Cada paso que ha dado en los últimos días Estados Unidos en su estrategia contra Venezuela, a través de la ficha de turno Juan Guaidó, cierra más el círculo y reduce las posibilidades a una: la construcción de un pretexto para concretar la invasión.
El manejo del tema ejemplifica la visión de la Administración Trump, acorde a los dictámenes de la Estrategia de Seguridad y Defensa Nacional lanzados en 2018, cuales incluyen un agresivo cambio de enfoque para intentar justificar una mayor militarización de América Latina, a la par de garantizar hegemonía plena en territorio que durante siglos han considerado su “patio trasero”.
Tras alcanzar resultados favorables en el despeje de gobiernos progresistas en suramérica a través de métodos no convencionales, Venezuela se erige hoy como uno de los principales bastiones de resistencia a derribar, por el riesgo que implica el chavismo como fuerza emergente apostando por un enfoque progresista, nacionalista y antimperialista en el manejo de la política y los valiosos recursos naturales que posee el país, en particular el petróleo certificado como una de las reservas más grandes del mundo.
En este sentido, y empleando estrategias multiformes de propaganda contra el gobierno de Nicolás Maduro, Estados Unidos ha centrado su poderío nacional en función de mostrar al chavismo como el caso emblema que concentra todas las amenazas a la seguridad nacional y regional, logrando cohesionar voces de derecha para concretar el golpe.
Los sucesos en curso en Venezuela no son aislados, ni novedosos, sino que se enmarcan en la “Operación Venezuela Freedom”, firmada por Kurt Tidd, Jefe del Comando Sur en febrero de 2016, ahora en una fase más avanzada.
En 2015 el propio almirante intervino en el Comité de Servicios Armados del Senado afirmando que “Venezuela se enfrentaría a una inestabilidad importante debido a una falta de alimentación generalizada, y la escasez de medicamentos; la incertidumbre política continuada; y un empeoramiento de la situación económica, obligando a Estados Unidos dar una respuesta regional”.
Un año después el Comando Sur reconoció en el informe “Estrategia del Teatro 2017-2027”, que trabajaría de manera intensa y en conjunto con instituciones de la sociedad civil venezolana e internacional (ONG, academias, etc.), agencias estadounidenses como la USAID, agencias multinacionales y el sector privado, para frenar la “crisis humanitaria venezolana”, sin descartar la opción militar.
Desde entonces el gobierno norteamericano intensificó las opciones para lograr su propósito contra Venezuela conjugando varias estrategias fallidas que incluyeron presiones para concretar un adelanto electoral, manipulación de la opinión pública internacional centrado en la tesis del “narco estado” y la “crisis humanitaria”, aislamiento diplomático, aplicación de la carta interamericana de la OEA contra el gobierno de Nicolás Maduro, intento de un diálogo con sectores de la oposición venezolana y el partido de gobierno para justificar el “canal de ayuda humanitaria”, episodios violentos a través del financiamiento de las guarimbas, sanciones contra altos funcionarios del gobierno venezolano por supuestos vínculos con organizaciones terroristas, presiones para utilizar el éxodo migratorio en función de la transición, sanciones económicas contra PDVSA que incluyen el bloqueo financiero internacional para provocar asfixia, entre otras opciones que el gobierno chavista ha venido sorteando en el proceso de consolidación de la Revolucion Bolivariana.
Con el fracaso de todos estos intentos, y quedando pocas opciones sobre la mesa, Estados Unidos abrió un nuevo episodio en mayo de 2018 con la campaña internacional para desconocer el nuevo mandato presidencial de Nicolás Maduro.
Este paso fue una especie de luz verde para la auto-proclamación de Juan Guaidó como presidente y de inmediato desencadenar todo el plan previsto para generar un ambiente interno de desestabilización, ingobernabilidad, apertura del canal humanitario y necesidad de intervenir en “favor del pueblo venezolano” al cual ellos mismos han puesto en la encrucijada.
El contenido de este plan tampoco es novedoso, se trata de las mismas opciones que Estados Unidos venía evaluando aplicar en Venezuela si alguna de las iniciativas antes descritas hubiera dado resultado, pero todas fueron fallidas, excepto el factor común que ha enlazado una y otra fase de la estrategia y que ha sido la tesis de la “crisis humanitaria”, cual se levanta en estos momentos con mayor fuerza e implica un alto riesgo para la estabilidad regional.
El siglo XXI deja grandes conclusiones en relación al concepto “crisis humanitaria”, que ha manipulado una y otra vez Estados Unidos para promover su agenda intervencionista y armamentista en lugares estratégicos para el poderío nacional norteamericano y el Complejo Militar Industrial.
No sorprende que Donald Trump, vinculado y comprometido con figuras de extrema derecha en su gabinete, esté retomando esta línea política contra Venezuela.
Citando a Noam Chomsky, quien expone en síntesis la verdadera naturaleza del término, la “ayuda humanitaria es casi todo acto agresivo realizado por cualquier potencia que, desde el punto de vista del agresor es una ayuda humanitaria, pero no desde el punto de vista de las víctimas porque siempre termina generando un caos”.
Por citar solo cuatro ejemplos de ayuda humanitaria impulsada por Estados Unidos y que destruyeron países, está el caso de Yugoslavia donde los bombardeos de la OTAN dejaron unas 2.500 personas muertas y más de 10.000 heridos, con un daño económico entre 30.000 y 100.000 millones de dólares.
Irak bajo la excusa de las supuestas “armas de destrucción masiva” que justificaron el bloqueo económico, el desabastecimiento de alimentos y medicinas y la tesis de la intervención humanitaria.
Haití tras el terremoto de 2010, convertido en uno de los negocios más lucrativos de los últimos tiempos donde solo el 0,6 % de las donaciones llegó al país mientras el 89,8 % restante (5.400 millones de dólares) fue canalizado a organizaciones no-haitianas.
Finalmente Libia, país que pasó de la prosperidad al caos a través de las fake news y la revolución de colores.
Las últimas noticias indican que Estados Unidos quiere trasladar este teatro de operaciones hacia Venezuela, tratando de legitimar la intervención a través de la OEA y algunos países de la comunidad internacional que quieren mostrar al mundo como un “bloqueo mayoritario sólido y cohesionado”.
La realidad es que la posición de Estados Unidos y Juan Guaidó ha polarizado a la mayoría de los países y organismos internacionales, siendo poco representativos los que han seguido el llamado del imperio hasta este punto.
De acuerdo con Naciones Unidas para ser clasificada como humanitaria la ayuda debe ser consistente con los principios de humanidad, “imparcialidad” e independencia, todos consagrados en la Resolución 46/182 de la Asamblea General (de 1991), y por la 58/114 (de 2006).
Sobrados son los ejemplos que vinculan a Juan Guaidó con Estados Unidos y demuestran que todo el show montado contra Venezuela a comienzos de 2019 es cualquier cosa, menos imparcial. de igual forma, mucho se habla sobre escasez y desabastecimiento en Venezuela, pero nada mencionan los medios, ni los organismos internacionales, sobre el rol de Estados Unidos en la articulación de la crisis tras bloquear todo intento o posibilidad del gobierno chavista para adquirir medicamentos y alimentos en el mercado internacional, entre otras acciones.
La ayuda humanitaria tiene como objetivo proporcionar asistencia con aprobación del gobierno del país y sin violar su soberanía.
La autoproclamación de Guaidó es a todas luces inconstitucional e ilegítima, fuera de toda práctica política, que abre un precedente peligroso en la región para todo movimiento que se oponga a un gobierno democráticamente electo.
El reconocimiento de Juan Guaidó por algunos países de la comunidad internacional no implica que sea un acto legítimo, mucho más cuando se trata de un canal para facilitar un conflicto armado con impacto regional.
Por otra parte, la supuesta “crisis humanitaria” ha resultado siempre el preludio de una intervención que complementa la doctrina de guerra preventiva de Estados Unidos en zonas geoestratégicas, coincidentemente con las áreas energéticas priorizadas.
En 2003 el Departamento de Defensa publicó un informe con un listado de bases militares en el exterior, propiedad del Pentágono o arrendadas por este, desde donde se protegen las fuentes principales o potenciales de petróleo para Estados Unidos.
En dicho informe se destacaba a Venezuela, registrando el Departamento de Defensa acceso, tránsito o presencia militar (efectiva o potencial) desde posiciones en Colombia, Aruba y Ecuador.
Es por esto que no sorprende Colombia haya sido uno de los primeros países en reconocer a Juan Guaidó.
Tampoco sorprende que según declaraciones de este líder opositor, la “ayuda humanitaria” podría entrar en los próximos días por la frontera colombiana, concretamente desde la localidad de Cúcuta donde el gobierno de Duque anunció la instalación de un puesto de mando unificado para coordinar las operaciones.
Coincidentemente, en los últimos meses Estados Unidos ha incrementado la asistencia técnica del Comando Sur a Colombia en cuanto a la “crisis humanitaria” de Venezuela se refiere, lo cual podría estar enmascarando la preparación de determinados aspectos logísticos para armar una contingencia preventiva.
Curiosamente en el documento del 2017 presentado por el Comando Sur, en uno de sus puntos destacaban que si bien en la situación militar no podían actuar abiertamente en ese momento, las fuerzas especiales estarían dispuestas para concretar la fase 2 (tenaza) de la operación cuando esta se ejecutara.
En este sentido, el Comando Sur garantizaría los entrenamientos de la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo en la base de Palmerola, en Comayagua –Honduras y la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur–, para que estuvieran en condiciones de actuar rápidamente apoyado en las bases militares de ‘control y monitoreo’ ubicadas en las islas antillanas de Aruba (Reina Beatriz) y Curazao (Hato Rey); en Arauca, Larandia, Tres Esquinas, Puerto Leguízamo, Florencia y Leticia en Colombia; todo ello como Lugar de Operaciones de Avanzada (FOL) con proyecciones sobre la región central de Venezuela.
En este punto todos los sucesos están en pleno desarrollo.
Sin dudas el anuncio de la “ayuda humanitaria” tensiona aún más el ambiente y pareciera el pretexto que intenta fabricar Estados Unidos para concretar la intervención directa en Venezuela, argumentando que ha sido una legítima petición del “presidente-títere Juan Guaidó”.
A las declaraciones de Estados Unidos en esta dirección se suma Canadá con 35 millones de euros, mientras que Alemania también ha manejado otros cinco millones.
La Conferencia Episcopal venezolana se ha sumado a la campaña pidiendo al gobierno de Maduro que permita la entrada de la ayuda, desconociendo la petición del presidente quien ha declarado “si la comunidad internacional y Estados Unidos quieren ayudar a Venezuela que cese el bloqueo, que liberan las cuentas bancarias, y Venezuela por su propio camino saldrá adelante como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia”.
La diatriba de Guaidó ha sido titular en los principales rotativos internacionales donde la verdad del chavismo no parece importar, ni existir en Venezuela.
Desde las redes sociales hay un llamado a la “movilización mundial” el próximo 12 de febrero para presionar al gobierno chavista, mientras la OEA retoma la agenda Venezuela en una sesión extraordinaria.
A pesar de las contradicciones y falta de consenso que existe en todos estos espacios, los medios de prensa venden bien la historia.
Lo que no ha tenido en cuenta Estados Unidos en el análisis es la capacidad de resistencia que ha demostrado el gobierno de Nicolás Maduro y la experiencia acumulada en función de defender su soberanía y la paz regional.
No será con presiones que Estados Unidos logrará su propósito y aunque suenen campanas clamando por una guerra en el horizonte, el mandatario venezolano y su pueblo están resueltos a defender su independencia.
El llamado de Nicolás Maduro es a mantener la calma, ser cautelosos, pero estar alertas y prepararse ante cualquier escenario.
El pueblo venezolano ha reiterado en más de una concentración multitudinaria por estos días que serán leales siempre, traidores nunca, estando dispuestos a hincar rodilla en tierra, fusil al hombro, bañoneta calada, con el morral de Chávez en la espalda, hasta la victoria siempre, si Estados Unidos y la derecha regional no le dejan otra salida.
https://zonafrank.wordpress.com/2019/02/05/la-ayuda-humanitaria-a-venezuela-suenan-campanas-de-invasion-norteamericana-en-el-horizonte/