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Guatemala de hoy en dos parábolas


Nada en el universo es estático. Todo se mueve, se transforma. Todo es un permanente estado de cambio. Existe el cambio.


PARÁBOLA DE LA MUJER ENCINTA Y SUS PARIENTES

Una mujer resutó en estado de preñez por vez primera. 

Como su marido era sumamente timorato y ella absolutamente inexperta, su preñez fue de inmediato tema y asunto para que todos los miembros de la familia opinasen y quisieran disponer sobre ello.
-Que bien -dijeron los padres y parientes del marido- , ese niño debe nacer cuanto antes para que el hogar se consolide.

-Qué mal -dijeron los parientes de ella- , esta muchacha es aún demasiado joven y la maternidad la hará envejecer demasiado pronto, y su marido perderá el encanto y yacerá con otras mujeres.

Y tanto y tan torpemente se obstinaron unos y otros, que finalmente sus opiniones se concretaron en dos puntos opuestos:

 Los parientes de él consideraban tan urgente el alumbramiento de la criatura, que se obstinaron en que, al tercer mes del embarazo, el cirujano del lugar debía de practicar una cesárea en la mujer.

Los parientes de ella, en cambio, insistían en que la futura madre debería atar los muslos y coser el sexo a fin de que el parto se produjese hasta el año siguiente, a los 18 meses.

Inútil fue la intervención de los sensatos en aquella disputa.

Exaltados ambos bandos, quisieron hacer prevalecer sus respectivas opiniones, a gritos, al principio, a golpes, después; finalmente, se armaron hasta los dientes y se declararon la guerra.

No quedó vivo ni uno solo de los miembros de toda la familia.

Ni la mujer, ni su hijo.

PARÁBOLA DE LAS DOS MUJERES

En una isla habían solo dos mujeres entre muchos hombres: una de ellas tenía cinco años de edad. La otra cincuenta.

Todos los isleños querían que la población creciese y que nacieran otras mujeres.

Un día, impacientes, escogieron al más hermoso, inteligente y fornido de los jóvenes y le ordenaron que preñara a la mujer de cinco años de edad.

La niña murió a consecuencia del estupro. Ordenándole al joven, que preñara a la mujer de cincuenta años de edad. Mas ésta ya era estéril y no dio fruto y se aficionó a los hombres y perdió su dignidad.

La especie humana se extinguió en aquella isla.

NI PRECIPITACIÓN NI REMORDIMINTO

Nada en el universo es estático. Todo se mueve, se transforma. Todo es un permanente estado de cambio. Existe el cambio.

La tierra. Los mundos. Los hombres.

Las sociedades cambian constantemente.

La esclavitud como institución social desapareció.

El feudalismo como estructura social desaparece.

El capitalismo se modifica hacia formas más revolucionarias.

El socialismo se transforma.

Las sociedades, la sociedad -mejor dicho- está en evolución constante. La pequeña burguesía urbana de Guatemala, podemos decir que ha nacido, que se ha manifestado como parte determinante de la sociedad, hasta en los últimos 20 años.

Hay cambios que nadie puede detener.

Ni precipitar.

La mujer estaba en estado de preñez. El parto había de producirse por razón natural, biológica, histórica.

Precipitarlo era solo malograrlo.

Retrasarlo también.

Nuestra Revolución Liberal de 1871 fue una revolución tardía. Por eso, en vez de libertad, generó tiranías. En vez de la creación de un capitalismo propio, generó la entrega de nuestra economía a capitales foráneos: en vez de una burguesía dinámica, generó nuevas formas de feudalismo.

Los cambios llegan, repito, naturalmente. Sin que se les retrase. Sin que se les precipite.

Retardarlos o precipitarlos son actitudes que solo dan frutos estériles y dolorosos: los que estamos viendo y viviendo.

Hoy, los parientes ya no gritan ni discuten, ya no se golpean con los puños: están armados y se han declarado la guerra.

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