Pablo Gonzalez

Francia: Flora Tristán


"Una tarde de septiembre de 1838, tras permanecer días y días al acecho, un hombrecillo llamado André Chazal disparó en París contra su esposa. La mujer se desplomó en la acera gravemente herida: Flora Tristán era por fin libre".

Flora Tristán nació en París el 7 de abril en 1803, en plena época napoleónica.

Fue hija del coronel Marino Tristán y Moscoso, coronel peruano de la armada española y de la francesa Anne Laisney.

Durante los primeros años de su vida, Flora no se vio privada de nada y creció en un hogar siempre concurrido por visitas del nivel de Simón Bolívar y su maestro Simón Rodríguez.

La muerte de su padre cuando Flora sólo tenía 4 años sume a la familia en la pobreza.

El estado francés revolucionario no reconoce a la viuda ni a los hijos negándoles cualquier bien o derecho.

Por este motivo, Flora comienza a trabajar como obrera en un taller de lítografia.

 Con apenas 17 años, se casa con el propietario de ésta, André Chazal, y tiene tres hijos, uno de ellos, Aline, será la futura madre del pintor Paul Gaugin.

Decepcionada del matrimonio comienza a trabajar como criada de una familia inglesa, por lo que debe viajar a Inglaterra. Se inicia entonces una lucha legal por la custodia de los hijos que duraría 12 años.

Sus amargas vivencias despiertan en ella un pensamiento y una actitud revolucionaria que la convierte en la precursora del movimiento feminista.

Viaja por varios países donde realiza trabajos de toda clase, es en este momento cuando toma conciencia de su condición de "paria".

En 1833 decide viajar a Perú para reclamar la herencia que le corresponde de su padre, pero solamente consigue una pensión mensual. 

La etapa que pasa en Perú donde asiste a la guerra civil y ve la gran diferencia entre las distintas clases sociales será significante para el futuro de Flora: se convierte en defensora declarada de los derechos y libertades de la clase obrera y de la mujer.

Las persecuciones de su marido continúan, hasta el punto de recibir un disparo que la deja mal herida. 

Finalmente es condenado y ella consigue liberarse de él.

A raíz de un viaje a Londres, donde Flora consigue penetrar en la cámara de los lores disfrazada de hombre y donde entra en cometo con los obreros que malviven en una sociedad que les da la espalda, decide dedicar sus esfuerzos en un futuro sobre todo a la clase obrera: antes de empezar a gestarse las ideas de Marx y Engels, viaja por toda Francia dando apoyo a los trabajadores de su país.

En 1844 fallece víctima del tifus con solo 41 años, dejándonos plasmadas sus ideas y sus vivencias en su prolífica obra, de la cual destacan Peregrinaciones de una paria, Paseos en Paris, Selección de Cartas, una recopilación de cartas del Libertador Simón Bolívar, Unión Obrera así como otros dos libros a favor del divorcio. 

"El nivel de civilización a que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia de que gozan las mujeres", escribió Flora Tristán, precursora del feminismo, quien con mente lúcida y adelantándose a su época reclamó la participación de la mujer en todos los niveles e instancias de la sociedad a fin de lograr su liberación e igualdad.

Flora Tristán nació en París el 7 de abril de 1803, en plena época napoleónica.

 Era hija del coronel Mariano Tristán y Moscoso, aristócrata peruano oriundo de Arequipa y que servía en los ejércitos del rey de España, y de una dama francesa llamada Anne-Pierre Laisnay. Ambos se habían conocido en Bilbao, España.

Sin embargo el padre nunca reconoció legalmente a Flora, y de hecho su padre y su madre nunca estuvieron casados.

Por eso, aunque en vida les proporcionó todas las comodidades que le permitía su fortuna, a su muerte en 1808, siendo Flora una niña, y sin haber hecho testamento, la familia quedó prácticamente en la indigencia.

Flora, junto a su madre y su hermano menor, se vieron obligados a dejar la hermosa mansión de Vaugirard donde vivían, para vivir en el campo.

A la muerte del hermano menor, Flora y su madre regresaron a París, en 1818, y vivieron en la en uno de los barrios más pobres de la ciudad, en los alrededores de la Plaza Maubert.

Por eso desde muy joven Flora tuvo que ponerse a trabajar. 

Con los pocos conocimientos de pintura que había aprendido, Flora ingresa como colorista en el taller de litografía de André Chazal, quien se enamora perdidamente de la joven obrera.

Flora, presionada por su madre, acepta casarse para salir de la pobreza.

 El matrimonio se celebro el 3 de febrero de 1821.

Pese a todo fue un matrimonio desgraciado que se disolvió años después a causa de los celos y los malos tratos.

De esta época nació en Flora la convicción de que el matrimonio era una institución intolerable, un trato comercial en el que una mujer era vendida a un hombre y convertida poco menos que en una esclava de por vida.

E hizo brotar en ella, asimismo, un instintivo rechazo de la maternidad y una desconfianza profunda hacia el sexo, en los que presentía otros tantos instrumentos de la servidumbre de la mujer, de su humillante sujeción al hombre.

Decepcionada del matrimonio y sofocada por una relación sórdida, en 1825 abandonó el hogar, dejó a sus hijos al cuidado de su madre y se empleó como doncella de una familia inglesa. Gracias a eso tiene la oportunidad de viajar a Suiza, Alemania e Inglaterra.

En esta época tuvo problemas por su situación legal, ya que abandonar el hogar era considerado ilegal en esa época, y su marido André Chazal la perseguía, e incluso llegó a agredirla en plena calle.

En 1833 decide viajar a Perú con el fin de reclamar la herencia paterna y esclarecer todo lo relacionado con su situación familiar. Flora escribe a  su tío Pío Tristán, hermano menor de su padre, anunciando su viaje con estas significativas palabras: “He nacido en Francia, pero soy del país de mi padre. Viajo con la esperanza de encontrar en el Perú una posición digna que me haga entrar de nuevo en la sociedad y de refugiarme en el seno de mi familia paterna”.

El 7 de abril de 1833, día en que cumple 30 años, se embarca en el buque "El Mexicano" en Burdeos. 

El barco estaba comandado por el capitán Zacharie Chabrié, con el que tiene un breve romance durante el viaje. 

La travesía dura casi cinco meses, en el barco viajaban dieciséis hombres y Flora era la única mujer.

Una vez llegó a Arequipa, si bien la familia paterna le ofreció alojamiento, sus objetivos en este viaje se vieron frustrados ya que la recibieron con frialdad y desde luego no quisieron saber nada del tema de la herencia, pues su tío se negó a considerar a Flora como su sobrina legítima en el terreno de los intereses económicos.

Permaneció ocho meses en la casa, y la sensación de fracaso se expresa en la siguiente frase: “Vine a buscar un lugar legítimo en el seno de una familia y de una nación, pero tras ocho meses de ser tratada como una extraña en la casa de mis tíos era evidente que no había ganado ningún estatus dentro de mi familia paterna”

Tras su estancia en Arequipa estuvo unos dos meses en Lima, la capital de Perú, donde se relaciona con figuras políticas de la época, hasta que en julio de 1834 emprende el viaje de regreso a Francia.

Todo este periodo quedó reflejado en su obra Peregrinaciones de una Paria (1837) donde recoge, con un auténtico sabor romántico, sus impresiones durante el viaje a Lima y Arequipa, en un país tan distinto del suyo, que comenzaba apenas su historia de república independiente, y donde las instituciones, los prejuicios y formalismos de la era colonial se conservaran casi intactos.

En el libro trazaría un formidable retrato de aquella sociedad feudal y violenta, de tremendos contrastes económicos y abismales antagonismos, raciales, sociales y religiosos, de sus conventos y su religión cargada de idolatría, y de su caudillismo político.

También cuenta la historia de Francisca Zubiaga de Gamarra, apodada "La Mariscala", y esposa del mariscal Gamarra, héroe de la independencia peruana, a quien Flora conoció personalmente y que representaba un caso de mujer emancipada y activa, capaz de penetrar en los dominios tradicionalmente considerados como exclusivos del hombre.

 "La Mariscala", además de tomar importantes decisiones de gobierno, eclipsando incluso a su marido, combatía a caballo e incluso dirigía las tropas en en campo de batalla.

Sin duda este personaje debió ejercer gran importancia en las convicciones feministas de Flora Tristán.

De regreso a Francia a principios de 1935, Flora Tristán dio inicio a un periodo de su vida marcado por una intensa actividad política y literaria. La Flora Tristán de estos años tiene poco que ver con la de antes del viaje a Perú.

Ahora es una mujer resuelta y segura de sí misma, rebosante de energía, que se multiplica para informarse y educarse, y hacerse de una cultura que le permita dar la batalla intelectual en favor de la mujer y la justicia que es su nuevo designio.

Sus campañas a favor de la emancipación de la mujer, los derechos de los trabajadores y en contra de la pena de muerte, la convirtieron en una figura reconocida y muy querida, tanto en ambientes intelectuales como obreros.

A la vez que escribe Peregrinaciones de una paria, se relaciona con grupos sansimonianos, fourieristas y otros críticos del sistema. También comienza a colaborar en publicaciones importantes, como la Revue de Paris, L'Artiste y Le Voleur. Escribe un folleto proponiendo crear una sociedad para prestar ayuda a las mujeres forasteras que lleguen a París, firma manifiestos pidiendo la supresión de la pena de muerte y envía a los parlamentarios una petición a favor de legalizar el divorcio.

Al mismo tiempo, estos años están marcados por una guerrilla particular, legal y personal, contra André Chazal, que hasta en tres oportunidades secuestra a sus hijos. En una de ellas, la menor, Aline, lo acusa de intentar violarla, lo que provoca un sonado proceso y un escándalo social.

La publicación de Peregrinaciones de una paria en 1837, fue recibido con gran éxito, e hizo de Flora una persona muy conocida, que frecuentaba los salones y se codeaba con intelectuales, artistas y políticos de renombre.

 Incapaz de resistir la humillación de ver a su mujer triunfar de este modo, André Chazal intenta asesinarla en plena calle, disparándole a bocajarro, aunque por suerte solo consiguió herirla.

 Él fue condenado a veinte años de carcel, y al menos así pudo Flora quitárselo de encima.

Flora Tristán hubiera podido instalarse en esa prestigiosa situación alcanzada y dedicar el resto de su tiempo a apuntalarla, escribiendo y actuando en los círculos intelectuales y artísticos parisinos que le habían abierto las puertas.

Podría haber sido tal vez como George Sand, que siempre miró a la advenediza Flora Tristán por encima del hombro.

Pero había en ella una integridad moral profunda que le hizo advertir que la justicia y el cambio social que ella deseaba no se conquistaría nunca desde los refinados y exclusivos circuitos de escritores, artistas e intelectuales frívolos, donde las ideas revolucionarias y los propósitos de reforma social no eran, en la mayoría de los casos, más que un juego de salones burgueses, una retórica sin consecuencias.

En 1838 aparece otra novela titulada Mephis, que ella describe como una novela "filosófica y social".

Mucho más importante es su siguiente proyecto, un libro sobre el Londres de la pobreza y la explotación, la cara oculta de la Revolución Industrial y del capitalismo victoriano. Viajó a la capital británica para documentarse, y estuvo cuatro meses visitando talleres, prostíbulos, barrios marginales, fábricas, manicomios, cárceles, mercados de cosas robadas, asociaciones gremiales, etc. También, para contrastar, estuvo en el Parlamento británico, en las carreras hípicas de Ascot o en algunos clubes aristocráticos.

El resultado es el libro Paseos en Londres (1840), una diatriba feroz y despiadada contra el sistema capitalista y la burguesía a quienes Flora hace responsables de la espantosa miseria, la explotación de los obreros y de los niños, y de la penosa condición de la mujer, obligada a prostituirse para sobrevivir o a trabajar por salarios miserables comparados con los ya modestísimos que ganaban los hombres. Llega a decir que "la esclavitud no es a mis ojos el más grande de los infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés".

De forma significativa el libro fue silenciado en la prensa burguesa, y sólo mereció reseñas en las publicaciones obreras. La razón es que Flora comenzaba a poner el dedo en la llaga de una sociedad enferma, y ello significaba enfrentarse con terribles enemigos.

Sin embargo en Londres no solo vio a niños trabajando en las fábricas jornadas de catorce horas, o muchachas adolescentes a las que en los burdeles les obligaban a hacer todo tipo de asquerosidades para satisfacer a los burgueses.

También pudo ver como se ponía en marcha el movimiento obrero, como se organizaban los trabajadores por distritos, ciudades y fábricas, como los cartistas hacía manifestaciones públicas, recogidas de firmas, reuniones clandestinas, etc.

Esto la hizo sentirse esperanzada, y la concvenció de que solamente la unión internacional de los trabajadores de todo el mundo tendría la fuerza necesaria para poner fin al sistema presente e inaugurar una nueva era de justicia e igualdad sobre la tierra. Fue la primera en proclamar:

 “¡Trabajadores del mundo, uníos!”. Poco tiempo después Karl Marx consiguió darle forma y soporte teórico a esta idea con la publicación del Manifiesto Comunista.

El proyecto político de Flora Tristán lo expondría en su libro La Unión Obrera (1843), para cuya publicación debió recurrir a una colecta entre sus amistades y gente afín a sus ideas. Busca que su libro sea parte del plan para organizar a la clase obrera en una gran organización internacional, una “Unión universal de obreros y obreras”.

Esta revolución debe ser pacífica, inspirada en el amor por la humanidad e impregnada de un espíritu cristiano que (como quería Saint Simon) rescate la generosidad y la solidaridad con los humildes del cristianismo primitivo que la Iglesia Católica luego traicionó y corrompió identificándose con los poderosos.

La revolución no será nacionalista, sino que tendrá un carácter internacional. El instrumento de la transformación social será ese ejército de trabajadores laico y pacífico, la Unión Obrera, donde hombres y mujeres participarán en un plano de absoluta igualdad, y que, mediante la persuasión, la presión social y el uso de las instituciones legales, irá transformando de raíz la sociedad.

Esta Unión deberá estar bien financiada, a fin de emprender desde el principio algunas reformas sociales urgentes. Cada obrero cotizará dos francos anuales y como hay ocho millones de obreros en Francia, eso significa un capital de 16 millones con los que, de inmediato, se iniciará la apertura de escuelas para los hijos y las hijas de los proletarios, los que recibirán una educación gratuita y sin discriminación por sexos.

La Unión, a la manera de los cartistas británicos, exigirá que la Asamblea Nacional admita en su seno a un Defensor del Pueblo para que luche desde allí por la aprobación de las medidas revolucionarias: el restablecimiento del divorcio, la abolición de la pena de muerte y, la principal, el derecho al trabajo, mediante el cual el Estado se compromete a garantizar un empleo y un salario a todos los ciudadanos sin excepción.

A la manera de las falanges o falansterios ideados por Charles Fourier, la Unión creará los Palacios Obreros, complejas unidades de servicios múltiples, donde los trabajadores y sus familias recibirán atención médica, educación, podrán retirarse a pasar una vejez segura y protegida, donde se prestará socorro, consejo e información a toda víctima, y donde quienes dedican largas horas del día a trabajar con sus manos podrán disfrutar de la cultura y educar su espíritu.

Estas ideas tenían en su época un caracter quimérico que hacían desconfiar incluso a los propios obreros, ya que les parecían poco realistas.

Es interesante darse cuenta de que con el paso del tiempo la mayoría de estas reivindicaciones se han ido consiguiendo en muchos países, a traves de la Seguridad Social y de múltiples reformas legales de todo tipo.

Los dos últimos años de la vida de Flora Tristán fueron de una actividad incesante, volcada a hacer realidad su proyecto unionista. 

Su piso de la Rue du Bac se llenaba de obreros y dirigentes de mutuas y gremios, y se celebraban interminables reuniones. También pudo comprobar como entre los propios obreros abundaban los prejuicios burgueses y las actitudes machistas, algo que trató de cambiar con toda su energía.

En abril de 1844 inició una gira propagandística por el centro y el sur de Francia, que en su proyecto debía ser sólo la primera parte de un recorrido por las otras regiones del país y luego por toda Europa.

Desgraciadamente su cuerpo ya estaba debilitado por la enfermedad y su estado de fatiga se acrecienta en cada etapa, a lo que se añadía la hostilidad de las autoridades. 

En algunas ciudades tuvo problemas con la policía que la vigilaba de cerca, pues la consideran una sediciosa.

Enferma gravemente en Montpellier, donde permaneció cerca de dos meses. 

Allí se entera de que va a ser desalojada de su casa en París, pues la culpan de ser la instigadora de una huelga obrera. Tiene una nueva recaída en Burdeos, y en esta ciudad del sur de Francia muere el 14 de noviembre de 1844, con solo 41 años y rodeada de muchos de sus seguidores. 

Fue enterrada en el cementerio de los Cartujos. 

Los obreros organizaron una colecta para erigirle un monumento.

Deja una obra inédita, La emancipación de la mujer, publicada póstumamente en 1846.

Su vida estuvo llena de vivencias que fueron un estímulo para la reflexión y la acción, y que hicieron de ella un precedente del feminismo moderno.

El feminismo de Flora Tristán se engarza en los ideales de la Ilustración, y por lo tanto sus reivindicaciones presuponen la idea de que todos los seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos. 

Pero manteniendo la continuidad con el pensamiento de autoras anteriores, como Mary Wollstonecraft, Flora Tristán va un paso más allá, imprimiendo a su feminismo un giro de clase que en el futuro daría lugar al feminismo marxista.

Para Flora la situación de las mujeres se deriva de la aceptación del falso principio que afirma la inferioridad de la naturaleza de la mujer respecto a la del varón. 

Este discurso ideológico, hecho desde la ley, la ciencia y la religión, siempre al servicio de las clases dominantes, margina a la mujer de la educación racional y la destina a ser la esclava de su amo-marido.

Hasta aquí el discurso de Flora es similar al del sufragismo, pero el giro de clase comienza a producirse cuando indaga en las causas de esta marginación de las mujeres. 

Así, la exclusión de las mujeres en el ámbito educativo tiene causas económicas: no se envía a las niñas a la escuela "porque se le saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los niños, hacer recados, hacer la comida, etc"

Ideológicamente se emparentaba con las corrientes críticas de su época, las que comúnmente se engloban dentro del socialismo utópico, aunque teorizando ya sobre la necesidad de una unión obrera, es decir, de un partido obrero.

El propio Karl Marx le reconoció su carácter de “precursora de altos ideales nobles”.

Flora dirige su discurso al análisis de las mujeres más desposeídas, de las obreras, y aquí hace observaciones muy interesantes.

A su juicio el trato injusto y vejatorio que sufren estas mujeres desde que nacen, unido a su nula educación y la obligada servidumbre al varón, genera en ellas un carácter brutal e incluso malvado. Para Flora, esta degradación moral reviste la mayor importancia, ya que las mujeres, en sus múltiples funciones de madres, amantes, esposas, hijas, etc, lo son todo en la vida del obrero, e influyen a lo largo de toda su vida.

Esta situación "central" de la mujer no tiene su equivalente en la clase alta, donde el dinero puede proporcionar educadores y sirvientes profesionales y otro tipo de distracciones.

En consecuencia, educar bien a la mujer obrera supone el principio de la mejora intelectual, moral y material de toda la clase obrera, mujeres y hombres. Flora, como buena socialista confía enormemente en el poder de la educación.

En La Unión Obrera señala que "todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer".

http://mujeres-riot.webcindario.com/Flora_Tristan_2.htm

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