Normalmente el gobierno de Corea del norte es muy discreto en cualquier clase de pronunciamiento sobre sucesos internacionales, sobre todo si ocurren lejos de sus fronteras.
Pero ayer el Rodung Sinmun hizo una excepción para criticar la instalación por el Pentágono de una base militar en el desierto de Neguev, en Israel.
No cabe duda de que sigue muy de cerca la situación en Oriente Medio.
Además, desde hace años mantiene relaciones muy estrechas con el gobierno de Siria. Entra dentro de la lógica más elemental que dos países acosados, como Corea del norte y Siria, se apoyen mutuamente.
Es sabido que Pyongyang suministra armamento a Damasco.
Se trata de saber ahora si en la colaboración entre ambos países había algo más que armas convencionales.
¿Colaboró Corea del norte en la construcción de un reactor nuclear en Siria?
A diferencia de Siria, que en 1969 ratificó el Tratado de No proliferación Nuclear, Corea del norte se desligó del mismo y desde entonces ha mantenido un pulso con el imperialismo, que a lo largo del tiempo ha atravesado diversas vicisitudes.
En 1994 firmó un acuerdo para renunciar a la energía nuclear, a cambio de que Estados Unidos le suministrara otro tipo de energía alternativa.
Como el caso iraní ha vuelto a mostrar recientemente, los imperialistas nunca respetan sus compromisos, ni siquiera los nucleares.
Lo mismo ocurrió con el que firmaron con Corea del norte, por lo que a finales de los noventa el gobierno de Pyongyang se vio obligado a lanzarse hacia la nuclearización.
La mayor parte de las veces, los Estados que han querido construir reactores nucleares, como Irán o Libia, han acudido a Rusia, a China o al pakistaní Abdul Qadir Jan, el padre del arma atómica en su país.
En el caso de Siria no fue posible, por razones que no están claras, posiblemente relacionadas con el hecho de que la construcción debía realizarse de manera subrepticia.
Bashar Al-Assad recurrió a Corea del norte, por lo que el problema que hay con el país asiático no es sólo su capacidad para fabricar armas nucleares, sino también para exportarlas a terceros países, que son aquellos que quieren escapar del control de las potencias imperialistas.
En 2008 la CIA distribuyó una fotografía del dirigente sirio de la Agencia de Energía Atómica, Ibrahim Othman, en la que aparecía junto al reponsable del programa nuclear norcoreano, Chon Chibu.
Pero la CIA no explicó cuándo habían tomado aquella foto.
No obstante, a finales de los noventa el coreano desapareció de los radares del espionaje imperialista, que luego le localizaron en Siria, por lo que las alarmas saltaron.
Dos años antes, en 2006, Corea del norte había realizado el primer ensayo de un arma nuclear con un éxito total.
Un año después, el 6 de setiembre de 2007, la aviación israelí llevó a cabo la Operación Huerto, bombardeando unas instalaciones en el desierto de Deir Ezzor.
El reactor nuclear sirio de Al-Kibar, pacientemente construido durante varios años, había sido destruido por completo.
Habiendo sido acosados por el imperialismo, los norcoreanos son grandes maestros de la cladestinidad internacional y en Al-Kibar habían disimulado un reactor dentro de un edificio cúbico de 21 metros de alto medio enterrado en las arenas que rodean el río Éufrates.
El reactor era una réplica del modelo norcoreano de Yongbyon, por lo que el gobierno sirio pretendía emular a Corea del norte lanzando misiles nucleares para preservar a su país de lo que ocurrió sólo cuatro años después: el inicio de la guerra en 2011.
La Operación Huerta, es decir, la agresión militar israelí, lo impidió; dicho de otra manera: si Siria hubiera dispuesto de armamento nuclear, como Corea del norte, no hubiera sufrido una guerra atroz durante siete años.
¿Cómo se enteraron los israelíes de que Siria había construido un reactor nuclear en Al-Kibar?
Según una información del diario kuwaití Al-Jarida, confirmada luego por Stratfor, la sucursal privada de la CIA, el ataque fue posible gracias a que poco antes el viceministro iraní de defensa, el general iraní Alí Reza Asgari, había desertado y traicionado a su país, cambiando de bando y ofreciendo a los imperialistas y los sionistas la información que necesitaban.
La aviación israelí dejó una montaña de destrozos en Al-Kibar que los satélites del espionaje imperialistas siguieron vigilando minuciosamente en busca de grafito para confirmar que estaban ante una réplica de Yongbyon.
No las tenían todas consigo.
Creyeron ver a las excavadoras sirias removiendo la tierra y retirando restos.
¿Trataban de ocultar algo?
Al año siguiente, en junio de 2008, la Agencia Internacional para la Energía Atómica anunció una inspección para tomar muestras del suelo.
Todos parecieron quedarse muy tranquilos cuando el 17 de junio Mohamed El-Baradei, director de la Agencia Internacional para la Energía Atómica anunció que Siria no tenía “recursos humanos que le permitieran llevar a cabo un programa nuclear de envergadura”.
El gobierno de Bashar Al-Assad tenía las manos atadas.
Para los imperialistas y los sionistas fue un alivio saberlo: podían empezar a poner en marcha sus planes para desencadenar la guerra.
Por eso fue pintoresco que, posteriormente, una de las excusas para desatar la guerra fueran los planes del gobierno de Damasco para fabricar armas nucleares.
Si no existía nada aprecido a Al-Kibar, debían inventarlo.
En febrero de 2011, con los primeros tiros por las calles, el periódico alemán Suddeutsche Zeitung volvía la carga: aunque el reactor de Al-Kibar había sido destruido, el gobierno tenía una planta de procesado de uranio junto a la base aérea de Marj Al-Sultán, cerca de Damasco.
Pero para entonces ya estábamos en plena guerra de desinformación: si el reactor de Al-Kibar es un clon del norcoreano de Yongbyon, entonces no funciona con uranio sino con plutonio...
Pero, ¿a quién le importan esos pequeños detalles?
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