Aparte de la publicitada marcha del Partido Nacional en apoyo al Candidato-Presidente Juan Orlando Hernández, muchas piezas se movieron ese día en función de revertir la incómoda correlación de fuerzas para los actuales detentadores del poder. También es probable que, al interior de la Alianza de Oposición, fuera difícil consensuar los siguientes pasos a adoptar para aprovechar el momento extraordinariamente favorable por el que atravesaba y concretar iniciativas que aproximaran una salida democrática a la crisis.
Lo cierto es que la noche del jueves 7 de diciembre desaparecieron del escenario político-electoral Marisa Matías, coordinadora de la Misión de Observadores de la UE, y, Jorge “Tuto” Quiroga, coordinador de la Misión de la OEA.
En sustitución de estas misiones, se posicionó en un lugar central, sin ser observadora electoral, la Embajadora en funciones de los Estados Unidos, Heide Fulton, asumiendo un rol de cuasi gobernadora en un país que su gobierno tradicionalmente ha considerado su “patio trasero”.
Esta exposición mediática tan clara no se miraba desde la guerra contrainsurgente de los años ochenta en Centroamérica, período este en que los funcionarios estadounidenses nunca ocultaron que eran ellos los que tomaban las decisiones fundamentales del país.
¿Qué fue lo que pasó? Pues no es tan complejo: La OEA supeditó su misión a los intereses de la potencia hegemónica regional, la Unión Europea salió del proceso aceptando la hegemonía en esta zona del mundo de los Estados Unidos.
De esta manera, el proceso electoral hondureño quedó subordinado a los intereses geopolíticos del gobierno estadounidense y no a la decisión del soberano, es decir, del pueblo en las urnas.
Es así que en una inesperada conferencia de prensa, David Matamoros, Presidente del TSE, flanqueado por la Embajadora estadounidense, anunció que este organismo había decidido escrutar “4,753 actas y revisar los votos de los departamentos de La Paz, Intibucá y Lempira” con la observación de la OEA, delegados de la sociedad civil y Embajada de EE.UU., “para que podamos dar certidumbre al país y darle apoyo al nuevo presidente de Honduras”6.
Esto sin que se hubiera producido un pacto entre los principales partidos políticos contendientes y el TSE en torno a un protocolo que “aumentara la transparencia del proceso” determinando, entre otros puntos, la manera de abordar las inconsistencias, el cotejamiento de las actas y firmas, la utilización de los cuadernillos de votación.
Por el contrario, lo que se impuso fue la decisión unilateral del TSE, en el momento de su mayor desprestigio.
Situación que fue posible por el abierto apoyo político de la Embajadora estadounidense, que fue quien habilitó al TSE a proceder a la realización del escrutinio final de los votos y, proceder al más breve plazo posible a la declaración del candidato ganador.
Todo esto con el respaldo decidido de las organizaciones de la sociedad civil/ONGs que actúan bajo el marco de las políticas estadounidenses implementadas en el país.
Para completar este panorama, en el marco del reconteo de votos, el expresidente Manuel Zelaya Rosales hizo pública una carta donde informó sobre la “recomendación” de la OEA y el gobierno de los Estados Unidos al Candidato Salvador Nasralla para que “se desvincule por completo del ex presidente Zelaya porque este es un chavista y pregona el Socialismo Democrático” (9 de diciembre de 2017).
Este dato aporta una idea completa como en los últimos días y horas, específicamente en el campo electoral, el gobierno estadounidense ha desplazado actores, reposicionado a otros e intentado dividir a la Alianza de Oposición para reconfigurar la correlación de fuerzas a favor de sus intereses geopolíticos.
Lea el texto completo en el PDF adjunto
Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD)
https://nonosolvidamosdehonduras.blogspot.com/2017/12/el-rol-decisivo-de-la-embajada-de-eeuu.html