En el muro de Carlos Escudé, la socióloga Beatriz Gurevich (foto) rezonga que yo la vinculé “al Mossad por el solo hecho de no haber muerto a causa de la bomba.
¿Cuál es su interés y qué pruebas tiene? Es lamentable pero no extraña tratándose de una causa política de interés internacional y que tanto rinde a tirios y troyanos.
Era la directora del Centro de Estudios Sociales de DAIA, no tenía horario fijo y aproveché las vacaciones de invierno para viajar con nuestra hija que además necesitaba rehabilitarse…”.
Lo que me obliga a precisar que no es verdad que haya acusado a Gurevich de estar vinculada al Mossad por el mero hecho de ser la coordinadora del Grupo Testimonio (en el que también participaba Escudé) y haber suspendido a último momento la reunión que éste tenía fijada en las oficinas de la DAIA, dentro del edificio de la AMIA, aquella mañana fatídica, la del lunes 18 de julio de 1994, con el argumento de que había perdido un vuelo de regreso desde el aeropuerto de Carrasco.
Lo que dije y escribí es que su marido era del Mossad y que y fue él quien “levantó” a fines de 1994 la oficina alquilada por Pedro Brieguer en la calle Larrea al 500 para que allí funcionara un equipo de investigación financiado por la propia AMIA (e integrado por el jefe de documentación del CELS, Hernán López Echagüe, quien escribe y cuatro estudiantes avanzados de TEA).
Ese equipo fue disuelto luego de que Beraja invitara al presidente de la AMIA, Alberto Crupnicoff, a viajar con él a Israel.
Crupnicoff llevó consigo un informe hecho por el grupo en el que entre otras cosas se afirmaba que en el atentado habían participado policías federales.
Es obvio que fue en Israel donde se le pidió ¿ordenó? a Crupnicoff que discontinuara el grupo.
El que vino a levantar la oficina, llevarse la fotocopiadora, las copias de los primeros 13 cuerpos del expediente judicial, las computadoras, etc., fue el marido de Beatriz Gurevich, Yaacov Rubel, la única persona en el ancho mundo de la que yo sabía positivamente que reportaba al “instituto”.
Cuando lo vi levantar la oficina de la calle Larrea no sabía quien era.
Lo descubrí en el momento en que fui a entrevistar a Beatriz a su casa a propósito de un documento liminar de un grupo de recopilación de información y procesamiento (es decir, de inteligencia) que reportaba a la conducción de la DAIA y la “Universidad de Tel Aviv”, documento que mis compañeros de equipo habían encontrado entre los escombros de la AMIA, arrojados sin ningún orden en un terreno ganado al río cerca de la Ciudad Universitaria, terreno sobre el que luego se hizo el hermoso (aunque hoy descuidado) Parque de la Memoria en recuerdo de las víctimas del Terrorismo de Estado.
A nuestro juicio un grupo de inteligencia como el descripto en ese documento solo podía reunirse en el mismo espacio físico en el que se reunía el Grupo Testimonio dos veces a la semana. Como ya narré repetidamente, cuando le hablé de ese documento Beatriz se alteró muchísimo y en un momento apareció su marido, Yaacov Rubel… el mismo hombre calvo que había levantado la oficina de la calle Larrea.
Entonces yo seguía contratado por la AMIA y no tenía ninguna intención de perjudicar a nadie, y menos a Gurevich ya que por razones obvias (mi primera vocaciòn fue ser historiador y fui investigador del Archivo Nacional de la Memoria) simpatizo con todos los que emprenden investigaciones históricas.
De hecho, es ahora la primera vez que publico el nombre de su marido y lo hago obligado ante su tergiversación de lo realmente ocurrido.
Lo importante de toda esta historia es que demuestra que desde un comienzo Israel no quiso que se investigara y que sus servicios de inteligencia participaron activamente en el encubrimiento.
Isaac Rabin con quien era su canciller y habría de ocupar su cargo tras un breve interinato. Nunca mas el laborismo volvería a gobernar. La actuación de Shimon Peres respecto a los atentados fue muy oscura.
Lo que no quiere decir, en principio, que yo acusé de nada a nadie. El primer ministro de Israel era entonces Isaac Rabin, que pronto sería asesinado por un fanático vinculado a agentes del Shin Bet (contrainteligencia).
Es evidente tanto que los atentados perjudicaron los intentos de Rabin de llegar a un entendimiento de paz con palestinos y sirios, como que ordenó encubrir lo realmente sucedido, como reveló Horacio Verbitsky en su nota La infAMIA al cumplirse diez años de la voladura de la mutual.
El motivo, tal como se describe en mi último libro (llamado La infAMIA en homenaje aquella nota) es que al igual que había ocurrido en la voladura de la Embajada de Israel*, en el la de la AMIA participaron agentes de inteligencia israelíes.
Quien quiera ver, que vea. Quien quiera oir, que oiga. JS
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* Como revelé en mi libro anterior, Caso Nisman: Secretos inconfesables.
http://pajarorojo.com.ar/?p=40118