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Cooptación de grupos feministas e imperialismo yanqui: el caso de Nicaragua


En las últimas semanas los medios corporativos en prensa, radio y TV no han dejado de ocuparse de la situación de Nicaragua, escenario, desde abril pasado, de disturbios dirigidos a derrocar el gobierno de Daniel Ortega

Todos al unísono continúan esforzándose en convencer a las audiencias de que Ortega es un “dictador”, un “autoritario” y un“genocida”.
 Son melodías ya familiares que suelen preludiar las“intervenciones” -duras o blandas- de los EEUU en algún país del globo (sonó con Sadam Husein, Muamar el Gadafi, Bashar al-Asad, Hugo Chávez; suena con Nicolás Maduro y ahora con Daniel Ortega).

Esto me recuerda una frase que oí a Noam Chomsky, hace algunos años, en una entrevista. 

Preguntado por el significado de la palabra“terrorista”, respondió: “terrorista significa Obama quiere matarte”.

Cámbiese terrorista por dictador -o por misógino-; Obama por Trump, y matar por derrocar, que la ecuación arrojará el mismo resultado.

En otro lugar llamábamos la atención sobre cómo el imperialismo estadounidense instrumentaliza a las mujeres, sus luchas y organizaciones, para justificar los ataques contra países calificados de terroristas. 

Lo ilustraba con los casos de Afganistán y Libia (1) 

Hoy, en Nicaragua, estamos asistiendo a la misma estrategia.

 Una llamada“Articulación Feminista”, compuesta por grupos de mujeres nicaragüenses y de otras nacionalidades, afincadas en Francia, Holanda, Reino Unido, Alemania y España, proclama que Ortega es un violador y define como “patriarcal y machista” (sic) a su gobierno. 

La actividad de esta Articulación se centra, según sus propias declaraciones, en “colocar la voz y la mirada feminista sobre lo que sucede en Nicaragua”. (2) 

Y lo que ellas consideran que sucede enNicaragua es lo que venimos leyendo o escuchando en los grandes medios: que unas manifestaciones espontáneas y pacíficas de ciudadanos descontentos con la política de Ortega han sido brutalmente reprimidas por éste, incluso con el auxilio de bandas paramilitares, arrojando un saldo de centenares de muertos (todos del mismo lado), presos políticos y una oleada de refugiados. 

Esta narrativa, cuestionada por otras fuentes, proviene de instituciones nicaragüenses como la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, entre cuyos miembros se hallan lobbistas de la empresa privada y el agrobusiness, la directora de la Cámara de comercio USA-Nicaragua, María Nelly Rivas, que suena para futura presidenciable; los estudiantes de la universidad privada que forman el Movimiento 19 de Abril; oligarcas disfrazados de sociedad civil, como Juan Sebastián Chamorro; algún ex-alto cargo sandinista; Azalea Solís, directora de una organización feminista financiada por el gobierno de los EEUU; y un “líder campesino”, asimismo apoyado por Washington, que fue deportado de Costa Rica por trafico de personas(3). 

Algunos pertenecen al Movimiento por la Renovación del Sandinismo (MRS), que, desde 2007, viene haciendo acercamientos a la extrema derecha estadounidense del Partido Republicano, y últimamente al partido salvadoreño ARENA, conocido por sus vínculos con los escuadrones de la muerte que asesinaron al arzobispo Óscar Romero (4).

Debajo de estas primeras figuras, se extiende una red de más de dos millares de jóvenes que han sido entrenados con fondos de la National Endowment for Democracy (NED) en el manejo de las redes sociales, entre los que está la “Articulación Feminista”

Con hashtags como #SosNicaragua, este batallón fue capaz de moldear y controlar la opinión pública en Facebook en solo cinco días del 18 al 22 de abril. 

Los diarios de mayor tirada del mundo amplificaron el discurso, desde el New York Times al Guardian o El País. 

Este último utiliza articulistas vinculados al Confidencial, principal medio promotor de las revueltas, que no sólo recibe fondos de la NED sino también de la Open Society Foundation

Debería ser motivo de sorpresa -y sin duda lo es de indignación- que en nombre de la emancipación de las mujeres se estén defendiendo los intereses de una potencia imperialista que busca desbancar a un gobierno elegido en 2016 en unas elecciones limpias, no impugnadas por ningún organismo, en el que Ortega salió elegido con el 72,4 por ciento de votos de una participación del 66 por ciento, sensiblemente mayor que la que se da en los EEUU. 

Una potencia que busca, en definitiva, lo mismo que hizo con Beltrand Aristide en Haití, con Mel Zelaya en Honduras y tantos otros en países de América Latina y el Caribe, donde la situación de las mujeres en absoluto ha dado señales de mejorar, sino de todo lo contrario. 

Por desgracia, no sorprende porque estos grupos feministas de la “Articulación” son ONG's financiadas o bien directamente por el propio gobierno norteamericano o por fundaciones globalistas filantrópicas que comparten los mismos objetivos.

La United States Agency for International Development (USAID), el Instituto Nacional Democrático (NDI) por sus siglas en inglés) y la NED despliegan una intensa actividad no sólo en Nicaragua, sino también en otros países de Centroamérica, con miles de “activistas”, cientos de ONGs, universidades y partidos políticos, a los que suministra fondos y equipamientos.

 La tendencia de unos años a esta parte ha sido favorecer a las organizaciones de mujeres, indígenas, grupos LGTBs, defensores de derechos humanos y ambientalistas.

 A ello contribuye en Nicaragua una constelación de organismos, entre los cuales figuran: Seattle International Foundation, Inter-American Foundation, Open Society Foundations, Global Greengrants Fund, Kenoli Foundation, Ford Foundation, Fund for Global Human Rights, Astrea Lesbian Foundation for Justice, Global Fund for Women, Oxfam America, Grassroots International, FRIDA: Young Feminist Fund, y Calala Women's Fund (5).

Este último, Calala Fund, tiene su sede en Barcelona y subvenciona al grupo de mujeres Verena, uno de los que apoyan la Caravana de Solidaridad Internacional por Nicaragua que recorre Europa con el fin de “hacer un llamamiento a la comunidad internacional para que tome medidas contra la violación de los derechos humanos que está cometiendo Daniel Ortega”. (6) 

Entre las participantes está Jessica Cisneros, que se presenta como feminista y activista de DDHH, y pertenece al Movimiento Cívico de Juventudes (MCJ), financiado por el ya referido NDI (Instituto Nacional Democrático), cuya presidenta es Madelaine Albright. La Freedom House, por otro lado, cubrió el viaje de una representación de líderes estudiantiles a Washington, donde se entrevistaron con los congresistas republicanos que son punta de lanza de la ofensiva contra Nicaragua (7).

Creer que los Estados Unidos no están involucrados en los disturbios que asolan el país centroamericano, miembro del ALBA, es una ingenuidad o una complicidad. 

June Fernández, directora de Píkara Magazine, con experiencia en cooperaciones internacionales en Nicaragua, sostiene que esta hipótesis de la intervención norteamericana“se cae por su peso”, alegando unas “luchas anti-imperialistas” en que habrían estado involucrados los estudiantes opositores, y citando como fuente de confianza a La Prensa, medio propiedad de un miembro de la oligarquía nicaragüense muy bien alimentado por el lobbyderechista de Miami (8). 

La señora Fernández should know better. Hay evidencia del interés de los EEUU por controlar los estados del Caribe, aportada por ellos mismos. 

El 1 de noviembre de 2018, John Bolton, consejero de Trump ‎para los temas de seguridad nacional, declaraba en Miami que Cuba, Nicaragua y Venezuela son ‎la «troika de la tiranía».(9) 

Pero Fernández y otras se dedican a exigir “elecciones libres y limpias” allí donde las hubo, mientras callaron allí donde no las hubo pero el resultado benefició al candidato de Washington (me refiero, en efecto, a Honduras).

La Caravana de Solidaridad con Nicaragua ha encontrado en España un terreno bien abonado para que la narrativa de “Ortega es un genocida” eche raíces. 

Con grupos feministas asociados a medios totalmente comprometidos con un reformismo de corte social-liberal, que no cuestiona la política exterior de la UE, EEUU y la OTAN, y se aferra a la política de las identidades, es fácil entender que se haya dado carácter institucional a las intervenciones de las integrantes de la Caravana con figuras locales relevantes, como Ada Colau, diputados de Podemos y la autodenominada Comisión 8-M, a cuya reunión de octubre pasado en Gijón asistieron y arrancaron aplausos. Incluso en algunos ayuntamientos como el de Córdoba se han presentado mociones de condena a Daniel Ortega, a propuesta de Ganemos.

Ya los agravios contra Ortega, desde esta “perspectiva de género” se extienden a que Nicaragua posee niveles altísimos de violencia contra las mujeres, que el aborto está prohibido, que las mujeres sufren condiciones muy adversas. 

Datos que no se compadecen con los que presenta el World Economic Forum, que en su informe Gender gap index (índice de desigualdad de género) de 2015, sitúa a Nicaragua en el puesto 12 entre 145 países. (10) 

El aborto no es legal en ningún Estado del entorno, ni siquiera en muchos los EEUU. El récord de feminicidios, y de violencia en general en Centroamérica, lo ostenta Honduras, donde el presidente recientemente electo salió, al contrario que Ortega, de unos comicios probadamente manipulados, que dieron origen a protestas con una elevada cifra de muertos, heridos y presos. 

De Honduras, sin embargo, donde también crecen como hongos las ONG's globalistas,no salió ninguna Caravana de Solidaridad Internacional, ni se lloró por las hondureñas (11).

El diario Público titulaba hace unos días: “Las mujeres han sido claves en la rebelión de Nicaragua”

Una burda generalización manipuladora que pretende ocultar que no todas las mujeres nicaragüenses o de otros lugares apoyan la ofensiva contra el gobierno de Daniel Ortega. 

No todas las mujeres ni los grupos feministas de Nicaragua están participando en esta “rebelión” de la que sólo se beneficiará una elite dispuesta a seguir al dedillo los dictados del FMI, como en Colombia, Argentina o Brasil (12) 

Muchas nicaragüenses opinan que esas mujeres que desfilan por los salones de medio mundo para provocar la caída del gobierno, no representan a “la colectividad de los movimientos emancipatorios de mujeres en Nicaragua”; condenan asimismo el silencio de los medios de comunicación tanto respecto a la violencia que han ejercido estos grupos, como a los colectivos de mujeres que la han denunciado. 

Y concluyen que, “apelando a la sororidad se están cooptando otras luchas para imponer la agenda imperialista” (13).

Pero estas y otras voces no se escuchan. 

En su lugar, se propala la de las integrantes de la Caravana Internacional, que últimamente se quejan de supuestas amenazas y ataques a sus personas, y de que en Nicaragua se está “criminalizando al movimiento feminista” (14). 

No en nuestro nombre. 

El feminismo no puede ser arma de ningún imperialismo, porque entonces su fuerza revolucionaria, su potencial para transformar la realidad, se extingue y, con ello, su propio sentido y finalidad. 

El feminismo que defiende los intereses de las mujeres trabajadoras y campesinas, sean de la nacionalidad que sean, no puede ser cómplice de los genocidios que los EEUU han perpetrado en América Latina y el Caribe, patios traseros que no renuncia a seguir controlando. 

Debemos denunciar la manipulación que implica el discurso de quienes, presentándose en nombre del feminismo, trabajan para otros intereses. 

No en nuestro nombre. Muchas cosas pueden cambiar en Nicaragua;pero debe ser obra de los y las propias nicaragüenses, no del dinero y la agenda de los Estados Unidos y sus aliados.

Notas y referencias bibliográficas:




4. Remito a la nota anterior.

5. Puede verse en “The 2017 Central American Fhilanthropy Guide”: CADFGuide_WEB.pdf



8. Véase su artículo en https://www.eldiario.es/pikara/Nicaragua_6_764383555.html No debe extrañarnos que estas opiniones tengan cabida en eldiario.es, medio español ligado a la Open Society Foundation.



11. Tampoco se ve interés aquí, en los medios que sirven de altavoz a este feminismo reformista, por conocer el estado de las mujeres libias bajo el actual dominio de los grupos islamistas, o el de las ucranianas bajo el gobierno fascista que los EEUU y la OTAN instalaron allí. 

12. Si Ortega está implicado o no en abusos sexuales es asunto que compete al sistema judicial nicaragüense.



http://canarias-semanal.org/art/24363/cooptacion-de-grupos-feministas-e-imperialismo-yanqui-el-caso-de-nicaragua

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