LA CIA LO HACE RUTINARIAMENTE DESDE COMIENZOS DE SIGLO.
Argentina: El affaire D’Alessio-Stornelli-¿Bonadio? permitió entre otras muchas cosas corroborar que el superagente al servicio de la Embajada de los Estados Unidos y sus agencias (NSA, DEA, CIA) ofrecía descaradamente “extraer” a una persona de la Argentina en un avión de 16 plazas, es decir secuestrarlas eludiendo controles de aduana y migraciones, convirtiéndola así en detenida-desaparecida. Quienes se muestren sorprendidos deberán reconocer que han sido muy desatentos, ya que hace casi una década y media que la “institucionalización” de las desapariciones de personas para ser torturadas y acaso asesinadas sin ser legalmente acusadas ni juzgadas por parte de la CIA es clamorosa, tal como expliqué en el prólogo a la segunda edición de Narcos, banqueros y criminales(punto de Encuentro, 2006).
Pero antes de exhumar este texto, que ha adquirido tanta actualidad, vayamos a la noticia. Quien mejor la ha dado fue Horacio Verbitsky en su reciente nota “Los magos de la gorra. The American Hand in the Stornelli-D’Alessio Affair”.
Lo citamos:
“En la foja 210 del decreto de procesamiento de Marcelo Sebastián D’Alessio, el juez Ramos Padilla se refiere a las conversaciones del aventurero con Andrés Goldenberg, que ponen de manifiesto “el poder de actuación que tenía el señor D’Alessio en materia de operaciones poco claras, que podrían involucrar hasta la extracción de personas”. El 4 de febrero a las 22 horas, D’Alessio le envía un mensaje de voz a Goldenberg:
“—A tu disposición si hay que extraer a alguien, nosotros vamos a tener una extracción seguramente el jueves o viernes de esta semana. Si tu necesitas sacar, extraer a alguien, tal vez tengo lugar en un dieciséis plazas. Y es a cambio de nada. Que esta es nuestra única condición, siempre. Nada.
“La extracción de personas es un eufemismo similar al de las entregas extraordinarias, que la inteligencia estadounidense implementó luego de los ataques terroristas en Washington y Nueva York de 2001, para librarse de los controles legales en el interrogatorio de detenidos.
El programa, diseñado por la CIA, consistió en la transferencia, sin intervención de la Justicia, de un detenido de un país a otro con fines de interrogación mediante torturas.
Un informe de la comisión de inteligencia del Senado estadounidense estableció que por lo menos 136 personas fueron sometidas a ese tratamiento, con la participación de 54 países.
“¿Por qué Andrés Goldenberg necesitaría extraer personas del país en forma clandestina? Tal vez la respuesta resida en la biografía del representante en la Argentina de la Mesa de la Unidad Democrática Venezolana.
Nacido en Caracas, pero de padres argentinos, con DNI argentino 93.663.343, Andrés Germán Goldenberg Pines es uno de los dirigentes de la oposición venezolana que, en julio de 2017, pidieron a la cancillería argentina que Macrì trabajara junto a los organismos multilaterales para “asfixiar política y económicamente al régimen venezolano de Nicolás Maduro”, según informó el propio Goldenberg. Su plegaria fue atendida”.
Retomamos con este texto, publicado hace 13 años:
La violación de todas las leyes nacionales no debería extrañar: D’Alessio estuvo vinculado con el intento de ingresar drogas, armas y material prohibido sin declarar en un avión militar estadounidense, desbaratado por el entonces canciller Héctor Timerman; parece obvio que las sofisticadas armas de última generación no registradas que probó con su estrafalario perito Rubén Martín en un polígono de San Telmo y fueron incautados por el juez Alejo Ramos Padilla ingresaron por valija diplomática ya que en sus dialogos de “apriete” con Pedro Etchebest, D’Alessio se jacta de enviar sus informes a la sede de la CIA en Maine en ellas.
Se trata de una mecánica usual de la CIA (y casi con toda seguridad, de otras agencias estadounidenses) al menos desde comienzos de siglo, cuando se institucionalizó por así decirlo lo que había sido excepcional durante el Irangate o affair Irán-contras, en los años ’80 del siglo pasado.
En el prólogo a la segunda edición de Narcos, banqueros y criminales (2006) escribí que nadie “podrá creer inocentemente que los más de mil vuelos transeuropeos clandestinos organizados en lo que va de este siglo por la CIA (a la que llaman sarcásticamente Cocain Import Agency) con la evidente complicidad de los servicios de inteligencia de los países miembros de la OTAN que hasta ahora se detectaron hayan servido sólo para llevar y traer a prisioneros musulmanes (algunos de ellos, auténticos desaparecidos) de cárceles clandestinas ubicadas en Europa del Este y el norte de África o al enclave neocolonial de Guantánamo (extremo oriental de la isla de Cuba), ni que esa flota de aviones no contrabandeaba desde antes enseres y sustancias diversas, incluidas las prohibidas por las autoridades sanitarias.
Buscando ilustraciones para esta nota me topé con esta tapa de una edición clandestina hecha al parecer en Ecuador de cuya existencia no tenía noticia.
“Un hecho más importante aún es que con estos vuelos, la existencia de detenidos-desaparecidos se ha globalizado y corre el riesgo de naturalizarse, e incluso de trivializarse. Como la tortura, cuyas “bondades” son publicitadas por el vicepresidente Dick Cheney.
“Hasta ahora pudo establecerse que entre 2001 y 2005 la CIA organizó al menos mil vuelos que hicieron escalas en distintas capitales europeas para trasladar de un lugar a otro a unos tres mil prisioneros.
¿A dónde se los llevaba? A cárceles secretas, en algunos casos muy conocidas, como la de Guantánamo, la de Bagram, en las cercanías de Kabul, o la tristemente célebre de Abu Ghraib, en el Irak ocupado.
“No se trata de que la CIA haya aprovechado un agujero negro en la legislación internacional para arrojar a un pozo a supuestos terroristas a los que, en flagrante violación de las leyes internacionales, no quiere reconocerles entidad como oponentes.
Es mucho peor: desde 1984 la Convención de la ONU contra la Tortura prohíbe taxativamente extraditar personas a países donde corren el riesgo de ser torturadas, que es, precisamente, lo que se hizo, con la expresa intención de que fueran torturadas, único motivo de su traslado.
“Las investigaciones se aceleraron gracias al escándalo producido por el secuestro del imán de una mezquita de Milán. La justicia italiana identificó a 22 agentes de la CIA involucrados, incluyendo a su jefe, el mismísimo cónsul estadounidense en esa ciudad.
Todos se comunicaban entre sí con sus propios celulares, en acabada muestra de que creían gozar de una impunidad absoluta. Otro escándalo fue la aparición en Egipto –donde había sido ferozmente torturado– del ciudadano alemán Khaled Masri, “chupado” un año atrás.
Cárceles clandestinas por todas partes
“Organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, periodistas de varios países y diarios como The Guardian y The Washington Post llegaron a la conclusión de que hubo cárceles secretas en la República Checa, Polonia y Rumania.
Y que a ellas fueron a parar miles de sospechosos de integrar la fantasmal red Al Qaeda. Que fueron puestos fuera de cualquier ley, en un limbo físico, aislados de familiares y abogados e interrogados y torturados metódica y parsimoniosamente.
La denuncia de la existencia de estas cárceles clandestinas provocó su “deslocalización”: a fines del año pasado fueron trasladadas a Egipto, Uzbekistán, Jordania y, posiblemente, también a Marruecos.
Cuando la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice se entrevistó en Berlín con la nueva canciller alemana, Angela Merkel, ésta le echó en cara el secuestro de Masri, a lo que Condy no atinó a otra cosa que poner la boca en “o” y exclamar: “!Qué horror!”.
El relator de la comisión de investigación conformada por la Unión Europea, el diputado suizo Dick Marty, lamentó la falta total “de informaciones y explicaciones” por parte de Rice, a la vez que subrayó que “las acusaciones nunca han sido desmentidas formalmente por Estados Unidos”.
Como es sabido, el que calla, otorga. Sin embargo, la Unión Europea hizo como que las explicaciones de Rice hubieran existido. Sus portavoces fingieron ser osos suecos. Y ciegos.
Quizá el periodista que más haya investigado el tema sea el argentino Roberto Montoya, jefe de noticias Internacionales del diario El Mundo.Montoya publicó recientemente un libro, La impunidad imperial [1] prácticamente desconocido en Latinoamérica pero imprescindible para comprender la magnitud de la demolición del andamiaje jurídico que, so pretexto del 11-S, emprendió la administración Bush.
El libro, que lleva como subtítulo “Cómo Estados Unidos legalizó la tortura y blindó ante la justicia a sus militares, agentes y mercenarios”, lleva un prólogo del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien sostiene que “Estados Unidos se ha transformado en un Imperio (que) maneja los resortes del poder económico y militar (y) el tráfico de armas y de drogas”.
Y que la crisis económica endémica que lo afecta hace imprescindible que mantenga un estado de guerra permanente a fin de poder “sostener su déficit y potenciar el complejo militar-industrial”.
Montoya analiza los secuestros hechos por la CIA en Alemania, Suiza e Italia y demuestra que éstos, así como las torturas y asesinatos en Afganistán y el limbo legal en el que permanecen cientos de prisioneros en Guantánamo, no constituyen “excesos”, sino que son parte de un plan diseñado por la Casa Blanca y el Pentágono.
Luego de enumerar las muchas veces que los vuelos de la CIA utilizaron los aeropuertos de Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria, Montoya se refirió a la siniestra paradoja de que “tu aterrizas para ir de vacaciones a la playa y al lado hay un avión aparentemente civil que está llevando a un secuestrado a un centro de tortura”.
Y enfatiza que no se le termina de dar a este hecho la enorme gravedad que tiene. Luego de referirse a la hipocresía de los gobiernos europeos (cuyos servicios de inteligencia fueron obvios cómplices de aterrizajes y decolajes) Montoya deja resonando la pregunta: “¿Es que acaso las Naciones Unidas están de vacaciones?”.
Un reciente caso demuestra que la impunidad imperial no se restringe a los musulmanes encarcelados: también puede cebarse en los carceleros cristianos. Vean, si no, el caso del uruguayo residente en Nueva Jersey Federico Pimienta Perdomo, de 28 años, quien se integró a las filas de los marines con la promesa de obtener la nacionalidad estadounidense.
Llevado a la cárcel de Bagram, en Afganistán, Pimienta mató de un disparo en la cabeza a un joven compañero en ocasión de limpiar su fusil. Se formó un Consejo de Guerra para juzgarlo sumariamente, pero el día anterior, a principios de junio de 2005, Pimienta desertó.
Policías militares estadounidenses lo ubicaron y detuvieron el 15 de febrero en el Puerto gaditano de San Fernando, lo condujeron a la cercana base de Rota donde pasó la noche en un calabozo, y al día siguiente lo metieron en un avión militar que lo llevó a la base aérea de Kelly, en Texas… sin siquiera ponerse en contacto con alguna autoridad española.
Se trató, claramente, de un secuestro, por más que después Pimienta fuera a decir que se entregó voluntariamente, algo lógico, ya que de esa manera redujo su condena, que hubiera sensiblemente mayor si se lo consideraba –como era– un desertor.
Las bases norteamericanas en España datan de la época del franquismo y permanecen en funcionamiento bajo el paraguas de la OTAN.
El Convenio de Cooperación para la Defensa entre España y Estados Unidos prevé la posibilidad de que los jueces españoles declinen su jurisdicción en favor de magistrados estadounidenses en los casos en que los militares yanquis destinados en Rota sean acusados de puramente delitos militares, pero ello exige un acto formal del juez español, y además de que ello no tuvo lugar, en el caso de marras la violación de la soberanía española fue absoluta, puesto que Pimienta no era un militar destinado en España y sujeto a lo previsto en aquel convenio, sino un uruguayo que había ingresado a territorio español como turista.[2]
A pesar de que Estados Unidos le pide insistentemente a España que le permita a sus agentes de inteligencia y policías militares realizar investigaciones criminales por su cuenta en territorio español, España siempre se lo ha negado, pues sería absurdo que dichos agentes gozaran en España de prerrogativas que no tienen en su propio país, y que, por cierto, tampoco tienen los policías militares y agentes de inteligencia locales.
Pero a eso, como puede apreciarse, al Pentágono, le tiene sin cuidado.
Notas
[1] La esfera libros, Madrid, 2005.
[2] Ver “Defensa rechaza que los servicios secretos de EE.UU. actúen por su cuenta en suelo español”, en El País del domingo 16 de abril de 2006, pág. 17.
http://pajarorojo.com.ar/?p=41792