabajo forzoso. ¿Puede subsistir el capitalismo sin explotación?
El capitalismo que surge en el siglo XVI es mercantilista, tiene que ver con el tráfico de mercancías, con la apertura del mundo. Pero ha evolucionado y ahora, en realidad, está involucionando. Un ejemplo clásico es la crisis de 1929 a 1933, que fue el resultado hasta cierto punto de la falta de regulación del mercado. Cuando la situación empieza a mejorar es porque se dan pasos en la reglamentación del capitalismo, hasta que Bill Clinton vuelve a levantar los límites en los años 90. En seguida caemos en el capitalismo neoliberal para explotar lo más posible a la gente.
El capitalismo es muy maleable, tiene muchas facetas y vías para mutar. Por eso sobrevive, y porque el socialismo nunca ha ofrecido una opción eficiente para suplantarlo. Donde hemos tenido gobiernos socialistas, han fracasado, incluso en Escandinavia, porque no han conseguido dar lo que decían ofrecer.
Y ahora que la trata con fines de explotación sexual y laboral está más presente en la opinión pública, ¿ve posible que el sistema deje de necesitar este tipo de explotación para funcionar?
Aquí en Inglaterra hay gente cobrando una libra la hora, cuando el salario mínimo son 10. Cuando la esclavitud se empezó a abolir se decidió importar trabajadores libres desde China, India y África; se crea la trata interna en Brasil, dentro de los Estados Unidos o entre regiones del Caribe. Hoy vemos cómo se paga un billete de avión a mujeres filipinas a las que se les promete trabajar como sirvientes para terminar en un prostíbulo.
Cada vez tenemos más tráfico, más trabajo forzado, lo que demuestra que los gobiernos no le prestan mucha atención.
Todo este tipo de problemas va a continuar mientras la gente con dinero pueda justificar lo que hace a través de fundaciones caritativas. Es la forma de que no haya justicia social ni redistribución.
Y usted que viene de Cuba, un país comunista que supuestamente rompió con el paradigma de la caridad para abordar la justicia social y la redistribución de la riqueza, ¿cómo cree que ha evolucionado ese modelo?
Empezó muy bien. Había otro dictador, se hizo una revolución social y tenía que haber funcionado mejor, pero ya en 1961-1962 se acaban las elecciones libres, la democracia, se empieza a nacionalizar todo, lo cual puede funcionar, pero si tienes un plan económico, cosa que no existía. Los gobiernos socialistas suelen fallar porque sus planes económicos no se ajustan a la realidad.
Yo nací en 1972, había poca cosa, pero se vivía bien y, sobre todo, te educaban de una manera interesante: te enseñaban a pensar y ocuparte del otro. Pero cuando cayó el Muro de Berlín y llegó la crisis, el país siguió siendo socialista, pero la cúpula se convirtió en capitalista. Llegó lo que yo llamo el ‘capitalismo de Estado’: Castro y todos los militares se hacen capitalistas, tienen negocios, están al frente de las corporaciones, hacen negocio con los hoteles españoles y, ahora, estadounidenses… Pero el pueblo cubano no puede hacer nada de esto.
Y todo este proceso viene con la opresión, con el robo a la gente de la libertad de movimiento, de pensamiento, de expresión…
Se ve si un país funciona bien por la emigración: si la hay suele ser porque está yendo mal porque la mayoría de la gente no se va del lugar donde ha nacido si no hace falta. Y es posible que los que se fueron en los años 60 fueran capitalistas, dueños de ingenios y centrales. Pero lo que se van en los 80 o en el 94, cuando ya no queda gente con dinero, es porque no pueden aguantar más.
Me decía antes que a la luz de la experiencia se ha vuelto nihilista, que no ve luz al final del túnel.
Repasando los ciclos históricos he llegado a la conclusión de que no importa lo que hagamos. Quizás podemos mejorar un poco las cosas, pero la mejor manera de hacerlo es cuidando la existencia de la gente que está a nuestro alrededor. Las instituciones que tienen el poder no son fáciles de cambiar, en gran medida por la manipulación informativa.
La gente ha votado por Trump, por Macron, por los conservadores en Gran Bretaña… ¿Qué está pasando? Si leen periodicuchos como The Sun, Daily Mail… Para informarte, para decolonizar el pensamiento, tienes que leer distintas fuentes, confrontar enfoques.
Pero si trabajas desde las ocho de la mañana a las cinco de la tarde, vas a leer algo en el móvil mientras vas en el metro, y el resto del tiempo lo vas a dedicar a cuidar de tu familia o a descansar.
Todo lo que estamos viviendo tiene que ver con la desinformación, pero si hasta la prensa de izquierda está en manos de oligarcas…
El caso paradigmático es The Independent, propiedad de un oligarca ruso, que en las elecciones de 2015 sugirió el voto por los conservadores en alianza con los liberales.
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