En su última concentración hecha el 6 de abril Juan Guaidó, el “presidente encargado” de Venezuela, ha confesado, sin quererlo, que su movimiento viene perdiendo viada.
En su discurso él mencionó que ya habían 2,000 “Comités de Ayuda y Libertad” en todo el país, lo cual implica una cifra inferior a los 600,000 voluntarios que él dijo haber ya organizado en planillas antes de sus intentos de hacer que el 23 de febrero fuese el “Día D” para iniciarse la caída de Maduro.
Si estos comités pueden estar basados en menos gente que los dedos de una mano y le ponemos un promedio de 5 personas por cada uno tendríamos solo 10,000 voluntarios (60 menos que los que dijeron tener mes y medio atrás). Se ha de poder alegar que varios de esos comités tienen más voluntarios, pero igual, aunque cada uno de éstos congregase a 100 de éstos solo estaríamos hablamos de 200,000 activistas (3 menos que lo que antes dijo tener).
Algo que dijo Guaidó y varios medios han resaltado es que él ha informado que sus aliados internacionales le han dicho que una intervención de ellos en Venezuela es hoy “prematura”.
Por ello la única salida que él ve es mostrar que puede movilizar más gente en las calles, aunque muchas de las fotos que sus partidarios colocan en la media social son de manifestaciones anteriores.
.Es claro que el ejército brasileño no apoya una guerra en Venezuela porque no ve que este último país representa un riesgo para su seguridad interna la cual, por el contrario, sí podría ser afectada si se produce un conflicto militar prolongado y sangriento y que termine esparciéndose por toda la región (cómo sería inevitable si hay un ingreso de tropas extranjeras a una Venezuela defendida por 2 millones de milicianos). Similar cautela tienen el grueso de los gobiernos del Grupo de Lima.
Por su parte, Trump evalúa que una incursión en Venezuela sería objetada por su propio congreso, por las Naciones Unidas, por la OEA y por sus aliados europeos y latinoamericanos, mientras que no lograría tener un éxito rápido y podría conducir a un Afganistán tropical en el mar opuesto a La Florida.
Todo el movimiento de Guaidó estuvo centrado en lograr que los EEUU les ayudarán a quebrar a las fuerzas armadas venezolanas y luego a que pudiesen comandar una invasión, nada de lo cual se puede producir ahora.
De allí que Guaidó quiera demostrarle a Washington que él sí tiene gente y que está dispuesto a buscar una provocación que de pretextos a dicha incursión.
Incluso, en un momento de su discurso el presidente de la Asamblea Nacional mencionó que Zulia, dónde' está la reserva petrolera venezolana y que es la región más afectada por los apagones (pues es la más distante de la represa de Guri que genera la electricidad nacional), podría ser el epicentro de una nueva rebelión.
Por último, es claro que el nivel de convocatoria de Guaidó se ha reducido mucho. Este autor inicialmente reconoció que las marchas antichavistas lograron ganar a las oficialistas el 23 de enero, pero ahora nadie serio puede dudar que se invertido dicha correlación de fuerzas.
'El Nacional', el principal y más tradicional diario de la derecha de Caracas, coloca fotos de la manifestación de Guaidó y en sus subtitulares indica que ésta movilizó a “millares”. Ojo, no dice millones, cientos de miles o decenas de miles, sino solamente miles.
El área donde está la muchedumbre que estuvo con Guaidó es de alrededor de mil metros cuadrados. Calculando 3 a 4 personas por metro cuadrado tenemos entre 3 y 4 mil almas. Incluso si le damos un espacio tres mayor, el número de concurrentes apenas sobrepase los 10,000 caraqueños.
Quien vea la transmisión hecha por el canal oficial de la Asamblea Nacional de Guaidó comprobará que allí no había una gran masa y que al cerrar el mitin el “presidente encargado” salió caminando algunas pocas decenas de metros para entrar a su auto que estaba al final de la concentración, algo que no pudiese haberse dado si esta hubiese tenido decenas de miles de participantes.
Para el 6 de febrero Guaidó había amenazado con iniciar la Operación Libertad con la cual pretendía marchar a Palacio de Miraflores para tomarlo y deponer a Maduro. Ese sábado 6, en cambio, había mucho más cantidad de chavistas defendiendo a éste.
Según Maduro hubo 5 millones de personas en todo el país participando en esa marcha o entras mil a nivel nacional. Se trata de una cifra que no ha podido ser probada y que implicaría que uno de cada tres adultos venezolanos hubiese salido a las calles ese día a ayudarle.
Sin embargo, es claro que el oficialismo ha reunido más multitudes y que los seguidores de Guaidó van perdiendo peso en parte porque sus antiguos partidarios se dan cuenta que los EEUU no piensa invadir o porque se dan cuenta que las sanciones y cortes de luz y agua terminan perjudicando a ellos mismos.
Para este miércoles 10 de abril Guaidó llama a una nueva jornada en la cual él promete duplicar el número de concentraciones y de concurrentes. No obstante, dada la tendencia a la baja y a que es semana laborable es probable que no movilice mucha gente.
Mientras tanto, el 11 se cumple un aniversario más del golpe que aprisionó a Chávez en el 2002 y esos va a hacer que el oficialismo sea capaz de tomar mayor impulso y hacer concentraciones mayores apelando a la necesidad de derrotar lo que ellos llaman un nuevo golpe.
En su discurso Guaidó se vanagloriaba que antes que él llegase a la presidencia de la Asamblea Nacional el 5 de enero nadie podía imaginarse el nivel de apoyo internacional y de manifestantes a nivel nacional que él iba a conseguir luego.
Esto es algo que, hasta como él deja entrever, le sorprendió a él y a los dirigentes opositores. Hoy sin embargo, un giro que se viene dando y que parece que él ni sus directivos vienen percibiendo, es que el globo se viene desinflando.
A los opositores que siguen a Guaidó solo les quedan tres caminos. Uno es provocar una aventura para justificar un contragolpe represivo tras el cual ellos demanden una invasión.
Otro es prepararse para una guerra relativamente prolongada armando sus propios grupos armados (tal como Elliot Abrams, el cual representante de Trump ante Venezuela, organizó en América Central).
El último es abrir paso a una negociación con Maduro, la misma que él les ha pedido y que implicaría a la larga reconocer que él es el presidente constitucional.
Por supuesto, es igualmente posible que la derecha vuelva a fraccionarse entre los "intransigentes" y los "moderados".
Isaac Bigio
Historiador y politólogo economista formado en la London School of Economics donde ha enseñado política venezolana y latinoamericana.
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