Pablo Gonzalez

La OTAN se propone ponerle la mano a América Latina


“No será un año fácil (2010): los agentes de la reacción internacional preparan su guion para revertir el proceso emancipador que vive Nuestra América. Véase la amenaza imperial en ciernes contra Venezuela desde Colombia: la Colombia hermana convertida en el Israel de la América del Sur”.

Comandante Hugo Chávez

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar interestatal que tiene como base el Tratado del Atlántico Norte o Tratado de Washington, suscrito el 4 de abril de 1949. En la actualidad la organización está conformada por 29 países: 2 de la América del Norte, Estados Unidos y Canadá, y 27 de Europa, todos ellos miembros de la Unión Europea (UE), con excepción de Turquía, Albania y Montenegro.

En teoría se trata de un sistema de defensa colectiva en el cual los estados miembros están comprometidos a defender a cualquiera de ellos en caso de ser atacados por una potencia externa, algo que jamás ha ocurrido a lo largo de sus casi setenta años de existencia, aunque ello no haya sido óbice para que la organización participase de manera activa en la gran mayoría de las incursiones imperialistas de los Estados Unidos desde que se involucrase en la guerra de Corea, a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado.

 En efecto, con excepción de las invasiones a Granada (1983), a Panamá (1989) y a Pakistán, Yemen y Somalia, desde 2002 hasta el presente, la OTAN ha participado al lado de los Estados Unidos en todas las invasiones ejecutadas por ellos en los últimos treinta años, sobre países que no sólo es que no le habían hecho ataque militar alguno, sino que ni siquiera los habían amenazado expresamente con hacerlo, como es el caso de: Irak, en 1991; Somalia, en 1993; Bosnia, en 1995; Afganistán y Sudán, en 1998; Yugoslavia, en 1999; Afganistán, desde el 2001 hasta el presente; Irak, en 2003, sólo algunos de sus miembros; y Libia, en 2011. Siendo oportuno destacar que en una gran mayoría de estos casos la OTAN actuó en desacato de alguna resolución expresa de la ONU, o al menos sin el necesario apoyo de esa organización.

 Es que en realidad se trata de la maquinaria de guerra más costosa del planeta, ya que el gasto militar combinado de todos los países miembros supera el 76 % del gasto militar mundial (1), toda ella bajo la suprema dirección del alto mando militar estadounidense.

En la OTAN siempre ha existido claridad sobre el carácter elitesco del “club”, así como sobre quién es “el que corta el bacalao” en ese antro; una muestra de ello es el artículo 10 del tratado, que señala que: las partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a ingresar a cualquier estado europeo que esté en condiciones de favorecer el desarrollo de los principios del Tratado y de contribuir a la seguridad de la zona del Atlántico Norte. Cualquier estado que sea así invitado puede ser parte del Tratado depositando el instrumento de adhesión correspondiente ante el gobierno de los Estados Unidos de América. Este gobierno informará a cada una de las partes de haberse efectuado el depósito de dicho instrumento de adhesión. Imposible mayor sumisión a la voluntad del imperio estadounidense.

Presumiblemente para pasar por encima de esta restricción de carácter geográfico se ha creado en la OTAN la categoría de Socio Global, un “selecto” grupo en el que fue admitido Colombia el pasado 31 de mayo, completando de esta forma un grupo de 9 países (Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda, Pakistán y Colombia) que tienen en común el albergar bases militares estadounidenses dentro de sus fronteras, con excepción de Mongolia cuya constitución actual no lo permitiría; siendo oportuno señalar que con arreglo a los estatutos declarados de la organización los socios globales, que no tienen la condición de miembros, poseerían en cambio ciertos privilegios de naturaleza militar otorgados por la alianza en el ámbito de equipamiento, formación e investigación.

Otro dato de significación es que entre estos socios globales se encuentran, nada más y nada menos, que los primeros productores/exportadores de las drogas fuertes más consumidas a nivel planetario, como lo son Colombia, en el caso de la cocaína y Afganistán, para los casos de la heroína, el opio y la morfina, así como también Pakistán que es uno de los mayores cultivadores mundiales de la Adormidera o planta del opio, que es la base para la elaboración de las tres últimas drogas anteriores.

Es un hecho comprobado que la OTAN ha estado intensamente involucrada y de manera directa en la producción y el tráfico de drogas en Afganistán, desde el propio inicio de la llamada “Operación Libertad Duradera” a pocos días de los “atentados” del WTC, en octubre de 2001, siendo ésta la razón fundamental para que las tropas estadounidenses no hubiesen abandonado el país en 2014, después de que Obama anunciase oficialmente que la guerra había concluido, permaneciendo allá con base en un acuerdo firmado en el 2012 que permite a las tropas estadounidenses quedarse hasta el 2024; estimándose que para mediados de 2017 permanecían estacionados en ese sufrido país unos 8.400 efectivos militares estadounidenses y cerca de 30.000 contratistas (2), con una gran cantidad de mercenarios colombianos entre ellos.

Y en plena demostración de que el de la droga es un “negocio” que se encuentra en pleno ascenso en esa región del mundo, Donald Trump declaró en agosto del mismo año, con lo cual estaría incumpliendo una de sus principales promesas de campaña, que pensaba enviar otros 4.000 soldados, a la vez que exigió un mayor involucramiento de los 4.500 efectivos de la OTAN presentes en la región (3), algo que lo convertiría en el tercer presidente norteamericano en involucrarse en esta guerra sin fin.

Si se toma en consideración que el valor total de mercado del opio y sus principales derivados (heroína y morfina) alcanzó en 2017 la astronómica cifra de 95.000 millones de dólares estadounidenses (2), haciendo de las drogas el tercer producto comercial más importante, sólo superado por las armas y el petróleo, se podrá comprender claramente el gran interés del imperio y en general de todos los miembros de la OTAN en participar activamente de este negocio, que además de proveerles de un eficaz medio de control social les permite financiar acciones encubiertas que dada su naturaleza terrorista no podrían pasar con facilidad los controles éticos y/o presupuestarios de sus respectivos gobiernos.

Algo que ha llamado poco la atención a pesar de formar parte de la misma estrategia de hacer de Colombia un socio global de la OTAN, es que simultáneamente se le ha admitido en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que es un organismo de cooperación internacional, compuesto por 37 estados, la inmensa mayoría de ellos estados europeos miembros de la OTAN, cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales intercambiando información que les permite armonizarlas con el objetivo de maximizar su crecimiento económico y al mismo tiempo “colaborar” con el desarrollo de los países no miembros. Siendo oportuno señalar que la OCDE, que es conocida como el “club de los países ricos”, agrupa a los países que en 2017 proporcionaban al mundo el 70 % del mercado mundial y representaban el 80 % del PNB mundial, formando parte de ella antes que Colombia sólo dos países latinoamericanos: Chile, por su conocido servilismo ante los designios del imperio y Méjico, reconocido por la ONU en el “Informe Mundial sobre Drogas 2017” como el tercer productor/ exportador mundial de heroína, sólo por detrás de Afganistán y Myanmar (4).

No tengo duda alguna de que Colombia tiene sobrados méritos, tanto en materia de servilismo al imperio como de carácter militar, para pertenecer a la genocida y terrorista alianza que es la OTAN; así lo atestiguan hechos tales como: el haber participado al lado de los gringos en la segunda guerra mundial (1941-45) y en la guerra de Corea (1950-53); el haber participado en las más recientes tropelías de la alianza, tanto con elementos de tropa regular en Afganistán (5), como con excombatientes de su ejército regular reclutados como mercenarios en Irak, Libia y Siria; el haber continuado incrementando su gasto militar aun después de haber suscrito los acuerdos de paz con las FARC, siendo el país latinoamericano que más invierte en el área militar, con un gasto militar equivalente al 3,4 % de su Producto Interno Bruto (PIB), cifra que es similar a la asignada por el mismísimo imperio (6); así como las impresionantes cifras de campesinos y luchadores sociales asesinados por los paramilitares, las policías y los efectivos del ejército colombiano, aun después de haber sido suscritos los acuerdos de paz, que dan cuenta del carácter genocida de su gobierno.

No pongo en duda tampoco el derecho que tiene cada estado de asociarse con quienes juzgue necesario y conveniente a sus propios fines; lo que ocurre es que Colombia no estaba en libertad de asociarse con una potencia nuclear, como signatario que es del “Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe”, más conocido como el “Tratado de Tlatelolco”, que es un tratado internacional suscrito por todos los estados americanos, con la obvia excepción de EE UU y Canadá, que establece la desnuclearización del territorio de América Latina y el Caribe (7). Siendo oportuno señalar, tal como dice el comunicado de rechazo emitido por nuestra cancillería el pasado 26 de mayo (8), que la mencionada adhesión es contraria además a: la “Declaración de La Habana” de la CELAC, que proclama América Latina y el Caribe como Zona de Paz; a la “Declaración de Suramérica como Zona de Paz”; y las “Medidas de Fomento de la Confianza y Seguridad y sus Procedimientos” aprobados en el marco del Consejo de Defensa Suramericano de la UNASUR. No estando de más el señalar que Colombia ya estaba en abierta y flagrante violación del primero de estos instrumentos desde que aprobó el establecimiento de las bases militares gringas y por ende también de la OTAN, en su propio territorio en el 2009, pero que aun así tuvo el descaro de suscribir posteriormente los otros, algo que lamentablemente le fue permitido en aras de unos falsos principios de integración regional.

En cuanto a la adhesión de Colombia a la OCDE, habría que decir que Colombia como primer productor /exportador mundial de cocaína tiene también sobrados méritos para pertenecer a este antro de delincuentes, dada la preeminencia de la que goza actualmente la llamada “economía criminal” en el ámbito de la economía capitalista mundial.

Por lo todo lo expuesto en los párrafos anteriores es absurdo considerar que el imperio se haya tomado más de cuatro años de trabajo en convencer a Alemania y el resto de sus socios en la OTAN, para que aceptasen a Colombia en su seno, sólo para facilitarle a este fiel cipayo la adquisición de armamento en condiciones de pulcritud y transparencia, así como para ponerle a participar en las “mansas” misiones de paz impuestas por la ONU, como descaradamente pretende hacernos creer Santos con unas declaraciones dadas en una reciente entrevista que le hiciese el expresidente Rafael Correa (9). Resultando más que evidente que lo que persigue Estados Unidos al lograr esta incorporación de Colombia a la OTAN es el incrementar su utilización como punta de lanza en sus agresiones contra Venezuela y al propio tiempo sumar a esa organización a sus futuras agresiones sobre todos los países de la región, tal como ha venido haciendo en el África y el Oriente Medio, habida cuenta de que al imperio no le gusta invadir en solitario y es absolutamente nugatorio el que logre incorporar a cualquier otro país de la región. Es por ello que estamos diciendo que la OTAN se propone ponerle la mano a la América Latina, ya que su acompañamiento al imperio en sus inminentes intervenciones militares en la región, llevaría aparejada una jugosa participación en todos los despojos asociados.

Ante un riesgo tan inminente sorprende la extrema pasividad de los países de la región que actualmente están padeciendo gobiernos serviles y entreguistas en su gran mayoría, pero más aún la pasividad de los gobiernos del ALBA-TCP, de ninguno de los cuales con excepción del nuestro, he logrado leer un documento de rechazo a la malhadada adhesión.

Lamentablemente, habiendo muy poco que lograr a nivel regional, en materia de resistencia a la OTAN, considero que no queda otra opción que mirar hacia Rusia y China, potencias que si bien no logro entender cómo es que no han motorizado hasta ahora una alianza militar en contrario, al menos han acordado recientemente oponerse a los intentos de algunos países de realizar acciones militares unilaterales sin mandato de la ONU, en clarísima alusión a la OTAN, así como profundizar sus contactos en torno a las cuestiones de seguridad estratégica (10).

Notas











Caracas 12 de junio de 2018


https://www.alainet.org/es/articulo/193429

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