En las elecciones del domingo 18 Vladimir Putin fue reelecto con un 76% de los votos, 12 puntos más con los que ganó en las presidenciales pasadas del 2012.
Ninguna otra potencia tiene un mandatario electo con tan alto porcentaje y, además, tantas veces.
Putin ha de iniciar su cuarto mandato que termina en el 2024, tras haber sido presidente de Rusia en 2000-2004 y 2004-2008.
No obstante, él ha sido el hombre fuerte del país más extenso del planeta desde 1999 cuando se convirtió en primer ministro y durante 2008-12 cuando constitucionalmente no podía mantenerse en la presidencia pero sí logró ser el primer ministro y el poder tras el trono.
Esto implica que él va a gobernar a Rusia durante al menos un cuarto de siglo (de 1999 al 2024), si es que no cae por alguna convulsión, aunque, también, podría seguir siendo el hombre duro de Rusia por más tiempo.
Su nivel de apoyo popular es mucho más amplio que el de su rival Donald Trump quien fue electo presidente de EEUU con solo 46.1% de los votos, 2.1 puntos menos que su rival Hillary Clinton; y también de Theresa May quien en el 2017 obtuvo 42.4%, pero perdió la mayoría parlamentaria absoluta.
Ángela Merkel es la única líder de una importante democracia multipartidaria del mundo que puede acercarse a Putin en el tiempo que lleva en el poder.
Ella es la canciller alemana desde el 2005, pero ha iniciado su cuarto mandato habiendo obtenido en el 2017 el 32.9% de los votos, 8.6 puntos por debajo de la anterior elección general del 2013, y teniendo que hacer una difícil coalición con sus adversarios socialdemócratas.
En Rusia, además, Putin no ha tenido mayores rivales.
Los candidatos pro-occidentales no han llegado ni al 3% de los sufragios.
Los principales contrincantes de Putin son los comunistas que bordean el 12% y el ultra-nacionalista Zhrinovsky con el 6%.
Es posible que un significativo sector haya expresado su descontento del oficialismo ruso en el ausentismo, aunque el índice de participación electoral ha sido del 67.4%, más alto que el 55.7% de las ultimas presidenciales de EEUU.
¿A qué se debe tal apoyo?
Antes de 1917 Rusia llegó a ser el mayor imperio terrestre capitalista abarcando un sexto de la tierra habitable y teniendo una monarquía absolutista semi-feudal.
Dicho régimen chocaba con fuerzas que buscaban democratizar al país y con trabajadores que demandaban derechos.
Con la I Guerra Mundial (1914-18) Rusia estalla y se convierte en la primera de todas las monarquías de la Europa al sur del Mar del Norte en ser derrocada.
La revolución bolchevique post-1917 implantó una economía estatizada y planificada que mejoró las condiciones laborales y expandió ampliamente la economía.
La victoria de la Unión Soviética en la II Guerra Mundial a costa de más de 20 millones de pérdidas humanas dio mayor prestigio al sistema, el cual se expandió al este de Europa y de Asia, logrando que un tercio de la humanidad viva bajo Estados que se proclamasen “comunistas”.
Sin embargo, en los ochentas una nueva guerra fría impulsada por Donald Reagan y Margaret Thatcher conduce a una crisis en la Unión Soviética.
La militarización del espacio fuerza a Moscú a tener que decidir entre invertir billones en una nueva carrera armamentista o en tener que hacer concesiones a Occidente.
Gorbachov opta por lo último y eso conduce a la postre a que los comunistas pierdan el poder en Polonia y otros países de Europa oriental y a que en el 1991 se desintegre la Unión Soviética y los comunistas rusos salgan del Kremlin.
En 1991 con Yeltsin Rusia entra a una formidable crisis.
La economía cae en más de la mitad mientras que 14 antiguas repúblicas soviéticas se separan de Moscú, unas para permitir bases norteamericanas en su suelo y otras para pedir integrarse a la OTAN y la Unión Europea.
Nuevos movimientos secesionistas pedían la independencia, siendo el más fuerte el de Chechenia, un país musulmán cercano a la frontera con Turquía e Irán.
Cuando en 1999 Putin se torna en el primer ministro su objetivo es defender la unidad de Rusia y sofocar a lo que él llama como el “terrorismo” islámico checheno.
Él aplasta la república independiente de Chechenia y Grozny se convierte en la primera capital europea de la postguerra en ser completamente arrasada.
Su triunfo le da la aureola de ser un defensor de la patria rusa.
Luego de haber apoyado la invasión de EEUU y sus aliados en Afganistán y haberse mantenido inactivo cuando Washington derrocó a los anteriores gobernantes pro-rusos de Iraq y Libia, Putin decidió que haría cuanto sea necesario para defender al gobierno de Assad en Siria, donde está la única base naval rusa en el Mar Mediterráneo.
Antes de enviar sus aviones y bombarderos a Siria, Putin había empezado a chocar con la OTAN cuando él usó la fuerza para impedir que la ex república soviética de Georgia y luego la de Ucrania se unan a la OTAN o la UE, terminando por apadrinar a territorios secesionistas en ambos países y luego anexándose Crimea.
Ante los rusos Putin ha aparecido como el hombre que derrotó el “terrorismo” interno, pero, en vez de asociarse a Washington como el peruano Alberto Fujimori o el colombiano Álvaro Uribe, atreviéndose a desafiarlo para levantar la imagen internacional de su potencia.
Putin trata de amalgamar los periodos de fuerte influencia rusa a nivel mundial, primero con el zarismo y luego con el stalinismo.
Si uno va a Moscú verá como él combina los símbolos de ambos y el relanzamiento de la iglesia nacional rusa.
A nivel interno Putin llega a gobernar cuando el declive ruso, como efecto del desmantelamiento de la economía planificada y el restablecimiento del capitalismo, empieza a ser frenado y a revertirse.
Los altos precios del gas y de los hidrocarburos navegan en su favor.
Él logra expresar a una amplia gama de nuevos empresarios y ricos que se benefician con sus reformas y que ven que Putin les abre mercados.
Su autoritarismo no es total pues sabe permitir diversas libertades y partidos de oposición, aunque ésta no es muy fuerte.
Los liberales pro-Occidente no calan en una población que está resentida con las sanciones occidentales.
Los ultra-nacionalistas que piden restablecer una gran Rusia como en la época del zar o Stalin juegan en su favor, al igual que los comunistas que terminan apoyando varias de sus políticas exteriores y que ahora han llevado como candidato a un empresario millonario.
Por último, todo el problema generado en torno al intento de asesinato de un ex espía ruso y su hijo en Salisbury, Inglaterra, ha terminado favoreciéndolo.
Putin ha aparecido como una “víctima” de una conspiración occidental y como la encarnación del patriotismo ruso.
Isaac Bigio
Analista internacional
Ha obtenido grados y postgrados en Historia y Política Económica en la London School of Economics, donde también ha enseñado.
https://www.alainet.org/es/articulo/191692