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Stephen Cohen: Es posible que haya asesinos clandestinos involucrados en el caso de Khashoggi


Stephen F. Cohen y John Batchelor continúan sus discusiones (generalmente) semanales sobre la nueva Guerra Fría entre EE.UU. y Rusia. (Las entregas anteriores, que ya están en su quinto año, se pueden encontrar en TheNation.com). 

Cohen comenta sobre los siguientes temas que actualmente aparecen en las noticias: las agencias de inteligencia, Nikki Haley, las sanciones y la opinión pública:

1. Los organismos nacionales de inteligencia han desempeñado durante mucho tiempo un papel importante en la política internacional, mismo que a menudo no es del todo visible. 

Lo están haciendo de nuevo hoy día, como es evidente en varios países; desde el Russiagate en los Estados Unidos y el turbio intento de asesinato de los Skripal en el Reino Unido, hasta el aparente asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Turquía. Dejando de lado lo que el presidente Obama sabía sobre las acusaciones del Russiagate contra Donald Trump y cuándo lo supo, surge la pregunta de si estas operaciones fueron comandadas por el presidente Putin y el príncipe heredero Mohammed bin Salman (MbS), o si fueron operaciones "subrepticias" desconocidas de antemano por estos líderes, y que tal vez incluso fueron dirigidas en contra suya.

A lo largo de la historia han ocurrido gran cantidad de operaciones "subrepticias" puramente criminales y comerciales por parte de agentes de inteligencia, pero también hubo otras que fueron deliberadamente políticas. 

Sabemos, por ejemplo, que tanto las agencias de inteligencia soviéticas como las estadounidenses (o grupos de agentes) intentaron perturbar la distensión entre Eisenhower y Kruschev a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, y que algunos de los agentes de la inteligencia intentaron frenar el reconocimiento formal de Kruschev a la República Federal Alemana a principios de la década de los sesenta. 

Es razonable preguntarse, por lo tanto, si los ataques contra Skripal y Khashoggi fueron operaciones "subrepticias" llevadas a cabo por opositores políticos a las políticas de los líderes en el país o en el extranjero, con la ayuda de uno u otro organismo o agentes de inteligencia. 

El motivo es una pregunta crucial. ¿Por qué ordenaría Putin una operación de este tipo en el Reino Unido justo en el momento en que su Gobierno había emprendido una importante campaña de relaciones públicas en Occidente en relación con el próximo campeonato de la Copa del Mundo en Rusia? 

¿Y por qué MbS se arriesgaría a un escándalo como el de Khashoggi mientras promovía asiduamente su imagen en el extranjero como un líder saudí con ideas reformistas e ilustradas? 

Nos faltan las pruebas y la franqueza oficial necesarias para estudiar estas cuestiones, como suele ocurrir con las operaciones de inteligencia encubiertas, secretas y de desinformación. Pero sin lugar a dudas las preguntas son razón suficiente para no apresurarse a emitir juicios, como lo hacen muchos expertos estadounidenses. 

Decir "no sabemos" puede no ser comercializable en el entorno actual de los medios de comunicación, pero es honesto y es el enfoque correcto para un "análisis" potencialmente fructífero. 

2. Sabemos, sin embargo, que ha existido una feroz oposición en el establishment político-mediático estadounidense a la política del presidente Trump de "cooperar con Rusia"; en la que están involucradas las agencias de inteligencia de Estados Unidos, en particular la CIA y el FBI, y llega a los altos niveles de su propia administración. 

Podríamos considerar la dimisión de Nikki Haley como embajadora de la ONU desde este punto de vista. 

A pesar de los laureles que los medios de comunicación anti-Trump y el propio Trump le dieron en su feliz despedida en la Casa Blanca, Haley no fue muy admirada por sus colegas de la ONU. 

Cuando fue nombrada por Trump por razones políticas, no tenía credenciales de política exterior o ningún conocimiento experto de otros países o de las relaciones internacionales en general. A juzgar por su desempeño como embajadora, tampoco aprendió mucho mientras trabajaba, y casi siempre leía incluso comentarios cortos de textos preparados. 

Más al grano, las declaraciones de Haley con respecto a Rusia en la ONU eran, en la mayoría de los casos, diferentes a las de Trump: de hecho, implícitamente opuestas a las de Trump. (Ella no hizo nada, por ejemplo, para contrarrestar las acusaciones en Washington de que la cumbre de Trump con Putin en Helsinki, en julio, había sido una "traición"). 

¿Quién le redactaba estas declaraciones, que eran muy similares a las declaraciones sobre Rusia que han sido emitidas por las agencias de inteligencia de EE.UU. desde principios de 2017? 

Es difícil imaginar que Trump no estuviera contento de verla partir, y más fácil imaginar que él hubiera impulsado su partida. 

Un presidente necesita de alguien leal como secretario de Estado y en la ONU. Los comentarios indulgentes de Haley en la Casa Blanca sobre la familia de Trump sugieren que se había hecho algún trato para tranquilizarla, con promesas de ambas partes de no recriminarse. 

Veremos si los que se oponen a la política de Trump sobre Rusia pueden poner a otro portavoz en la ONU. 

En cuanto a qué aspectos de la política exterior estadounidense controla realmente Trump, podríamos preguntarnos con mayor urgencia si autorizó, o si fue plenamente informado sobre los ejercicios aéreos militares conjuntos entre EE.UU., la OTAN y Ucrania que se iniciaron en Ucrania, contiguamente a Rusia, el 8 de octubre. Moscú considera estos ejercicios como una "provocación" importante, y no sin razón. 

3. ¿Qué quieren los oponentes de Trump en lugar de la "cooperación con Rusia "? Una línea mucho más dura, incluyendo sanciones económicas más "aplastantes". Las sanciones son más como arrebatos y rabietas al volante que una política de seguridad nacional real y, por lo tanto, a menudo son contraproducentes. Tenemos algunas pruebas recientes. 

El superávit comercial de Rusia ha aumentado a más de 100.000 millones de dólares. 

Los precios mundiales de las exportaciones primarias de Rusia, petróleo y gas, han aumentado a más de 80 dólares por unidad, mientras que el presupuesto federal de Moscú se basa en 53 dólares por barril. Los promotores de las sanciones contra Rusia se jactan de haber debilitado el rublo. Pero si bien imponen algunas dificultades a los ciudadanos comunes, la combinación de los altos precios del petróleo y un rublo más débil es ideal para el Estado ruso y las empresas exportadoras. 

Venden en el extranjero por divisas infladas y pagan sus gastos operativos en casa en rublos más baratos. Para arriesgar un juego de palabras, son "aplastantes". 

Las sanciones del Congreso -no es del todo claro a qué responden exactamente- han ayudado a Putin de otra manera. Durante años, ha intentado sin éxito que los "oligarcas" repatriaran sus riquezas en el extranjero. 

Las sanciones estadounidenses contra varios "oligarcas" los han persuadido a ellos y a otros a empezar a hacerlo, lo que tal vez llevaría de vuelta a casa hasta 90.000 millones de dólares ya en 2018. 

En todo caso, estos nuevos flujos de efectivo presupuestarios ayudan a Putin a hacer frente a su decreciente popularidad en casa -aún tiene un índice de aprobación muy por encima del 60 por ciento- debido a la decisión del Kremlin de elevar la edad de jubilación para hombres y mujeres, de 60 a 65 años y de 55 a 60 años respectivamente.

 El Kremlin puede utilizar los ingresos adicionales para aumentar el valor de las pensiones, complementarlas con otros beneficios sociales o promulgar el cambio de edad durante un período de tiempo más largo. 

Parece que el Congreso, en particular el Senado, no tiene otra política sobre Rusia que la de las sanciones. 

Puede que piense mucho para encontrar alternativas. Una manera de empezar sería con verdaderas "audiencias" en lugar de reafirmar ritualísticamente la política ortodoxa por parte de "expertos", como ha sido su práctica durante mucho tiempo. 

Hay más de un par de especialistas que piensan que los diferentes enfoques respecto a Moscú son obsoletos desde hace mucho tiempo. 

4. Todos estos peligrosos acontecimientos, en efecto la nueva Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, son proyectos de la élite política, mediática, de inteligencia, etc. Realmente nunca se consultó a los votantes. Tampoco parecen estar de acuerdo. 

En agosto, Gallup preguntó a su muestra habitual de estadounidenses qué política hacia Rusia preferían. 

Cincuenta y ocho por ciento quería mejores relaciones frente a sólo el 36 por ciento que quería una política estadounidense más dura con más sanciones. (Mientras tanto, dos tercios de los rusos encuestados por una agencia independiente ahora ven a Estados Unidos como el enemigo número uno de su país, y cerca de tres cuartas partes ven a China favorablemente). 

¿Acaso las figuras políticas de Estados Unidos que ya están compitiendo por la candidatura presidencial demócrata en 2020 tendrán en cuenta estas realidades?
Sobre el autor 

Stephen F. Cohen es profesor emérito de estudios y política rusos en la Universidad de Nueva York y la Universidad de Princeton y editor colaborador de The Nation.

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